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Breve descripción de la sanidad colonial en la otra
orilla del río Rímac. El caso del arrabal de
San Lázaro de la ciudad de Lima
Paula Ermila Rivasplata Varillas
1
Resumen
San Lázaro fue el barrio que se encontraba al otro lado del Rímac, cerca a
la Plaza Mayor. Se convirtió en el camino de acceso a la ciudad de Lima de las
personas que venían del norte del virreinato del Perú. En el siglo XVI estaba
ocupado por indios, negros y frailes. Sin embargo, no iba a durar mucho esta
situación, pues la nueva zonicación urbana llevada a cabo por el cabildo
limeño orientaba la ubicación de las actividades contaminantes –tenerías,
curtidurías– y la concentración de los negros esclavos recién llegados en el
arrabal de San Lázaro a comienzos del siglo XVII. Poco a poco, no obstante,
con la construcción de la Alameda de los Descalzos se convirtió en el área
verde por antonomasia de la ciudad, zona de esparcimiento y solaz y sitio
de caminata, anexado con el Paseo de Aguas, el Paseo de los Tajamares, el
Paseo de Acho y el Paseo de Amancaes. Pero parte de este paisaje también lo
constituyeron los muladares y los basureros.
Palabras Clave: barrio de San Lázaro, río Rímac, muladares, alameda de
los Descalzos, acequias.
Abstract
San Lázaro was the neighborhood that was on the other side of the Rímac
river, facing the Plaza Mayor. It became the access to the city from the north
of the Viceroyalty of Peru. In the sixteenth century it was occupied by Indians,
blacks and monks, but gradually with the construction of the Descalzos
Alameda became the green area of the city, close to amenities and comfort.
However, it would not last long this situation, because of the contaminating
activities that were along the river as tanneries. Also, it was a place for the
concentration of the black slaves in this part of the river in the early seventeenth
century. As time went on, this area became the main green area of the city but
the garbage and muladares are part of this landscape too.
1
Licenciada en arqueología e ingeniería geográca en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Licenciada, Master y Doctora en Historia de la Universidad de Sevilla y Doctora en Europa, el Mundo
Mediterráneo y su difusión Atlántica de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
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Revista del Archivo General de la Nación
Key words: San Lázaro neighborhood, Rímac river, middens, Descalzos’
mall, muladares, ditches.
El objetivo principal de la elección del presente estudio es indagar la evolución
de la sanidad colonial en el arrabal de San Lázaro de la ciudad de Lima. Para
ello se ha utilizado documentación del Archivo General de la Nación del Perú
(AGN), de los libros de cabildo del Archivo Histórico de la Municipalidad de
Lima (AHML) y del Archivo General de Indias (AGI). La metodología aplicada
es exploratoria, descriptiva y analítica de las fuentes consultadas para poder
llegar a cumplir con el objetivo propuesto. El interés en el tema es detectar
y analizar cómo el cabildo y la población se organizaron para hacer frente a
problemas de sanidad en cuanto a agua, limpieza de las calles, acequias y áreas
verdes del barrio norte de la capital del virreinato del Perú. Este trabajo es
exploratorio, pues no se ha publicado nada sobre el tema en cuestión.
La zona de San Lázaro se encontraba en la otra ribera del río Rímac.
También se le conoció como la Nueva Triana, emulando de alguna manera al
arrabal que existía en Sevilla en el otro lado del río Guadalquivir. En el siglo
XVI, San Lázaro era un espacio ocupado por indios, negros, enfermos, frailes
y viajeros. En esta zona se encontraba el camino de entrada a la ciudad de
los Reyes de los viajeros que venían del norte del Reino del Perú, es decir de
Trujillo o del puerto de Paita en Piura. San Lázaro se convirtió en un lugar de
paso para avituallarse y recuperarse de este duro viaje terrestre.
Los viajeros que venían de Tierra Firme, Panamá y de la metrópoli, tenían
que desembarcar en Paita porque existe una corriente oceánica que viene del
Antártico que surca muy cerca de la costa peruana y que, en ese entonces,
obligaba a los barcos a entrar en alta mar en el Océano Pacico, lo que podía
ser peligroso al ir contra los vientos alisios, pudiendo provocar difíciles
travesías, incluso accidentes si los barcos no eran sucientemente resistentes.
El arrabal de San Lázaro se caracterizó por tener agua subterránea que
fácilmente aoraba en la supercie. De esta manera, había algunos pozos de
agua porque la capa freática no era tan profunda como en la otra ribera del Río
Rímac donde estaba la Plaza Mayor. La consecuencia negativa inmediata eran
los continuos encharcamientos que hacían difícil el tránsito por el camino que
conectaba este barrio con el centro de la ciudad. El cabildo lo limpió muchas
veces, pero el trajín en la zona hacía imposible mantenerlo en buen estado
por mucho tiempo. Muchas carretas que surcaban este camino lo deshacían
y destruían, de manera que los de a pie y de a caballo que por allí pasaban se
279
accidentaban, constituyendo un peligro para la propia vida. Por eso en 1555
se ordenó que ninguna persona pasara con carretas cargadas o vacías por la
ciénaga, bajo pena de 25 pesos de oro que se aplicarían para obras públicas,
juez y denunciador.
Camino de la ciudad a lo de Domingo de Presa está estragado,
perdido y tiene muchos malos pasos e que tiene necesidad de
reparo para caminar. Camino utilizado por las carretas, mandaron
que los notiquen a los susodichos que dentro de ocho días
empiecen a adobar e reparar los malos pasos del camino no queden
atolladeros ni se pueda entrar ni romper ni entrar agua que sin pena,
peligro ni trabajo se pueda caminar, pasando el término enviara
persona propia a costa de los carreteros que lo hagan aderezar.
2
Por aquel entonces el camino que conectaba con el norte del Perú y pasaba por
el barrio de San Lázaro ya se había conectado con el centro de la ciudad de Lima y
formaba parte de un camino real. Este partía del convento de la Merced, pasaba por
la Plaza Mayor, el molino de Jerónimo de Aliaga, el puente de piedra y el barrio de
San Lázaro en dirección a Trujillo. En 1570 este camino, que se había limpiado por
una mita de indios, era parte del itinerario de la procesión del Santo Sacramento.
3
También los indios camaroneros que vivían colindantes al río Rímac en San
Lázaro eran utilizados para este y otros nes (pesca de camarones, reparación
del puente, tajamares y limpieza de la ciudad) desde 1535 hasta 1590.
4
Por esta razón utilitaria, los camaroneros tardaron en ser reducidos en guetos
indios, pero la mortandad durante la peste de viruelas y tifus de 1585-1589 y el
miedo a que fuese un foco de infección por su cercanía a la ciudad donde vivían
los españoles hizo que se les obligara a mudar al pueblo de indios del Cercado.
El arrabal de San Lázaro tenía una plaza que estaba junto al hospital de
igual nombre que se había fundado en 1563.
5
En ese mismo sitio, en 1589,
el cabildo pretendió fundar un nuevo hospital para cobijar a los indios de la
peste. El corregidor Francisco de Quiñones acordó que junto al pueblo de
indios de los camaroneros se hiciera un hospital; para ello dio una limosna
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
2
Libros de cabildo de Lima, Libro Quinto, Años 1553 – 1557. Lima: Consejo Provincial de Lima.
Impresores Torres Aguirre Sanmarti, 1955. (29 de abril de 1555), pp. 279 y 280.
3
Libros de cabildo de Lima, Libro Séptimo, Años 1570 –1574. Lima: Consejo Provincial de Lima.
Impresores Torres Aguirre Sanmarti, 1935. En 1570, se ordenó limpiar a una mita de indios de la sierra
una intersección de caminos en San Lázaro para la esta de Corpus Cristi.
4
BROMLEY, Juan y BARBAGELATA, José. Evolución Urbana de Lima. Lima: Talleres Grácos
de la Editorial Luman S.A., 1945, p.36. Los indios camaroneros vivían en pésimas condiciones de
salubridad con inundaciones periódicas de las aguas del río Rímac en sus covachas y expuestos al robo
por parte de los esclavos en el siglo XVI.
5
NEYRA RAMÍREZ, José. “El hospital de San Lázaro de Lima”. Folia dermatol. Perú 2006; 17 (3):
149.
280
Revista del Archivo General de la Nación
de 200 pesos, mientras que los regidores donarían el salario de ese año para
pagar al médico y al barbero. Se nombró al mayordomo Luís Rodríguez de
la Serna como depositario de estas limosnas destinadas a la construcción
de un hospital e iglesia que estuviese bajo la advocación de Santo Toribio.
6
En 1570, el cabildo dio licencia para la construcción de un mesón o tambo
cerca al jagüey o pozo llamado “Domingo de la Presa” (ubicado actualmente
entre las calles Presa y Chira) porque sus regidores consideraron muy necesario
un tambo para los viajeros que iban rumbo al norte o venían de allí, según
indicó el regidor Francisco de Ampuero en su visita e inspección del tambo.
El 1 de abril de 1574, los regidores Francisco Ortiz y Jerónimo de Mercado en
nombre del cabildo, concertaron con Vicente Macedo el tiempo de concesión
de la renta del tambo que tendrían él y sus herederos. El tiempo límite era de
quince años.
Al acabar esta concesión, no tardó en solicitarse licencia para instalar
otra pulpería y mesón por ser muchos los pasajeros que por allí pasaban. El
20 de marzo de 1590, Francisco Nieto pidió al cabildo licencia para poner
una bodega y hospedaje en unas casas que tenía en la otra parte del río junto
al puente. Estas ventas y mesones estaban contemplados en las ordenanzas
municipales porque estos establecimientos podían ser causa de múltiples
trastornos sociales, ya que en ellos se comía, se bebía, se dormía y por ellos
pasaba un buen número de forasteros y desconocidos. Al poco tiempo el
cabildo permitió la instalación de más mesones.
En el sitio donde estaban los indios junto al río y puente y en el camino real
se han hecho tantos mesones, pulperías, ollerías y otras casas tan buenas
que lo llaman la Nueva Triana y está tan poblada de todo esto que sería
muy costoso devolverlo al estado en que antes estaba de que (en nombre de
Vuestra Majestad) hice merced del dicho sitio a esta ciudad para el reparo
de las puentes, fuentes y río della por no tener propios bastantes para esto.
7
6
Libros de cabildo de Lima, Libro undécimo, Años 1588-1593 (31 de mayo de 1589), pp. 112,113 y 114.
Epidemia de viruelas que afectó principalmente a los indígenas en Lima. Libros de cabildo de Lima,
Libro duodécimo, Años 1593-1597 (31 de mayo de 1589), p. 111. No se construyó el mencionado
hospital de indios en San Lázaro. Cinco años más tarde, 28 de marzo de 1594, un regidor denunció que
se le debía su salario de cinco años, pero había cedido uno para la construcción del hospital de indios
en San Lázaro durante la peste de viruela, pero como no se construyó pidió que se devolviese el salario
de ese año, pues no se había gastado en hacer el mencionado hospital: Ayuda a un hospital
que en el
tiempo de las viruelas se había de hacer en San Lázaro y no se hizo se acordó que el salario de dicho
año se le vuelva a los regidores que lo mandaron pues no se gastó ni hizo el dicho hospital.
