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Juan José Brito Ramos Josefa Montes, la última esclava del Congo
Revista del Archivo General de la Nación N° 32
2017, 15-45
Josefa Montes, la última esclava del Congo
Juan José Brito ramos
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
jjbritoramos@gmail.com
Resumen
Este artículo nos muestra la trayectoria vital de Josefa Montes, esclava africana del Congo,
quien llegó al Perú en 1805, traída en el buque Bretaña, como parte de un grupo de 206 escla-
vos bozales embarcados en Valparaíso para su venta en Lima. El juicio que lleva adelante para
reivindicar la propiedad del antiguo local de la Cofradía de los Congos Naturales o Angunga en
Lima, en 1873, nos sirve de punto de partida para reconstruir la vida de la esclava Josefa Mon-
tes a través de documentos del Tribunal del Consulado y protocolos notariales albergados en el
Archivo General de la Nación, así como partidas y otros documentos del Archivo Arzobispal de
Lima y del Archivo de la Sociedad de Benecencia de Lima.
Palabras clave: esclavitud, cofradías, nación, etnia, Lima, Congo.
Josefa Montes, the last slave of the Congo
Abstract
This article shows the trajectory of Josefa Montes, the African Kongo slave, who arrived to Peru
in 1805, brought in the ship “Bretaña”, as part of a group of 206 newcomers slaves embarked in
Valparaiso for their sale in Lima.
The trial to claim ownership of the former premises of the Confraternity of the Natural
Kongos or Angunga in Lima in 1873 serves as a starting point to rebuild the life of the slave
Josefa Montes through documents of the Consulate Court and notarial protocols housed in The
General Archive of the Nation, as well as records and other documents from the Archiepiscopal’
Archives of Lima and the Archive of the Lima’s Charity of Board.
Keywords: slavery, brotherhoods, nation, ethnicity, Lima, Kongo.
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Introducción
A nes de 1872, Josefa Montes, antigua esclava africana, celebró un convenio con el coronel Car-
los Montes, por medio del cual la primera quería obtener los títulos supletorios, o propiedad abso-
luta, sobre una nca ubicada en la Plazuela de Guadalupe, en Lima, comprada originalmente —en
el año 1834— para servir de local a la cofradía de los Congos Naturales. Como Josefa era analfa-
beta y no poseía mayores recursos para hacer los trámites legales, otorgó poder al coronel Montes
para que se hiciese cargo de los mismos; a cambio, Josefa le ofreció la mitad de la propiedad.
Josefa Montes era, para dicha fecha, la última sobreviviente de los antiguos esclavos
Congos en Lima. Y, según su manifestación, poseía el local de la Cofradía de los Congos por
más de treinta años.
la esclavitud en el perú a inicios del siglo xix
La conquista española y la esclavitud africana llegaron al Perú de la mano. Ya desem-
barcados en el territorio del Tahuantinsuyo, los españoles contaban con el apoyo de una fuerza
auxiliar de esclavos africanos. Y se arma que el único muerto en las las españolas el día de la
captura de Atahualpa, en 1532, fue un negro esclavo. Sin embargo, la esclavitud en el Perú tiene
particularidades que la diferencian de otras zonas como Cuba o Brasil, por citar dos ejemplos.
En la mayor de las Antillas, así como en el gigante sudamericano, la economía estuvo basada
en las grandes plantaciones de caña de azúcar o tabaco, principalmente, cuyo trabajo requirió
de una intensiva utilización y explotación de la fuerza de trabajo esclava, es decir, de grandes
cantidades de esclavos africanos.
En el Perú, contábamos con una fuerte presencia de población indígena, a pesar de la
gran mortandad que siguió a la conquista hispana. En la sierra se contó con la mano de obra indí-
gena para la agricultura y la explotación minera. De tal manera, que la importación de esclavos
africanos fue en menor escala y su presencia se concentró en la costa, para el trabajo agrícola
en haciendas, chacras y huertas; la producción de las haciendas costeñas, a nes del siglo xVi,
se orientó a tres productos principales: trigo, vid y caña de azúcar (Aguirre, 2005, pp. 50-51). A
esta actividad fueron destinados gran parte de los esclavos africanos que llegaron a nuestro país.
Sin duda que el trabajo de los esclavos africanos permitió acumular gran riqueza y contribuyó
al desarrollo de la economía colonial. El mayor propietario de esclavos en el Perú fue la orden
jesuita, quien además acaparó el mayor número de haciendas, especialmente en la costa, hasta
su expulsión en 1767.
Un porcentaje importante de esclavos fue derivado hacia el trabajo doméstico en las
ciudades, especialmente en Lima. Mientras otro sector de esclavos fue destinado a trabajar
como jornaleros —en diferentes ocupaciones—, debiendo entregar una suma determinada al
propietario. Al respecto, Christine Hünefeldt plantea la tesis de que fueron los pequeños y me-
dianos propietarios, principalmente, quienes optaron por trasladarse a Lima y alquilar la fuerza
de trabajo de sus esclavos, convirtiéndose en rentistas (Hünefeldt, 1987, p. 39). El trabajar fuera
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de la casa de los amos permitió ciertos aires de libertad a los esclavos jornaleros, y posibilitó en
muchos casos que pudiesen ahorrar dinero para comprar su libertad.
Para nes del siglo xViii, la población de origen africano en Lima representó el 45% de la
población total, mientras que del total de esclavos en el virreinato peruano, el 44% se concentró en
el partido de Lima, es decir, la ciudad y sus alrededores (Arrelucea y Cosamalón, 2015, pp. 21-22).
Al comenzar el siglo xix, la esclavitud enfrentaba problemas en el escenario internacional. Ingla-
terra abolió la esclavitud en sus territorios en 1808 y comenzó a presionar a otros países europeos
como Portugal y España para que hiciesen lo mismo; en 1820 logró que España terminase con la
importación de esclavos a sus territorios. En América hispana, la invasión napoleónica a España en
1808 fue el detonante para el inicio de la guerra por la independencia. Los líderes del movimiento
independentista se declararon a favor de la abolición de la esclavitud y numerosos esclavos fueron
enrolados en los ejércitos libertadores con la promesa de manumisión. En el Perú, San Martín
decretó la libertad de vientres en 1821, es decir, todos los hijos de esclavas nacidos a partir del 28
de julio de dicho año debían ser libres. (Aguirre, 2005, pp. 160-161).
Sin embargo, la culminación exitosa de la guerra de independencia en el Perú, con Bolí-
var, no signicó el n de la esclavitud. Los terratenientes criollos presionaron de diversas formas
para que la libertad de vientres no fuese puesta en práctica. El patronato, es decir, la tutela que
debían ejercer los amos sobre los hijos de sus esclavos, nacidos teóricamente libres, fue uno de los
mecanismos que prolongó la situación de esclavitud. En resumen, los impulsores de la indepen-
dencia del Perú no cumplieron con su promesa de terminar con la esclavitud.
Pero, a pesar de todo, la situación ya no sería la misma para los esclavistas y los partida-
rios del trabajo esclavo. La participación de africanos y afrodescendientes en los ejércitos liber-
tadores, en las montoneras patriotas y aun en los grupos de bandoleros, les otorgó experiencia de
lucha y conanza en sus propias fuerzas para seguir combatiendo —de diversas formas— hasta
alcanzar el objetivo de la abolición, recién en 1854. Carlos Aguirre, con acierto, dice: “[…] la
verdadera campaña abolicionista en el Perú la dieron los esclavos y sus defensores legales, antes
que los ideólogos liberales que, tímida y tardíamente, empezaron a demandar la terminación de la
esclavitud” (Aguirre, 2005, p. 177). Ni la ampliación del horizonte temporal del patronato sobre
los libertos, ni la reapertura a la importación de esclavos de otros lugares de América, como Nueva
Granada, en la década del cuarenta del siglo xix, ni los discursos fatalistas —de los más rancios
conservadores— sobre el colapso de la agricultura en el Perú si se abolía la esclavitud, pudieron
impedir que este inhumano modo de explotación, que ya venía carcomido por dentro, por acción
de los propios esclavos, llegara a su n.
las etnias africanas existentes en nuestro país
Existe una prolongada controversia sobre el origen étnico y la procedencia geográca de
los esclavos africanos que fueron traídos a América y, en particular, al Perú. Hay quienes arman
que las distintas denominaciones con que venían los esclavos eran asignadas caprichosamente
por los tracantes negreros en los puertos de embarque. Por lo tanto, las identidades étnicas no
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correspondían a la realidad. Lo anterior en parte debe ser cierto, pero no se puede generalizar. La
lengua, además del origen geográco, debió ser un factor de reconocimiento y de identicación
entre los esclavos que llegaban a nuestras costas. De esta manera, más la posibilidad que tenían
de organizarse en cofradías, podían reconstruir su identidad étnica. Esto es lo que plantea también
Maribel Arrelucea, reriéndose a las cofradías de africanos (Arrelucea, 2009, p. 151).
