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Los castillos del Callao antes de la
paz de Ayacucho: el brigadier
José Ran Rodil y el juicio de la historia
Jorge Luis Castro
1
Sumilla
El presente artículo es un adelanto del estudio que vengo realizando
acerca del segundo sitio del Callao y la férrea resistencia que allí ofreció a
los patriotas el brigadier español José Ramón Rodil. Tema asaz revisado,
el proyecto en mención propone desarrollar un punto de vista distinto
planteando algunas interrogantes que si bien ya ha tratado de resolver
nuestra historiografía, lo ha hecho adoptando paradigmas o juicios ajenos
sin entrar en un análisis crítico como el que pretendemos. Algunas de las
cuestiones formuladas y cuyas respuestas se esbozan aquí son: ¿Rodil tenía
posibilidades verdaderas de recibir auxilios o se trató meramente de un
capricho que costó el honor y la vida de cientos? ¿Tenía un plan? ¿Fueron
realistas recalcitrantes los que allí se escondieron como dijo Alfonso Quiroz
(2013: 133)?
Las líneas que siguen a continuación pretenden reexionar acerca de los
sucesos ocurridos entre febrero y diciembre de 1824, cuando los Castillos
del Real Felipe ya habían vuelto al poder realista y el brigadier José Ramón
Rodil conado esperaba el resultado nal de la campaña de la sierra, que
concluyó, como sabemos, con la derrota del general José de Canterac en las
pampas de la Quinua el 9 de diciembre de 1824.
1 Magíster en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y profesor de Historia del
Perú en la Escuela de Turismo de la Facultad de Ciencias Administrativas de la UNMSM. Es autor
del libro El Secreto de los Libertadores, Sociedades secretas en el proceso de Emancipación peruano
publicado el año 2011 por la Universidad Ricardo Palma, donde cursó estudios en la Facultad de
Lenguas Modernas habiendo obtenido el título de Licenciado en Traducción e Interpretación en
1995. Ha dictado conferencias y charlas a nivel nacional e internacional sobre el proceso de emanci-
pación. Ha trabajado en el Museo de la Nación y ejercido la docencia en la Universidad Ricardo Palma
y en el Programa de Idiomas de la Escuela de Posgrado de la UNMSM. Actualmente se desempeña
también como profesor de Historia del Perú de la Organización San Ignacio de Loyola (OSIL).
Revista del Archivo General de la Nación
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Se aborda también la cambiante imagen y las distintas opiniones que en
torno a la gura de Rodil se han emitido, haciendo hincapié en la importancia
de los estudios prosopográcos para acercarnos y ayudarnos a comprender el
pensamiento de los actores históricos. Finalmente, reexionaremos brevemente
acerca de la decisión nal de Rodil luego de los sucesos de Ayacucho.
Palabras clave: Castillos del Callao / José Ramón Rodil / Estudios
prosopogracos.

e present essay is a preview of a more complete research about the
resistance held in Callao and the struggle of José Ramón Rodil, a Spaniard
Marshal, against the Patriot Army. It emphasizes the success occurred
between February and December of 1824 when the Real Felipe Castle fell
again under Spanish rule.
Above all, this research leaves behind old paradigms and presents a di-
erent and critical approach; emphasizing the importance of Prosopogra-
phic Studies to reach out and understand the way of thinking of historical
gures like Rodil.
Keywords: Real Felipe / José Ramón Rodil / Prosopographic Studies
      
  
Luego de asumir el mando de los Castillos del Callao, estando la fuerza
realista prácticamente intacta en la sierra central, la posición de José Ramón
Rodil en un primer momento no fue objeto de hostilidades memorables.
El 21 de marzo de 1824, Rodil remitió un informe al gobierno madrileño,
expresando que la situación de las fortalezas se encontraba “sin novedad”:
Gobierno Político y Militar del Callao
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Tengo el honor de incluir a V.E. el adjunto pliego del Exmo. Señor General en
Jefe del Ejercito del Norte del Perú, don José Canterac, de cuya orden participo
a V.E. para que se sirva elevarlo a la alta consideración de S.M. que el estado
de las cosas en estas fortalezas, capital de Lima y costas de norte a sur hasta
el Santa sigue sin novedad y como maniestan los papeles públicos cuya
colección del Triunfo del Callao hasta el número 4 inclusive, acompaño a V.E.,
para más exacto conocimiento de todo cuanto comprende y ha ocurrido hasta
la fecha y por cuyo motivo sería molesto el repetir pormenores.
Al honrarme con el mando de estas fortalezas y costas tengo la mayor
complacencia en comunicarme con V.E. impartiéndole los más lisonjeros
acontecimientos que llenaran de colmo las inexplicables fatigas de los Jefes y
tropa españolas, que con el mayor tesón sostuvieron el pabellón nacional en
esta parte de la América.
Sírvase V.E. aceptar mis respetos y ordenarme lo que S.M. tenga por conveniente
prevenirme en la inteligencia que por triplicado y diferente conducto de la
mayor seguridad dirijo este extraordinario. Dios guarde a V.E. muchos años.
Real Felipe del Callao, marzo 21 de 1824.
José Ramón Rodil
Exmo S. Ministro de Estado y del Despacho de la Guerra
2
.
Sin embargo, en el período comprendido entre la llegada de Rodil a los
Castillos, a nes de febrero de 1824, y la derrota de las armas realistas en
Ayacucho, no faltaron las acciones militares tanto navales como terrestres,
destacando el ataque de la escuadra comandada por Martín Jorge Guisse
el día 10 de julio, intento que no revistió las características notables de
su anterior acción nocturna del 25 de febrero; así como el choque que
protagonizó el coronel Ramírez en la acción de Piedras Gordas el 24 de
julio, entre otras de menor relevancia (Torrente 1971 [1829]: 320).