7
LEVILLIER, Roberto. Gobernantes del Perú: cartas y papeles, siglo XVI. Documentos del Archivo
de Indias. El Virrey García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete (1593-1596). Tomo XIII.
Madrid: Sucesores de Rivadeneryra S.A., 1926. Carta del virrey García de Hurtado al Su Majestad,
19.XI.1593, p. 98.
281
1. La incipiente organización del espacio del arrabal de San Lázaro
en el siglo XVI: tenerías y muladares
Desde un comienzo los gastos para limpiar los muladares fueron asumidos
por los vecinos más inmediatos, pero a pesar de que fue una disposición
traída desde la metrópoli en 1535, no era una ordenanza muy popular, y a
nales del siglo XVIII los vecinos se resistían a pagar cuotas de limpieza.
8
El problema de la contaminación que afectaba a la ciudad de Lima se trató
de trasladar al otro lado del río, en el barrio de San Lázaro, desde mediados
del siglo XVI, concretamente en 1559. El procurador y regidor Diego de
Porres Sagredo pidió solares en la otra parte del puente, en el barrio de San
Lázaro, para la construcción de los rastros, matadero y carnicería, ya que los
médicos habían determinado que las enfermedades que estaban atacando
a los pobladores en la ciudad se debían a “estar los rastros y carnicería y
matadero dentro de esta ciudad.” Convenía que la ciudad tuviese sitio propio
para estas actividades y el propuesto fue lugar conveniente “para más limpieza
y salud de esta ciudad” con que estuviese todo en la otra parte del puente
nuevo “donde ahora están puestos los rastros y junto a ellos pidió que para
todo ello se señalen dos cuadras o lo que más fuere menester para que esta
ciudad” lo hiciese. El cabildo hizo merced a la ciudad de dos cuadras.
9
Pero el traslado recién se hizo factible a comienzos del siglo XVII.
Una parte del arrabal de San Lázaro que daba frente al río se convirtió en el
lugar donde se ubicaron las industrias más contaminantes del aire, agua y suelo,
es decir, tenerías, carnicerías, quemaderos, etc. Precisamente actividades que
requerían del agua del río para eliminar sus residuos. Asimismo, los esclavos
recién llegados eran trasladados a esta zona donde permanecían hasta proceder
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
8
Libros de cabildo de Lima, Libro Cuarto, Años 1534-1539, Lima: Tomas Aguirre-San Marti, 1935, p.
35. (10 de octubre de 1535), Todos los vezinos desta cibdad tengan limpias sus pertenencias e calles.
La primera ordenanza para el gobierno de la ciudad aprobada por los regidores el 10 de octubre de 1535
incidió sobre las cosas tocantes al bien común de la ciudad, una de las cuales era la limpieza. En efecto,
ordenaron que los vecinos de esta ciudad tuviesen limpias sus pertenencias y calles. De no hacerlo así
pagarían dos pesos para que se mandase limpiar a su costa, no importando que alegase que la basura
u otra inmundicia colindante a su casa no se hubiese generado en la suya, a no ser que se denunciara
a la persona que lo hubiera realizado para que se hiciese responsable de pagar la pena. ARÍZAGA
BOLUMBURU, Beatriz. “El agua en la documentación urbana del noreste peninsular”, en El agua en
las ciudades castellanas durante la Edad Media: fuentes para su estudio. Valladolid: Universidad de
Valladolid. Secretariado de Publicaciones e Intercambio Cientíco, 1998, p. 94. AYERBE IRIBAR,
María Rosa. “Ordenanzas municipales de la villa de Hernani de 1542, Boletín de la Real Sociedad
Vascongada de Amigos del País, Año XXXVIII, Cuadernos 1, 2, 3 y 4, San Sebastián: 1982, pp. 305-
306. Limpieza de las calles. Cada vecino debía limpiar regularmente el espacio correspondiente a su
fachada. La frecuencia de esta limpieza dependerá de lo que cada villa considere oportuno. Hernani
obligaba a sus vecinos a limpiar la calle cada quince días y Vitoria todos los sábados.
9
Libros de cabildo de Lima, Libro Sexto, Años
1558- 1561, 1ª parte (2 de octubre de 1559), p. 213.
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Revista del Archivo General de la Nación
a su venta, esto debido a las probables enfermedades que traían y al mal olor
que, se consideraba, despedían.
Así, en 1563 en el barrio de San Lázaro, Alonso González había hecho
una tenería y el procurador mayor de la ciudad, Martín Ruiz de Marchena,
lo denunció porque perjudicaba a los pobladores que bebían el agua de la
acequia que salía por la tenería. Además, este curtidor no tenía permiso del
cabildo, por lo cual se mandó que mostrara el título o facultad otorgada.
Mientras tanto se ordenó se detuviese la obra y que las personas que
trabajaban allí no sacaran a lavar los cueros a la acequia que estaba junto a
ella, con la advertencia de que serían penados y se les quitaría la tenería.
10
En la tenería de Alonso Márquez y Alonso de Torres se formó una
comisión conformada por los regidores Francisco de Ampuero y Jerónimo
de Silva para que fuesen a visitar la que correspondía a Alonso González,
en la otra orilla del río en San Lázaro, y entregasen un informe oral en junta
capitular. Determinaron que la tenería estaba cercada con solo una puerta que
daba al camino real de Trujillo y no podían abrir ni postigo ni agujero ni
portillo, porque por allí no podían salir a lavar los cueros en la acequia, que
pasaba por detrás del solar a causa del daño que provocaría esta actividad a
los vecinos que usaban esas aguas. Se ordenó que el agua que utilizaba la
tenería no saliese de ella sino que se consumiese y lo que sobrase se arrojase
por sumideros o desagües, aunque terminarían en el río indefectiblemente. Ni
sus criados ni sus esclavos podrían lavar los cueros en ninguna acequia sino
en el raudal del río grande de donde no se sacaba ninguna acequia, so pena
de que se les expropiaran los cueros y se les impusieran penas pecuniarias,
más la amenaza de derribar la tenería a su costa y no autorizarla en el futuro.
El lavado del cuero en el centro del río, donde estaba el caudal mayor y
más fácilmente se llevaba los desechos, era peligroso aunque los esclavos
lo hacían exponiendo sus vidas en ello. Se permitió que lo hicieran a la luz
del día desde el amanecer hasta el atardecer, pero no durante la noche.
11
10
Libros de cabildo de Lima, Libro Sexto, Años 1562 – 1568, 2ª parte (18 de enero de 1563), p. 105.
11
Libros de cabildo de Lima, Libro Sexto, Años 1562 – 1568, 2ª parte (29 de enero de 1563), p. 108.
La tenería que se permitió era un solar cercado y no podían abrir otra puerta más de la que ahora
tenían abierta que salía al camino real de Trujillo ni postigo ni agujero ni portillo porque por allí no
podían salir a lavar los cueros en el acequia que iba por detrás del solar por el daño grande que se
seguiría de lavar los cueros.- QUIROZ CHUECA, Francisco y QUIROZ CHUECA, Gerardo. Las
ordenanzas de gremios de Lima (s. XVI – XVIII) Lima: Historia. Serie Documental/1. Artes diseño
gráco, 1987, pp. 81-95. Por ejemplo, la ordenanza de zurradores y zapateros de 1604 indicaba que al
cordobán se le aplicaba grasa para luego lavarla en el río, a medio secar aporrearla con una piedra hasta
que quedara blando. La contaminación de las aguas del río y el mal olor eran resultado del trabajo en
el cuero, engrasándolo, lavándolo, ablandándolo, secándolo, aporreándolo, entintándolo, raspándolo
y lustrándolo. Los cordobanes que venían de Castilla, Chile, Quito, Saña, Trujillo pasaban todos por
algunos de estos tratamientos.
283
Las aguas contaminadas resultaban perjudiciales para el abrevado de los
ganados y el riego de las huertas por los desechos químicos que desprendían,
pero además producía contaminación atmosférica por la emanación de malos
olores que desprendía y que resultaban insoportables para los vecinos. El
concejo, consciente de este hecho, obligaba a los propietarios de las tenerías a
mantener limpias las fuentes de agua cercanas, de manera que contrarrestaran
los otros efectos nocivos. Así se evitaba tener que erradicar por completo una
industria en crecimiento que producía benecios económicos y se evitaba
recurrir a mercados externos. El debate entre la salud pública y el rendimiento
económico fue una constante en la política municipal con respecto a las
tenerías. Sin embargo, la preocupación por la insalubridad derivada de la
industria de los curtidos se mantuvo inalterable durante toda la colonia.
En 1609 los vecinos pidieron que no se hiciese una tenería porque ensuciaba
una acequia, aunque los eles ejecutores y el cabildo lo permitieron. El 27 de
abril de ese año se dio licencia a Alejos Román para hacer una tenería en unas
casas que tenía en la calle Chancay en el barrio de San Lázaro (actualmente
entre el río Rímac a la calle Francisco Pizarro, antiguamente conocida como
Malambo)
12
, donde estaban otras tenerías, para fundar una en los corrales de
sus casas.
13
Román era ocial de este ocio y en la ciudad de Lima se había
producido un aumento en la demanda en el comercio de este género. La nueva
tenería estaría en la zona permitida por el cabildo para realizar esta actividad
por lo que era lícito que se le diese licencia.
Los vecinos protestaron al enterarse que el curtidor Alejos Román había
pedido licencia para hacer una tenería en la casa y solar que había comprado a
Juan de la Raya que lindaba con otras casas que no eran tenerías.
14
Los vecinos
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
12
BROMLEY, Juan y BARBAGELATA, José. , Op. cit., p. 34. La zona donde se ubicó esta tenería estaba
en la parte oeste del barrio de San Lázaro, zona marginal ocupada por modestas casas de indios, mulatos
artesanos y algunos españoles que tenían ollerías, pulperías y tenerías a comienzos del siglo XVII. Por
ejemplo, el ollero Francisco de Ponte, el curtidor Alejos Román, el pulpero Domingo Alonso, el indio
calcetero Juan de Lara, Juan Huamán, el mayoral de la parroquia de San Lázaro Domingo Martín y
el alcalde de indios de la ciudad Gregorio Hernández. Terminaba esta calle junto a un puente de palo
donde estaba una capilla y una ranchería de indios.