En 1791, José Rossi y Rubí (de seudónimo Hesperióphylo) escribía en el Mercurio
Peruano que eran diez las castas principales de negros en el Perú: Terranovos, Lucumés, Man-
dingas, Cambundas, Carabalíes, Cangaes, Chalas, Huarochiríes, Congos y Mirangas. Reconocía
que no todos correspondían al país originario de cada casta; por ejemplo, Huarochiríes, que
consideraba nombre arbitrario y Terranovos, que atribuía al lugar de su primer desembarco
(Hesperióphylo, 1964 [1791], p. 115).
Entre los investigadores contemporáneos, Raúl Adanaqué nos ofrece una lista amplia
de castas, etnias o “naciones” africanas presentes en el Perú para el siglo xViii: Angola, Apo-
jo, Arara (Arada), Bamberos, Banguela, Balanta, Biafara, Biojo, Bomba, Bran, Briche, Briche
Musanga, Campo, Cambunda, Canga, Cancán, Caramantí (Caramantín), Caravalí, Cabo Ver-
de, Concolí, Congo, Congo Luango, Congo Mondongo, Congo Natural, Cuacu, Cumbi, Cha-
la, Chinchin, Folupo, Guarangui, Huarochirís (denominación arbitraria), Juerana, Lambergue,
Luango, Lucumí, Macosso, Malgache, Mandinga, Mangu, Manguibi, Mina, Mossanga, Mon-
dongo, Mozambique, Mumui, Nalu, Ñaque, Obroban, Popo, Río, Santomé, Sosso, Tamba, Te-
rranova, Yolofo (Jolofo) (Adanaqué, 2001, pp. 29-30).
El brasileño Gomes Neto (2004) arma que el término “nación” no fue acuñado por
los tracantes de esclavos o los propietarios, sino por los propios esclavos para designarse a
sí mismos como integrantes de una determinada etnia, para lo cual emplearon una palabra del
kimbundu, una rama del grupo de lenguas bantúes: Kné, que equivale a “nación”.
De esta diversidad de etnias o “naciones” nombradas líneas arriba, nos interesa para
este trabajo el caso de los Congos Naturales, o Angunga, pues a ellos pertenecía la esclava Jo-
sefa Montes, quien siempre reclamó su origen africano y, particularmente, Congo. El estudioso
argentino Néstor Ortiz Oderigo, dene así a los Angunga, presentes también en su país:
Angunga, Ngunga
De origen angoleño, los negros angungas recibieron la denominación indicada porque poseían,
en la capital del pueblo en que residían, una campana angunga en uno de los idiomas ban-
túes—. En Cuba, Fernando Ortiz, en su obra rotulada Los negros esclavos (La Habana, 1916)
asevera que se llamaban, también, “congos reales”, según le informó un anciano negro que había
sido esclavo.
Entre nosotros, a los angungas también se los conoció con el nombre de “congos angungas”.
Martín L. Boneo (1829-1915) pintó escenas de un candombe o de una semba de esta “nación”, en
un cuadro existente en el Museo Histórico Nacional, de Buenos Aires (Ortiz, 1984, pp. 99-100).
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Como Ortiz Oderigo asigna un origen angoleño a los Congos Angunga, no está demás
señalar que Frederick P. Bowser considera que, para la época del tráco negrero, las zonas del
Congo y Angola —lugares de secuestro masivo de esclavos— estaban vagamente denidas.
Buscando precisar, acepta que el Congo era la región limitada al oeste por el Océano Atlántico
y al norte, sur y este por los ríos Congo, Dande y Kwango; mientras Angola era la zona entre
los ríos Dande y Longa, que se extendía por centenares de kilómetros hacia el interior (Bowser,
1977, p. 63). José Antonio del Busto, por su parte, señala que los Congos procedían del río
Ubangui (auente del río Congo) y hablaban la lengua kikongo, mientras los angolas hablaban
el kimbundo, ambas lenguas de origen bantú (Del Busto, 2001, p. 29).
las cofradías de negros en lima
Con la llegada de los esclavos africanos al Perú, en los primeros tiempos de la conquis-
ta, surgió también la preocupación de la Iglesia por lograr su cristianización, en tanto este hecho
permitía un mejor control ideológico de la población esclava. Una de las herramientas que uti-
lizaron para el efecto fue el permitirles organizar cofradías, bajo el control del clero. Que tuvo
éxito la tarea lo demuestra el hecho de fundarse diez cofradías de negros durante el siglo xVi en
Lima, para pasar a cuarenta hacia la cuarta década del siglo xVii. Aunque también es cierto que
las autoridades coloniales, seculares y eclesiásticas, siempre recelaron de las posibilidades que
tenían los esclavos de manejar su economía, reunirse —no siempre para nes religiosos— y
establecer lazos entre ellos (Vega, 2001, pp. 114-118).
Sin duda, los esclavos africanos aprovecharon la oportunidad que se les dio de organi-
zarse en cofradías. La lengua materna, además del origen geográco, debió ser el primer paso
para reunirse por etnias o “naciones”. “Cada casta tenía su cofradía, la cual estaba controlada
por dos Caporales mayores elegidos por el grupo de ‘veinticuatros’, una especie de comité di-
rectivo de la cofradía” (Aguirre, 2005, p. 110).
La posibilidad de encontrarse en determinados días, expresarse con su música, cantos
y danzas (burlando el control de las autoridades), elegir a sus reyes y reinas, practicar solida-
ridad entre ellos, así como participar de los ritos fúnebres para sus cofrades, debió signicar
mucho para quienes estaban en el escalón más bajo de la sociedad colonial. Pero, al mismo
tiempo que las cofradías les permitían reunirse, la división entre etnias producía conictos entre
la población de origen africano. Por un lado, las diversas cofradías competían entre sí por su
participación en las ceremonias religiosas, por la preeminencia en el orden de las procesiones.
Por otro lado, eran reales las divisiones entre negros esclavos y libres, entre criollos y bozales,
o entre negros y mulatos (en proceso de “blanqueamiento”). Como señala Maribel Arrelucea:
“Los africanos y afrodescendientes conformaron una comunidad solidaria y enfrentada al mis-
mo tiempo” (Arrelucea, 2016, p. 95). Por cierto, esta división era grata al régimen colonial, que
siempre temió una gran rebelión de esclavos. Para el siglo xViii, las cofradías de africanos en
Lima sumaban dieciséis.
Cada una poseía su local, propio o alquilado, en un huerto o platanal cerca del río. Allí tenían
sus salas pintadas con escenas de sus viejas guerras tribales o con los retratos de sus antiguos
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reyes. En estos locales era que celebraban sus sesiones, sus estas —el santo patrono, bodas y
bautizos— también sus velatorios.
Las sesiones podían ser los domingos. Se decía que por la mañana las iglesias convocaban a sus e-
les con campanas y por la tarde las cofradías a sus negros con tambores (Del Busto, 2001, pp. 31-32).
Sobre el nal del régimen colonial, los controles sobre las cofradías de negros debieron
relajarse, a pesar de los esfuerzos emprendidos en las décadas anteriores, a través de las refor-
mas borbónicas, por reordenar la sociedad y, especialmente, a sus castas. La propia esclavitud,
como sistema de explotación de la fuerza de trabajo de origen africano, estaba en crisis y crujía
como artefacto viejo, en gran parte debido a la propia acción de los esclavos, que —de muchas
formas— lograron “perforarla”.
Al promediar el siglo xix, y ya asentada la República, tal parece que las cofradías
de negros, en Lima, habían perdido su carácter religioso o piadoso, escapando al control de
la Iglesia. Funcionaban más como sociedades o clubes de africanos (y afrodescendientes),
orientados hacia la ayuda mutua y a preservar sus tradiciones y costumbres. En este sentido,
eran equivalentes a las sociedades africanas de Buenos Aires o de Río de Janeiro (Gomes
Neto, 2004 y Miranda Pereira, 2011).
Las cofradías de negros arrendaban o compraban locales para sus reuniones, preferen-
temente en las zonas periféricas de la ciudad de Lima (Adanaqué, 2015, pp. 46-48). Así, encon-
tramos información documental sobre locales de diversas etnias en el barrio de San Lázaro, o en
las cercanías de las portadas de Guadalupe o el Callao, especialmente para los siglos xViii y xix.