Poco más de un mes después de Piedras Gordas, Rodil envía otro
informe, optimista hasta el delirio, a Madrid, esta vez acompañándolo de
algunas ediciones recientes de “nuestros papeles públicos”:
2 Archivo General de Indias (AGI), Estado, 75, N.31: “Gobernador del Callao da cuenta del estado de
tranquilidad.
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
Revista del Archivo General de la Nación
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Copia. Comandancia General del Callao y Provincias de Lima
Exmo. Sr. Deseoso de que S.M. no caresca de conocimientos de esta parte de sus
dominios, he aprovechado el ofrecimiento que me ha hecho el Sr. Comodoro
del navío inglés Cambrig[e] don Tomás Santiago Malin[g], surto en esta bahía
hace tiempo, para atreverme a dirigir por su conducto esta comunicación a
V.E. acompañándole de una colección de nuestros papeles públicos y al mismo
tiempo informándole que estos baluartes siguen a mis órdenes desde 29 de
febrero último y espero conservarlos al Rey N.S. hasta todo el término que
exige el valor español y que imite al heroismo. Yo ya lo participé a V. E. por
duplicado en 21 de marzo anterior y lo triplico ahora también.
Nuestro ejército del norte del Perú se halla operando al frente de Bolívar
desde el 6 del corriente. Todos sus movimientos nos presagian a los que
conocemos este pays una próspera y decisiva campaña contra este caudillo,
máxime habiendo bajado del Cuzco ya el Exmo. Sr. Virrey don José de Laserna
y reunidose con el Exmo. Sr. General en Jefe D. José de Canterac según sus
últimas notas de 11 y 17 de este. El del sur al mando del Sr. Mariscal de Campo
don Gerónimo Valdés ha conseguido ventajas extraordinarias sobre el rebelde
Olañeta y en este momento calculo deshecha la división de este criminal que
nos impidió seguramente tener nuestra vanguardia 100 leguas más al norte y
acaso sobre Quito. Sabemos que el navío Ana y bergantín Aquiles se hallan en
Chiloé donde los supunemos repuestos de cuanto hayan padecido en su viaje
pues siempre aquel archipiélago se conservó muy el por nosotros cubriéndose
de gloria sus habitantes cuantas veces los atacaron los enemigos. Me repito con
respeto. Dios guarde etc. Real Felipe del Callao y agosto 29 de 1824. Exmo. Sr.
Firmado. José Ramón Rodil. Exmo. Sr. Ministro de la Guerra
3
.
Llama poderosamente la atención la nula mención por parte de Rodil a
los eventos de Junín, acaso por desconocerlos o quizá por considerarlos de
escasa importancia. Lo más probable es que los obviara deliberadamente
pues debió informarse de ellos con los marinos ingleses del Cambrige,
buque de Su Majestad Británica anclado en el Callao, o por otros medios.
Aunque Mariano Torrente calicó la derrota de Junín como de “mayor
inuencia en la suerte del Perú, habiendo dicho además que la situación se
tornaba “sumamente crítica y se ordenó a Valdés que volara inmediatamente
en su auxilio… abandonando el Alto Perú a Olañeta” (1971 [1829]: 288),
3 AGI, Estado, 74, N.46: “Comandante del Callao, da cuenta del estado de aquel reino.
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Rodil dibujaba un panorama distinto, anunciando “una próspera y decisiva
campaña” en el norte y “ventajas extraordinarias sobre el rebelde Olañeta.
Este afán de Rodil por distorsionar la realidad, se seguirá observando y se
convertiría en algo habitual en casi todas sus comunicaciones.
Es muy importante subrayar la férrea voluntad de Rodil de mantener y
fortalecer su posición a toda costa, acaso previendo el inevitable desenlace
de Ayacucho. La vocación delista de Rodil está pues, fuera de toda duda.
En aquellos momentos los intentos patriotas por acercarse a las fortalezas
fueron bastante tímidos pues no se contaba con una artillería capaz de
penetrar las estructuras de los Castillos, y además se esperaba que una
victoria militar denitiva sobre el Virrey forzara la rendición de la plaza.
Acaso nadie, ni el propio Rodil, se imaginó lo que sucedería después. Dado
que los Castillos contaban con una buena reserva de armamentos y víveres,
a principios del mes de junio, el coronel Lavalle ingresó allí y recibió
pertrechos que fueron destinados a reforzar el ejército de la sierra (Torrente
1971 [1829]: 321).
Las cualidades de José Ramón Rodil como buen administrador, se
pusieron de maniesto desde su entrada a los Castillos. Observemos
el siguiente documento en el cual permite rebajar la tercera parte de los
derechos de ingreso a los productos comercializados americanos e ingleses,
con el propósito de obtener dinero en efectivo o comestibles que tan escasos
son en una economía de guerra:
Comandancia General del Callao
En consideración a las circunstancias críticas del día y convencido de algunas
observaciones que me ha hecho presente el señor comodoro de S.M.B. D.
Tomás Santiago Malin[g], he accedido a que todas las introducciones que
se veriquen y hayan hecho desde 21 del corriente mes los individuos
comerciantes de su nación, igualmente que los de los Estados Unidos, se
les rebaje la tercera parte de los derechos que debieran satisfacer, conforme
al reglamento provisional mandado observar por el Exmo. Señor Virrey
en 9 de julio último, con la calidad de que entren las otras dos de contado
en dinero efectivo o víveres que se estimen útiles para esta Plaza, a precios
corrientes, en que se pondrán de acuerdo conmigo; y lo aviso a U. para su
cumplimiento, interin no se le prevenga otra cosa.
Dios guarde a usted muchos años.
