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REVISTA DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Historia
La construcción de un Estado precario:
formación y despliegue de la fuerza policial de
Lima durante la temprana República
Carlos Jesús Ríos Rodriguez1
Resumen
Este artículo analiza un conjunto de características de la formación y despliegue de la
fuerza policial del departamento de Lima durante la temprana República. Se plantea
que la inexistencia de una clara separación entre el Ejército y la fuerza policial provo-
có, en gran medida, que esta última tuviera una estructura inestable y un despliegue
limitado. En suma, la capacidad estatal destinada a custodiar la seguridad pública del
departamento de Lima fue precaria.
Palabras clave: fuerza policial, seguridad pública, criminalidad, violencia social, si-
glo XIX.
Building up a precarious state: formation
and deployment of the police force of the department
of Lima during the early republic
Abstract
This article analyzes a set of characteristics of the formation and deployment of the
police force in the department of Lima during the early republic; and propose that the
absence of a clear separation between the Army and the police force caused, to a large
extent, that the last one had an unstable structure and limited deployment. To large
extend, the state capacity to provide public security on the department of Lima was
precarious.
Keywords: police force, public security, criminality, social violence, 19th century.
1
Universidad Nacional Federico Villarreal. Lima, Perú. Magíster en Historia. Universidad Nacional Mayor
de San Marcos. Lima, Perú. Correo electrónico: carlosr2892@gmail.com
Recibido: 12/05/2020. Aprobado: 30/07/2020. En línea: 29/12/2020.
Citar como: Ríos CJ. (2019). La construcción de un Estado precario: una aproximación a la formación y
despliegue de la fuerza policial de Lima durante la temprana República. Rev Arch Gen Nac. 34(2), 111-
124. doi: https://doi.org/10.37840/ragn.v34i2.98
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Introducción
Las primeras décadas de la era republicana en el Perú estuvieron marcadas por la
inestabilidad y la violencia política. Sin embargo, esto no impidió que las autoridades
intentasen forjar un Estado con el n de consolidar la paz y el progreso material que
prometieron los fundadores del sistema republicano peruano. En ese sentido, la segu-
ridad pública, entendida como la protección de las propiedades y la vida de las perso-
nas, fue un asunto primordial. Una de las principales medidas que se implementaron,
para reprimir y prevenir la vulneración de la seguridad pública, fue la formación de
fuerzas policiales permanentes. Por lo tanto, el estudio de la historia de estas institu-
ciones resulta fundamental para entender el proceso de formación del Estado en el
Perú republicano del siglo XIX.
Sin embargo, son escasas las investigaciones al respecto. Las primeras investigacio-
nes tienen el gran mérito de poner en relieve la importancia del tema (Zapata Cesti,
1949; Merino Arana, 1966); no obstante, su análisis fue limitado debido a que se
centraron principalmente en examinar la normatividad. Este enfoque ha sido renovado
recientemente por un conjunto de investigaciones que se ha centrado, sobre todo, en
el análisis del accionar policial (Chambers, 2003; Ríos, 2018; Huertas, 2019). Para
el caso de otros países latinoamericanos, también se observa un ánimo renovador en
trabajos que tienen como marco temporal el siglo XIX. Daniel Palma (2016) ha ana-
lizado la formación de los cuerpos de serenos en Chile. En esta misma línea, Diego
Pulido (2017) ha examinado la formación de la Gendarmería en la ciudad de México;
y Diego Galeano (2017), la impronta de la gura del comisario dentro de la estructura
policial de la ciudad de Buenos Aires. En suma, en los últimos años se está constru-
yendo una interesante corriente historiográca que, desde una diversidad de enfoques,
está llamando la atención sobre el signicativo papel que tuvieron las fuerzas poli-
ciales en la Latinoamérica decimonónica, tanto en términos políticos como sociales.
Este trabajo no es ajeno a dicha corriente historiográca y, por ello, pretende contri-
buir a llenar el gran vacío historiográco que aún existe para el caso peruano. Nuestro
objetivo es aproximarnos a la formación y despliegue de la fuerza policial de Lima
durante la temprana República. En ese sentido, pondremos énfasis en el análisis del
rol que tuvo el Ejército en la conformación de su estructura y en las funciones que se
le asignaban. Cabe precisar, asimismo, que nuestro análisis se detiene en 1852 cuando
la fuerza policial formada por el Ejército fue fusionada con la Compañía de Serenos
para fundar la Gendarmería. Ahora bien, planteamos que la inexistencia de una clara
separación entre el Ejército y la fuerza policial provocó que esta última tuviera una
estructura inestable y un despliegue limitado. En suma, la capacidad estatal destinada
a custodiar la seguridad pública del departamento de Lima fue precaria.
