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La maestranza naval en el Callao y Guayaquil coloniales
En 1580, como respuesta a la incursión de Drake, el virreinato peruano estableció una
organización naval propia, la Armada de la Mar del Sur, que en 1746 fue sustituida
por la Real Armada. En el primer caso, sus naves fueron construida localmente, en su
gran mayoría en Guayaquil; pero en ambos, su mantenimiento estuvo a cargo esen-
cialmente de la maestranza del Callao, aunque para reparaciones mayores se recurrió
a Guayaquil.
El tema de la maestranza es bastante amplio y ha merecido algunos trabajos en los
casos de Guipúzcoa (Odriozola, 1998), La Carraca (Quintero, 2004), El Ferrol (Santa-
lla, 2006), Montevideo (Sandrín, 2014), Guayaquil (Laviana, 1984 y Clayton, 1978),
La Habana (Serrano, 2008; Mestre y Matamoros, 2016 y García, 2000) y Cartagena
de Indias (Solano, 2015 y Martínez, 2015). Son más los trabajos sobre construcción
y arsenales navales españoles, y vinculados a los mismos, aunque penetrando más en
el siglo XIX, se encuentra el de Cristina Roda (2015). También cabe mencionar el
trabajo de Irma Barriga (2008) sobre la cofradía del gremio de calafates del Callao.
La forma como funcionaron las maestranzas en todo el imperio español fue bastante
similar, tanto en lo relativo a su organización gremial y religiosa, como en los tipos de
labores que llevaban a cabo. Pero no por ello dejó de haber peculiaridades, cosa que
esta investigación aspira a demostrar en el caso de las dos principales maestranzas de
la costa oeste americana, la del Callao y la de Guayaquil, empleando para ello fuentes
primarias provenientes de repositorios españoles, peruanos y ecuatoriano.
La maestranza naval estaba formada por un variado conjunto de operarios cuya fun-
ción era construir, mantener y reparar las naves reales y los pertrechos que estas ne-
cesitaban para poder cumplir sus funciones. El grueso de ella estaba formado por
carpinteros (de ribera y de blanco) y calafates, organizados usualmente en cuadrillas,
a los que se sumaban una diversidad de artesanos especializados, como motoneros,
claveteros, anconeros, remolleros, tallistas, latoneros, armeros, codeadores, buzos,
toneleros, jarcieros, aserradores, entabladores, hacheros, canteros, veleros, ampolle-
teros, relojeros, faroleros, herreros, bogas (de falúa, botes, lanchones y otras embar-
caciones), albañiles, trasegadores de pertrechos y peones de construcción (Quintero,
2004, pp. 28-29; Odriozola, 1998, pp. 110-111).
Como sucedía en otros ocios, los carpinteros y los calafates se organizaban en sen-
dos gremios, que bajo la dirección de sus respectivos maestros mayores contaban con
cierto número de operarios –maestros y ociales– y aprendices. Maestros y ociales
se clasicaban en base a su experiencia en primera, segunda y tercera clase, consti-
tuyendo tres cuartos del total de la maestranza, mientras que los aprendices confor-
maban el cuarto restante. Estos últimos podían ser admitidos a partir de los 12 años,
y un operario debía comprometerse mediante escritura a enseñarle las artes del ocio
durante seis años, aunque en algunos casos se reducía a la mitad, debiendo contar con
sus propias herramientas3. Quedaban exceptuados de dicha escritura los hijos del ope-
rario que los tomaba a su cargo. Los aprendices, unidos a los peones de conanza y
los ordinarios, conformaban el grupo que apoyaba a los operarios, que organizados en
brigadas o cuadrillas eran dirigidos por un capataz y un cabo (Santalla, 2006, p. 77).
3
Recopilación de leyes de Indias, IV, pp. 19-20, ley XVI, del 16/10/1609. Ordenanza de S.M. para el
gobierno militar y económico de sus reales arsenales de Marina, p. 322.