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El virrey Blasco Núñez Vela, los encomenderos y los gastos para la pacicación del Perú en 1544Joan Manuel Morales Cama
Revista del Archivo General de la Nación N.° 33
2018, 51-81
para discutir y establecer los nuevos límites de las gobernaciones. Este escenario fue aprovechado
por los hermanos prisioneros para conseguir su libertad: Gonzalo fugó de sus captores en el Cuzco
y Hernando Pizarro fue liberado después de ofrecer 50 000 pesos en anzas y de jurar respetar las
recticaciones hechas a la sentencia emitida en el pueblo de Mala, el 15 de noviembre de 1537, por
el provincial mercedario fray Francisco de Bobadilla, a quien le habían reconocido las facultades del
anterior juez, el obispo de Panamá fray Tomás de Berlanga. Los adores de Hernando Pizarro, en partes
iguales de 10 000 pesos cada uno, fueron Hernán Ponce de León, Hernán González, Antonio Picado,
Hernando Bachicao y Juan de Barbarán
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. Este último era uno de «los de Cajamarca» que se dedicó a
los «negocios»
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y, a pesar de que siempre se mantuvo muy próximo a los Pizarro, cuando Hernando
no cumplió con la palabra empeñada, Barbarán le exigió que me saque de la dicha ança de los dichos
diez mil [pesos]
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.
Casi de inmediato, Almagro se enteró del engaño de su antiguo socio. Su única opción
entonces fue la de regresar al Cuzco y preparar a su ejército para hacer frente al de Gonzalo y Hernando
Pizarro, que ahora lo perseguían con 700 hombres, un maestre de campo (Pedro de Valdivia) y varios
capitanes (Alonso de Alvarado, Pedro Anzúrez o Peranzúrez, Diego de Rojas, Pedro de Vergara, Pedro
de Castro, Diego de Urbina, Eugenio de Moscoso y Francisco de Orellana). Diego de Almagro solo
logró reunir 500 soldados, aunque también contaba con experimentados capitanes (Rodrigo Orgóñez,
Pedro de Lerma, Gómez de Alvarado, Diego de Alvarado, Cristóbal de Sotelo, Alonso de Montemayor,
Hernando de Alvarado, Francisco de Chaves y Pedro Álvarez Holguín o Perálvarez)
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. Se enfrentaron
el 6 de abril de 1538 en la denominada batalla de Las Salinas. Almagro fue derrotado, escapó con
vida del campo, pero sería capturado por Alonso de Alvarado en la fortaleza de Sacsayhuamán; fue
procesado y ejecutado, murió estrangulado con garrote en su celda y después su cuerpo fue decapitado
en acto público.
Decimos, pues, que este hombre tan heroico fue ahogado en la cárcel (que bastaba) y
degollado en la plaza, para mayor lástima y dolor de los que le vieron, porque su edad
pasaba de los sesenta y cinco años, y su salud andaba tan quebrada que, cuando no le
apresuraran la muerte, se entendía que estaba ya muy cerca. Decían los maldicientes que,
para mayor muestra del odio que le tenían, y por vengarse dél, le habían muerto dos veces.
El verdugo, por gozar de su preeminencia y despojo, le desnudó y dejó en camisa, y aun esa
le quitara si no se lo estorbaran. Así estuvo en la plaza mucha parte del día, sin que hubiese
enemigo ni amigo que della lo sacase; porque los amigos, vencidos y rendidos, no podían, y
los enemigos, aunque muchos dellos se dolieron del muerto, no osaron en público hacer nada
por él, por no enemistarse con sus amigos, porque se vea de qué manera paga el mundo a
los que mayores hazañas hacen en su servicio. Ya bien cerca de la noche vino un negro, que
había sido esclavo del pobre difunto, y trajo una triste sábana, cual la pudo haber, o de su
pobreza o de limosna, para enterrar a su amo; y envolviéndole en ella con ayuda de algunos
indios que habían sido criados de don Diego, lo llevaron a la iglesia de Nuestra Señora de
las Mercedes. Y los religiosos usando de su caridad, con muchas lágrimas lo enterraron
en una capilla que está debajo del altar mayor. Así acabó el gran don Diego de Almagro,
de quien no ha quedado otra memoria que la de sus hazañas y la lástima de su muerte, la
10 Cieza, 1991, pp. 217-220.
11 Lockhart, 1987, tomo II, pp. 87-89.
12 Archivo General de la Nación (AGN), Protocolos Siglo XVI, 152, Pedro de Salinas, 1538-1540, fols. 344v-345.
13 Cieza, 1991, pp. 269-289.