Cuando las cofradías eran numerosas, podían adquirir dos o más locales.
En el caso de las cofradías de Congos, tres son las que aparecen con más frecuencia en las
fuentes documentales: los Congos Naturales o Angungas, los Congos Luangos (o Loangos) y los
Congos Mondongos. Josefa Montes pertenecía a la Cofradía de Congos Naturales Prefecto Congo
de Angunga. Y esta cofradía, como veremos más adelante, decidió comprar —en 1834— un terre-
no para construir su local en inmediaciones de la plazuela de Guadalupe, ya cerca de la muralla.
la esclava josefa y la familia montes
El 14 de abril de 1805, llegó al Callao —procedente de Valparaíso y Huasco— la fragata Breta-
ña, capitaneada por don Francisco de Parga, conduciendo un cargamento de 206 negros bozales
de ambos sexos
1
.
La fragata (corbeta en algunos documentos) Bretaña, originalmente de bandera in-
glesa, fue capturada en las Islas Galápagos el 7 de abril de 1800 por el corsario peruano don
Domingo de Orúe, al mando de la fragata Atlántico. Junto a la Bretaña, fue capturada la fragata
1 Archivo General de la Nación (aGn). Tribunal del Consulado de Lima. Libro de Planillas de la carga que de Particu-
lares conduce a su Bordo la corveta Bretaña propia de los Señores Dn. Francisco Parga y Compañía de los Puertos de
Valparaíso y Guasco para el del Callao de Lima y al cargo de dicho Sr. Parga dio la vela del 1el 14 de marzo de 1805.
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Cástor y Pólux, también de bandera inglesa. Ambos buques ingleses realizaban caza de ballenas
y se encontraban artillados. Domingo de Orúe poseía patente de corso expedida por el Tribunal
del Consulado de Lima. La captura de estas naves se produjo en el contexto de la guerra que
enfrentó a España —aliada con Francia— contra Gran Bretaña entre 1796 y 1802
2
.
Llegado Orúe al Callao con las naves capturadas, ambas fueron declaradas buena pre-
sa y tomadas por el Tribunal del Consulado de Lima. Efectuado el inventario y tasación de la
Bretaña, se avaluó en 30 450 pesos. Posteriormente, la nave fue sacada a remate, adquiriéndola
el año 1803, don Francisco de Parga, quien había sido piloto y segundo capitán del buque Atlán-
tico, bajo las órdenes de Orúe. Parga, asociado con dos personas más, pagó 23 000 pesos por la
Bretaña y se dedicó a efectuar viajes entre el Callao y Valparaíso, conduciendo carga diversa
3
.
Uno de estos viajes fue el que trajo al Callao 206 negros bozales, consignados a don
Luis Montes y don Francisco Quiroz. El ete pagado fue de 12 pesos por cada negro, haciendo
un total de 2 472 pesos. El Libro de Planillas indica que, durante la travesía, solo perdieron a una
joven esclava que falleció a los pocos días de zarpar de Valparaíso. Como era la costumbre en
este tipo de viajes, los esclavos africanos venían asegurados con grilletes (al cuello) y esposas,
fabricados en Valparaíso, tal como lo señala el documento respectivo:
P. varias obras que se han hecho en la Erreria lo que consta de dos planillas con mas la composi-
ción de grilletes y esposas para seguridad de los negros….. 053.7½ [pesos]
4
Además, como parte de la alimentación de los africanos, la nave Bretaña embarcó 68 quintales
7 libras de galleta, según indica el mismo documento:
P. 68 qqs. 7 lb. de galleta de costa para los negros mandada hacer en dicho Puerto a 3 ps. qq.
………. 204.1½ [pesos]
5
.
El día 15 mayo de 1805, el tracante Luis de Montes —consignatario de la partida de
esclavos— vendió una esclava bozal, de unos catorce años, a su hermana doña Josefa de Montes, al
precio de 460 pesos, expidiendo la respectiva carta de venta; en esta se indica cómo la esclava llegó,
bajo partida de registro, en la fragata Bretaña
6
. Efectuada la transacción, la adolescente africana fue
llevada a la casa de la familia Montes, donde probablemente fue destinada al servicio doméstico. Se
le dio el nombre de su propietaria: Josefa.
2 aGn (1800). Tribunal del Consulado de Lima. Testimonio de los autos seguidos por Domingo Orúe, alférez de la
fragata “Orúe”, sobre el apresamiento de las fragatas inglesas “Bretaña” y “Cástor y Pólux” y la aprobación del
nuevo armamento.
3 aGn (1802). Tribunal del Consulado de Lima. Inventario de la Fragata Bretaña propia del Real Tribunal del Con-
sulado de Lima.
4 aGn. Tribunal del Consulado de Lima. Gastos causados en Valparaíso en la descarga y avilitacion de la corbeta
Bretaña que fondeó el 8 de Febrero del presente año y dio vela para el del Callao con escala en el Guasco en 14 de
Marzo de 1805, f. 4.
5 Ibídem, f. 5v.
La galleta marinera o náutica era cocida varias veces para eliminarle la humedad, de esta manera podía durar
muchos meses.
6 aGn (1826). Ignacio Ayllón Salazar, Protocolo 43, f. 1020.
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La familia Montes estaba conformada por don Francisco de Montes y García, natural
de Antequera (Málaga, España), y sus hijos Luis y Josefa de Montes y Muñoz, también de Má-
laga. Josefa de Montes estaba casada —desde enero de 1805— con don Pedro Antonio Sorondo
Oyarzábal, natural de Guipúzcoa, en el reino de Vizcaya. Don Francisco de Montes edicó una
casa de dos pisos en la calle Minería (llamada también de Corpa), la que estaba ubicada frente al
local del Real Tribunal de Minería (actual primera cuadra de la avenida Emancipación).
El 27 de junio de 1807, la esclava Josefa se casó en la parroquia del Sagrario con el
esclavo Juan, ambos fueron casados con el apellido Montes
7
. Quienes dieron la autorización
para el matrimonio y aseguraron la soltería de los contrayentes fueron don Francisco de Montes
como propietario del esclavo Juan, de casta Angola; y doña Josefa de Montes como propietaria
de la negra Josefa, de casta Congo
8
. Los propietarios de esclavos siempre alentaban estos matri-
monios, con nes de reproducción: a más esclavos, más capital. La esclava Josefa no los defrau-
dó, el 12 de octubre de 1808 nacía el primero de sus muchos hijos, a quien bautizó como José
9
.
El 31 de julio de 1824, mientras en el Perú se vivían momentos decisivos en la guerra
de independencia, don Francisco de Montes dictó su testamento. Declaró ser viudo de doña
Francisca Muñoz, con quien tuvo dos hijos legítimos: don Luis y doña Josefa. Declaró por sus
bienes la casa alta y baja situada en la calle de Corpa (Minería), cuyo terreno estaba gravado
por un censo de 4 000 pesos. Además era propietario de una Botica y Almacén de efectos me-
dicinales, ubicados en la calle de Lártiga (actual cuadra 4 del jirón Camaná). A la marina y al
ejército realista les había entregado 2 392 pesos y 3 reales en medicinas de su Casa Botica, en-
cargando a sus albaceas el cobro de este dinero. Asimismo, el Tribunal del Consulado le debía
1 900 pesos, al 6%, por empréstitos. Toda la plata labrada de su uso y servicio la había cedido
a su hija Josefa y esta la vendió para la manutención de la familia y para habilitar medicinas
a la Casa Botica “en atención a los atrasos, en que me hallo constituido por las circunstancias
del tiempo”, sin duda reriéndose a los duros tiempos de la guerra independentista.
A su hija doña Josefa la mejoró en el tercio de sus bienes, en mérito de sus atenciones y
por haber suplido 2 900 pesos en gastos de la familia y de la botica, así como el pago de los diver-
sos cupos de guerra que le habían impuesto. Y le dejó los altos de su casa, más la cochera grande
y el último corral. A su hijo, don Luis le dejó los bajos de su casa, reconociendo el censo de 4 000
pesos. A su yerno, don Pedro Sorondo, le dejó el remanente del quinto de sus bienes, por haber
asistido a la Casa Botica durante dieciséis años, sin salario alguno. Por albaceas nombró a sus dos
hijos y a su hijo político. Declaró por herederos universales a sus hijos Josefa y Luis
10
.
