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Luis Rodríguez ToledoRev Arch Gen Nac. 2020; 34(1): 101-24
los mayordomos de Nuestra Señora del Rosario desestimaban las peticiones de mujeres que deseaban
ello pidió a los mayordomos enterrar a su patrocinada, pero recibió una rotunda negativa. Este hecho
posibilidad de tener a una mujer como hermana 24, pues enterrar a María en la bóveda implicaba
necesariamente que esta obtenga póstumamente tal grado. Esto era muy posible, por ejemplo, en
1654 los procuradores del Rosario enterraron al mercader Nicolás de Castillo, que murió ab intestato,
alegando que el susodicho lo había dispuesto así en vida, por ello redujeron la limosna de entrada de
sus bienes y colocaron su cuerpo en la bóveda corporativa como un hermano 24 más
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. En aquellos
años era de común acuerdo que ninguna mujer podía tener la dignidad de ser hermano 24, por ello los
no era una indicación sino un acto que buscaba complicar la solicitud, por ello cuando el mencionado
personaje llevó una sortija de María que equivalía (y excedía) a la cantidad requerida, los mayordomos
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.
Los casos de Isabel Romero y María del Castillo demuestran que si bien las mujeres no eran consideradas
que no hay que pensar que había una inquebrantable correspondencia entre los ideales vigentes de la
sociedad y el actuar de los individuos, pues si bien existían consideraciones despreciativas sobre las
práctica real de las mujeres hay que sumergirnos en su vida personal y seguir sus decisiones, puesto que
una exacta correspondencia entre lo normativo y lo real (Puertas, 2007, pp. 148-149). Así, el análisis
de testamentos, denuncias y solicitudes evidencian que muchas mujeres podían actuar con poder y
evidenciaban que las mujeres tenían una dinámica vida, pues compraban y vendían propiedades;
arrendaban; convenían matrimonios para sus hijos; hacían testamentos; y cuidaban a su descendencia
en ausencia de sus maridos (Perry, 1993, pp. 23-24). Así, era muy posible que estas mujeres prestigiosas
económico, pues en la sociedad colonial del siglo XVIII el honor, la decencia, el linaje, el prestigio
social y la amistad eran nociones que distinguían a las personas. El honor – tal y como lo entendía
AAL, Dominicos, leg. 10, exp. 10, 1715