13
Libros de cabildo de Lima. Libro Decimoquinto. Años 1606 – 1609. Bertham Lee (descifrado y
anotado). Lima: Consejo Provincial de Lima. Impresores Torres Aguirre, 1947(27 de abril de 1609),
pp. 823-825. Alejo Román dijo que yo he comprado unas casas en la calle que llaman de Chancay en
el barrio de San Lázaro donde están las tenerías para fundar una en los corrales de ella por ser ocial
de este ocio…y es en la calle que han estado y están fundadas las demás tengo necesidad de que se
me de licencia
para ello.
14
Quiroz Chueca, Francisco y Quiroz Chueca, Gerardo, Op. cit. pp. 68 y 76. Según ordenanza de 1616,
ningún curtidor podía curtir cuero de caballo, asno ni de mula ni el zapatero podía comprar tal cuero. El
curtidor estaba obligado a sacar los cueros de las pelambres dentro de un mes y del afrecho en quince días.
Ningún zapatero, borceguinero, chapinero podía labrar corambre, sólo el curtidor. Ningún curtidor podía
tener compañía con ningún zapatero porque utilizarían en su tienda cosas que son crudas y mal curtidas.
Años más tarde, en la ordenanza de zapateros, borceguíneros, servilleros y chapineros de 1792 indicaba
en su artículo º15 que los zapateros no podían curtir pieles algunas sin tener a su cargo tenerías.
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Revista del Archivo General de la Nación
solicitaron denegar la petición porque la tenería no se podía tener entre la
vecindad y el comercio de la gente por el mal olor que causaba a la vecindad
de que podían resultar graves enfermedades e incluso muertes, además de
que aquel solar solo tenía acequias para uso doméstico y no había desagües
para la salida del agua de las tenerías. Los vecinos alegaron en su defensa
que si se diese lugar a hacer la tenería se privaría a los vecinos del uso de sus
acequias y aguas limpias. Los vecinos eran muy conscientes de los peligros e
inconvenientes que traerían más tenerías en su vecindad:
Es notorio la suciedad con que salían las aguas de las tenerías y su
mal olor y sería compelernos a dejar nuestras casas por excusar estos
inconvenientes
y perder el precio y valor que tienen porque a causa
de la dicha tenería no abra quien las quiera habitar y si algún gente
humilde las alquilara será a menos precio por la mala vecindad e
inconvenientes referidos de manera que todo resulta en perjuicio de
nuestra salud y haciendas.
15
Esta solicitud la hicieron vecinos y el procurador general de indios en
nombre de once indígenas moradores del mencionado barrio de San Lázaro. El
cabildo delegó este trabajo a los eles ejecutores que formaron una comisión
para inspeccionar el sitio y lugar donde querían hacer la tenería. El dictamen
de los regidores Martín de Ampuero y Simón Luis de Lucio fue que se podía
hacer la tenería por no causar perjuicio a terceros y ser de utilidad para el
reino. De esta manera, el cabildo dio licencia y facultad a Alejos Román
para que pudiese hacer la tenería. No se sabe si fue una inspección clara y
no apañada por algún interés económico por parte de los regidores, pues los
vecinos exigieron algo que a todas luces era justo y real. La contaminación
que generaban las tenerías atentaba seriamente la salud.
Poco a poco en el siglo XVII estas especies de fábricas fueron perdiendo
presencia en los libros capitulares limeños, quizá porque la ciudad de Lima
fue menguando en importancia como productor en este ocio. En este
ramo empezaron a tener destacada presencia otros lugares del territorio
virreinal, como fue la costa norte del Perú, -Trujillo y Piura- donde destacó
ostensiblemente la cantidad de tenerías y su ocio colateral como fue la
elaboración de jabones.
16
15
Libros de cabildo de Lima. Libro Decimoquinto. Años 1606 – 1609 (27 de abril de 1609), Op. cit., pp.
823-825.
16
ALDANA, Susana. Empresas coloniales. Las tinas de jabón en Piura. Lima: Centro de Investigación
y Promoción del Campesinado. Instituto Francés de Estudios Andinos, 1988, pp. 25-31. Generalmente
el jabón venia del norte del Perú, proveniente de la grasa de las cabras y las tenerías trabajaban este
cuero y otros. Las jabonerías o almonas eran lugares bastante sucias y a veces malolientes debido a los
despojos que acompañaban al sebo de los animales. Necesitaban además de grandes pailas o calderas,
285
Durante el gobierno del virrey García Hurtado de Mendoza, el cabildo
dispuso la urbanización del arrabal de San Lázaro. De esta manera, las
manzanas fueron delimitadas y divididos los solares, así como fue creada una
plazoleta entre la calle principal y el río, que pronto quedó abandonada y
convertida en muladar.
17
Paulatinamente, el arrabal de San Lázaro creció y se dividieron los solares
para su venta.
18
Un solar en esta zona podía costar 300 pesos mientras que
la primera concesión de agua de tubería a un vecino se vendió en Lima a
400 pesos. De esta manera al menos durante los primeros años se vendieron
baratos estos solares. En 1594 el cabildo ordenó que se hiciera relación de los
que habían abandonado sus solares en San Lázaro, después de la peste de la
década del 80, para que otros los tomaran.
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
Molino de harina
San Pedro
Alameda de Acho
RÍO RÍMAC
Baratillo
Nuestra Señora
de la Cabeza
Vista parcial del plano escenográco de la ciudad de Lima, de Jorge Juan Jacobo Bellin (1756).
Fuente: BROMLEY, Juan y BARBAGELATA, José. Evolución Urbana de Lima. Lima: Talleres Grácos
de la Editorial Lumen S.A., 1945, lamina 11.
Alameda de
los Descalzos
un hogar y una chimenea para evacuar los humos. Aunque no tan contaminantes como los mataderos,
ni tan peligrosos como las fabricas de pólvora, las almonas eran lugares poco saludables que como
consecuencia de su actividad sufrían frecuentes incendios. GONZÁLEZ TASCÓN, Ignacio. Felipe II.
Los ingenios y las maquinas, Ingeniería y obras públicas en la época de Felipe II. Madrid: Sociedad
estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V, 1998, p. 178.
17
BROMLEY, Juan. Las viejas calles de Lima. Lima: Municipalidad Metropolitana de Lima. Gerencia
de Educación, Cultura y Deportes, Edilibros, 2005, p. 32.
18
CALDCLEUGH, Alexander. 1971. “El Perú en víspera de la jura de la Independencia (1821)”,
en Relaciones de viajeros, t. XXVII, v. 1º. Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la
Independencia del Perú p. 180. Más allá del Puente de piedra fuese en el cercado o en San Lázaro era
considerado abajo del Puente, tal como nos indica el viajero Caldcleugh. “El barrio que está al otro lado
del río se llama abajo del puente y está habitado por el sector menos próspero.”
286
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2. La sanidad en el arrabal de San Lázaro en el siglo XVII:
La Alameda
La Plaza Mayor de Lima tuvo tal inuencia centralizadora que se
desarrolló más rápido el barrio de San Lázaro por su cercanía a ella, a pesar
del obstáculo que constituía el río, que la zona sur del damero.
19
El barrio de
San Lázaro tuvo un gran desarrollo después de la construcción del puente
de piedra, empezó a ser habitado por mayor número de vecinos y a tener
demanda industrial dejando de ser un lugar de paso o un lugar ocupado por
indios, negros, enfermos, transeúntes y religiosos. Las autoridades eran cada
vez más conscientes de la necesidad de mantener limpia la ciudad y de lo caro
y difícil que resultaba, por lo que para racionar gastos trataron de ordenar el
espacio, zonicándolo según áreas de uso.
Se puso en marcha el proyecto de promocionar la zona de San Lázaro
para hacerla agradable a la habitabilidad y anexarla urbanísticamente al
centro de la ciudad de Lima a través de puentes. De ahí que se empezó a
dividir en parcelas o cuadras para venderlas como solares. En 1600, el
virrey Velasco y Castilla, Marqués de Salinas, había hecho merced de
los sitios y tierras que estaban cerca a los tajamares en la banda del río
colindante a la zona de San Lázaro para que se vendieran y así engrosar
las arcas del cabildo. Acto seguido fueron nombrados entre los regidores
comisarios para la venta en remate de los solares de San Lázaro.
20
A comienzos del nuevo siglo, el 2 de junio de 1603, el virrey Velasco
mandó abrir el camino de San Lázaro que iba al monasterio de los Descalzos
mediante la nivelación de las calles. Los daños ocasionados por la falta de
mantenimiento de los caminos eran asumidos por el cabildo. A consecuencia
de esto, en 1606 un vecino del barrio de San Lázaro, Alonso de Mendoza,
pidió que se le pagasen los desperfectos en las paredes, puertas y ventanas
de sus casas ocasionados al abrir un camino que iba hacia el Convento de los
Descalzos en San Lázaro. Este hecho había sucedido años atrás cuando era
19
MORGADO MAÚRTUA, Patricia Elvira. Un palimpsesto urbano: del asiento
indígena de Lima
a la ciudad española de los Reyes. Sevilla: Universidad de Sevilla, departamento de Proyectos
arquitectónicos, 2007, p. 188. ALBARDONEDO FREIRE, Antonio José. El urbanismo de Sevilla
durante el reinado de Felipe II. Sevilla: Guadalquivir, 2002. p. 188. En la segunda mitad del siglo
XVI, Felipe II fue el propulsor de la traza moderna en la metrópoli y en Indias y que en 1573 dio las
ordenanzas para descubrimientos, nuevas poblaciones y pacicaciones en las que establecían las bases
racionales del urbanismo hispanoamericano.
20
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimoséptimo, Años 1612-1615. Lima: Consejo Provincial de Lima.
Impresores Torres Aguirre, 1950. Aumentó el valor de las tierras para solares en la zona de San Lázaro
por la construcción del puente y tajamares. Por lo tanto, el 4 de enero de 1612, el cabildo formó una
comisión para la venta de los solares del barrio por pujas.
287
corregidor Francisco de Quiñones. Se envió a un regidor, Francisco de León,
para que tasara el daño y mandara pagar.
Las autoridades propiciaron la venta de solares en este barrio detrás del
matadero junto al rastro (actualmente los jirones Paita, Casma y Virú). El
matadero y la carnicería de vacuno se habían trasladado a San Lázaro, al
otro lado del río Rímac, lejos del centro de la ciudad y junto al río donde
se arrojaban los restos.
21
También apareció la plazuela del baratillo, un
mercado con cierto carácter de feria, en donde cada domingo se compraba
y vendía a menor precio que el corriente productos de segunda mano.
La plazuela estuvo a punto de ser vendida a particulares, pero el virrey
Conde de Alba de Aliste impidió que se hiciera la enajenación a mediados
del siglo XVII. Al oeste del baratillo se puso el quemadero (actualmente
entre el jirón Virú y el río Rímac) para incinerar lo caduco y otros restos.
