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Juan José Brito Ramos Josefa Montes, la última esclava del Congo
Revista del Archivo General de la Nación N° 32
2017, 15-45
correspondían a la realidad. Lo anterior en parte debe ser cierto, pero no se puede generalizar. La
lengua, además del origen geográco, debió ser un factor de reconocimiento y de identicación
entre los esclavos que llegaban a nuestras costas. De esta manera, más la posibilidad que tenían
de organizarse en cofradías, podían reconstruir su identidad étnica. Esto es lo que plantea también
Maribel Arrelucea, reriéndose a las cofradías de africanos (Arrelucea, 2009, p. 151).
En 1791, José Rossi y Rubí (de seudónimo Hesperióphylo) escribía en el Mercurio
Peruano que eran diez las castas principales de negros en el Perú: Terranovos, Lucumés, Man-
dingas, Cambundas, Carabalíes, Cangaes, Chalas, Huarochiríes, Congos y Mirangas. Reconocía
que no todos correspondían al país originario de cada casta; por ejemplo, Huarochiríes, que
consideraba nombre arbitrario y Terranovos, que atribuía al lugar de su primer desembarco
(Hesperióphylo, 1964 [1791], p. 115).
Entre los investigadores contemporáneos, Raúl Adanaqué nos ofrece una lista amplia
de castas, etnias o “naciones” africanas presentes en el Perú para el siglo xViii: Angola, Apo-
jo, Arara (Arada), Bamberos, Banguela, Balanta, Biafara, Biojo, Bomba, Bran, Briche, Briche
Musanga, Campo, Cambunda, Canga, Cancán, Caramantí (Caramantín), Caravalí, Cabo Ver-
de, Concolí, Congo, Congo Luango, Congo Mondongo, Congo Natural, Cuacu, Cumbi, Cha-
la, Chinchin, Folupo, Guarangui, Huarochirís (denominación arbitraria), Juerana, Lambergue,
Luango, Lucumí, Macosso, Malgache, Mandinga, Mangu, Manguibi, Mina, Mossanga, Mon-
dongo, Mozambique, Mumui, Nalu, Ñaque, Obroban, Popo, Río, Santomé, Sosso, Tamba, Te-
rranova, Yolofo (Jolofo) (Adanaqué, 2001, pp. 29-30).
El brasileño Gomes Neto (2004) arma que el término “nación” no fue acuñado por
los tracantes de esclavos o los propietarios, sino por los propios esclavos para designarse a
sí mismos como integrantes de una determinada etnia, para lo cual emplearon una palabra del
kimbundu, una rama del grupo de lenguas bantúes: Kné, que equivale a “nación”.
De esta diversidad de etnias o “naciones” nombradas líneas arriba, nos interesa para
este trabajo el caso de los Congos Naturales, o Angunga, pues a ellos pertenecía la esclava Jo-
sefa Montes, quien siempre reclamó su origen africano y, particularmente, Congo. El estudioso
argentino Néstor Ortiz Oderigo, dene así a los Angunga, presentes también en su país:
Angunga, Ngunga
De origen angoleño, los negros angungas recibieron la denominación indicada porque poseían,
en la capital del pueblo en que residían, una campana —angunga en uno de los idiomas ban-
túes—. En Cuba, Fernando Ortiz, en su obra rotulada Los negros esclavos (La Habana, 1916)
asevera que se llamaban, también, “congos reales”, según le informó un anciano negro que había
sido esclavo.
Entre nosotros, a los angungas también se los conoció con el nombre de “congos angungas”.
Martín L. Boneo (1829-1915) pintó escenas de un candombe o de una semba de esta “nación”, en
un cuadro existente en el Museo Histórico Nacional, de Buenos Aires (Ortiz, 1984, pp. 99-100).