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
Revista del Archivo General de la Nación
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Real Felipe del Callao, agosto 23 de 1824
José Ramón Rodil
Señor Administrador de Rentas Unidas Eugenio Aizcorbe
4
.
El 12 de setiembre de 1824 llegaron al Callao, procedentes de España, los
navíos Asia y Aquiles al mando del capitán de navío don Roque Guruzeta,
esta fuerza se unió a la que tenía Rodil, y al poco tiempo salió a enfrentarse
a las naves patriotas. Guruzeta logró algunas ventajas averiando seriamente
a la fragata Prueba, y cuando se aprestaba a enfrentar a los buques chilenos
que se encontraban al sur del Callao sobrevino la noticia de la inesperada
derrota de los realistas en Ayacucho. La reacción de Guruzeta frente a ella
sería muy diferente a la de Rodil y decidiría prácticamente el destino de
este último.
Como bien es sabido, el 9 de diciembre de 1824 se produjo aquel encuentro
decisivo. El Ejército Unido Libertador, a despecho de su inferioridad
numérica, logró la victoria frente a un adversario que se negó a seguir
combatiendo después de los choques iniciales de sus divisiones, viéndose
ampliamente favorecido por la detención del movimiento de anco de
Jerónimo Valdés en un contexto donde el arrojo y valor desmedido podía
llegar a superar las tácticas y estrategias militares (Gutiérrez, 2013). Virgilio
Roel explicó en 1971 que se trataba de soldados alistados a la fuerza y citó
la Memoria de García Camba: “el desaliento de las tropas realistas llegó
a su colmo. Ningún medio, ningún estímulo ni ejemplo de los generales,
jefes y ociales, que los hubo heroicos, bastaron ya a contenerlas y su total
e insubordinada dispersión, todo lo allanó a los afortunados vencedores
(García Camba en Roel 1971: 291).
Por último, debemos subrayar, respecto a la batalla de Ayacucho, que
si bien es cierto hubieron combatientes de distintas naciones en el lado
patriota, no se puede soslayar la importantísima presencia de ociales y
soldados peruanos en aquel día. Allí estuvieron Agustín Gamarra con el
grado de general y jefe del Estado Mayor, Ramón Castilla, Pedro Chirinos
y Pedro Pablo Bermúdez con el grado de tenientes coroneles, los sargentos
4 Archivo General de la Nación (AGN), Ministerio de Hacienda, O.L 112-82, caja 25: “Superior ocio sobre
abono de tercera parte de derechos. Agradezco a Joan Manuel Morales Cama quien gentilmente me proporcionó
este documento.
271
mayores Manuel Fuentes, Marcos Justo Grados, José María Raygada,
Juan José Irasusta, y varios otros ociales, numeroso personal de tropa,
partidas de guerrillas, y aunque no estuvo en ese campo de batalla, fue
imprescindible el accionar del general Antonio Gutiérrez de la Fuente quien
con sus hombres cubrió la costa del sur para evitar la retirada del ejército
realista (Tord 1974: 188). De modo que las armaciones y comentarios
tendenciosos acerca de la nula presencia peruana en Ayacucho (a no ser en
el alto mando realista), son totalmente falsas y ofenden nuestra autoestima,
pues el pueblo peruano sí contribuyó a lograr su propia emancipación, y no
sólo en la victoria nal de Ayacucho.
Los denigrantes juicios, sin el menor fundamento, muy comentados
en los noventas, y difundidos incluso por algunos supuestos progresistas,
acerca de que no hubo ninguna batalla ese día, no son siquiera dignos de
refutarse. Con la capitulación de Ayacucho terminó también la primera
etapa del llamado segundo sitio del Real Felipe, periodo en el que las pocas
acciones militares apenas son recordadas; pues, como dijimos, ambas partes
esperaban el desenlace de los sucesos en la sierra, desenlace decidido a
favor de los patriotas y que luego daría inicio a algunos de los más terribles
dramas y tragedias sociales vividos en el Callao.
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       
La indagación de los acontecimientos de la vida de un personaje es una
práctica valiosa en el estudio del pasado que nuestra historiografía había
venido dejando de lado por razones que no vamos a profundizar aquí. Hoy
en día, la prosopografía propone una visión moderna de la historia donde la
revisión de los acontecimientos y sucesos, en todo ámbito de cosas, no sólo en
el político y militar, permite aproximarnos a la comprensión de la sociedad
penetrando en el pensamiento de las individualidades o de los agentes cuyos
actos se pretende estudiar (Collingwood 2004: 309). El trabajo que desarrolla
el profesor de la Universidad de Los Lagos, Chile, doctor Patrick Puigmal
busca superar y dejar atrás una visión de la historia social que de ordinario
generaliza comportamientos y actitudes dejando en el olvido al individuo.
En este sentido nos parece relevante suscribir las palabras de Puigmal, pues
este investigador francés comparte con nosotros una línea de trabajo que
deseamos aplicar y en la medida de lo posible difundir:
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
Revista del Archivo General de la Nación
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Trabajar con la historia militar incluye trabajar con el tema de la biografía,
construyéndola con informes ociales, memorias, pero integrando cartas o
diarios, porque si alguien escribe sus memorias es para publicarlas, entonces
va escribir lo que le interesa. Pero si alguien escribe su diario personal o si
escribe cartas a su padre, es diferente, porque allí se puede contar derrotas
y humillaciones militares o políticas que difícilmente aparecerán en las
memorias. Entonces hay todo un trabajo de prosopografía, de utilización
de esas fuentes para entender el carácter de esas personas y cómo
reaccionan. Permite entender de manera muy distinta a esas personas y no
caer en generalizaciones diciendo por ejemplo, los ociales napoleónicos
son esto o aquello… no, porque cada uno tiene su manera de hacer. Se
me permite hacer una crítica a una cierta escuela de historia social que
considera que desde un grupo social emane un discurso, emane una actitud
y reivindicación política, sin tener en cuenta que un grupo está formado
por personas que comparten algo pero que tienen muchas diferencias.