La complicada formación de la fuerza policial
La partida de nacimiento de las fuerzas policiales del Perú republicano se encuentra
en la Constitución de 1823. En su artículo 171 se estableció la formación de una
fuerza policial para “proteger la seguridad privada, purgando los caminos de malhe-
chores, y persiguiendo a los delincuentes con sujeción a las órdenes de la autoridad
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respectiva”. En otras palabras, el objetivo principal de la fuerza policial era vigilar los
caminos y perseguir a los bandidos que circulaban por ellos. Ahora bien, sin duda, el
establecimiento constitucional de una fuerza policial era una respuesta a la grave cri-
sis de seguridad pública. ¿Cómo entender esta crisis? La clave reside en el aumento de
la peligrosidad de los bandoleros. A nes del periodo colonial, era improbable que los
bandidos contasen con armas de fuego (Flores Galindo, 1991, p. 111). Sin embargo,
la entrega de armamento de guerra a civiles, durante las guerras de independencia,
cambió el panorama social (Velásquez, 2013, pp. 408-409). Muchos individuos que
accedieron a la posesión de armamento de guerra optaron por la vida delictiva. En
suma, en el contexto de las guerras de independencia emergió un nuevo tipo de bando-
lerismo, cuya peligrosidad se basaba en el uso de armas de guerra como, por ejemplo,
la carabina (Tschudi, 1968 [1846], p. 172).
Después de la consolidación de la independencia a nes de 1824 en la batalla de
Ayacucho, siguiendo lo establecido en la constitución, las autoridades establecieron
que una fuerza policial debía encargarse exclusivamente de custodiar la ciudad capi-
tal y sus alrededores; es decir, los caminos cercanos, los cuales estaban plagados de
bandidos2. Sin embargo, en la práctica ello no ocurrió, pues los efectivos policiales
eran comúnmente enviados a localidades alejadas de la ciudad para auxiliar a la po-
blación3. Es decir, los efectivos policiales podían ser trasladados a cualquier punto del
departamento de Lima4.
Se estableció que la dirección de la fuerza policial de Lima era una función del prefec-
to –el gobernador político del departamento–. Sin embargo, también se dispuso que
el Ejército tuviera un importante papel en su devenir, encargándose al Estado Mayor
su formación (Oviedo, 1861 [1827], t. 6, p. 294). En otras palabras, se denió que el
Ejército debía dotar de hombres a la fuerza policial y otorgarle una estructura militar,
es decir, una jerarquía de ociales y tropa. Esta forma de organización fue rearmada
en 1834 (Oviedo, 1861 [1834], t. 6, p. 307).
Los bandidos eran los enemigos principales a los que tenían que enfrentarse los efec-
tivos policiales. Esto obligó a que la fuerza policial de Lima funcionase principal-
mente como una caballería5. Era evidente que una estructura militar de este tipo era la
adecuada para combatir a los salteadores de caminos, aprovechando su capacidad de
despliegue en espacios abiertos.
En los primeros años de la era republicana, la fuerza policial no descuido la seguridad
pública de la ciudad de Lima. Comúnmente una fracción de sus efectivos era encar-
gada de patrullar las calles6. No obstante, esto no era suciente para generar calma
dentro de la ciudad. A inicios de la década de 1830, los robos no dejaban de afectar
2 Archivo Histórico Militar del Perú (en adelante AHMP), Correspondencia recibida por el Ministerio de
Guerra (en adelante CRMG), 1827, leg. 6, doc. 42, f. 1.
3
AHMP, CRMG, 1833, leg. 7, doc. 32, f. 1.
4 A inicios de la era republicana, el departamento de Lima estuvo compuesto por ocho provincias:
Lima (que englobaba la ciudad capital y el puerto del Callao), Ica, Cañete, Chancay, Canta, Yauyos,
Huarochirí, y Santa. Esta última provincia fue separada del departamento de Lima en 1836 e integrada
al departamento de Huaylas.
5 AHMP, CRMG, 1827, leg.30, doc. 167, f. 1.
6 AHMP, CRMG, 1831, leg. 7, doc. 14, f. 1.
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a los vecinos y la Compañía de Serenos se mostraba poco eciente en disuadir a los
ladrones (Oviedo, 1861 [1831], t. 6, p. 297). En este contexto se enmarca la reforma
de la fuerza policial de Lima a nes de 1834, la cual consistió en la división de dicha
fuerza en caballería e infantería: la primera debía ser destinada a la custodia del cam-
po; y la segunda a la vigilancia de la ciudad (Oviedo, 1861 [1834], t. 6, pp. 299-300).
Se buscaba, pues, fortalecer la capacidad del Estado para disuadir y reprimir el delito
dentro de la ciudad.