Días antes de dictar su testamento, don Francisco de Montes decidió conceder la liber-
tad a su esclavo Juan, de casta Angola, esposo de la esclava Josefa. Francisco Montes adquirió
al citado esclavo —de aproximadamente 16 años— el 29 de marzo de 1799 en 450 pesos, el
7 Archivo Arzobispal de Lima (aal). Parroquia del Sagrario, Matrimonios de indios, negros y mulatos, años 1782-
1825, f. 76v.
8 aal (1807). Pliegos Matrimoniales, nº 10.
9 aal (1804-1810). Parroquia de San Marcelo, Libro 13, Bautizos de indios, mulatos y negros, f. 97.
10 aGn (1824). Gerónimo de Villafuerte, Protocolo 1021, ff. 41v-46.
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mismo que integraba una partida que llegó de Valparaíso, a bordo del navío Santa Bárbara. Juan
recibía la libertad por los buenos servicios que había prestado a don Francisco de Montes y por
“la docilidad de su genio”. Por supuesto, solo podría gozar de su libertad luego de la muerte de
Montes
11
. Don Francisco de Montes falleció el 14 de mayo de 1825.
El 11 de agosto de 1826, doña Josefa de Montes decidió otorgar la libertad a su escla-
va Josefa y a sus ocho hijos, en premio por los buenos servicios que había prestado a ella y a
su padre por veintiún años hasta ese momento; también, porque [a los hijos de Josefa] “los he
criado y educado con toda estimación como nacidos en mi poder”. Eso sí, la libertad de estos
esclavos sería efectiva luego de la muerte de doña Josefa de Montes
12
.
En 1827, los herederos de Francisco Montes procedieron a la división y partición de
bienes. La casa de la calle Minería fue tasada en 31 939 pesos (el valor de los altos fue de 16 471
pesos y el de los bajos 15 468 pesos)
13
. Ese mismo año, los hermanos Montes y don Pedro Sorondo
rmaron un convenio mediante el cual doña Josefa de Montes quedaba como dueña absoluta de
la casa de la calle Minería, mientras su hermano don Luis quedaba como propietario de la botica
de la calle Lártiga
14
.
El 21 de mayo de 1829, doña Josefa de Montes dictó su primer testamento. Señaló ser
natural de Málaga (España), hija legítima de don Francisco de Montes y de doña Francisca Muñoz,
ambos difuntos. Estaba casada con don Pedro Antonio Sorondo, con quien no tenía hijos. Sus bie-
nes incluían la casa de la calle Minería y la mitad de la acción que su marido poseía en la hacienda
de viña “Santa Bárbara” (también llamada “Francia”), en el valle de Cóndor, en Pisco, adquirida
en sociedad por Pedro Sorondo y Luis Montes en 1812. Tenía otorgada escritura de libertad a favor
de la esclava Josefa y sus ocho hijos nacidos bajo su poder y dominio, libertad que debía hacerse
efectiva el día del fallecimiento de doña Josefa de Montes. Como albacea y tenedor de sus bienes,
así como heredero universal del remanente de sus bienes, nombró a su esposo don Pedro Antonio
Sorondo. Sin embargo, señaló en el testamento que, cuando muriesen ella y su marido, la casa de
altos y bajos de la calle Minería pasaría a ser propiedad de la esclava Josefa
15
.
El censo municipal de 1831 nos muestra a don Pedro Sorondo y su esposa doña Josefa
de Montes viviendo en el número 180 de la calle Minería, acompañados de siete esclavos, dos
adultos, identicados como Juan y Josefa Sorondo [Montes], naturales de África, registrados
con 60 y 40 años respectivamente, y cinco menores, sus hijos, nacidos en Lima. Otras personas
compartían la casa, probablemente en condición de inquilinos
16
.
El 15 de febrero de 1844, doña Josefa Montes vendió la antigua casa familiar de la calle
Minería a don José Rojas. El precio de venta fue de 17 636 pesos, incluyendo una capellanía de
11 Ibídem, ff. 40v-41.
12 aGn (1826). Ignacio Ayllón Salazar, Protocolo 43, ff. 1019v, 1020, 1021, 1021v.
13 aGn (1827). Ignacio Ayllón Salazar, Protocolo 45, ff. 1000-1011.
14 Ibídem, ff. 1336v-1341.
15 aGn (1829). Ignacio Ayllón Salazar, Protocolo 48, ff. 458v-462v.
16 arChiVo históriCo de la muniCipalidad metropolitana de lima. Censo General de Lima, año 1831, cuartel 1,
distrito 1, barrio 5, calle Minería.
24
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4 000 pesos. Para entonces, doña Josefa Montes, ya viuda, se encontraba en bancarrota, endeu-
dada y “el país en ruina”. En realidad, no recibiría dinero en efectivo por la venta de su casa,
José Rojas pagaría las deudas a los acreedores de doña Josefa Montes. Tan mala era la situación
de esta que el comprador de la casa le cedió unas habitaciones —por dieciocho meses— para
que allí viviera
17
. Sin duda, las guerras de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), la
posterior guerra con Bolivia (1841-1842) y el periodo de anarquía subsiguiente (1842-1844),
habían contribuido para el descalabro de doña Josefa de Montes.
El 3 de noviembre de 1847, doña Josefa de Montes otorgó su testamento denitivo. Ya
era viuda de don Pedro Sorondo, con quien no tuvo hijos. Señaló que su esposo no llevó bienes
al matrimonio. Raticaba la libertad que había otorgado a su esclava Josefa y a sus hijos en 1826
(para después de su muerte) y lo declaraba para dejar constancia. Era deudora de su esclava Jo-
sefa de una cantidad de pesos que debía aparecer en sus documentos. Nombró por albacea a su
esclava Josefa Montes y la nombró a ella y a sus hijos José, Manuel de la Cruz, Cirilo, Antonio,
Bartolomé, Luis y Gabriela, como sus herederos universales
18
.
Doña Josefa de Montes falleció el 20 de febrero de 1848. Su partida de defunción fue asen-
tada en la parroquia del Sagrario, mientras sus exequias se realizaron en la parroquia de los Huérfa-
nos
19
. Con la muerte de doña Josefa de Montes, la esclava Josefa y sus hijos alcanzaron la libertad.
No hemos encontrado huella documental sobre la vida de Josefa en los siguientes veinticinco años,
hasta 1872-1873 en que reaparece otorgando poder y rmando un convenio con el coronel don Car-
los Montes Mora, hijo de don Luis de Montes (quien la trajo desde Valparaíso al Callao en 1805, en
condición de esclava). Probablemente siguió frecuentando al coronel Carlos Montes —sobrino de
su antigua ama y único sobreviviente de la familia Montes—, a quien debió ver nacer en 1817 y, tal
vez, ayudó a criar. Los documentos nos indican que tanto ella como sus hijos tenían mucha conanza
en el coronel don Carlos Montes y en su esposa doña Carmen Gorriti.
el local de la cofradía de los congos naturales
El 31 de diciembre de 1834, don José María Laynes procedía a vender a la Cofradía de
Congos Naturales Prefecto Congo de Angunga un solar ubicado frente a la antigua iglesia de Guada-
lupe “todo el en pampa y sirviendo parte de el de muladar en la cuadra que va de la plazuela para la
muralla a mano derecha”. La plazuela en referencia es la de Guadalupe, que existe hasta hoy, mientras
que la iglesia de Guadalupe, el cuartel y la cárcel del mismo nombre fueron demolidos en el siglo xx.
El solar había pertenecido a doña Cipriana Delgado, antepasada de don José María
Laynes, y había sido vendido “en dos trozos” a censo redimible, en 1793, a don Diego Tolnado
(o Tornado, como también aparece escrito), quien asumió el compromiso de reedicarlo pues
había quedado arruinado por el terremoto de 1746. Sin embargo, los años pasaron y don Diego
Tolnado no pudo cumplir con efectuar la edicación, a excepción de una tienda donde vivía con
17 aGn (1844). Francisco de Paula Casós, Protocolo 147, ff. 11v-24.
18 aGn (1847). José de Fellez, Protocolo 238, ff. 600-602.
19 aal (1841-1852). Parroquia del Sagrario, Libro de Defunciones, tomo 12, f. 71v.
25
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su familia. Fallecido el señor Tolnado, su viuda doña Magdalena Baza y su hija doña Gerónima
Tolnado no estuvieron en condiciones ni siquiera de pagar la mensualidad por el principal del
censo impuesto al terreno. Decidieron entonces ponerse de acuerdo con don José María Laynes
y el 24 de diciembre de 1834 renunciaron al terreno (convertido en muladar) y se lo cedieron a
Laynes, cancelando de esta manera la deuda. Solamente se quedaron con la pequeña tienda en
que vivían
20
. Una semana después, don José María Laynes se reunió con Matías Castillo, ma-
yor; Manuel Herrera, capitán general; Pedro Orrantia, alférez real; Bartolo Real, mayordomo;
Francisco Carrillo, veinte y cuatro; y Juan Mendoza, primero veinte y cuatro; todos ellos negros
libres y dirigentes de la Cofradía de Congos Naturales Prefecto Congo de Angunga, quienes
estaban interesados en adquirir un terreno para edicar el local de su cofradía.