Esta diversidad en un grupo social es muy interesante, mucho más que
su homogeneidad. Permite entender porqué, por ejemplo, en este grupo
social constituido por los ociales napoleónicos, unos pocos son liberales
pero monarquistas, otros liberales pero republicanos, otros liberales pero
quieren hacer escapar a Napoleón de Santa Helena y por eso están acá,
pero todos pertenecen al mismo grupo, se ayudan, cuando uno tiene un
problema lo sostienen. Es decir, viven como un grupo, pero con diferencias
interiores importantes y eso sin las cartas, sin los diarios, sin documentos
no ociales, no lo podría decir (Puigmal, 2002).
Puigmal no lo dice explícitamente pero es evidente que la “cierta escuela
de historia social” a la que hace alusión es la del materialismo histórico.
Este modo de entender la historia, lamentablemente, es malentendido y
así asumido por muchísimos alumnos y no pocos docentes universitarios
como el único método “válido” de un análisis histórico que, pasando por
alto a la propia diálectica marxista, es ajustado sólo a meros intereses
políticos, de momento o coyunturales (Iggers 2012: 129-158). En algunos
centros académicos, no seguirlo implica ganarse adjetivos diversos como
positivista, “revisionista, “reaccionario, “idealista, “historiador pro-
sistema, entre otros. Nuestra sencilla opinión es que existen muchas formas
de ver, entender y conocer la historia, y no debemos reducir o adaptar su
comprensión a marcos ideológicos, “escuelas” o “tendencias” que se “deban
seguir. Hecha esta advertencia pasaremos a desarrollar algunos aspectos de
la vida de José Ramón Rodil y Gayoso Campillo, con la intención de que el
273
conocimiento de las circunstancias especícas de su trayectoria de alguna
manera nos ayude a entender el por qué de sus decisiones.
José Ramón Rodil y Gayoso Campillo nació en Santa María de Trobo,
Lugo, el 5 de febrero de 1779. Fue su padre don Esteban Méndez Rodil y
Cancio y su madre doña María Gayoso Campillo. Cursó latín y losofía en
Mondoñedo y luego pasó a la Universidad de Santiago. Es allí donde fue
reclutado en junio de 1808, pasando a formar parte del batallón Literario.
Lo instruyó Juan Ignacio Armada Ibañez de Mondragón Caamaño, V
marqués de Santa Cruz de Rivadulla
5
. Fue en la defensa de Ponte Sampayo,
terrible pero victoriosa acción de armas de la llamada guerra de independencia
española, en la que combatió con el grado de subteniente, donde decidió
dedicar su existencia a las armas.
Al ser expulsados los franceses, continúa su carrera militar y parte del
puerto de Cádiz, el 17 de abril de 1817, con el regimiento del infante don
Carlos. Llega al Perú, es nombrado jefe del batallón Arequipa y destinado a
Chile donde prestó destacados servicios en Talca, Cancharrayada y Maipo.
En 1823 alcanza el grado de general de brigada. Cuando fue designado
comandante de las tropas realistas en el Real Felipe del Callao, luego de los
sucesos de febrero de 1824, ostentaba en el pecho múltiples condecoraciones
por el valor desplegado en las acciones a las que concurrió
6
.
Al hacerse cargo de las fortalezas Rodil tenía 45 años y era un militar
experimentado de rmes convicciones monárquicas. Aunque se había
iniciado tarde en la carrera militar sus delidades estaban bien denidas:
para él la Corona lo era todo y los hombres eran simples medios al servicio
de un ideal monárquico supremo, muy próximo a lo divino.
5 Este V Marqués de Santa Cruz y Rivadulla era coronel del batallón de Literarios, Brigadier y
gobernador de Campo, dueño de las jurisdicciones de Usaude, Piñeiro, Carricoba, Vide, Jora,
Rivadulla, Ousteiro y otras (Saltillo y Jaureguizar 1992: 107), instruyó a un joven Rodil y por su
posición y prestigio social es muy probable que haya tenido una gran inuencia en su decisión de
tomar por siempre la carrera de las armas.
6 Los datos aquí consignados fueron tomados del artículo titulado “La gura de Rodil”, de autor
anónimo publicado en el antiguo diario La Prensa el 9 de diciembre de 1926.
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
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La ideología de Rodil era compartida por no pocos individuos que,
tal vez inuidos por la reacción conservadora (Castro 2011: 163), nunca
tuvieron en sus mentes un pensamiento contrario al de la delidad al rey,
aunque por él tuvieran que sacricar fortunas y hasta la propia existencia.
Para Rodil el hacerse cargo del Real Felipe, en febrero de 1824, signicó
el momento más feliz desde que tengo el honor de vestir el uniforme
militar”
7
, cosa bastante cierta si consideramos la importancia de la plaza y
la formación del personaje.
Los juicios emitidos sobre el carácter y personalidad de Rodil son
abundantes y a la vez divergentes. Creemos imprescindible mencionar en
primera instancia aquellos pronunciados por sus contemporáneos, quienes
lo describieron sin apasionamientos ni prejuicios.
