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Luis Arana BustamanteRev Arch Gen Nac. 2019; 34(2): 125-138
atribuye 22 años y ella va a casarse con un ocial sastre de Chachapoyas que “…está
trabajando con Camacho el sastre en la calle de los mercaderes”. Isabel no recuerda el
apellido de su cacique y, aunque dice ser natural de la villa de Cañete, declara que su
encomendero es Diego de Agüero (encomendero de Lunahuaná y no de Cañete), apa-
rentemente por ser uno de los vecinos más poderosos de Lima. La india Luisa Ruiz,
de veintidós años, también de Cañete, parece también vivir aceptablemente bien. Ella
sí tiene un esposo, un mestizo que “…tiene un caxon [pequeña tienda] en la plaza
[mayor]”.
Hay una pareja bien interesante, que vive en el barrio de San Lázaro, núcleo
urbano del moderno distrito del Rimac, en la “calle que llaman de Malambo” –al-
gunas cuadras de las actuales avenida Francisco Pizarro y calle Cajamarca–9.
Esta pareja estaba formada por ambos miembros provenientes de Cañete, tenían seis
hijos, señal de apreciable salud económica, y el hombre –Diego Guanto, de aproxima-
damente cuarenta años–, declaró ser pescador y mencionó el nombre de su cacique,
Pedro Quino. Tenía a la familia en el momento del censo no se sabe si de viaje o
residiendo en Cañete. Es el único de los pescadores, quizá asociados a Cerro Azul, de
que tenemos noticia en la colonia –la localidad arqueológica de Cerro Azul en Cañete
y su actividad pesquera prehispánica han sido motivo de investigación arqueológica
por Joyce Marcus (1987)–.
Asimismo, diremos, si cabe, que la proporción de habitantes del valle bajo frente
a los del valle medio (6 a 12, la mitad) da denitivamente la razón aritmética a los
emigrantes de Cañete, si revisamos las cifras del desplome demográco del valle bajo
acotadas en la nota 4 de este trabajo.
Figuran, asimismo, en el Padrón doce indígenas provenientes de ‘Lunaguana’ vivien-
do en la ciudad de Lima, cuatro hombres y siete mujeres. En realidad, el documento
se reere con ‘Lunaguana’ a todo el valle medio, y sólo en el caso de algunos de los
censados precisa dos pueblos de reducción de origen, Lunahuaná propiamente dicho y
Pacarán. De los cuatro hombres, dos eran casados –probablemente en Lima, con mu-
jeres de valles costeños–. Juan Choque o Choca –de treinta años– fue evidentemente
registrado dos veces, era de uno de los ayllus o antiguos sectores del valle reducidos
en Pacarán, y declaró ser “jornalero” a veces ocupado en la agricultura. Diego Ma-
ygua se clasicó como “chacarero” y provenía ‘de Lunaguana’, aparentemente de
alguno de los ayllus o antiguos sectores del valle reducidos en aquel pueblo. Un indio
censado proveniente ‘de Lunahuaná’, Francisco Ordóñez, era aprendiz de sastre, y
notamos que sólo uno de los censados en 1613, un muchacho de 16 años, Juan Macha
–del mismo pueblo de Lunahuaná–, era en el momento de este registro sirviente del
encomendero de Lunahuaná, residiendo, podemos suponerlo, en una de las casas de
propiedad de los Agüero.
Las mujeres del valle medio del río Cañete que se casaron y se quedaron a residir
en Lima más que duplican a los varones. Había dos viudas y cinco casadas. Una
9 En esta calle vive Francisco de Hanzoles, “…indio sastre capitán de los naturales de esta ciudad”, una
posición interesante –al parecer derivada del número y funciones de estos indígenas migrantes–. El hecho
es que la mayor parte de los artesanos indígenas registrados en este censo son sastres, y conocemos la
importancia simbólica de la ropa como marcador de estatus en Lima (colonial y postcolonial).