De acuerdo con la medición y tasación efectuada en 1793 por el maestro de obras y alarife
José Nieves, el terreno —que tenía forma irregular, más bien trapezoidal— medía “trescientas siete
varas planas cuadradas superciales” (unos 214.5 metros cuadrados) y fue avaluado, en dicho año,
en 153 pesos. En el último día del año 1834, Laynes y los dirigentes de la Cofradía de Congos Na-
turales se pusieron de acuerdo en el precio de venta: 250 pesos, de los cuales 170 fueron pagados
al contado, y los 80 restantes debían ser pagados en el plazo de un año por la cofradía. La venta fue
elevada a escritura pública ante el escribano Francisco de Paula Casós.
El 18 de abril de 1836, poco después de cumplido el plazo de un año, en anotación al
margen de la escritura, se dejó constancia del pago de los 80 pesos pendientes que los dirigentes de
la cofradía entregaron a don José María Laynes, quien “se dio por entregado y contento”
21
. Segura-
mente, para la adquisición de este terreno y posterior construcción de su local, todos los integrantes
de la Cofradía de Congos Naturales o Angunga contribuyeron con su aporte económico y su trabajo
voluntario. Al respecto, en el Mercurio Peruano, en 1791, se escribía: “Con la oblación voluntaria
de los concurrentes compran el sitio para labrar los dichos quartos, por cuyo goze no pagan mas que
un leve censo” (Hesperióphylo, 1964 [1791], p. 120).
¿Qué llevó a los miembros de la Cofradía de Congos Naturales a elegir este lugar —el
barrio de Guadalupe— para construir su local? Probablemente el precio cómodo y la facilidad para
el pago, sin duda relacionados con la situación del terreno, que había sido convertido en muladar.
Por otro lado, la zona quedaba ya en los connes de Lima, cerca de la muralla, por lo que el valor
de los terrenos debía ser menor.
Los Congos Naturales no fueron los únicos que se interesaron en los alrededores de la
plazuela de Guadalupe para construir su local. Años después, en 1861, los dirigentes de la Cofradía
de los Congos Luangos (o Loangos) compraban un terreno —colindante con el cuartel de Guada-
lupe, “en el camino que va de la calle de Guadalupe para la portada del mismo nombre”— de 300
varas cuadradas, a don Pedro Sayán, en la suma de 400 pesos, con el n de construir el local de su
cofradía. Este local iba a reemplazar al que habían vendido en la calle Barraganes (actual tercera
cuadra del jirón Virú), en el barrio de San Lázaro, en 1 300 pesos
22
.
20 aGn (1834). Francisco de Paula Casós, Protocolo 143, ff. 440v, 441.
21 Ibídem, ff. 453-457v.
22 aGn (1861). Félix Sotomayor, Protocolo 849, ff. 1883-1884v.
26
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josefa montes, última sobreviviente de los congos naturales
El 2 de diciembre de 1872, la exesclava Josefa Montes otorgó poder al coronel don
Carlos Montes para que cobrase deudas, compre, venda, arriende, hipoteque o ceda sus bienes;
pero, especialmente, para que siguiera “el expediente de expropiación que se ha promovido
sobre un terreno en Guadalupe”. Este terreno no era otro que el antiguo local de la Cofradía de
los Congos Naturales Prefecto Congo de Angunga.
El 24 de mayo de 1873, el coronel Carlos Montes, cumpliendo lo acordado con Josefa,
inició el proceso judicial destinado a conseguir los títulos supletorios de la nca de la antigua
cofradía a favor de Josefa Montes, en tanto esta era la última sobreviviente de los Congos y
había devenido en ella la propiedad del local de la cofradía, pues era la costumbre que cuando
se adquiría un local para cofradía de africanos, los condóminos eran todos los miembros de la
misma. Conforme iban falleciendo la propiedad quedaba en manos de los sobrevivientes. Al
nal, el último sobreviviente quedaba con la propiedad absoluta del local. Para comprobar la
veracidad de lo armado por Josefa Montes, su apoderado el coronel Carlos Montes solicitó la
declaración de tres testigos, los que debían responder a tres preguntas:
1ª Juren y declaren si saben y les consta que mi representada Josefa Montes es la única morena
Congo que ha sobrevivido hasta la fecha por haber muerto todos los demás morenos oriundos de
aquel lugar que contribuyeron á la compra de la expresada nca para su Cofradía.
2ª Declaren si no es cierto que en los sitios comprados para Cofradías de morenos el derecho que
correspondía á los que llegaban á morir, le acrecía á favor de los que quedaban sobreviviendo.
3ª Declaren si no es cierto que mi representada, con este título y como propietaria ha poseído di-
cha nca sin contradicción alguna por espacio de más de treinta años pagando todas las pensiones
que le correspondían.
Los testigos convocados fueron: Francisco García, José Elizalde y Francisco Alvarado.
El primer testigo en comparecer fue don José Elizalde, de 52 años de edad, natural y vecino de
Lima, soltero, de ocupación empleado. A la primera pregunta respondió que era verdad que la
única morena bozal que existía de la Cofradía de Congos era Josefa Montes. A la segunda pre-
gunta respondió que era cierto lo consignado en ella. A la tercera pregunta respondió que, por
ser vecino muy antiguo del barrio de Guadalupe, había visto los papeles de la nca en cuestión,
y conoció personalmente a los morenos que componían la Cofradía de Congos.
El segundo testigo en responder fue don Francisco Alvarado, de 66 años de edad, natural
y vecino de Lima, soltero, de ocio maestro zapatero. A la primera pregunta respondió que era
verdad que Josefa Montes era la única morena Congo que vivía en la fecha y también la única
perteneciente a la Cofradía de Congos. A la segunda pregunta respondió que todo el contenido de
la misma era cierto y le constaba porque mantuvo relación estrecha con los principales morenos
de la Cofradía de Congos, y se había criado y educado en el barrio de Guadalupe, donde seguía
viviendo. A la tercera pregunta respondió que era verdad que Josefa Montes había poseído sin inte-
27
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rrupción el local que fue de la antigua Cofradía de Congos y había pagado las pensiones inherentes
a dicho local, conociendo de esto por haberlo tratado muchas veces con Josefa.
El tercer testigo en presentarse fue don Francisco García, mayor de 60 años, natural y
vecino de Lima, casado, jefe indenido. A la primera pregunta respondió que Josefa Montes era la
única morena de la Cofradía que a la fecha existía. A la segunda pregunta respondió que era cierto lo
planteado en la misma. A la tercera pregunta respondió que era cierto porque conocía muchos años
a Josefa Montes.
El juez de la causa, el doctor don Manuel Olivares, además de aceptar la declaración
de los testigos, pidió se publicase por treinta veces avisos en el periódico con la solicitud de
Josefa Montes. Los avisos se publicaron en el diario La Sociedad. Con la declaración de tes-
tigos y los avisos publicados, el coronel don Carlos Montes solicitó al juez que otorgase los
títulos supletorios de la nca de la antigua cofradía y que se protocolizase en el registro de un
escribano público. Sin embargo, el agente scal solicitó al juez que todo lo actuado se pusiese
en conocimiento de la Sociedad de Benecencia de Lima para que esta emitiese opinión.
El abogado de Montes refutó el planteamiento del agente scal, señalando que la Bene-
cencia no tenía interés directo en esta causa, pues no se trataba del intestado de alguna persona,
ni de bienes vacos, ni de los que pertenecían a alguna cofradía religiosa, que eran los asuntos en
que podía tener interés la Benecencia.
Lo que sin duda ha alucionado [sic] al Señor ajente scal es la palabra Cofradía que antiguamente
se daba á las asociaciones que los morenos esclavos de una misma nación llegaban a formar.
Esas asociaciones eran lo que en el día se llaman clubs palabra tomada del Ynglés; y esos clubs o
Cofradías de africanos acostumbraban comprar para sus reuniones una nca que era de propiedad
de todos y de cada uno, quedando el dominio en caso de muerte de la mayor parte, á favor de los
sobrevivientes que pertenecían á la misma nacionalidad. Ningún interés puede pues tener la Be-
necencia en la nca que fue comprada por los morenos Congos para todos y cada uno de ellos.