La creación de la infantería también podía ser percibida como una forma de solucio-
nar un problema mucho mayor que el incremento de robos dentro de la ciudad: la po-
sibilidad del ingreso de bandas de salteadores de caminos a Lima. Los vecinos temían
que los salteadores ingresasen a saquear y sembrar el caos cuando ésta estuviese des-
protegida7. Este gran temor de los vecinos se acrecentaba aún más en épocas de guerra
civil, cuando los caudillos entablaban alianzas con grupos de salteadores de caminos
para que estos se convirtieran en montoneros y, por ende, llevasen a cabo una suerte
de guerra de guerrillas contra el ejército rival (Tschudi, 1968 [1946], p. 177). Uno de
los casos más conocidos es el del bandido León Escobar, quien entabló una alianza
con el caudillo Luis José de Orbegoso en 1835 para que su banda combatiese contra
el caudillo Felipe Santiago Salaverry, cuyo ejército tenía el control del departamento
de Lima (Walker, 1990, pp. 125-131). En ese sentido, era evidente para los vecinos
que la dinámica bélica podía generar que los saltadores convertidos en montoneros
ingresasen a la ciudad a hacer pillaje. Por lo tanto, el mantenimiento permanente de la
totalidad de la infantería de policía, junto a otras unidades militares, podía formar un
contingente armado capaz de disuadir el ingreso de bandoleros a la ciudad.
Por otro lado, la fuerza policial de Lima no tuvo un tamaño estable ni un incremento
sostenido hasta la fundación de la Gendarmería en 1852. Tanto la tropa de caballería
como la de infantería de policía tuvieron un tamaño que osciló entre los 80 y los 200
efectivos (Ríos, 2018, pp. 91-115)8. Esto se debe, en gran medida, a que el Ejército se
encargaba de dotar de hombres a la fuerza policial y, por ende, no existía una clara se-
paración entre el Ejército y la fuerza policial. Hay que tener en cuenta que el Ejército
era una maquinaria que se reorganizaba constantemente. Los caudillos militares que
asumían la presidencia comúnmente lo reorganizaban para nutrirlo solo de individuos
leales (Velásquez, 2013, pp. 34-35). Estas reorganizaciones también afectaban el ta-
maño de la fuerza policial, aunque hay que precisar que esto también era generado por
la precariedad de la hacienda pública. Lo recaudado no bastó para cubrir las necesida-
des básicas del Estado hasta la década de 1840 (Contreras, 2012, pp. 45-46).
Esta precariedad fue usada, precisamente, como argumento para reducir el Ejército
durante el primer gobierno de Agustín Gamarra, habiendo decretado dicho presidente
en 1831 su reducción a 3000 efectivos (Oviedo, 1865 [1831], t. 13, p. 49). Sin embar-
go, esta medida ya había empezado a ser aplicada a inicios de su gobierno, durante los
últimos meses de 1829, argumentado que mantener una fuerza armada de dimensio-
nes considerables signicaba una presión excesiva sobre la hacienda pública (Oviedo,
1865 [1829], t. 13, p. 44). Esta medida tuvo un gran impacto sobre el tamaño de la
7
El Mercurio Peruano, 17 de enero de 1829.
8
En este estimado consideramos como caballería a la fuerza policial formada en Lima antes de la reforma
de 1834.
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fuerza policial de Lima. Meses antes de iniciar su gobierno Gamarra, el tamaño de
la tropa había oscilado entre 180 y 220 efectivos; sin embargo, a inicios de 1830, se
redujo a menos de 100, tendencia que se mantuvo hasta 1834 (Ríos, 2018, p. 94). Así
se demostraba que no existía un contexto propicio para imaginar una fuerza policial
de miles de efectivos.
La inexistencia de una clara separación entre el Ejército y la fuerza policial también
implicaba el uso de esta última como fuerza bélica. Los gobiernos no dudaron en in-
corporar a efectivos policiales a las las de las compañías militares que participaban
activamente en las guerras (Ríos, 2018, pp. 37-39). Era una manera rápida de forta-
lecer sus tropas en situaciones de emergencia. En ese sentido, las sucesivas guerras
civiles e internacionales que marcaron al Perú entre 1834 y 1844 conguraron un
contexto propicio para que ello ocurriera. Por ejemplo, a nes de 1841 gran parte de
la fuerza policial de Lima fue incorporada a otras compañías del Ejército debido a la
invasión boliviana del sur del Perú después de la batalla de Ingavi, en la que pereció el
presidente Gamarra. En consecuencia, en el mes de diciembre la fuerza policial pasó
a estar compuesta solamente por nueve efectivos (Ríos, 2018, p. 47). Sin duda, las
guerras tenían un gran potencial para desestructurar la fuerza policial.