De él anotó el viajero británico Hugh Salvin:
El general Rodil es extremadamente sencillo en su modo de vida; se dice
que gasta toda su paga en dar una mesada a los ociales de su ejército,
a muchos de los cuales ha ascendido desde soldados. Observé el cuarto
interior donde despacha; estaba sencillamente amoblado, y tenía evidentes
inuencias inglesas, con marcos dorados colgados alrededor. Es uno de
los hombres más activos que uno se pueda imaginar, todos los detalles
de trabajo para el fuerte pasan por sus manos. Cuando fue elegido para
dirigir el fuerte, encontró un ciento de mosquetes echados de lado como
inservibles, los examinó y poniéndose a trabajar con la fundición, enseñó a
su gente cómo repararlos (Salvin, “Diario del Perú”, en CDIP, 1973 [1829],
tomo XXVII, volumen IV, p. 16).
Organizado hasta ser calicado de obsesivo, Rodil jamás descansaba.
Salvin menciona y subraya un rasgo que pudiera ser singular en un hombre
de sus características: la sencillez. Es una lástima que en este punto no
desarrollara más su descripción y nos diera a conocer, por ejemplo, qué fue
lo que obser, además de la poca ostentación de su despacho, para poder
considerar a Rodil como “extremadamente sencillo. Es altamente probable
7 Así lo consignó, en comunicación dirigida a Canterac el 20 de febrero de 1824, ver Felipe de la
Barra (1973), Asuntos Militares, CDIP, tomo VI, volumen 9, p. 126: “Reimpresos de Campañas
1823-1826”).
275
que la referencia a “la mesada” haya podido ser cierta. Aunque quizá fuera
simplemente un intento de asegurar delidades, pues es de sobra conocido
que durante el segundo sitio los amagos de conspiración contra Rodil no
fueron pocos. Por otra parte el viajero inglés Robert Proctor dijo de él:
Rodil es un hombre de índole feroz y tiránica, temido en todo el país
por su crueldad. En el momento de alejarse de la costa Sur, hizo matar
públicamente a azotes al alcalde de Pisco, porque éste había favorecido a
los patriotas; y durante tres semanas siguientes a su arribo al Callao, se
decía haber fusilado cincuenta de sus hombres: descargas de mosquetería
se oían con frecuencia de noche, cuando se sacricaban nuevas víctimas a
su severidad. Sin embargo, en manera alguna se le consideraba valiente en
la pelea, y el virrey nunca le conrió mando que requiriese coraje o talentos
militares. Tenía buena cabeza para negocios, y por tanto era gobernante
útil en un país sometido a ley marcial. Su aspecto era verdaderamente
insignicante y el vestir sucio y desaliñado. Se parece mucho al judío, con
larga barba negra y cara cetrina, y generalmente usa gran sobretodo verde
que llega a los talones con mangas hasta la punta de los dedos” (Proctor,
“Narración del viaje por la Cordillera de los andes y residencia en Lima, y
otras partes del Perú, en los años 1823 y 1824” 1971 [1825], en CDIP, tomo
XXVII, volumen IV p. 329).
Proctor habla de las decenas de fusilados que Rodil condenó por intento
de conspiración, nunca sabremos cuántos de ellos eran inocentes. Las
impresiones que trasmite Proctor parecen no alejarse de la realidad, pero
resulta bastante evidente el matiz pro-bolivariano de su Narración, y por eso
sus comentarios deben ser tomados con cautela; aunque es innegable que
las víctimas del encierro y la ley marcial decretada por Rodil se cuentan por
centenas. Las enfermedades, el hambre y las epidemias también acabaron
con la vida de muchos. Como bien anotó Susy Sánchez, en el Callao más
fueron los muertos por estas razones que por las acciones de combate en
sí mismas: 785 muertos en acciones bélicas contra 1312 fallecidos a causa
de las enfermedades
8
8
(2001: 261). Sin embargo Rodil jamás enfermó, ¿su
carácter inquieto y la continua actividad le salvaron la vida? No fue el
8 Estas cifras las toma Susy Sánchez de la memoria de Rodil y las reproduce en su artículo “Coima,
hambre y enfermedades en Lima durante la guerra independentista (1817-1826)”.
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
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azar lo que evitó que Rodil cayera por alguna infección como tantos otros
sitiados, lo salvó su extraordinaria e incansable rutina de hacer él mismo
las guardias y dejar de ingresar a su habitación por varios días seguidos
(Salvin 1973 [1829]: 60). Evitó dormir dentro de los Castillos preriendo la
intemperie a la cercanía de enfermos y moribundos. No es difícil imaginar a
Rodil rondando por todas las posiciones militares sin quedarse en ninguna
de ellas más de lo necesario, descansando en el exterior bajo la custodia de
alguna escolta que seguramente variaba de cuando en cuando. Una cita del
relato de Salvin servirá para ilustrar mejor lo dicho:
“Rodil participaba de las obligaciones como los demás; durante
veinte días seguidos no ingresó a sus habitaciones, comía y dormía
en los parapetos y su barba había crecido varias pulgadas.
Era costumbre de Rodil recorrer todas las noches los baluartes
descansando a veces sobre un cañón para dormir por una hora con
órdenes al centinela para despertarlo. Inspeccionaba de nuevo y
después se recostaba contra otro cañón, pero nunca durmiendo más
de tres horas en la noche y quizá tres horas durante el día” (Salvin
1973 [1829]: 60 y 64).
