Revista del Archivo General de la Nación
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Altos al encontrar el centro saturado de comerciantes. En 1852 don Pedro
Ansieta arrendó a los italianos Antonio Roben y Juan Podestá, una casa
pulpería en la esquina de la calle Peña Horadada (cuadra 9º de Junín) por
9 años y a un pago mensual de 18 pesos. La mancomunidad de Roben
y Podestá podría indicarnos que recién se iniciaban en el negocio, eran
solteros y por tanto, pudieron vivir en la casa-pulpería, que bien podría
haber estado ubicada donde se edicaría décadas después, el famoso callejón
del Buque. Dos años después, un experimentado bodeguero italiano, don
José Juliani, arrendó una casa tienda en la calle de Santa Clara: “la última
subiendo por el puente a la izquierda”, por 9 años y 34 pesos al mes. El
precio de los alquileres en los Barrios Altos a mediados del siglo XIX está
en alza, no sólo por el incremento del costo de vida, sino también porque
las propiedades están en buen estado de conservación por la inversión
de sus propietarios. En 1855 un antiguo inmigrante italiano, don Tomás
Mascaro a quien veremos más adelante como huertero, subarrendó una
casa-chingana nueva, de dos piezas y un cuarto en la calle del Prado en 10
pesos mensuales. Al promediar el siglo XIX, los italianos desbordaban los
Barrios Altos con sus modestas pulperías, trabajando y ahorrando, pues
aún muchos de ellos eran precarios arrendatarios.
En la medida que transcurre el siglo XIX, el inmigrante italiano va
copando el giro comercial de la chingana o pulpería en los sectores periféricos
de Lima: “[…] la pulpería es una especialidad de italianos, quienes con
frecuencia, apenas llegados al Perú, se vuelcan hacia esta actividad, que
requiere de un capital inicial bastante modesto y escaso conocimiento
especíco.” (G. Chiaramonte: 21). El hecho urbano-social que se observa
en los Barrios Altos, es la mezcla del italiano con el vecindario mediando su
pulpería, chingana u otro negocio, sumándose a la matriz andina, española
y negra. Esto es lo medular, porque el italiano pulpero de la esquina
visible físicamente, “bonachón”, “buena gente”, se integra al barrio no sólo
vendiendo sus mercaderías, sino también colaborando económicamente
con las estas religiosas de los solares y callejones, “irteando” con alguna
negra, zamba o india del barrio, y producto de estos amoríos es que en los
Barrios Altos encontramos a zambos y zambas “sacalaguas”. A partir de
su arraigo en los Barrios Altos, de manera lenta, un sector minoritario de
italianos va accediendo a la propiedad inmobiliaria: Miguel Campodónico
es dueño de una pulpería en la calle Capón (1860); Manuel Sanguinetti y