22
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
El barrio de San Lázaro se convirtió en un lugar inseguro para los españoles
donde eran frecuentes los robos porque pululaban esclavos, cimarrones y
personas marginales. La suciedad era la característica del lugar y la carne se
almacenaba en sitios sin protección, expuesta a la manipulación, al robo y a los
elementos naturales: sol, lluvia, polvo, etc. No obstante, esta zona se convirtió
en un foco de atracción llenándose de viviendas y tiendas para ser alquiladas.
21
DURÁN MONTERO, María Antonia. Lima en el siglo XVII. Arquitectura, urbanismo y vida cotidiana.
Sevilla: Diputación de Sevilla, 1994, p. 90. Según esta historiadora, el cabildo dispuso el año de
1599 que se construyese un matadero y carnicería al otro lado del río, en San Lázaro, junto estaba el
quemadero, sitio donde se quemaban las cosas malolientes y contaminantes. Medida dada por razones
higiénicas porque estaba lejos del centro, junto al río y una vez que había atravesado la ciudad.
22
BROMLEY, Juan y BARBAGELATA, José, Op. cit., p. 37. “Hacia el camino de Trujillo, después del
local de Matadero, estaba el llamado Quemadero o lugar donde se echaban e incineraban las basuras y
desperdicios. Cuando el Quemadero se trasladó al lugar en que después se levantó la Plaza de Toros,
frente al rio, en el Tajamar de las Cabezas se hizo la casa de negros bozales o sitio donde se depositaban
previamente a los negros que venían a la ciudad.”
Foto 1: El baratillo y
plazuela del baratillo
288
Revista del Archivo General de la Nación
La parte del puente que daba al barrio de San Lázaro se había convertido en
un gran muladar, sucia y peligrosa, pero también era zona de acceso al río
para lavar la ropa, dar de beber a los animales y zona de acceso para reparar
el puente. Así que si en un primer momento se decidió vender los bajos del
puente, teniendo incluso un potencial comprador, se decidió nalmente no
hacerlo para no perjudicar a la población.
Algunos muladares fueron usados para contener la fuerza del río,
especialmente en el lado del puente que daba a San Lázaro. El 14 de febrero
de 1605, el río arribó con tanta agua que erosionó un muladar que servía
de contención; se temía que si lo arrancaba, las casas y edicios de San
Lázaro correrían mucho riesgo porque el agua entraría y anegaría la zona. Se
pretendió solucionar poniendo unos cestones encima del muladar para que no
se lo llevase el río, encaminando el agua para otra parte. A pesar de todos los
esfuerzos, el río se llevó un gran pedazo del tajamar.
23
En 1609, los alcaldes de Lima propusieron la construcción de una alameda,
propuesta apoyada por el virrey Juan de Mendoza y Luna, marqués de
Montesclaros, dado que tenía una casa junto al monasterio de los Descalzos.
En poco tiempo la zona se convertiría en un sitio donde permanecer y realizar
largos paseos durante el estío. De esta manera, el virrey comunicó a los alcaldes
Juan Dávalos de Rivera y Fernando de Córdoba y Figueroa la intención que
tenía de hacer una alameda desde el molino de Francisco de San Pedro hasta
el convento de los frailes descalzos, para que el camino se arreglase y limpiara
de las muchas piedras y arena que había; esto con la nalidad de que la gente
devota la frecuentase y los religiosos descalzos se desplazaran a la ciudad.
24
La
alameda fue construida a imitación de la que conducía al monasterio jerónimo
de Nuestra Señora del Prado en Valladolid.
25
La alameda proporcionaría sombra y alivio a estos caminantes hacia la
iglesia de los Descalzos en tiempo de verano, pues el polvo y el camino sin
adoquinar hacían difícil la peregrinación. El virrey ofreció dar algunos pesos
para su construcción. Finalmente, el cabildo decidió hacer la alameda con
23
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimocuarto, Años 1602-1605. En 1605, Cristóbal Sánchez presentó
un presupuesto para reparar y poner unos cestones en el lado derecho del puente que daba al barrio de
San Lázaro por ser un sitio que tendía a entrar y erosionar el río. Cestones que se pondrían encima de
un muladar que actuaba como muro de contención.
24
LATASA VASSALLO, Pilar. Administración virreinal en el Perú: gobierno del marqués de
Montesclaros (1607-1615). Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Areces S.A., 1997, p. 146.
Aunque la ejecución de esta obra se encomendó al alcalde ordinario Juan Dávalos fue José de Rivera
el que la llevó a término en los dos años en que ocupó el cargo de alcalde ordinario. Mandó allanar el
terreno, colocando tres fuentes centrales.
25
AGI (Archivo General de Indias, Sevilla), Lima 36. Cartas y expedientes de virreyes de Perú.
289
fuentes y arboleda el 6 de febrero de 1609. Los gastos iban a ser tantos que
incluso esta institución ofreció dar 1.500 pesos para la instalación de la cañería
de agua y otros elementos. El virrey también cooperó con 2.000 pesos. Un año
después, el 18 de enero de 1610, el cabildo volvió a dar 4.000 pesos de propios
y rentas para la obra de la Alameda a petición del virrey. De nuevo a los seis
meses, el 27 de agosto de 1610, el cabildo dio de los propios de la ciudad otros
4.000 pesos para plantar y replantar árboles. El dinero se entregó al comisario
de los almacenes, cañería y fuentes de la Alameda.
El cabildo compró tres fuentes, sus cañerías, mandó plantar muchos
árboles y ordenó allanar las calles de la Alameda, que serían tres con ocho
hileras de árboles, y en la calle central habría tres fuentes ornamentales para
irrigar los árboles que la adornaban. Las piedras para las fuentes fueron traídas
de Panamá.
26
Sin embargo, muy pronto se descuidó esta zona de la ciudad.
A principios de 1613, el virrey marqués de Montesclaros ordenó por decreto
que se contratase a un guardián para que custodiase la Alameda, cosa que
se hizo en la persona de Antonio de Baena con un salario de 500 pesos de
nueve reales. Este cargo perduró hasta nales del virreinato con algunos
contratiempos. Hacer y plantar la Alameda había costado 21.710 pesos de a
ocho reales, como consta de la certicación del contador Baltasar de Soria,
contador de la ciudad. Mientras tanto, el 9 de diciembre de 1613 se ordenó
rematar los solares que había junto al puente de piedra en San Lázaro, ya
que solo servían para hacer en ellos grandes muladares. Se dio la orden de
venderlos y edicar en ellos para que dejaran de ser usados como escombrera.
El alcalde Alonso de Mendoza Hinojosa ordenó dos carretones que
llevasen estiércol y tierra a la Alameda para fertilizar sus suelos y restablecer
los árboles que en ella estaban plantados.
27
En 1614, el guardia Andrés de
Xavares denunció un acto de vandalismo en la Alameda y pidió poder para
facilitar su trabajo; el cabildo le dio vara de justicia con que poder perseguir a
los transgresores, interrogarlos, proceder a su prisión y hacer que pagaran los
daños provocados.
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
26
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimoséptimo, Años 1612-1615. En agosto de 1612, la Real
Hacienda debía pagar las piedras para las fuentes de la Alameda, traídas de Panamá. El virrey marqués
de Montesclaros mandó a través de una provisión que el mayordomo de la Real hacienda pagase 584
pesos de la caja real. También se debía pagar a los mitayos que trabajaron en la alameda. El 3 de enero
de 1614, se ordenó que se devolviese al comendador Domingo Garro cuatro piedras de cantería de
Panamá que prestó para las fuentes de la alameda. LATASA VASSALLO, Op. cit., 147. Montesclaros
logró que el cabildo sufragara los gastos.
27
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimoséptimo, Años 1612-1615 (27 de febrero de 1614), p.52. “...
que se hagan dos carretones para acarrear estiércol y tierra a la alameda de obras públicas…” Estos
carretones serían pagados de lo obtenido por las infracciones en obras públicas y el comisario de este
trabajo se encomendó a Alonso de Mendoza Hinojosa. (20 de marzo de 1614), p. 549. El mantenimiento
de la alameda fue puesta en subasta el 20 de marzo de 1614.
290
Revista del Archivo General de la Nación
En la alameda acuden muchas personas hombres mujeres y muchachos
de diferentes naciones y edades que incitados por el gusto y apetito
apedrean los árboles y frutales y los quiebran desecan y disminuyen en
total ruina de la dicha alameda, que tanto cuesta a esta ciudad y a sus
propios.
28
Desde entonces el cabildo permitió al guardia de la alameda llevar vara alta
de justicia, poniendo presos en la alcaldía a los que delinquiesen; mientras, el
escribano escribía la causa hasta que los alcaldes decidieran qué hacer.
El 9 de abril de 1615, el alcalde Fernando de Córdoba y Figueroa avisó que
la Alameda estaba perdida y destruida, siendo imposible repararla si no era
con mucho dinero. El cabildo pretendió solucionar este problema contratando
un nuevo labrador, a quien se le dieron indios, herramientas y mayor cantidad
de dinero para el mantenimiento del lugar.
29
En tiempos del virrey marqués de Montesclaros, el estanco de la nieve, que
se arrendaba en 800 pesos anuales, servía para gastos de la Alameda; la idea
era que con su arrendamiento se pagase al guardián y a los peones necesarios.
A pesar de ello, el cabildo descuidó su mantenimiento.
El virrey Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache quitó el
estanco de la nieve a la ciudad y se la dio a personas particulares, que lo
tuvieron para su propia ganancia e interés, concretamente a Alonso de
San Juan y después a Francisco Fernández de Espinoza. Después la dio en
arrendamiento al mayordomo mayor del príncipe de Esquilache a cambio de
28
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimoséptimo, Años 1612-1615, (19 de sept de 1614), pp. 672-673.
Comisión a Andrés de Jabares guarda de la alameda para que pueda tener vara de justicia.
29
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimoséptimo, Años 1612-1615 (10 de abril de 1615), pp. 775-776.
“En este cabildo el dicho alcalde Fernando de Córdoba y Figueroa dijo que a causa de haber hallado
la Alameda de esta ciudad muy destruida y acabada porque el hombre que se encargaba de su cuidado,
Andrés de Javares, no había acudido a su benecio como tenía obligación.” El alcalde propuso que
había recibido otro, Juan Rodríguez Guerrero, buen labrador que le había ofrecido dar quinientos pesos
de a ocho reales anuales, 300 de salario y los 200 para su comida, que se habían de pagar de propios y
rentas. Además, se le debía entregar peones y demás personas que trabajaren en el benecio de ella y
pidió algunos pesos a cuenta de su salario y para pagar jornales de indios y negros. El cabildo lo aprobó
y se pidió al virrey conrmación y el procurador de la ciudad hiciese el memorial que para ello fuere
menester y que se le pague el tercio de los quinientos pesos de a ocho reales adelantados y se les diese
50 pesos de a nueve para jornales de los peones que habían de trabajar de los propios y rentas. Libros
de cabildo de Lima, Libro Decimoctavo, Años 1616-1620. El 5 de agosto de 1616, Diego de Vega fue
nombrado guarda de la Alameda y se le ordenó que en el mes de agosto debiera de plantar los árboles
que faltaran. El cabildo pidió que se le diesen algunos indios y herramientas y un salario 65 pesos. El
alcalde Enrique de Castillo Fajardo mandó que se le diese de la primera mita que hubiera cuatro indios
los cuales se pagaran de obras públicas y de propios se le pagara lo que se le debía. El 28 de noviembre
de 1616, el guardián de la Alameda, Miguel de Cereceda, pidió dos indios serranos y un yunga y las
herramientas que hubiera y llaves de la casa y que se señalaran 200 pesos de a nueve reales por año.