    :    
Son múltiples los juicios emitidos sobre el proceder del general José
Ramón Rodil en los sucesos que tuvieron lugar durante el segundo sitio
del Callao. Se le ha tildado de necio, obstinado e incluso inhumano. Al
cumplirse el primer centenario de los sucesos que venimos describiendo,
se manejaba una imagen distinta. El 9 de diciembre de 1926, dos años
después de la fecha centenaria de Ayacucho, apareció en el diario La
Prensa un artículo anónimo titulado “La gura de Rodil”, en él se vertían
las siguientes palabras:
“Ha transcurrido un siglo del sitio del Callao así que es tiempo ya de
juzgarlo desapasionadamente: ¿Rodil fue un verdadero héroe? Porque sus
compatriotas lo han ponderado en demasía y por su parte los contrarios lo
han censurado lo mismo. La verdad en esto, como en todo esta en el justo
medio. Rodil a opinión nuestra fue héroe si el heroísmo consiste en un valor
277
temerario rayano en la obstinación y capricho...” “Fuerza esa admirarlo
prescindiendo de su valor temerario y empecinado, por su actividad, astucia
y ese patriotismo y delidad ciega suya hacia su Rey y los suyos…” (La
Prensa, 9 diciembre de 1926).
La placa que por el centenario de la capitulación de 1826 mandó
confeccionar el gobierno de la época, y que hasta ahora permanece en la
entrada de la llamada “Casa de Rodil” en los Castillos del Real Felipe, saluda
el valor de sitiadores y sitiados por igual. En esa fecha (1926) también
se publicó un pequeño cuaderno conmemorativo que en nuestros días
constituye una rareza bibliográca celosamente guardada en la Biblioteca
Nacional del Perú
9
9
. El impreso reúne los discursos pronunciados en las
distintas ceremonias haciendo ociosos y dilatados ditirambos a la persona
del dictador Augusto Bernardino Leguía, personaje de triste recuerdo
para muchos. Allí gura el juicio que sobre Rodil emitiera el profesor
sanmarquino Carlos Wiesse Portocarrero, quien resumió muy bien el
sentimiento que por esos días inspiraba la gura del general nacido en
Lugo, y que por su interés vamos a reproducir íntegramente:
Rodil es el tipo del guerrero español que, con sólo alguna esperanza,
cree servir a su Rey hasta recibir de él la orden de entregarse al vencedor.
Las divisiones entre los patriotas que culminaron con el refugio de Torre
Tagle en los Castillos, le hicieron concebir la esperanza de la causa de su
soberano no estaba denitivamente perdida en Ayacucho. Y que, como
todavía ameaba el pabellón español en Chiloé, la independencia no estaba
consumada. De su obstinación y terquedad la historia de España presenta
muchos personajes desde los pretéritos tiempos de la Reconquista y que
terminó con la toma de Granada” (Wiesse 1926: 33).
No hay desde luego ni una mención a los centenares de muertos ni
al régimen casi carcelario y de aislamiento total en el que Rodil obligó
a permanecer a todos los que se encontraban en los Castillos y sus
alrededores. Prima, como se puede observar, una visión casi mítica de
Rodil comparándolo con los personajes épicos de la reconquista española.
9 Carlos A. Romero, Carlos Wiesse y otros. El primer centenario de la Capitulación de Rodil en el
Perú. Lima, Imprenta Lux, 1926.
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
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Nadie duda de la erudición de Carlos Wiesse, pero sus juicios reejan
una forma romántica de reconstruir la historia, propia de las primeras
décadas del siglo XX.
Años después, la visión de Rodil cambió. El padre Rubén Vargas Ugarte
llegó a decir en su Historia General del Perú que Rodil hizo que en los
castillos imperara “un verdadero inerno donde nadie podía arse de
nadie … un sistema terrorista, aunque explica que ello fue el producto de
un cerebro debilitado por las fatigas, las preocupaciones y privaciones del
sitio” (1966: tomo VI, 386).
En su monumental obra, Vargas Ugarte reunió también los juicios de
Manuel de Mendiburu y Nemesio Vargas. De él dijo Mendiburu: “No fue
más que un español terco… y un ambicioso de falsa gloria; pues nunca
la habrá verdadera cuando se martiriza al género humano sin objeto ni
necesidad… La defensa del Callao no prueba bravura, patriotismo ni
gran saber militar: nada de esto se requiere para formar de sus semejantes
montones de víctimas” (Mendiburu en Vargas Ugarte 1966: tomo VI, 382).
Similar concepto glosa de Nemesio Vargas:
Como soldado, al frente de una plaza sitiada, hay que elogiarle por
haber luchado y sufrido por su patria hasta un extremo que muy pocos
habrían podido soportar. Como hombre, encargado de velar por la vida y
conservación de sus compatriotas, hay que criticarle acerbamente, por el
sistema cruel y temerario que implantó durante las operaciones, tratando
a cuantos le rodeaban con injusticado rigor, de manera que no es una
paradoja decir que la capitulación, se la impuso tanto el temor a los suyos
como a los enemigos(Nemesio Vargas en Vargas Ugarte 1966: t. VI, 383).
Un juicio menos apasionado de Rodil es el ofrecido por José Agustín de
la Puente y Candamo cuando en su Historia Marítima de 1974, donde dijo
que “la acción de sus hombres, la decisión obcecada, pero digna de luchar,
merece, no obstante su error, consideración y respeto” (t. V, v. I: 491).
En los noventa, Enrique Chirinos Soto creyó hallar la “clave sicológica
del personaje” en la mera obstinación y tozudez. Para explicarlo mejor, citó
un conocido verso vallejiano el “español de puro bestia
10
. Para Chirinos
10 Este verso se encuentra en Poemas Humanos de César Vallejo (2003 [1939]: 37), es el primero
del poema titulado “Salutación angélica” y dice: Eslavo con respecto a la palmera.
279
Soto quienes perecieron en el Callao murieron víctimas del “me da la gana,
del temperamento hispánico y de una mera necedad irracional llevada
al extremo, siendo la arista sicológica la que resuelve el dilema del sitio
(1991: 68). Para conocer la imagen que actualmente se tiene de Rodil,
entrevistamos brevemente a tres distinguidos historiadores.