Una reducción de la fuerza policial como la ocurrida a nes de 1841 podía debilitar
la protección de la ciudad, incentivando el ingreso a ella de bandidos. En ese sentido,
vale la pena analizar lo ocurrido durante la guerra civil de 1835 entre los caudillos Sa-
laverry y Orbegoso. Manteniendo el control del departamento de Lima y teniendo que
enfrentar a los montoneros aliados de Orbegoso que buscaban diezmar a su ejército a
través de incursiones rápidas y letales, Salaverry ordena la formación de dos compa-
ñías de policía: el escuadrón de gendarmes y el escuadrón de dragones. El contexto
bélico exigía que ambas fueran enviadas a perseguir a los montoneros, pues recorde-
mos que estos grupos armados estaban compuestos por bandoleros. En una expedi-
ción militar, el escuadrón de gendarmes se perdió y el gobierno de Salaverry no volvió
a saber de ellos. Dicho escuadrón pudo haber sido exterminado por los montoneros o
pasarse al bando de Orbegoso9. En consecuencia, la única fuerza policial que quedó en
la ciudad fue el escuadrón de dragones. No obstante, el ejército de Salaverry se retiró
de la ciudad junto al mencionado escuadrón a nes de 1835, lo cual fue aprovechado
por el montonero León Escobar y su banda para entrar a Lima y saquearla (Basadre,
2015, t. 2, pp. 106-107). En suma, la dinámica bélica había generado una crisis de la
seguridad pública en la capital.
Un escenario político propicio para la estabilidad de la fuerza policial recién se empezó
a consolidar en el Perú durante la segunda mitad de la década de 1840. En este periodo,
el primer gobierno de Ramón Castilla logró consolidar un escenario político de paz y
estabilidad. En ese sentido, el ingreso de José Runo Echenique –aliado de Castilla– a
la presidencia en 1851 no implicó una reorganización de la fuerza policial. La tropa de la
caballería mantuvo su tamaño, con 123 efectivos en 1850 y 125 en 1851, incrementán-
dose ligeramente, más bien, la de infantería. Esta última tuvo, en promedio, 120 efecti-
vos en 1850, y 147 en 1851 (Ríos, 2018, pp. 108-109, 114). La alianza entre ambos cau-
dillos impidió que la fuerza policial se viera desestabilizada por el cambio de gobierno.
9 AHMP, CRMG, 1835, leg. 14, doc. 183, fols.1-1v.
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En 1852, el gobierno de Echenique buscó llevar a cabo una ambiciosa reforma de
la fuerza policial. Se unicó la de Lima con la Compañía de Serenos para formar la
Gendarmería. Se dispuso que esta fuerza se dividiera en ocho compañías de infantería,
con 696 soldados, y ocho de caballería, con 344 jinetes. Se buscaba formar una fuerza
policial mucho más potente que las anteriormente existentes, pues la Gendarmería no
solo debía estar desplegada en Lima sino en todos los departamentos del Perú (Ovie-
do, 1861 [1852], t. 6, p. 320). Esta reforma se debió al incremento de los ingresos
estatales: a inicios de la década de 1850 el auge de la exportación del guano ya empe-
zaba a generar un incremento sostenido en los recursos de la hacienda pública (Hunt,
2011, p.151), y el gobierno de Echenique buscó aprovecharlo para fortalecer la
capacidad coercitiva del Estado.
Es interesante notar que en la reforma de 1852 no se estableció ningún tipo de vincu-
lación entre la Gendarmería y el Ejército, disponiéndose que la primera dependiera
del Ministerio de Gobierno, quedando la dirección de las compañías en manos de sus
comandantes, y de los prefectos e intendentes de policía (Oviedo, 1861 [1852], t. 6, p.
320). Se buscaba así plantear una clara distinción entre el Ejército y la fuerza policial.
El despliegue de la fuerza policial
El despliegue de la caballería e infantería de policía, en líneas generales, estaba con-
dicionado por su cambiante tamaño. Sin embargo, hay que tomar en cuenta también
que no todos sus integrantes cumplían tareas policiales. En ese sentido, las relaciones
de funciones asignadas a la tropa de los cuerpos policiales son fuentes sumamente
valiosas para entender su despliegue. Si bien estas fuentes no son abundantes, las que
hemos podido hallar nos permiten aproximarnos a la real magnitud de su despliegue
en Lima.