El agente scal, entonces, solicitó que los interesados presentasen el Reglamento de la Cofradía.
El abogado de Montes, nuevamente, contradijo la solicitud del scal, en los siguientes términos:
Tal pretensión estriba en la misma equivocación que desvanecí en mi escrito de f. 9, cual la de
considerar como Cofradía piadosa ó adscrita á alguna Iglesia, las asociaciones que antiguamente
formaban los morenos según sus nacionalidades. Solo las Cofradías piadosas tenían sus consti-
tuciones o Reglamentos. Las simples asociaciones ó Clubs nunca lo han tenido, porque su objeto
era reunirse para tratar de asuntos de mutua protección entre los de una misma nacionalidad.
Aparte de esto no sé á qué conduzca la presentación de aquel supuesto Reglamento, cuando se
trata de la simple formación de títulos supletorios de una nca.
Otra vez insistió el agente scal en pedir la opinión de la Benecencia, pues señaló que todas
las cofradías, sin excepción alguna, estaban a cargo de esta institución. Pero, además, señaló que
Josefa Montes no había probado sus derechos a la nca en cuestión. El juez Olivares desestimó
la posición del scal, por cuanto las Cofradías o Hermandades que estaban a cargo de la Bene-
28
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cencia no eran de la misma clase que la Cofradía de Congos de que trataba la causa. Y corrió
traslado a la parte interesada de la segunda parte del dictamen del scal: Josefa Montes debía
demostrar su derecho a la propiedad de la nca.
El eciente abogado contratado por el coronel Carlos Montes, el doctor José Celedonio
Urrea
23
, respondió al requerimiento del scal señalando que tres vecinos notables y antiguos
habían conrmado que la nca en debate había sido comprada por la Cofradía de Congos para
tener sus reuniones.
[…] que en las compras de esta clase la propiedad se adquiría para la Cofradía ó asociación de
los que pertenecían á la misma nacionalidad y que por muerte de los unos el dominio venía á
recaer en el último que de ellos llegara á sobrevivir, siendo mi representada la última morena
Congo que habría sobrevivido hasta la fecha, por cuyo motivo había poseído en dominio dicha
nca por espacio de más de treinta años sin contradicción alguna. Por las declaraciones de tres
testigos contestes y sin tacha están pues plenamente probados el dominio y la antigua posesión
de mi parte sobre dicha nca.
Argumentaba también el abogado que se habían publicado treinta avisos en los periódi-
cos, convocando a los que creyeran tener algún derecho sobre el local de la antigua Cofradía de
los Congos, y que al término de los avisos nadie se había opuesto ni alegado algún derecho sobre
esta nca. Adicionalmente, indicaba que la posesión por más de treinta años de su representada
le daba un derecho indisputable, pues según el Código Civil vigente entonces bastaba diez años
de posesión entre presentes y veinte años entre ausentes para que se adquiriera el dominio de
un bien raíz; es más, según las disposiciones antiguas, el transcurso de más treinta años bastaba
para prescribir el dominio, aun de mala fe. El 25 de agosto de 1873, el juez Manuel Olivares
sentenció a favor de Josefa Montes, en los términos siguientes:
[…] en consideración al mérito de las razones alegadas en el presente recurso y al de la prueba
que se ha rendido por la parte de Josefa Montes; se declara que ésta ha reasumido y hecho suyos
los derechos que á la nca sujeta materia tuvieron en su orijen los morenos Congos de África,
y en su consecuencia como títulos supletorios de dominio lo actuado, que se protocolará en el
rejistro del Escribano público Don Félix Sotomayor el que expedirá á la interesada el respectivo
testimonio
24
.
De esta manera se hacía justicia y Josefa Montes, la última representante de los Congos
Naturales en la ciudad de Lima, disfrutaría con pleno derecho, en los últimos años de su vida,
del local de la Cofradía de su nación africana, al que ella —sin duda— había ayudado a comprar
y edicar años atrás.
Como Josefa Montes había convenido con el coronel Carlos Montes en diciembre de
1872 para que este último se encargase de llevar adelante el proceso judicial por los títulos su-
23 José Celedonio Urrea: Abogado nacido en Quito, de padres limeños, ancado muchos años en nuestra capital.
Publicó los libros Principios de Lejislación Natural o Filosofía del Derecho (1855) y Una página gloriosa para la
historia del Perú o el 2 de Mayo de 1866 (1866).
24
aGn (1873). Félix Sotomayor, Protocolo 868, ff. 2288-2303.
29
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pletorios del local de la antigua Cofradía de los Congos, el 19 de setiembre de 1873 decidieron
protocolar tal convenio, aun cuando ya tenían ganado el juicio. En la escritura pública Josefa
Montes se presentó como “la única morena oriunda de Congo que en el día existe en esta Capi-
tal”, y al no tener recursos para seguir el proceso judicial, encargaba al coronel Carlos Montes,
su apoderado, seguir todos los pleitos necesarios hasta conseguir los títulos de dominio. Carlos
Montes correría con los gastos judiciales y el pago del abogado, como lo estaba haciendo desde
el mes de diciembre de 1872. En compensación por los servicios y gastos, el coronel Carlos
Montes recibiría la mitad del valor de la nca, ya sea que se vendiese extrajudicialmente, por re-
mate o por expropiación forzada. Para mayor claridad jaron el precio del solar en 337 pesos
25
.
Que el convenio fue cumplido queda demostrado en el testamento que dictó el coronel
Carlos Montes el 26 de enero de 1875, poco antes de viajar con su familia a Buenos Aires. Allí
señaló entre sus bienes “la mitad de otra casa que me cedió Josefa Montes por Escritura otorga-
da ante el presente Escribano”
26
.
testamento y muerte de josefa montes
El 30 de enero de 1875, Josefa Montes otorgó testamento ante el escribano Félix
Sotomayor. Manifestó ser natural del Congo y contar con 85 años de edad; armó no conocer
a sus padres. Señaló que “ahora es cristiana, católica Apostólica Romana bajo de cuya fe y
creencia ha vivido y protesta vivir y morir”. Fue casada y tuvo varios hijos, de los cuales
sobrevivían dos: Bartolomé y Gabriela Montes. Señaló por sus propiedades la mitad de la
casa de la calle Guadalupe (la otra mitad le correspondía al coronel Carlos Montes). Otra
casa estaba en pleito con doña María Aquejalo, y sobre esta nca había efectuado el mismo
negocio con el coronel Montes. Además, poseía mil pesos en el reino de España, encargando
a sus albaceas que cobrasen dicho capital.
Nombró por albaceas al coronel Carlos Montes y a su esposa doña Carmen Gorriti, esta
última hermana de la famosa escritora y animadora cultural argentina Juana Manuela Gorriti,
residente muchos años en Lima. Por sus herederos nombró a sus dos hijos Bartolomé y Gabriela
Montes, a sus nietos, hijos de su hijo Tomás, doña Carmen y don Manuel Montes; así como a los
hijos de su otro hijo Antonio, don Manuel, don Francisco y don Manuel Montes
27
.
Josefa Montes falleció el domingo 26 de setiembre de 1875. Su partida de defunción
fue asentada en la parroquia de San Marcelo
28
. El lunes 27 fue enterrada en el Cementerio
Presbítero Maestro, en el cuartel San Felipe, D-91. En el libro de defunciones de la Sociedad
de Benecencia de Lima, se anotó su liación africana y que murió de “vejez”, a la edad de 90
años
29
. En realidad, tomando en cuenta la carta de venta de 1805, cuando llegó al Perú como
25 aGn (1873). Félix Sotomayor, Protocolo 866, ff. 852, 852v.
26 aGn (1875). Félix Sotomayor, Protocolo 869, ff. 362, 362v.
27
Ibídem, ff. 366, 367.
28 aal (1873-1879). Parroquia de San Marcelo, Defunciones, tomo 13, f. 71.
29 arChiVo General de la soCiedad de BenefiCenCia de lima metropolitana (1873-1876). Libro de Defunciones Nº
2544, ff. 396-397.
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esclava, y su testamento, Josefa Montes debió vivir entre 85 y 90 años. Poco antes de fallecer,
Josefa sufrió la pérdida de su hija Gabriela Montes, quien murió el 20 de julio de 1875, sin
duda esto debió acelerar su deceso
30
. Lamentablemente, sus familiares solo pudieron adquirir
un nicho temporal para ella, por lo que sus restos mortales seguramente se perdieron. Visitamos
el cuartel San Felipe, en el Cementerio Presbítero Maestro, comprobando que la gran mayoría
de difuntos inhumados en dicho cuartel corresponden al año 1911. Curiosamente, el nicho D-91
que originalmente debió ocupar Josefa Montes está anónimo, pues se han robado la placa con
la identicación.