El prestigioso especialista en historia económica Carlos Contreras
Carranza preguntado al respecto, tuvo un solo pero contundente adjetivo
para describir a Rodil: “taimado
11
. Según la Real Academia Española
(RAE), “taimado” es “bellaco, astuto y disimulado, pronto en advertirlo
todo”
12
denición que explica muy bien la imagen que se maneja de Rodil en
nuestros días. El historiador huaurino Jorge Nava Pittaluga
13
, considera que
el estilo de Rodil “era perverso, muy feroz e incluso inhumano. Reconoce
que quizá Rodil pensó en la posibilidad de sostenerse en la plaza del
Callao a la espera de algún auxilio, pero el dominio naval que tenían los
patriotas tornaba inútil su resistencia. La opinión de que Rodil fue un terco
y testarudo también está bastante generalizada.
El destacado historiador y profesor Emilio Rosas Cuadros, ganador
de las Palmas Magisteriales en el grado de Maestro el 2011, calica a
Rodil de personaje “aún desconocido por muchos, que como casi todos
los personajes de nuestra historia muestra aristas positivas y negativas
que deben ser más estudiadas. Fue en todo caso un ocial muy severo y
testarudo
14
. La imagen de Rodil, como se aprecia, ha cambiado con el
tiempo. El reciente y lamentablemente último estudio de Alfonso Quiroz
dedica unas pocas líneas a la resistencia en el Real Felipe, lugar donde
en opinión del desaparecido historiador se refugiaron “los realistas más
recalcitrantes” (Quiroz 2013: 133).
alemán de perl al sol, inglés sin n,
francés en cita con los caracoles,
italiano ex profeso, escandinavo de aire,
español de puro bestia, tal el cielo
ensartado en la tierra por los vientos,
tal el beso del límite en los hombros.
11 Carlos Contreras dio esta opinión en una breve conversación que sostuvimos con él en el mes
de julio del 2013.
12 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Madrid, 1970, p. 1237.
13 Nava Pittaluga nos brindó muy amablemente sus opiniones el 19 de julio del 2013 en las instalaciones
del Instituto Sanmartiniano del Perú del cual es miembro destacado desde hace varios años.
 El destacado profesor Emilio Rosas Cuadros nos recibió muy amablemente en su domicilio
ubicado en el distrito limeño de Magdalena el  de enero del .
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
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El citado diccionario de la RAE dice que recalcitrante es un “terco,
reacio, reincidente, obstinado en la resistencia, y en sus últimas ediciones
agrega “aferrado a una opinión o conducta
15
. Ciertamente Rodil se aferró
a una conducta, pero ¿fue terco o tenía un plan?
   : 
El viajero Hugh Salvin narra que don Bernardo Monteagudo, el otrora
ministro de guerra del general José de San Martín, quien había regresado
al país y se había puesto a órdenes de Simón Bolívar, sin sospechar el
trágico nal que lo esperaba
16
, acompañó a cenar a bordo del navío inglés
Cambridge a dos ociales españoles que fueron enviados por el virrey
José de La Serna para informar a Rodil sobre la rendición de Ayacucho
y los términos de la capitulación ofrecida a los Castillos. Bolívar, dice el
viajero, había enviado a Monteagudo para que solicite los buenos ocios
del capitán Maling, jefe de la nave inglesa, para inducir a Rodil a que acepte
las condiciones ofrecidas (25 de diciembre de 1824).
Al día siguiente Maling envió un mensaje al jefe de la plaza solicitándole
su permiso para que los ociales españoles desembarquen y le presenten
sus credenciales, a lo que Rodil se negó diciendo que los conocía y que
eran desertores de la causa española y por esa razón eran indignos de
ser recibidos (CDIP, Viajeros, tomo XVII, volumen 4, p. 37). El general
realista Juan Antonio Monet se insinuó como mediador y de inmediato
recibió una carta llena de improperios. Al negarse a recibir a los ociales
de La Serna, Rodil era plenamente consciente de lo que implicaba su
decisión. Itiles fueron también las gestiones del capitán inglés Maling
para que Rodil los acogiera. Su negativa a recibirlos sólo quería decir una
cosa: los Castillos resistirían. Se iniciaba así un nuevo período para los
habitantes de las fortalezas y alrededores. Es evidente que para esa fecha
(26 de diciembre de 1824), Rodil debió haberse informado de los sucesos
 Real Academia Española, Ob. Cit. p. .
 Como es sabido Monteagudo fue hallado muerto en las calles de Lima en circunstancias que jamas
se esclarecieron. No son pocos los que sostienen que Bolívar lo mando a matar, otros atribuyen su
muerte a cuestiones de faldas. No es difícil imaginar sin embargo que alguno de los tantos enemigos
que se hizo Monteagudo, mientras tuvo poder político, lo mandara asesinar. El autor material fue
enjuiciado y condenado, pero el autor intelectual logro resguardar su anonimato para siempre.
281
de Ayacucho y de los términos de la consiguiente Capitulación a través
de los papeles públicos o de los comentarios y rumores que le debieron
llegar. El general Jerónimo Valdés en carta dirigida a Pío Tristán, el 25
de diciembre de 1824, pocos días después de la derrota de Ayacucho,
opinaba que todos los esfuerzos debían concentrarse en el Callao: “… a
cuyo punto se deben enviar órdenes para que se deenda a toda costa y al
que se debe pensar en proporcionar víveres lo mismo que a la Escuadra
(Valdés en De la Puente 1974: 483). La carta de Valdés demuestra que la
idea de sostener los Castillos no era un capricho ni una locura, sino más
bien lo que dictaban los intereses monárquicos. Había calculado Rodil
que para mayo de 1825 el rey tendría ya que haber decidido el destino
del Real Felipe y que en esa fecha expediría una orden donde le indicaría
sus pasos ulteriores. Esa orden debía tardar en llegar unos 4 meses por
lo que era menester entonces mantener la posición por lo menos hasta
setiembre. Rodil desconaba de los términos de la Capitulación de
Ayacucho, considerándose fuera de ella en todos sus alcances. Recuérdese
también que para diciembre de 1824 Olañeta tenía aún tropas en el Alto
Perú, y se mantenía intacta la posición de Chiloé en el swwur, de modo
que no era una locura negarse a entregar los Castillos, era una posición
totalmente aceptable, poco comprendida y menos analizada incluso en
nuestros días.