Empecemos con el caso de la caballería. Los datos del cuadro 1 demuestran que la
función a la que se asignaba más efectivos era el patrullaje o vigilancia de caminos
o de localidades rurales a pesar que la cantidad de efectivos asignados a esta función
no llegaba a ser la mitad de la fuerza. Sin embargo, cabe subrayar que los efectivos
policiales no solo eran destinados a localidades relativamente cercanas a la ciudad,
como Lurín o Ate, sino eran también enviados a localidades situadas a varias millas
de distancia de la ciudad, como Yauyos, Canta, Cañete o Ica10. Esto demuestra que
la caballería de policía trataba de estar presente en varios puntos del departamento,
por lo menos de forma eventual. Por otro lado, los datos del cuadro N.º 1 también
demuestran que la caballería no dejó de participar en la vigilancia de la capital, que-
dando en ella una pequeña fracción para patrullar las calles.
El ejercicio de algunas otras funciones no debe sorprendernos debido a la naturaleza
militar de la caballería de policía. Algunos de sus efectivos podían formar una guardia
de prevención, que, en otras palabras, era el grupo militar encargado de custodiar el
orden dentro del cuartel que los albergaba. Otros podían desempeñarse como cuarte-
leros y, por ende, encargarse de la limpieza del cuartel y de las armas asignadas a su
compañía. Otros podían ser encargados del mantenimiento de los caballos que eran de
10 AHMP, CRMG, 1849, leg. 19, doc. 418, f. 1.
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uso común. Las dos primeras funciones fueron reglamentadas para toda unidad militar
en las ordenanzas militares promulgadas por la monarquía española en 1768 (Carlos
III, 1768, Tomo 1, pp.77, 304-305). Estas normas estuvieron vigentes en el Perú, a
pesar de la caída del sistema colonial, hasta nes del siglo XIX. Ahora bien, no fue
extraño que en la temprana República que las unidades militares fuesen encargadas de
custodiar edicios públicos como la Prefectura o el Tribunal de la Acordada. En ese
sentido, cabe precisar que estas funciones implicaban la permanencia de los efectivos
policiales que las desempeñaban dentro de la ciudad. Esto generaba que estuvieran
disponibles para atender cualquier asunto vinculado a la seguridad pública, y que tam-
bién nutrieran el contingente policial y militar que se encontraba dentro de la ciudad,
y cuya permanencia en esta era fundamental para disuadir el ingreso de bandoleros a
su interior.
Por otro lado, las autoridades buscaban aprovechar la capacidad de desplazamiento
de la caballería para enviarlos a conducir correspondencia o cumplir algún encargo.
Por ello, una parte de sus efectivos se desempeñaba como ordenanzas, asistentes,
cobradores de impuestos o encargados de comisiones. Esto no solo impedía que se
encarguen de la vigilancia de caminos y localidades rurales, sino que también impli-
caba una sobrecarga de funciones. Los distintos comandantes que tuvo la caballería
percibieron ello como un problema grave. Uno de los primeros en llamar la atención
sobre esta situación fue el comandante Ramón de Echenique en 1825:
La compañía de Policía prestaría sus servicios con arreglo a lo que tiene pre-
venido nuestra constitución si tuviese la capital otra tropa para los casos que
ocurran: la pronta remisión de pliegos al cuartel general, o al punto de Chorri-
llos, las escoltas para la conducción de la pólvora a la línea, para las altas del
hospital, y su guardia, y la multitud de reos de cuenta que han tenido y acaso
tendrán que marchar al lugar que se les destine […]11
En síntesis, Ramón de Echenique exigía que otras unidades militares se encarguen
de desempeñar las funciones ajenas a la seguridad pública que eran encargadas a los
efectivos de la caballería de policía. Sin embargo, como se muestra claramente en el
cuadro 1, la caballería en 1849 aún continuaba desempeñando funciones que no le
correspondían. Esto ilustra la precariedad que marcó al Estado durante la temprana
República.
La sobrecarga de funciones podía generar que los efectivos policiales no tuvieran un
descanso razonable. Que un efectivo nalizara una tarea no implicaba que, inmedia-
tamente después, no se le asignara una nueva comisión. En ese sentido, en 1846 el
comandante Manuel Flores manifestó que “los efectivos no conocen más descanso
que variar de puesto y seguir trabajando sin cesar pues ni los domingos les queda
tiempo para oír misa siquiera”12. ¿Qué implicaba esto? Sin duda, el deterioro de la
salud y quepasaran a integrar el grupo de los “no disponibles”. Además, la sobrecarga
de funciones generaba falta de relevos debido a que solo se podía dar descanso a po-
cos efectivos. En el cuadro 1 se demuestra que el número de relevos era usualmente
11 AHMP, CRMG, 1825, leg. 13, doc. 40, f. 1.
12 AHMP, CRMG, 848, leg. 7, doc. 33, f. 1.
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bajo dentro de la caballería. Idealmente la cantidad de relevos disponibles debía ser la
misma o estar cerca del número de efectivos en funciones. Así se podía garantizar el
descanso de los que se encontraban en servicio.