Así culminó la trayectoria vital de Josefa Montes, quien fue testigo de las dos últimas
décadas de dominación colonial, así como atravesó los duros tiempos de la guerra de indepen-
dencia. Continuó esclava mientras el Perú se debatía en guerras civiles encabezadas por los
caudillos militares. La abolición de la esclavitud, a nes de 1854, la encontró ya en la condición
de liberta, luego de la muerte de su dueña en 1848. Debió asistir periódicamente a las reuniones
de su Cofradía de Congos Naturales o Angunga, hasta que de estos solo quedó ella como única
sobreviviente, lo que la impulsó a reclamar —en 1873— la propiedad del antiguo local que
habían adquirido en 1834.
El 30 de octubre de 1875, los herederos de Josefa Montes otorgaron poder al coronel
Carlos Montes y a su esposa doña Carmen Gorriti de Montes, para que cobrasen lo que les adeu-
daban y pudiesen arrendar y vender los bienes que les correspondían. Firmaron el documento
el único hijo sobreviviente de Josefa, don Bartolomé Montes y los nietos Francisco, Manuel,
Tomasa, Carmen y Manuel Montes
31
.
Conclusiones
La esclavitud africana en el Perú, que llegó junto con la conquista española, constituyó
un modelo económico y social que se ajustó a los requerimientos del naciente sistema capitalista
en Europa. En nuestro país, el trabajo de los esclavos permitió la acumulación de importantes
recursos económicos, así como la creación de grandes fortunas individuales y familiares por
parte de terratenientes y propietarios esclavistas.
El aporte cultural, económico y social de los africanos fue ignorado o menospreciado
durante mucho tiempo en nuestro país. Luego de la abolición de la esclavitud, en 1854, la pobla-
ción peruana de origen africano no fue integrada en condiciones de equidad; por el contrario, fue
objeto de discriminación racial y social, la que se ha proyectado hasta nuestros días.
Josefa Montes integró una de las últimas partidas grandes de esclavos bozales que
llegaron al virreinato peruano a comienzos del siglo xix. Esclavizada muy joven, se mantuvo en
esa condición por 43 años, viviendo los últimos 27 años de su vida como liberta. Pobre y analfa-
beta, debió padecer la marginación que sufrieron sus congéneres africanos y afrodescendientes.
30 aal (1873-1879). Parroquia de San Marcelo, Defunciones, tomo 13, f. 65v.
31 aGn (1875). Félix Sotomayor, Protocolo 869, ff. 721v, 722.
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Pero siempre reivindicó su condición de hija del África y del Congo. Cuando los demás miem-
bros de su Cofradía de Congos Naturales Prefecto Congo de Angunga fallecieron, ella —como
su última representante— reclamó el derecho que le correspondía para ser propietaria absoluta
del local de su antigua cofradía y lo consiguió: la justicia le dio la razón. Tal vez fue su mayor
satisfacción antes de fallecer.
Reconstruir la biografía de una esclava africana no es tarea fácil. Siendo parte del
sector social más oprimido en nuestro país, además de su condición de mujer que la relegaba
al plano doméstico, generalmente es poca la huella documental que podemos encontrar. Sin
embargo, Josefa Montes nos legó el material necesario para intentar reconstruir aspectos claves
de su vida en el Perú.
ANEXO Nº 1
Libertad
Da. Josefa de Montes a Josefa negra y sus hijos
32
Sea notorio como yo Da. Josefa Montes muger legítima de Dn. Pedro Antonio Sorondo
en su presencia y con su licencia, otorgo por tenor de la presente que ahorro y libero de toda
sujeción esclavitud y cautiverio a una negra Bozal mi esclava nombrada Josefa// [fol. 1021]
como de edad de treinta y cinco a treinta y seis años la misma que compré de Partida y sin
bautizar de Dn. Luis Montes mi hermano según el Impreso de dominio que rmó a mi favor en
quince de Mayo de mil ochocientos cinco que original se cose a continuación de esta Escritura
y asimismo ahorro y libero a sus ocho hijos legítimos y de Juan negro su marido que también
es libre por disposición de mi nado padre Dn. Francisco Montes, y nacidos bajo de mi poder y
dominio nombrados José Calisto, Manuel Juan de la Cruz, Cirilo, Antonio; Bartolomé; Ignacio,
Lucio Casiano; y Josefa como también a todos los demás hijos que tenga dicha negra y nazcan
durante los días de mi vida para que así la dicha negra Josefa Montes, los ocho hijos que van
nombrados, y los más que puedan tener vericado mi fallecimiento desde el mismo día en que
suceda gocen de su Libertad todos y cada uno de por sí absolutamente sin condición ni grava-
men alguno transitando entonces por las partes y lugares que les pareciere, traten y contraten,
otorguen instrumentos parezcan en juicio y executen todo lo que hacen las personas libres desde
su nacimiento en cuya clase han de quedar desde el día en que se verique mi fallecimiento sin
que se les ponga el menor embarazo en virtud de esta Escritura que les otorgo para que les sirva
de bastante título de su Libertad, después de mi muerte, la qual me obligo de haber por bueno y
rme ahora y en todo tiempo y a no ir contra su tenor en manera alguna por quanto declaro les
hago esta gracia de mi libre y expontanea voluntad tanto por la delidad, respeto, amor y cons-
tantes buenos servicios que hizo la negra Josefa a mi padre D. Francisco hasta su muerte y a mí
en el dilatado tiempo de veinte y un años que a la compré, como por que a los referidos sus ocho
hijos los he criado y educado con toda estimación como nacidos en mi poder y haré lo mismo
con los que posteriormente tenga la negra Josefa, cuyo singular mérito la hecho acreedora a que
32 aGn (1826). Ignacio Ayllón Salazar, Protocolo 43, ff. 1019v-1021v.
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logren todos del benecio de su libertad, desde el día de mi fallecimiento en adelante; y a su se-
guro y rmeza y cumplimiento de lo que llevo expresado obligo mis bienes habidos y por haber
según derecho con especial renunciación que hago de las Leyes que me favorecen por mi estado
y sexo para no// [fol. 1021v] aprovecharme de ellas en manera alguna contra esta escritura que
es fecha en Lima á once de Agosto de mil ochocientos veinte y seis. Y lo rmó la otorgante jun-
tamente con su marido Dn. Pedro Antonio Sorondo en virtud de la licencia que le ha concedido
siendo testigos Dn. Pedro Bueno, D. José Simeón Aillón Salazar y D. Gabriel Vicente de Arona.
[Rubricado]
Josefa de Montes
Pedro Antonio de Sorondo
Ante mí
Ignacio Ayllón Salazar
ANEXO Nº 2
Venta de un Solar
Dn. José María Laynes a la Cofradía de Congos Naturales Prefecto Congo de
Angunga que son Matías Castillo y otros
33
Sea notorio como yo Don José María Laynes natural y vecino de esta ciudad otorgo por
el tenor de la presente que doy en venta real un solar cito frente a la Iglesia de Guadalupe todo él
en pampa y sirviendo parte de él de muladar en la cuadra que va de la plazuela para las murallas
a mano derecha, y linda dicho sitio por la derecha con la misma posesión que goza Doña Mag-
dalena Baza, y por la izquierda con sitio del señor Conde de Sierra Bella y su respaldo con sitio
que labró Don Juan de la Peña cuyo sitio fue vendido a censo redimible a Don Diego Tornado
en diez y nueve de octubre del año pasado de mil setecientos noventa y tres años por ante el
Escribano de su Magestad Pedro Lumbreras por mis tíos aguelos y demás parientes y Audiencia
del Defensor Jeneral de Menores y con las condiciones que compraba dicho solar en la cantidad
de trescientos treinta y siete pesos valor del suelo que es en el que apreciaron el sitio los tasado-
res nombrados cuya cantidad quedaba impues// [fol. 453v] ta al redimir y quitar y ha razón del
tres por ciento a favor de los coherederos de Cipriana Delgado, a quienes había de pagar diez
pesos dos reales en cada un año por de principal en que fue vendido dicho sitio edicándolo y
fabricándolo lo que quedaría a benecio de los coherederos lo que hasta el día no ha pagado ni
edicado el espresado Don Diego Tornado ha execsion de una tiendesita que es en la que ha-
bita su muger Doña Magdalena Baza y habiendo muerto dicho Don Diego y no haber tampoco
dicha Doña Magdalena ni su hija Doña Gerónima Tornado ya por sus escaseses y necesidades
no han sido capaz de abonarle ni medio real y excijiendoles para el pago se le suplicó por estas
le perdonara todo lo adeudado tanto por el nado Don Diego quanto por ellas y haciendo suelta
33 aGn (1834). Francisco de Paula Casós, Protocolo 143, ff. 453-457v.