Las tropas que se mantenían en Chiloé a órdenes de don Antonio
Quintanilla, más las de Rodil en el Callao, podían proporcionarle al rey
de España un lugar donde desembarcar para retomar el virreinato. El 8 de
enero de 1825, Rodil escribe un ocio al comandante Quintanilla en los
siguientes términos:
Me hallo persuadido de que V.S. tiene noticias exactas de los últimos
sucesos desgraciados que han sobrevenido a las armas españolas, y la
infame capitulación de Ayacucho con que los enemigos nos embisten en
todas ocasiones. Yo la he mirado con pundonorosa y prudente indignación
y no he cuidado de otra cosa inmediata que de instruir a V.S. de ello, para
que sepa que le acompaño en sus sentimientos nobles. Sepa V.S. que podré
perecer, pero no capitular con ignominia. V.S. y yo tenemos las llaves del
mar del Pacico, y una base cada uno que puede servirnos de apoyo para
mejorar de suerte y restituir estos dominios a nuestro Soberano, cuyos
auxilios poderosos nos están prometidos, y espero pronto, según noticias
no vulgares que he tenido de Europa.
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia
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Las provisiones de boca y guerra que tengo, la fuerza que está a mis órdenes,
las proporciones que mido en los enemigos, y la subordinación, moralidad
y decisión de los Gefes, Ociales, tropa y súbditos que me obedecen, no
me presentan hoy duda alguna de que no seremos vencidos si no fuéremos
abandonados de la Metrópoli. Dios guarde a V.S. muchos años. Real Felipe
del Callao, enero 8 de 1825. José Ramón Rodil. Sr. brigadier don Antonio
Quintanilla, comandante general de la provincia de Chiloé” (Rodil 1955
[1826]: 40).
La decisión estaba tomada: los Castillos resistirían. Lamentablemente
para Rodil, ni el rey ni la corte madrileña tenían cómo ejecutar la tan
ansiada y soñada expedición de reconquista; aunque en la mente del
monarca estuvo siempre presente la idea de retomar sus dominios se lo
impidieron factores internos. Peor aún, la derrota en Ayacucho no signicó
para los españoles en general “ningún trauma nacional” a pesar de sus
consecuencias políticas y económicas (De la Puente Brunke 2013: 199),
pero Rodil no lo sabía.
Creía en el deber de mantener la posición y así lo hizo. Si su decisión costó
la vida de cientos es un asunto que no nos corresponde juzgar, pues no es
parte del quehacer histórico emitir juicios de valor sino tratar de entender el
pensamiento y razonamiento de los agentes o protagonistas sociales.

I. Repositorios
Archivo General de Indias (AGI).
En: web del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de
España.
(http://pares.mcu.es/BicentenarioIndependencias/catalog/description/6173045).
- Estado 74, N, 46: “Comandante del Callao da cuenta del estado de
aquel reino.
- Estado 75, N, 31: “Gobernador del Callao da cuenta del estado de
tranquilidad.
283
II. Fuentes primarias
Archivo General de la Nación (AGN)
Ministerio de Hacienda, O.L. 112-82, caja 25: “Superior ocio sobre
abono de tercera parte de derechos.
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en Lima, y otras partes del Perú, en los años 1823 y 1824, en Colección
Documental de la Independencia del Perú (CDIP), tomo XXVII, volumen IV.
Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.
RODIL, José Ramón
1955[1826]). Memoria del sitio del Callao. Edición y nota preliminar de Vicente
Rodrguez Casado y Gulllermo Lohmann Villena. Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos.
RODIL, José Ramón
1973 [1824]. “Boletín Extraordinario del Ejército Nacional del Norte del Perú”,
en Felipe de la Barra (1973) Asuntos Militares, CDIP, tomo VI, volumen IX.
Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.
SALVIN, Hugh
1973 [1825]. Diario del Perú, en Viajeros, CDIP, tomo XXVII, volumen IV.
Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.
TORRENTE, Mariano
1971 [1829] Historia de la revolución de la independencia del Perú, en CDIP,
tomo XXVI, volumen IV. Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de
la Independencia del Perú.
III. Fuentes secundarias
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Universidad Ricardo Palma.
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2012 “Todo fue atolontramiento, todo confusión, en Carmen Mc EVOY y
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2002 “Entrevista al historiador Patrick Puigmal”, en Revista electrónica Tema
Libre, número 13, abril del 2002. (www.revistatemalibre.com).
V. Entrevistas y conferencias
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2013 Entrevista p ersonal, mes de julio.
GUTIÉRREZ MONTOYA, Nayibe
2013 Ciencia e ingeniería. La arquitectura militar en Hispanoamérica durante
las guerras de la Independencia, conferencia dictada en la Sociedad de
Fundadores de la Independencia el 7 de agosto del 2013, en el marco del I
Curso Internacional de Introducción a la Historia Militar.
NAVA PITTALUGA, Jorge
2013 Entrevista personal, mes de julio.
ROSAS CUADROS, Emilio
2012 Entrevista personal, mes de febrero.
Los castillos del Callao antes de la paz de Ayacucho : El brigadier José Ramón Rodil y el juicio de la historia