Sin embargo, se le nombró por 150 pesos de a ocho reales cada año, dándosele dos indios serranos en
tiempo de invierno y en tiempo de verano uno.
291
que le suministraran nieve, carbón, leña y otras cosas necesarias para su casa,
es decir, lo convirtió en un bien propio.
En 1619 la Alameda aparecía descuidada, con árboles secos o cortados y
con fuentes quebradas por lo que el cabildo formó una comisión de regidores
para su mantenimiento, conformado por el alcalde Jusepe de Ribera y Ávalos
y el alguacil mayor Álvaro de Torres y a Diego Darce. Esta comisión pediría al
Virrey Esquilache licencia para que se arreglasen las fuentes, árboles y calles
de la Alameda, pues el rey había aprobado la realización y gasto de esta área
verde por Real Cédula. También pediría al virrey ayuda económica ya que el
cabido no tenía dinero en sus propios y censos principales, además tenía pleito
de acreedores y deudas sueltas. Sin embargo, este virrey quitaría el estanco
de la nieve y de la aloja a la ciudad, cuyas rentas servían para mantener la
Alameda.
Las quejas continuaron al cabo de dos años, pues no se vieron resultados
permanentes en 1621, dado que las medidas adoptadas eran solo paliativas. La
realidad era que el mantenimiento de los muchos árboles de la Alameda era
carísimo, costando más de 30.000 pesos.
30
El cabildo llegó a la conclusión de
que no se podía hacer cargo de esto porque los propios y rentas de la ciudad
estaban sin fondos, por lo que se esperaba que el nuevo virrey marqués de
Guadalcázar hiciese alguna merced a la ciudad.
31
La alameda se había hecho invirtiendo mucho dinero y se estaba
perdiendo porque la gente estaba cortando sus árboles para leña
diariamente y las fuentes por no correr agua en ellas se estaban
quebrando y rompiendo las piedras. El cabildo no tenía dinero para
mantener la alameda porque sus propios estaban empeñados.
El cabildo empezó a discutir el 15 de abril de 1622 para que se incluyese
en el juicio de residencia del ex virrey Príncipe de Esquilache la demanda
por el tema de la Alameda. Al cabo de algunos meses persistía la duda de
los regidores en cuanto a llevar a cabo esta acusación. El 9 de agosto de
1622, el procurador general Juan de Salinas ordenó que se consultase a los
abogados si era justa la demanda que se pensaba elevar contra el Príncipe
de Esquilache. Los abogados dieron su aprobación. Entonces, los capitulares
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
30
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimonoveno. Años 1621- 1624, p.127. El alguacil mayor pidió el
5 de julio de 1621 que se reparase la alameda, pues se iban deteriorando, quebrando y desbaratando
muy rápidamente las fuentes y los árboles que estaban en ella. Todo lo cual había costado más de 30
mil pesos al erario público.
31
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimonoveno, Años 1621- 1624 (5 de noviembre de 1621), pp.192-
193.
292
Revista del Archivo General de la Nación
del cabildo acordaron, por mayoría, interponer dicha demanda. No obstante
todos los trámites, la duda se mantenía ahora sobre si poner o no demanda al
ex virrey sobre el estanco de nieve y aloja, y por la pérdida de la Alameda.
El alcalde Jerónimo Aliaga de los Ríos pidió se consultase con los letrados y
con el procurador general de la ciudad. Algunos estuvieron en desacuerdo con
la intención de denunciar al ex virrey. Así, el regidor Tomás de Paredes dijo
que los letrados nombrados para este efecto viesen la justicación que este
cabildo tuvo para poner esta demanda, llevándoles testimonio de que la fuente
de la Alameda había sido mandada quitar y pasar a la plazuela de Santa Ana
por orden del cabildo. El procurador general que estaba en la corte, enviado
a solicitar al rey conrmase la merced que había hecho el virrey marqués
de Montesclaros del estanco para el mantenimiento de la Alameda, no tuvo
respuesta, pues el rey había mandado quitar todos los estancos del reino por
los daños que provocaban.
32
En este periodo se fue deteriorando la Alameda, de tal forma que el 14 de
enero de 1623 el cabildo la declaró en estado calamitoso. Nuevamente, el 10
de febrero de 1623 el cabildo se preguntó si podía demandar al ex virrey. El
procurador general, Juan de Salinas, presentó dos pareceres de los abogados
de la Audiencia de Lima, doctores Sebastián de Alcocer Alarcón y Juan de
Soto sobre si se había de poner demanda o no al Príncipe de Esquilache sobre
el estanco de la nieve y el daño y pérdida de la Alameda.
De Alcócer concluyó que, si bien el marqués de Montesclaros había dado
el estanco de nieve a la ciudad, no lo había hecho de forma permanente sino
temporal, de manera que otro virrey podía revocar la medida. Así que no se le
podía culpar al príncipe de Esquilache por el cambio del destino del estanco,
tal vez solo de no preocuparse por mantener la alameda en buenas condiciones.
El primer abogado Sebastián de Alcocer Alarcón indicó que la merced
que el señor marqués de Montesclaros hizo a la ciudad no fue perpetuo
sino temporal por el tiempo que fuese su voluntad o la de los señores
virreyes sus sucesores de que se inere, que quedando a la del señor
Príncipe darla a quien le pareciese no adquirió esta ciudad derecho
alguno por la propiedad de ella. De esta manera, la ciudad no adquirió
derecho a él y si alguna se le puede hacer es de la omisión que tuvo en
no reparar o procurar por algún camino para reparar la dicha alameda
con el cuidado que un gobernador debe acudir a las obras públicas de
su distrito. El alcalde don Antonio de Morga dijo que por cuanto en otro
32
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimonoveno, Años 1621- 1624 (9 de agosto de 1622), pp. 373-375.
293
cabildo se había votado que se remitiese al parecer de dos letrados si era
justa o no la demanda que se pretendía poner al príncipe de Esquilache
sobre el estanco de la nieve y alameda y así para descargar con eso del
cargo que en ningún tiempo se le pudiese hacer se remite a los dichos
pareceres para que se haga lo que en ellos se declara y este es su voto
y parecer.
33
Según otro de los abogados, Juan de Soto, el virrey Esquilache revocó la
merced y se la dio a otras personas, en lo que no parece que hizo injusticia ni
agravio a la ciudad, pues fue en uso de su derecho, a no ser que la quitara para
el abasto y sustento de su casa, como se dice en la proposición que se hizo en
el cabildo. En ese caso habría incurrido en injusticia y malacia, pudiendo ser
condenado si se probaba el interés y daño recibido por la ciudad por habérsele
quitado la renta y tomándola para sí, no pudiéndolo hacer por darle el rey “lo
suciente y bastante para el sustento de su casa y familia y ostentación del
ocio”. La acusación al Príncipe de Esquilache quedó en suspenso.
Mientras tanto, el virrey Diego Fernández de Córdoba, marqués de
Guadalcázar, restituyó el estanco de la nieve que ayudaba al mantenimiento
de la Alameda en 1625. La amarga experiencia que había tenido el cabildo
con Esquilache le había puesto en guardia y, para evitar la prepotencia de
otro virrey, el cabildo pidió a través del procurador de la ciudad de Lima
enviado a Castilla, la conrmación del rey de la merced que el señor marqués
de Guadalcázar había hecho a la ciudad del estanco de nieve y aloja para el
mantenimiento y conservación de la Alameda.
34
La recuperación de la Alameda fue lenta y difícil a pesar de que se nombraron
comisarios entre los regidores para su conservación y mantenimiento con
escritura pública. A través de una convocatoria pública se buscó una persona
que ofreciese cuidar de la Alameda y sus fuentes a cambio de lo cual se le
daría en arrendamiento el estanco y renta de nieve, es decir, el monopolio de
la venta de este producto en Lima.
35
De 1625 a 1632 estuvo a cargo de Antolín
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
33
Libros de cabildo de Lima, Libro Decimonoveno, Años 1621-1624 (10 de febrero de 1623), pp. 508-
512.
34
Libros de cabildo de Lima, Libro Vigésimo, Años 1625-1627 (9 de mayo de 1625), pp.100 y AGI, Lima
99, Cartas y expedientes: Presidente oidores de la Audiencia. Lima, 455, nº4, folio 36. Conrmaciones
de ocios vendibles y renunciables; Lima, 99. Carta del virrey al rey (19. III. 1627).
35
Libros de cabildo de Lima, Libro Vigésimo, Años 1625-1627 (16 de mayo de 1625), pp.101-104. El
capitán don Francisco Gutiérrez Flores alcalde ordinario y el contador Thomas de Paredes regidor
comisarios nombrados para tomar asiento en el arrendamiento de la nieve y aloja dijeron que se
presentaron Alonso de San Juan con mil pesos cada año y Antolín Reinoso para ocuparse de la
alameda. Aunque la postura de San Juan, era mejor, pero preferían efectuarlo con Reinoso porque se
tenía experiencia de su buen trabajo anterior cuando tuvo el abasto de la nieve y aloja. El abasto de
nieve ya se había dado anteriormente a ambas personas y Reinoso había cumplido su obligación con
294
Revista del Archivo General de la Nación
Reinoso, cuyas obligaciones eran plantar árboles de sauces, alisos, naranjos,
nogales y otros, sembrar y abonar la tierra con estiércol, mantener en buenas
condiciones las dos fuentes, cañerías y almacenes con la vigilancia de los
regidores asignados como comisarios para este n;
36
además, nivelar las calles
de la Alameda con estiércol y cubrirlas con piedras para que la gente paseara a
pie y a caballo. El asiento dado fue de una duración de ocho años, conrmado
por el virrey marqués de Guadalcázar.
37
Sin embargo, en 1635 se volvió a quitar el estanco y los benecios obtenidos
se orientaron a costear la ornamentación del palacio del Buen Retiro y la
Zarzuela de Madrid entre 1634 y 1639, durante los gobiernos de los virreyes
Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, IV conde de Chinchón y el virrey Pedro
Álvarez de Toledo y Leiva, marqués de Mancera.
38
La Alameda estaba cerca a los conventos de los Descalzos y de Nuestra
Señora de los Ángeles de la Recolección de San Francisco; los mismos
religiosos temían que las actividades desarrolladas en la Alameda pudiese
afectar la reclusión de los frailes dedicados a la oración, la soledad y el
recogimiento que profesaban al írseles acercando la vecindad hacia ellos.