Cuadro N.º 1
Relación de funciones asignadas a la tropa de la caballería de policía
durante la temprana república13
Funciones
Cantidad de efectivos
Año / mes
1833 - agosto 1839 - junio 1849 - noviembre
Patrullaje y vigilancia de
caminos, y de diversas
localidades
31 57 37
Patrullaje de la ciudad 15 _ 20
Guardia de Prevención 8 12 12
Guardia de la Prefectura _ 6 _
Guardia del Tribunal de la
Acordada _ 6 _
Cobro de impuestos _ 6 _
Ordenanzas 13 _ 4
Asistentes _ 1
Comisiones _ _
Mantenimiento de caballos 4 4
Cuarteleros 3 3 _
No disponibles 14 10 27
Relevos 12 30 9
Total
100
130
114
Fuente: AHMP, CRMG,1833, leg. 7, doc. 32, f. 1; 1839, leg. 35,
doc. 476, f. 1; 1849, leg. 19, doc. 418, f. 1.
En suma, los problemas de la caballería generaban un círculo vicioso. La sobrecarga
de funciones generaba agotamiento y problemas de salud en los efectivos policiales,
generando su inactividad, y, a su vez, la ausencia de un número de relevos que pudiera
permitir el descanso de los que se encontraban activos. Por ello, las constantes soli-
13
Si bien en 1833 no existió formalmente una caballería de policía en Lima, en dicho año las características
de la fuerza policial correspondían, en gran medida, a la de una caballería debido a que buena parte de
sus efectivos era enviada fuera de la ciudad.
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citudes hechas por los comandantes de la caballería sobre el número de los efectivos
con los que contaban no eran solo generadas por la necesidad de aumentarlos sino,
también, por la de tener más relevos disponibles.
¿La tropa de la caballería podía ser desplegada con éxito en el departamento de Lima
si se la destinaba exclusivamente a tareas policiales? Para responder esta pregunta
hay que tomar en cuenta, principalmente, dos factores. En primer lugar, el tamaño
de la caballería. Podemos armar, como ya hemos mencionado, que antes de 1852 el
número de sus efectivos osciló comúnmente entre 100 y 200. Por ello, sería pertinente
asumir que 200 efectivos fue comúnmente la máxima capacidad coercitiva a la que
pudo llegar la caballería durante gran parte de la temprana República. En segundo
lugar, el factor demográco: a inicios de la era republicana, el departamento de Lima
tenía, aproximadamente, 136.281 habitantes, y la ciudad sumaba 58.326 habitantes
(Gootenberg, 1995, p. 21), es decir, esta última era el mayor centro poblado del de-
partamento por una gran distancia. El segundo mayor centro poblado era la ciudad de
Ica con aproximadamente 4.379 habitantes (Córdova y Urrutia, 1839, t. 2, p. 121), lo
cual constituía una excepción. El resto de la población tenía un perl marcadamente
rural y estaba disperso en otros 223 centros poblados compuestos por decenas, cientos
o pocos miles de habitantes (Córdova y Urrutia, 1839, t. 2, pp. 1-134). Hay que tener
en cuenta, además, que la distancia entre los centros poblados podía ser de varias
millas y que lo escarpado de la serranía del departamento, a diferencia de la geografía
desértica de la costa, dicultaba el transporte de personas. Asimismo, el paisaje social
del departamento estaba marcado por la existencia de haciendas de diverso tamaño;
es decir, el control de una importante porción de territorio estaba privatizado, lo cual
provocaba que el Estado no pudiese supervisar su interior, excepto cuando se solici-
taba su auxilio. Por ejemplo, solo en la provincia de Chancay existían 63 haciendas
(Córdova y Urrutia, 1839, t. 2, p. 1).
En suma, es posible armar que era sumamente complicado mantener un despliegue
permanente de 200 efectivos policiales en todo el departamento debido, principal-
mente, a la gran dispersión de la población y a que los caminos también requerían la
presencia de efectivos policiales. En ese sentido, el despliegue de dichos efectivos en
el campo solo podía ser eventual. Ahora bien, es pertinente subrayar que localidades
como, por ejemplo, Chorrillos, Lurín o Ate resultaban puntos clave para organizar la
defensa militar de la ciudad capital en contextos de inestabilidad política por la proxi-
midad geográca que tenían con ésta. Si bien no disponemos de cifras que nos permi-
tan gracar el tamaño de los destacamentos que eran enviados a dichas localidades en
contextos convulsionados, es probable que hayan tenido un volumen que les habría
permitido enfrentar o contener a montoneros o fuerzas militares.
