Revista del Archivo General de la Nación
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Trabajar con la historia militar incluye trabajar con el tema de la biografía,
construyéndola con informes ociales, memorias, pero integrando cartas o
diarios, porque si alguien escribe sus memorias es para publicarlas, entonces
va escribir lo que le interesa. Pero si alguien escribe su diario personal o si
escribe cartas a su padre, es diferente, porque allí se puede contar derrotas
y humillaciones militares o políticas que difícilmente aparecerán en las
memorias. Entonces hay todo un trabajo de prosopografía, de utilización
de esas fuentes para entender el carácter de esas personas y cómo
reaccionan. Permite entender de manera muy distinta a esas personas y no
caer en generalizaciones diciendo por ejemplo, los ociales napoleónicos
son esto o aquello… no, porque cada uno tiene su manera de hacer. Se
me permite hacer una crítica a una cierta escuela de historia social que
considera que desde un grupo social emane un discurso, emane una actitud
y reivindicación política, sin tener en cuenta que un grupo está formado
por personas que comparten algo pero que tienen muchas diferencias.
Esta diversidad en un grupo social es muy interesante, mucho más que
su homogeneidad. Permite entender porqué, por ejemplo, en este grupo
social constituido por los ociales napoleónicos, unos pocos son liberales
pero monarquistas, otros liberales pero republicanos, otros liberales pero
quieren hacer escapar a Napoleón de Santa Helena y por eso están acá,
pero todos pertenecen al mismo grupo, se ayudan, cuando uno tiene un
problema lo sostienen. Es decir, viven como un grupo, pero con diferencias
interiores importantes y eso sin las cartas, sin los diarios, sin documentos
no ociales, no lo podría decir (Puigmal, 2002).
Puigmal no lo dice explícitamente pero es evidente que la “cierta escuela
de historia social” a la que hace alusión es la del materialismo histórico.
Este modo de entender la historia, lamentablemente, es malentendido y
así asumido por muchísimos alumnos y no pocos docentes universitarios
como el único método “válido” de un análisis histórico que, pasando por
alto a la propia diálectica marxista, es ajustado sólo a meros intereses
políticos, de momento o coyunturales (Iggers 2012: 129-158). En algunos
centros académicos, no seguirlo implica ganarse adjetivos diversos como
“positivista”, “revisionista”, “reaccionario”, “idealista”, “historiador pro-
sistema”, entre otros. Nuestra sencilla opinión es que existen muchas formas
de ver, entender y conocer la historia, y no debemos reducir o adaptar su
comprensión a marcos ideológicos, “escuelas” o “tendencias” que se “deban”
seguir. Hecha esta advertencia pasaremos a desarrollar algunos aspectos de
la vida de José Ramón Rodil y Gayoso Campillo, con la intención de que el