Memorial de los descalzos sobre la obra de la alameda. En este
cabildo se leyó el memorial y decretos y parecer del tenor siguiente.
El excelentísimo señor Alonso de Hita síndico del convento de Nuestra
Señora de los Ángeles de la Recolección de San Francisco dijo que
los religiosos del convento están muy temerosos de que se han de ir
fundando casa por los pedregales que están por una banda y otra de la caja
de agua de la alameda que esta junto a la fuente del medio hacia el dicho
convento cosa muy perjudicial a la oración, soledad y recogimiento que
profesan el írseles acercando vecindad hacia ellos. Por tanto, a vuestra
excelencia pido y suplico humildemente en nombre del convento como
tan celados de la honra de Dios y que con tanta atención está mirando
siempre el útil de las religiones se sirva de mandar que desde la casa
de la alameda que esta junto a la dicha caja de agua y fuente del medio
más puntualidad y delidad, dando el peso y medida correcta de nieve y aloja y resultaba buena para
la salud que de ello dependía para los que lo consumían la vida y salud del público y más seguridad
en el cumplimiento de su asiento, además Reinoso era persona de caudal y crédito y de quien se tiene
satisfacción.
36
Libros de cabildo de Lima, Libro Vigésimo,Años 1625-1627 (23 de mayo de 1625), p. 105. La comisión
fue ha comunicar del asiento de la nieve que tomaba con Antolín Reinoso. El virrey asintió el asiento
y que este cabildo lo hiciese y se llevase a su excelencia para su conrmación.- Libros de cabildo de
Lima, Libro Vigésimo segundo, Años 1631-1633 (13 de septiembre de 1632).
37
Libros de cabildo de Lima, Libro Vigésimo,Años 1625-1627 (16 de mayo de 1625), p.105. El
arrendamiento de nieve y aloja se dio a Antolín de Reinoso y todos los arreglos lo haría a su costa.
38
AGI, Lima 572. Registros de ocio. Virreinato del Perú.
295
nadie edique casas ni abran puertas por una parte ni otra ni se haga
corredores ni azoteas para que así vivan los religiosos consolados y se
conserven en paz soledad y silencio como siempre han estado pues el
señor marqués de Guadalcázar antecesor de vuestra excelencia mando
derribar viniendo a este convento unas casa que iba labrando un fulano
de León en los pedregales que están a la entrada de la alameda junto al
molino de San Pedro porque no se diese principio a que otros hiciesen
lo mismo que aunque con estar tan lejos le parecieron sería de mucho
estorbo y perjuicio estas obras al dicho convento y pido justicia.
39
Los regidores determinaron que desde la fuente de la Alameda hasta el
convento no se construyesen casas, ranchos ni otros tipos de edicios en
ninguno de los lados. Se había levantado incluso un mirador en el cerro de
San Cristóbal desde donde se podía ver a los religiosos. Esto provocó la
paralización de la obra.
3. La sanidad y el aumento de áreas verdes en el arrabal en
San Lázaro en el siglo XVIII
Paulatinamente, en el siglo XVIII, los limeños convirtieron San Lázaro en
la zona de esparcimiento favorita. Así, en la pampa de Amancaes se celebraba
monterías, carreras de caballos, paseos de carrozas y otras actividades de
distracción y descanso; incluso había una romería anual de ascensión al cerro
San Cristóbal. En cuanto a la Alameda de los Descalzos, dos comisarios
regidores controlaban el trabajo del guardián. Así, el juez de aguas y regidor,
Marqués de Montemira, presentó en el cabildo un informe del guardia de la
Alameda de Lima, Ignacio Meléndez, sobre deterioro de las alcantarillas de
las acequias del paseo de la Alameda para su reparación.
40
El barrio de San
Lázaro, ubicado en el otro lado del río, tenía su propia red de distribución de
agua potable, acequias e incluso pozos.
En la zona de San Lázaro se construyeron hermosas casas de campo, la
de Micaela Villegas y la conocida como la Quinta Presa. Todo esto hacía de
Lima una ciudad jardín. Sus vecinos, que habían comprado pajas de agua, la
pidieron desde el 14 de mayo de 1619.
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
39
Libros de cabildo de Lima, Libro Vigésimo Tercero, Años 1634-1639 (1 de septiembre de 1536), pp.
377-379.
40
AGN, Cabildo. Ornato de la ciudad. CA-GC 4, legajo caja 29, exp. 23, folios 15, 10/12/1785.
296
Revista del Archivo General de la Nación
a) Las acequias
Algunos vecinos rechazaron acequias que penetraban en las casas llevando
consigo la peste y el mal olor. La limpieza de las acequias era responsabilidad
de cada vecino para que uyera con mayor facilidad, pero no todos lo asumían.
En el Archivo General de la Nación del Perú se ha encontrado la queja de
una famosa vecina sobre el desborde de unas acequias que perjudicaba su
propiedad en el arrabal de San Lázaro. Fue el caso de Micaela Villegas,
dueña de la casa y molino que estaba cerca a la alameda, quien denunció a
sus vecinos por el mal estado de sus acequias que provocaban desbordes y
afectaban sus propiedades. Pidió que abriesen un nuevo conducto a n de
evitar los habituales aniegos.
41
Micaela de Villegas se quejó al juez de aguas,
Andrés de Sandoval y Rosas, de que su casa-molino que estaba en la esquina
de la alameda era perjudicada por una acequia que la atravesaba e iba hacia
los corrales de San Lázaro. Esta acequia creaba perjuicios por los aniegos a
que estaba expuesta toda la casa. La acequia en cuestión no tenía muros y
no la limpiaban los vecinos cuyas casas estaban antes que la de Villegas, por
lo que el agua que entraba estaba sucia, humedecía las paredes y provocaba
derrumbes. Micaela Villegas indicó: “deseosa de evitar esos (problemas) hice
41
AGN, Cabildo. Juzgado privativo de aguas. CA-JA1, caja 213, doc 80, folios 6. 1786. Autos seguidos
por doña Micaela Villegas dueña de la casa y molino que llaman de la alameda en la ciudad de Lima
contra los interesados en el agua de una acequia que pasa por dentro de su nca, para que abran nuevo
conducto a n de evitar los aniegos que sufre.
Foto 2: Jardín interior de la Quinta Presa
297
abrir una zanja por donde se condujese dicha agua no obstante de que no
me pertenecía a mi esta operación pues los caños acueductos y acequias que
pasan por un fundo deben hacerse a costa de los dueños de los que resultan
beneciados sin irrogarle al predio siguiente ningún perjuicio; pero no basto
esta mi preocupación porque me regaron la zanja los vecinos e hicieron correr
las aguas por la débil y escasa madre…” (que tenía la acequia).
La Perricholi, amante del virrey Amat y Juniet, se quejaba de que los
vecinos en cuyas propiedades pasaba la acequia, no la limpiaban. Ella sugirió
al juez de aguas que no corriese el agua que alimentaba a esta acequia, se
tapase la entrada a la fuente de alimentación, y se hiciese una zanja para su
curso, de modo que no pudiese causar daño, y que una vez terminada la obra
se abriese la entrada del agua y se cerrase cada vez que se tuviese que limpiar.
El juez de aguas ordenó al guardián y administrador de la acequia principal
de los valles de Piedra Lisa, Amancaes y Barrio Nuevo, el maestro de obras
y alarife Gerardo Moreira, perito nombrado para esta diligencia, reconocer
el daño denunciado por Villegas. Inspeccionó la acequia respectiva desde la
toma que circulaba subterráneamente, pero por la huerta de Villegas salía el
agua e inundaba todo el terreno y nca del molino. El perito aconsejó que se
formase la acequia poco más arriba de donde se hallaba, abriéndose nuevo
cauce pegado a la cerca de la huerta vecina, aprovechándose por algunas
partes de la antigua acequia que entraba allí, de suerte que su borde quedase
libre de la cerca en la distancia de dos varas para fuera, a n de que por ningún
motivo pudiese perjudicar la corriente de las aguas a aquella cerca ni menos
a ningún vecino. El agua de la acequia debía circular subterráneamente dos
varas y de ancho poco más de una. Los aniegos constantes que se producían
en la antigua acequia se daban por hallarse situada en paraje superior a las
tierras mismas, además porque no tenía caja de agua donde almacenarla para
desde ahí dividirla hacia los vecinos. Ante esta situación, en 1786 al aumentar
el caudal del río, esta acequia se salía de su cauce.
El técnico conrmó el aniego que en el interior de la casa huerta del molino
de la Alameda se había producido por el desborde de una acequia. Aconsejó
que para evitar los aniegos se limpiase el cauce de esta acequia, quitando el
agua para poder hacerlo. Este corte de agua de la acequia fue noticado a
todos los interesados que tenían propiedades situadas en el barrio de Malambo
(lo que hoy corresponde a la cuarta, quinta y sexta cuadras de la avenida
Francisco Pizarro) en el arrabal de San Lázaro: al dueño de la huerta situada
cerca a la plazuela de las Cabezas, a las dueñas de la huerta del convento de la
Merced, al carpintero, Ancieta y a otros más.
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
298
Revista del Archivo General de la Nación
Fotos 3 y 4: Las acequias alcantarillas que rodeaban la casa denominada Quinta Presa.
299
b) Limpieza
La limpieza de la Alameda era asumida por los vecinos y tiendas del lugar
que pagaban, hasta 1783, una cuota para esta actividad. En el mencionado
año, los dueños de cafeterías, mesas de truco y billares se hicieron cargo de
la limpieza y riego de la alameda. De esta manera se ahorraban el pago de
sus cuotas semanales para el sueldo del vigilante.
42
Un problema era el mal
estado en que estaba el empedrado de las calles en San Lázaro que empeoró
a comienzos del siglo XIX y no se realizaba por falta de fondos públicos.
43
En San Lázaro había muchos muladares. El teniente de policía, José María
Egaña, asumió estos problemas y trató de darles solución a través de obras
públicas de limpieza, reparaciones, prohibiciones de depósito de trastos en las
murallas y ordenando la quema de ropas y trastos pertenecientes a difuntos
y muertos por alguna enfermedad contagiosa.
44
Además, mandó la limpieza
de los arbustos colindantes a las acequias. Persiguió y controló la presencia
de vagos y viciosos en Lima, incluso prohibió el juego a vagos y esclavos
en las casas, en las calles y en las pulperías para evitar sus secuelas (robos,
alborotos y prostitución). Buscó la reducción de precios con los asentistas que
limpiaban la ciudad, logrando la rebaja de la mitad o la tercera parte del precio
de su tasación.