Por otro lado, analicemos el caso de la infantería de policía. Su capacidad de preven-
ción y represión de delitos al interior de la ciudad dependía, en gran medida, de la
cantidad de efectivos que eran destinados a esta tarea. A su vez, era clave que gran
parte de sus efectivos se mantuviese dentro de la ciudad para disuadir el ingreso de
bandidos o montoneros.
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Cuadro N.º 2
Relación de las funciones asignadas a los efectivos de la tropa de la
infantería de Policía en el mes de enero de 1846
Funciones Cantidad de efectivos
Escolta de presos que trabajan
en obras públicas 36
Guardia de prevención 15
Guardia del Hospital de San Andrés 11
En la plaza del mercado 16
Cuarteleros 4
Relevos 33
No disponibles 26
Total 141
Fuente: AHMP, CRMG, 1846, leg. 13, doc. 351, f. 1.
Lamentablemente, para el caso de la infantería de policía, solo tenemos a nuestra dis-
posición la relación de funciones del mes de enero de 1846, la cual ha sido plasmada
en el cuadro 2. En el análisis de este cuadro salta a la vista que las funciones asigna-
das a los efectivos de la infantería no implicaban que estos abandonasen la ciudad,
y que algunas de ellas eran las mismas que se les asignaba a la caballería de policía
y otras unidades militares. Una parte de la infantería no podía evitar estar a cargo
de la vigilancia de edicios públicos, como el Hospital de San Andrés, servir como
cuarteleros o formar una guardia de prevención. No obstante, a la infantería también
se le asignaba dos funciones esenciales para la seguridad pública de la ciudad: la cus-
todia del trabajo de los presos, clave para impedir que estos fugasen, y la vigilancia
del mercado de la ciudad, para disuadir la presencia de ladrones en sus alrededores.
Ahora bien, ¿no se le encargaba a la infantería el patrullaje de las calles? En realidad,
de esta función se encargaban los mismos efectivos que vigilaban a los presos que tra-
bajaban en las obras públicas14. Además, hay que precisar que el apoyo de los relevos,
quienes se mantenían acuartelados, podía ser solicitado en cualquier momento por las
autoridades15.
La sobrecarga de funciones no era un problema que dejara de afectar a la tropa de la
infantería de policía. Si bien las funciones que aparecen en el cuadro 2 no son nume-
rosas, se les podía sumar otras que fueran asignadas a los efectivos en servicio activo
o a los relevos. En ese sentido, Lucas Rueda, comandante de la infantería, solicitó al
Ministerio de Guerra en marzo de 1846 que en la guardia del Hospital de San Andrés
también participe la caballería de policía:
14 AHMP, CRMG, 1846, leg. 7, doc. 70, fols. 1-2.
15 AHMP, CRMG, 1846, leg. 20, doc. 104, fols. 1-2.
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La construcción de un Estado precario: una aproximación a la formación y despliegue de la fuerza policial de Lima durante la temprana República
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En días pasados la columna de policía de mi mando cubría la guardia de
prevención de San Andrés con el intervalo de un día, más hoy que diariamen-
te la cubre a pesar de haber hecho presente que la escolta de presos, guardia
de prevención, destacamento en chorrillos, plaza del mercado, y cobranza
de serenazgo y patentes aparte de otros servicios imprevistos no dejaban un
relevo para que la tropa tuviese veinte y cuatro horas de descanso, me dirijo
nuevamente a V.S. con solo el n de que alterne el servicio de esta guardia
con el escuadrón que a mí ver puede cubrirla con alternativa […]16
El comandante menciona dos funciones que no guran en el cuadro 2: una comisión
en el balneario de Chorrillos y el cobro de impuestos. Esto demuestra que la sobre-
carga de funciones era una posibilidad siempre latente para los cuerpos policiales,
provocando, en palabras del prefecto Joaquín Torrico, “un servicio penoso y diario,
sin descanso alguno, lo que ocasiona que la tropa se esté enfermando, al extremo que
va a llegar día que no haya como atender a las ocurrencias y labores de la policía”17.
Es decir, la sobrecarga provocaba, al igual que en el caso de la caballería, el deterioro
de la salud de los efectivos de la infantería y que, por ende, pasasen a formar parte
del grupo de no disponibles para el servicio activo. Por lo tanto, a nes de 1846 José
María Lizarzaburu, sucesor de Torrico, propuso que el número de integrantes de la
infantería debía elevarse a cuatrocientos hombres para que la tropa “haga el servicio
con descanso y provecho”18. En otras palabras, lo que motivaba los pedidos de aumen-
to no era destinar más efectivos al patrullaje de la ciudad sino la posibilidad de tener
disponibles más relevos. En suma, se repetía el mismo círculo vicioso que afectaba a
la caballería.
