Revista del Archivo General de la Nación
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Mientras, sobre las peleas de gallos describió los benecios que trajo
consigo la construcción del coliseo de gallos en 1762, comparándolo con
lo que sucedía hasta antes de su edicación.
Manifestaba que las peleas de gallos “habían puesto en alboroto a la
ciudad, tanto así que no había corralón, huerta, casas caídas, baluartes
de murallas, donde no estuviese la mayor parte de la capital y la plebe
destinada a esta diversión, sin dejar de mencionar la también presencia de
mucha gente distinguida. Lo cual era pernicioso porque la plebe dejaba sus
labores, los esclavos dejaban de servir a sus amos, las personas distinguidas
abandonaban sus ocupaciones, y la censura que daban las personas juiciosas
no bastaba para acabar con esta inutilidad. Y en vez que la justicia se centre
en reprimir actos incorrectos ocurridos en la ciudad, los días los ocupaba en
sosegar las tropelías, desorden, robos, puñaladas, historias, delitos ocurridos
por esta diversión”
19
. Situación que cambió con la creación del coliseo de
gallos. El coliseo, para el rector, se parecía mucho a las fabricadas en otras
ciudades, pues en su interior se habían construido espacios especícos
según la condición de los sujetos y con separaciones altas y bajas
20
. Sobre
la reglamentación, indicaba que se había promulgado un bando en donde
se prohibía que se jugase a los gallos en la ciudad y en sus contornos,
amedrentando con ello a aquellos que realizaban jugadas ilícitas con el
miedo de ser severamente castigados, al ser ahora fácilmente descubiertos.
19 Ibídem nota 8. Folio 44r-44v.
20 Para la época existían espacios privados y públicos para cada sector de la sociedad. Mientras
que la pulpería, chingana, café, casas de juegos, entre otros, fueron espacios públicos más relacio-
nados con la plebe limeña, del mismo modo, la aristocracia limeña contaba con espacios privados
donde reunirse sin intromisión del populacho, como fueron las reuniones literarias, salones de casa.
Jesús Cosamalón cita el caso de la quinta del señor Baquíjano, punto de reunión de los hombres
más brillantes de la capital. Jesús Cosamalón. Indios detrás de la muralla. Matrimonios indígenas y
convivencia interracial en Santa Ana (1795-1820). Lima: PUCP, 1999, p. 211. Así mismo, también
empezaron a aparecer nuevos espacios que se caracterizaron por ser públicos a toda clase de gente.
Aparte de las ya conocidas Plaza Mayor, alamedas, las mismas calles, por sólo mencionar algunos,
la Plaza de Toros, el Coliseo de Gallos y el mismo Coliseo de Comedias fueron espacios que con-
gregaron a gente de diferente condición socioeconómica. Aunque por supuesto ello no implicaba
igualdad entre todos. Juntos pero no revueltos. Situación similar se vivió en España, donde las re-
laciones sociales experimentaron cambios notables, de acuerdo con las transformaciones derivadas
del reformismo ilustrado. María de los Ángeles Pérez Samper. “Espacios y prácticas de sociabilidad
en el siglo XVIII: tertulias, refrescos y cafés de Barcelona”, en Cuadernos de Historia Moderna. Ma-
drid, número 26, 2001, p. 12.