El río Rímac servía como botadero de muladares en las zonas del Pedregal,
Malambo, en los tajamares y en la zona cerca al puente de San Lázaro. Ante
esta situación, el virrey y el cabildo exigieron a los vecinos pagar la recogida
de la basura, al acusarles de ensuciar el río. El cabildo impuso que cada vecino
pagara una derrama a los alcaldes de barrio. Los vecinos pidieron al teniente de
policía, Egaña, que interceda para evitar que los vecinos asumieran este pago,
alegando pobreza y no culpabilidad, pero Egaña no lo pudo hacer porque sabía
que la basura la generaban los vecinos.
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
42
AGN, Cabildo. Ornato de la ciudad. CA-GC 4, legajo caja 29, exp. 13, folios 7, 21/02/1783.
43
AGN, CA-GC 4, legajo caja 30, exp. 62, folios 4, 15/01/1805. Sebastián de Ugarriza, tesorero admi-
nistrador de los propios y arbitrios de Lima solicita suspensión de la obra de reparación del empedrado
de las calles del barrio de San Lázaro. Por falta de fondos públicos. Visto en la audiencia pública del
cabildo de Lima.
44
AGI, Lima 708, N 43. El virrey Teodoro de la Croix lo felicitó por esta acción en 1788: “Con papel
de Vuestra Merced de treinta y uno de diciembre anterior recibí la relación general de las obras pú-
blicas de reparos y limpieza que ha impendido en el discurso del año próximo pasado manifestando
individualmente las quemas ejecutadas en las ropas y muebles infectos y habiendo visto con gusto sus
operaciones espero no doblegara Vuestra merced su celo y vigilancia a efecto de que se consigan todos
los importantes nes del aseo de esta ciudad. Dios guarde a Vuestra merced muchos años. Lima y abril
dos 1788. El caballero de Croix. Al teniente de policía Don José María de Egaña. Lima y mayo 20 de
1788.”
300
Revista del Archivo General de la Nación
Y los citados alcaldes de barrio y a sus dependientes y alguaciles
les constan por haber visto diariamente y es público y notorio en la
ciudad que el escombro que contienen dichos muladares es dimanado
de las casas principales, casa de hospedería, tambos, limpieza de la
plaza, conventos lo que se patentiza con el número tan considerable de
carretones cargados de basuras que incesantemente están pasando por
el puente descargando en los dichos muladares.
45
Además los vecinos y las autoridades ya habían llegado a un acuerdo
en una consulta pública en cuanto que los vecinos tenían que asumir su
responsabilidad y la paga. Así, las casas grandes, callejones, pulperías, tambos,
tiendas de mercancía, alojerías, boticas y cofradías les correspondía pagar
cuatro pesos, a las casitas veinte reales, las tiendas de artesanos doce reales y
a las habitaciones de vecinos sin ocios seis reales, quedando libres los que
probasen ser verdaderamente insolventes. Los vecinos aceptaron y rmaron
un documento.
46
Sin embargo, algunos de los que vivían en las márgenes del
río y que estaban comprendido en la cuota a pagar, declaraban no generar
muladares pues tenían sus miradores y ventanas al lado del río por donde
con facilidad podían tirar las basuras a la corriente. No tenían entonces que
mandarlos a los muladares que estaban a dos o tres cuadras.
Así, la cofradía de la Candelaria fundada por el convento de San Francisco
tenía una nca entre los barrios de Malambo y la Quinta Presa que servía para
el culto de la imagen. En el tránsito a esta nca, los vecinos de aquellas zonas
habían hecho un muladar de la basura que arrojaban en él que llegaba hasta el
techo con peligro de que cediera y derrumbara por el sobre peso de la gente y
los animales que transitaban sobre él.
47
El muladar del callejón de la Presa fue ordenado transportar al río y los
vecinos inmediatos asumirían los gastos, 226 pesos. Los vecinos se resistieron
45
AGN, Signatura CA-GC 4. Legajo caja 29. Exp. 30. Número de folios 7. Fecha 06/10/1787.
46
Ibídem. Los maestros de obras y alarifes Martin Gómez, Agustín Inclán Añazgo y José Nieves tasaron
los muladares que había en los cuatro barrios en conicto. La cantidad ascendió a a4.529 pesos y 4
reales. El tajamar importaba 3.314 pesos. Los vecinos de aquel barrio ante el regidor alegaron a su
favor cuanto consideraron oportuno para libertarse de la prorrata que se iba a echar lo que le obligó
a pasar una consulta al señor superintendente general de real hacienda en la que propuso los medios
para evitar este gravamen a los vecinos a los que precediendo informe del señor regidor juez de aguas
aprobó su señoría en su superior decreto de 15 de febrero, ordenando se acordase con el teniente de
policía, Egaña, para la ejecución de ellos y viendo que el principal de estos que era la asistencia de los
presos no se podía hacer por estar ocupados en la obra de la cárcel, determinaron buscar otros arbitrios
que fueran menos sensibles a aquel vecindario.
47
AGN. CA-GC 4, legajo caja 30, exp. 79, folios 4, 04/06/1810. Asencio Aguirre, indio, mayordomo de
la cofradía de Nuestra Señora de la Candelaria, fundada en el convento de San Francisco, sobre lim-
pieza de un muladar entre la calle de Malambo y callejón de Presa, donde su cofradía posee una nca.
Ante Joaquín Manuel Cobo, regidor comisionado de la policía. Procedente de Superior gobierno.
301
a hacerlo. En la calle de Malambo en San Lázaro (la cuarta, quinta y sexta
cuadras de la avenida Francisco Pizarro) había cuatro muladares que el
cabildo mandó eliminar, cercar o vender para quitar esos sitios al vecindario
en agosto de 1810. De esta manera, el cabildo ordenaba que los muladares
fuesen eliminados a costa de los vecinos.
c) La alameda y los paseos de los tajamares en el siglo XVIII
La vida limeña gravitó en torno al río Rímac. La prueba de lo anteriormente
indicado sería la intensa relación que se produjo en el siglo XVIII entre el
casco antiguo y el barrio que estaba al otro lado del río, San Lázaro, conectado
por un puente de piedra y por algunos otros colgantes de soga y tablas. Un eje
de crecimiento que, unido al casco antiguo central de Lima, formaba un solo
bloque con San Lázaro y Acho pese a estar separados por el río Rímac.
Entre la barranca del río y los tajamares, en el lado de San Lázaro quedó
un espacio de terreno desde donde se arrojaban desmontes y estiércol, que se
convirtió en un extenso muladar. En 1739, durante el gobierno del virrey José
Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, marqués de Villagarcía, se utilizó
aquella extensión de terreno para formar un paseo que sirviera de ornato a la
ciudad, llamándose desde entonces Alameda del Tajamar o de Las Cabezas.
Este paseo partía del matadero de reses y llegaba hasta las inmediaciones del
Puente de Piedra y de la antigua calle Camaroneros (una parte de ellas queda
en la intersección avenida Tacna y Panamericana Norte), que conducía a la
Iglesia de Las Cabezas (actual jirón Espinosa, esquina con jirón Virú nº 479,
cerca a la prolongación Tacna).
48
Esta alameda estaba anqueada por dos
hileras de árboles.
El virrey ilustrado Manuel de Amat embelleció el paseo público de la
Alameda, arreglando las fuentes y propiciando el crecimiento de los árboles,
pues “el verdor ofrece diversión y complacencia.” Añadiendo en sus memorias:
Estos lugares en todas las ciudades políticas se mantienen para desahogo
de los ánimos en aquellos tiempos que se conceden al descanso y así,
al instante procure remediar el desorden que se notaba, poniendo
corrientes sus pilas, replantando árboles y formando asientos y calles
para la gente vulgar, a n de que no se atropellasen con los muchos
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
48
De esta manera, el río fue sometido y canalizado abasteciendo de agua y fuerza motriz a la ciudad Po-
rras Barrenechea, Pequeña Antología de Lima (1535-1935) Madrid [Imp. de G. Sáez] 1935, p. 22. “El
río humilde y sinuoso se arrastra repitiendo una queja que habrá de convertirse en rugido en algunos de
los periódicos desbordes de su cauce.”
302
Revista del Archivo General de la Nación
coches y calesas que concurren los días festivos, principalmente en los
primeros días del año, con ocasión de pasar el Virrey con los alcaldes
ordinarios según costumbre establecida. Me pareció extender el Paseo
de Aguas cuya máquina a imitación de la que hay en Roma.
49
En el siglo XVIII la Antigua Alameda se convirtió en un paseo anexo al
paseo de Amancaes, al cerro San Cristóbal y al nuevo paseo construido, la
Alameda del Tajamar, que terminaba en los baños de Piedra Lisa.
50
Según el Mercurio Peruano, en 1791 San Lázaro tenía 207 casas con puertas
que daban a la calle y 4 callejones con 53 cuartos habitables.
51
Un conjunto
de obras de esparcimiento público y casas campestres en el barrio dieron
como resultado un mayor dinamismo y crecimiento. Estos nuevos ámbitos
incorporados a la parte antigua permitieron un proceso de revitalización a
partir de actividades recreativas.
A comienzos del siglo XIX, los viajeros Bachelier, Shillibeer y Stevenson
nos indican sus impresiones de la Antigua Alameda. Se llegaba a ella cruzando
desde Lima el puente de Piedra y continuando a lo largo de la calle, dejaban
atrás la iglesia de San Lázaro, hasta ingresar a un paseo sombreado con
arboledas de naranjos que era la Alameda donde mucha gente distinguida se
paseaba con sus “carrozas en las tardes. La Alameda estaba llena de esclavos
que vendían todo tipo de cosas y otros pagados para regar el paseo y echar
bastante agua para que el polvo no incomodará a los que paseaban.”
52
Según el viajero Stevenson, a comienzos del siglo XIX la antigua alameda
tenía alrededor de media milla de largo, con una doble hilera de sauces y
naranjos a cada lado, que daban sombra a la vereda que tenía bancas de piedra
y una vía de carruajes en el centro.
49
Vicente Rodríguez Casado, Vicente y Florentino Pérez Embid, Memoria de Gobierno de Manuel de
Amat y Junyent. Virrey del Perú. 1761- 1776, Sevilla: Escuela de Altos Estudios Hispanoamericanos,
1946, pp.169-170.
50
Lima no conoció baños públicos en el XVI, pues los españoles llegaron con la idea que el agua abría los
poros del cuerpo y permitía el ingreso de enfermedades, idea que se fue transformando con el cambio
de mentalidad y el progreso de la medicina, de modo que a nales del siglo XVIII se abrió en Lima el
baño público de Piedra Lisa que estaba al nal del paseo de los tajamares en San Lázaro a los pies del
cerro de San Cristóbal y utilizaba las aguas del Rímac. Asimismo ya eran populares los baños en el mar
en los balnearios de Chorrillos y Miraores.
51
Mercurio Peruano, V 1, 1791, f. 96, Lima: Edición Facsimilar, Biblioteca Nacional del Perú, 1964-
1966. La Pampa de Lara, el Jirón de los Naranjos, el que va a la Alameda de los Descalzos, parte de
la venturosa, son todas fábricas de nuestros días.