¿El despliegue de la infantería de policía garantizaba una prevención eciente del
delito al interior de la ciudad de Lima? Lo expuesto hasta acá demuestra que los 141
efectivos con los que contó la infantería, en enero de 1846, resultaban insucientes
para que se convirtiera en una garantía para la seguridad cotidiana de los limeños.
No existía un grupo encargado exclusivamente del patrullaje de la ciudad a pesar que
en dicho mes el número de funciones asignado a la infantería no era elevado. Esta
situación se complicaba aún más si se les asignaba más funciones, como ocurrió pos-
teriormente de acuerdo a lo manifestado por el comandante Lucas Rueda. Un ligero
incremento de sus efectivos a 150 o 160 no implicaba una solución real. Por ello, no
resulta extraño que el prefecto Lizarzaburu solicitara que la infantería pasase a estar
compuesta por cuatrocientos efectivos. Este número permitiría no solo el despliegue
de un número considerable de efectivos en las calles, sino también un mayor descanso
de la tropa, ya que sería posible el mantenimiento de un mayor número de relevos.
Sin embargo, cabe subrayar que la permanencia en la ciudad de gran parte de la infan-
tería era fundamental para disuadir el ingreso de salteadores de caminos y montoneros
en contextos bélicos. Recordemos, además, que la infantería no se encontraba sola
dentro la ciudad: efectivos de caballería se mantenían, también, en su interior. Asi-
mismo, existían tres cuarteles –Santa Catalina, Colegio Real y Barbones– (Medina,
16 AHMP, CRMG, 1846, leg. 18, doc. 767, f. 1.
17 AHMP, CRMG, 1846, leg. 20, doc. 123, f. 1.
18 AHMP, CRMG, 1846, leg. 12, doc. 113, f. 1.
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1989, p. 536), en los cuales se guarnecían otras unidades del Ejército, y no solo los
efectivos policiales. No obstante, las guerras, como analizamos en la primera parte,
podían generar que la ciudad quedara desprotegida y, por ende, desatar una crisis de
seguridad pública.
Conclusiones
La formación de una fuerza policial en el departamento de Lima buscó solucionar la
crisis de seguridad pública originada en la época de la independencia. Sin embargo,
no tuvo la capacidad suciente para cumplir ecientemente con dicha tarea. La inexis-
tencia de una clara separación entre el Ejército y la fuerza policial fue una de las prin-
cipales causas de este problema. Cada gobierno reorganizaba las compañías militares,
incluyendo a la fuerza policial. Esto impedía que su tamaño mantuviera una regulari-
dad o tuviera un incremento sostenido. Además, en coyunturas bélicas, los efectivos
policiales podían ser incorporados a otras compañías militares. Esto podía generar un
debilitamiento considerable de la protección de la ciudad y, en última instancia, una
crisis de seguridad pública como ocurrió en 1835, cuando un grupo de montoneros
ingreso a saquear la ciudad, aprovechando que se encontraba sin protección policial.
En ese sentido, el despliegue de la fuerza policial fue sumamente precario. Esto no
solo fue generado por el escaso número de efectivos policiales, sino también por la
sobrecarga de funciones no vinculadas a tareas policiales. Esto afectó a la caballería
de policía, provocando que solo una parte de sus integrantes fuera destinada a patru-
llar los caminos y que su presencia en localidades alejadas de la capital fuera solo
eventual. La infantería de policía, por su parte, también fue afectada por la sobrecarga
de funciones y, por ende, no pudo mantener un considerable número de efectivos
patrullando la ciudad. A pesar de ello, la evidencia que hemos hallado sugiere que
gran parte de los integrantes de la infantería permanencia en la ciudad, formando un
contingente armado que era capaz de disuadir el ingreso a la ciudad de bandoleros y
montoneros. Este despliegue no solo debía mantenerse en tiempos de paz, sino tam-
bién en tiempos de guerra.
Referencias
Fuentes Primarias
Documentos
Archivo Histórico Militar del Perú (AHMP)
Correspondencia recibida por el Ministerio de Guerra (CRMG): 1825, leg.
13, doc. 40; 1827, leg. 6, doc. 42; leg. 30, doc. 167; 1828, leg. 4, doc. 57;
1831, leg. 7, doc. 14; 1833, leg. 7, doc. 32; 1835, leg. 14, doc. 183; 1839,
leg. 35, doc. 476; 1846: leg. 7, doc. 70; leg. 12, doc. 113; leg. 13, doc.
351; leg. 18, doc. 767; leg. 20, docs. 104 y 123; 1848, leg. 7, doc. 33;
1849, leg. 19, doc. 418.
Periódicos
El Mercurio Peruano. Lima, 1829
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La construcción de un Estado precario: una aproximación a la formación y despliegue de la fuerza policial de Lima durante la temprana República
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