52
Le sieur Bachelier, 1935. “Lima en 1709”, en Pequeña antología de Lima. Madrid: Imprenta de Galo
Sáez, p.210.
303
La Alameda tenía tres fuentes en la vía de los carruajes y una bella
visión del convento y la iglesia de San Diego, en el extremo norte, que
tiene un beaterio y casa de reclusión femenina llamada el Patrocinio,
con una bonita capilla a un lado y al otro lado el pequeño convento
de la Recoleta de los agonizantes. A un lado de esta alameda, el virrey
Amat ha construido un largo reservorio o fuente poco profunda con
algunos hermosos y elevados arcos así como un pórtico de estilo griego
a un extremo. Las bombas necesarias fueron instaladas para proveer de
agua a la parte superior del arco central, desde el cual debía caer dentro
de la fuente, formando la más hermosa cascada, pero esta obra quedo
inconclusa y como un virrey muy raramente continuaba la obra de sus
predecesores, este trabajo, así como la ruta al callao empezada por el
virrey O’Higgins permanece sin terminar.
53
De la Alameda Vieja se subía a las primeras estribaciones andinas en
las lomas de Amancaes durante la primavera para recoger la or amarilla
característica de esta zona, donde se organizaban paseos campestres y bailes y
donde había muchos puestos de comida y vendedores ambulantes de refrescos,
tamales y dulces.
Después de pasar la alameda, entramos a un camino angosto, serpenteante
y arenoso, circundando a ambos lados por altos muros de barro y
completamente lleno de carruajes o jinetes y gente a pie... personas de
toda clase social… de todo matiz y color… Al cubrir dos millas nos
encontramos cerca de los recios y desnudos cerros que rodean Lima
por el Norte y Este, e inmediatamente enfrente de un barranco a una
distancia de media milla que terminaba en una colina muy empinada.
Toda el área era desolada como las cenizas y arenas de un volcán
excepto en el lugar del orecimiento de la or, que había reunido a
la muchedumbre, exhibía aquí y allá un toque amarillo. Esta era la
pampa de Amancaes, el lugar de nuestra visita, y sobre las escarpadas
laderas habían grupos esparcidos y también jinetes, en aparente peligro
de desnucarse, subiendo alturas que parecían solo aptas para cabras…
todas las personas estaban adornadas con Amancaes.
54
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
53
STEVENSON, William Bennet. 1973. “Memorias sobre las campañas de San Martín y Cochrane”,
en NÚÑEZ, Estuardo (comp.) Relaciones de viajeros. Colección documental de la independencia del
Perú. T. XXVIII. V. 3. Lima: Comisión Nacional del sesquicentenario de la Independencia del Perú,
p.173. SHILLIBEER, John. 1973. “Lima y Callao en 1814”, en Relaciones de viajeros, T. XXVII. V.
4. Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, p. 363.
54
STEWART, Charles Samuel. “Cartas sobre una visita al Perú en 1829”, en NÚÑEZ, Estuardo (comp.),
en Relaciones de viajeros. Colección documental de la independencia del Perú. T. XXVIII, V. 4. Lima:
Comisión Nacional del sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1973, p. 326.
304
Revista del Archivo General de la Nación
El paseo de las lomas o de los Amancaes como se le ha llamado es una
visita a los cerros situados al lado norte de Lima, en los días de San
Juan y de San Pedro. Los Amancaes, narcisos amarillos, están aún en
or, en esa época del año y las montañas lucen cubiertas de ellos. En
este tiempo del año el ganado es llevado a las haciendas a los cerros
para alimentarse, ya que tan pronto empiezan las garúas y nieblas, se
cubren de verdor. El principal entretenimiento es beber leche, comer
crustáceos y dulces. En la noche es muy interesante ver como miles de
gentes en coche, a caballo y a pies retornan a la ciudad, casi cubiertos
de narcisos de los cuales cada uno se esfuerza en recolectar la mayor
cantidad posible.
55
Cerca estaba el cerro San Cristóbal al que se subía para visitar la ermita
y la cruz en su cima y para contemplar el panorama y amplio paisaje de la
ciudad, los valles, el mar y el Callao.
Desde allí se goza de una linda vista de Lima. Las cúpulas y torres
se ven rodeadas de verde follaje, mientras toda la ciudad está casi
encerrada por los poderosos Andes. En el tope del cerro San Cristóbal
hay una cruz, donde logramos una vista a vuelo de pájaro de la capital,
el océano… la perspectiva amplia nos recompensó del esfuerzo para
llegar a la cumbre porque el país se extendía como un mapa delante de
nosotros.
56
Otro paseo era el que unía la Vieja con la Nueva Alameda, pasando por el
paseo de Aguas al camino que iba a lo largo de los tajamares a los pies del
cerro San Cristóbal y a la vera del río Rímac bajo la sombra de los sauces que
terminaban en los baños de Piedra Lisa.
La Nueva Alameda que tiene una doble hilera sauces, hay un camino
para coches dentro de ellas y aceras a cada lado con dos hileras de
asientos construidos de ladrillos que alcanzan alrededor de una milla
de distancia a lo largo de la orilla del río, habiendo unos baños de agua
fría muy cómodos al nal, formados por una hermosa fuente de agua
limpia. Una poza grande esta tapiada circularmente con una cubierta
de viñas sobre el techo enrejado. Hay también veinte pequeños pozos
55
STEVENSON, Op. cit., p.175. RADIGUET, Max. Lima y la sociedad peruana. Lima: Biblioteca Na-
cional del Perú, 1971, p. 72. “Esta or es a la que denominan Amancaes, ha dado su nombre a la esta.
La turba se traslada para cogerla, hacia un punto de la montaña en que de ordinario crece en gran
abundancia. Para llegar a ella hay que atravesar una llanura cubierta de tiendas y de ranchos.”
56
PROCTOR, Roberto. “El Perú entre 1823 y 1824”, Relaciones de viajeros, T. XXVII. V. 2. Lima:
Comisión Nacional del Sesquicentenario de la independencia del Perú, 1971, p. 295.
305
privados, a los cuales acuden un gran número de personas durante el
verano. El agua después de abastecer los baños es empleada en mover
molinos de maíz, luego en la irrigación de diversos jardines.
57
A estos paseos públicos de la zona de San Lázaro concurrían gran número
de habitantes los domingos y días festivos, sobre todo en las tardes, de forma
tal que según el inglés Stevenson no menos de trescientos carruajes solían
contarse algunas veces. El rico comerciante paseaba en su calesa tirada por
una mula, el noble con su coche por dos mulas, el título de Castilla en uno de
cuatro y, nalmente, el arzobispo y el virrey en coches de seis caballos.
Al otro lado del río en San Lázaro, había muchas huertas. Por ejemplo, la
de la Buenamuerte, propiedad del Convento del mismo nombre ubicado en
el camino que iba a Amancaes. Tenía, según inventario,5.130 árboles. Otra
huerta era Tobilla en la calle Malambo con 4.042 árboles que se arrendaba a
un valor de 620 pesos al año.
58
Breve descripción de la sanidad colonial en la otra orilla del río Rímac. El caso del arrabal de San Lázaro
57
STEVENSON, Op. cit., p.173.
58
AGN, Protocolo 174. Notario: Miguel Antonio Arana, fol. 184.
Foto 5: Molino de la Quinta Presa.
306
Revista del Archivo General de la Nación
Conclusiones
Lima era una ciudad que trataba de abastecerse a sí misma de todo lo que
necesitara su población y otras partes del virreinato, por lo que se desarrollaron
actividades económicas contaminantes en diferentes puntos de la ciudad. La
mayoría de estas actividades dominaba el paisaje urbano y estaba concentrada
a lo largo del río Rímac para la fácil evacuación de los residuos y basuras. Las
consecuencias fueron la generación de residuos líquidos, sólidos y gaseosos
que contaminaban diferentes partes de la ciudad.
En el XVI las actividades comerciales y artesanales contaminantes se
ubicaron cerca a la Plaza Mayor y a los solares de los vecinos notables. Pero
a comienzos del siglo XVII las autoridades fueron conscientes del peligro
de esta situación, empezando una temprana zonicación. Al respecto, las
actividades económicas enemigas de la salubridad eran los quemaderos,
mataderos, rastros, carnicerías, herrerías, curtidurías, tenerías y tintorerías
porque contaminaban el aire con los humos y el agua con residuos orgánicos
y químicos. Una parte de estas actividades fue trasladada al barrio de San
Lázaro, colindante al río Rímac, a comienzos de esta misma centuria. En aquel
entonces se creía que un obstáculo geográco como el río era suciente para
contener pestes y propagaciones miasmáticas a la ciudad.
De esta manera, el cabildo inició una reorganización racional de su espacio,
después de identicar los desagües letales para la vida, producidos por las
tenerías, tintorerías, las pestes que traían los barcos negreros, los muladares
ilegales, las acequias desbordadas, el polvo que impregnaba el aire de suciedad
y los miasmas de la descomposición abierta de la materia orgánica.
Sin embargo, paulatinamente a partir de la construcción del puente de
piedra y la Alameda de los Descalzos por iniciativa del virrey Montesclaros,
San Lázaro se fue convirtiendo en un área de esparcimiento no solo de la
élite sino también del pueblo. De esta manera, en el arrabal de San Lázaro se
construyó el primer paseo de la ciudad, la Alameda de los Descalzos, que se
unió al camino de las lomas de Amancaes y al cerro San Cristóbal para facilitar
la visita a su ermita. Más tarde estas áreas verdes serían anexadas al circuito
comprendido por el Paseo de Aguas, la Alameda de Acho y el Tajamar, que
terminaba en los baños de aguas frías de Piedra Lisa.
Finalmente, el arrabal de San Lázaro cumplió dos funciones antagónicas
entre sí, la primera, como lugar donde se desarrollaban las actividades
más contaminantes, y la segunda, de esparcimiento, donde se gozaba de la
naturaleza a través de las primeras vertientes de la cordillera andina y por un
circuito de alamedas que se fueron construyendo paulatinamente.
307
En San Lázaro se concentraron los indios camaroneros, los esclavos recién
llegados, los libertos artesanos, diversas actividades económicas, pero también
las casas solariegas de la élite, hermosas casas de campo, como la de Micaela
Villegas y la conocida como la Quinta Presa.
Referencias
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2002 El urbanismo de Sevilla durante el reinado de Felipe II. Sevilla:
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ARÍZAGA BOLUMBURU, Beatriz
1998 “El agua en la documentación urbana del noreste peninsular”, en El
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su estudio. Valladolid: Universidad de Valladolid. Secretariado de
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de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, Año XXXVIII,
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BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
1964-1966 Mercurio Peruano, V 1, 1791, Lima: Edición Facsimilar.
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