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del solar menos del sitio labrado de la tienda, que se alla en la Tasación separado, como único
coheredero que e quedado de todos los descendientes de Cipriana Delgado y convenido otorgar
el instrumento de suelta renuncia y cesión, ante el presente Escribano en veinte y cuatro de Di-
ciembre del presente año: En cuya conformidad y tratando de vender el mencionado solar caído
a Matías Castillo mayor, Manuel Herrera Capitán Jeneral, Pedro Orrantia, alférez real, Bartolo
Real mayordomo, Francisco Carrillo veinte y cuatro, Juan Mendoza primero// [fol. 454] veinte y
cuatro; negros libres, y como representantes de la cofradía llamada Congo natural Prefecto Con-
go de Angunga en la cantidad de doscientos cincuenta pesos, por quanto haber cedido á Doña
Magdalena Baza y Doña Gerónima Tornado, la tienda labrada según la tasación que se practicó
en ese entonces que irá incerta y se alla en el Testimonio que se le ha manifestado al presente
Escribano y se devuelven por servir para títulos cuyos doscientos cincuenta pesos, ha recibido
ciento setenta de contado en moneda corriente y número cabal, con fee de entrega, y los ochenta
restantes en un año de la fecha de esta Escritura obligando dicha Area hasta la chanselacion del
crédito y cuya Tasación relacionada es a la letra como sigue
Tasación
José Nieves Maestro de obras y Alarife de esta ciudad digo que pasé a la calle de Guada-
lupe, a medir un sitio perteneciente á los bienes de Cipriana Delgado, y sus herederos que está en la
cuadra que va de la Plazuela para la muralla á mano derecha, y linda dicho sitio por la derecha con la
misma posesión, y por la izquierda con sitio del señor Conde de Sierra Bella y su respaldo con sitio
que labra Don Juan de la Peña, y habiéndolo medido tiene de frente doce varas y media y entra del
fondo por la mano derecha con ocho varas hasta un resalto que cierra el sitio con ocho varas, y en su
extremo vuelve al fondo hasta doce con el respaldo con treinta y una vara y tercia y por el costado
iz-// [fol. 454v] quierdo entra al fondo en línea obliqua con quarenta y cuatro varas hasta el respaldo,
y su respaldo tiene veinte y tres varas y tercia. Y habiendo hecho el cálculo hay se hallan bajo de sus
medianías trescientas siete varas planas, cuadradas superciales, que hacen una cuarta parte de solar
y más siete varas, a las que dándole el valor que les pertenece importan ciento cincuenta y tres pesos.
Y juro á esta señal de cruz haver hecho esta medida y tasación bien y elmente, a mi leal saber y
entender, y lo rmé en diez de Julio de mil setecientos noventa y tres años = José Nieves =
Otra
José Nieves Maestro de obras y Alarife de esta ciudad digo: Que pasé á la calle de
Guadalupe, á medir un citio perteneciente á los bienes de Cipriana Delgado, y los herederos el
que está en la calle que va de la Plazuela para la calle del Sauce á mano izquierda y linda por
los costados y respaldo con la misma posesión. Y habiéndolo medido tiene de frente trece varas
y dos tercios, y entra al fondo por la mano derecha con doce varas, y por el costado izquierdo
entra al fondo con catorce varas hasta doce con el respaldo, y por el respaldo tiene las mismas
trece varas y dos tercias// [fol. 455] del frente. Y habiendo formado el cálculo se hallan bajo de
sus linderos ciento ochenta y cuatro varas planas cuadradas superciales, que dándoles el valor
que les pertenece importan ciento ochenta y cuatro pesos, y juro á esta señal de cruz haber hecho
esta medida y tasación bien y elmente, a mi leal saber y entender y lo rmé en diez de Julio de
mil setecientos noventa y tres años = José Nieves.
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Y en virtud de dicha tasación y del sitio cedido a Doña Magdalena Baza y Doña Geróni-
ma Tornado otorgo la venta á favor de la Cofradía de Congo natural Prefecto Congo de Angunga
en la cantidad de Doscientos cincuenta pesos en los términos que va por referido; cuya venta la
hago á los representantes Matías Castillo mayor, Manuel Herrera Capitán Jeneral, Pedro Orrantia
Alférez Real, Bartolo Real mayordomo, Francisco Carrillo veinte y cuatro, Juan Mendoza primero
veinte y cuatro; de mi libre y espontánea voluntad con la calidad que los de derechos de ella han
de ser pagados por los compradores y los del Alcabala por mí y los indicados representantes y á
nombre de dicha cofradía, con cuyas calidades y condiciones otorgo yo Don José María Laynes y
en nombre de mis herederos y subcesores, y de quien de ellos hubiere título, voz y causa, en qua-
lesquiera manera que sea que vendo y doy en venta real por juro de heredero para siempre jamás á
los mencionados representantes de dicha cofradía para sí, y sus herederos y subcesores, presentes
y por venir// [fol. 455v] el referido solar cituado como dicho es, frente á la Iglesia de Guadalupe
cuya propiedad la hube como la tengo relacionado según consta del Testimonio subsodicho cuyo
solar tiene sus linderos según consta de la Tasación incerta y declaro que el referido solar no lo
tengo vendido, enagenado, ni empeñado, y que es libre de otro qualesquier censo ó gravamen, y
desde hoy en adelante para siempre jamás me desisto, quito y aparto, y a mis herederos y subce-
sores, del Dominio, propiedad, posecion, título, voz, recurso, y otro qualesquier derecho que me
competa, á mí á mis representantes al referido solar, y lo cedo y renuncio, y traspaso, con las accio-
nes reales, personales, útiles, mistas y ejecutivas, en los representantes de dicha cofradía, para que
lo posean y dispongan de él, ha su elecion como de cosa suya adquirida con tan justo, y legítimo
título, como lo es esta escritura; por quanto han entregado la cantidad de ciento setenta pesos, cuya
suma me doy por contento y entregado en moneda corriente y número cabal; con fee de entrega
y los ochenta en un año de la fecha de esta Escritura por lo que conero poder a los indicados
representantes irrevocable, con libre, franca y general administración, y me constituyo su actor en
su propia causa, para que// [fol. 456] de su autoridad ó judicialmente ó como mejor á su derecho
convenga, entren y se apoderen del mencionado solar, usos, costumbres, derechos y servidumbres,
y de quanto tiene le toca y pertenece, y del tome y aprenda la tenencia y posecion que por derecho
y en virtud de esta Escritura le pertenece, y para que no necesiten tomarlo, pido al presente Escri-
bano le entregue Testimonio autorizado en pública forma y manera que haga fee de esta Escritura,
con el qual sin otro acto de aprencion han de ser visto haberlo tomado y aprehendido y en el interin
que lo tomen me constituyo su inquilino tenedor y precario, poseedor en forma legal; y me obligo
á que dicho solar les sean cierto y seguro á la tal cofradía, y que nadie los inquietará molestará ni
moverá pleito, sobre su propiedad posecion y goze, ni contra él aparecerá gravamen alguno, á más
de los referidos, y si se les pusiere, apareciere, inquietaren ó movieren, luego que yo el otorgante
y mis herederos, y subcesores, sean requeridos conforme a derecho saldré y saldrán á su defensa;
y si se les pusiere pleito, luego que se me haga saber saldré á la voz y defensa ó saldrán los que
me representen y ha sus espensas los seguire y seguirán, en todas instancias y tribunales hasta
dejarlos en quieta y pacíca posesión y no pudiendo así vericarlo le daré y darán// [fol. 456v]
otro tal y tan bueno en tan cómodo citio y en su defecto le restituiré y restituirán la misma cantidad
que han desembolsado con más todas las costas, gastos, daños y menoscabos é intereses que se le
inrieren y á su cumplimiento me obligo y obligo a mis representantes con mis bienes habidos y
por haber en forma legal; con sumisión á las Justicias del Estado para que á lo referido me compe-
lan y apremien como por sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada consentida y no apelada
renunciando las Leyes de mi favor para que me aprovechen en manera alguna; renunciando como
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renuncio la general renunciación de todas ellas: A cuyo efecto doy por incerta la cláusula quarenti-
jia. Y estando presente á esta Escritura Matías Castillo fundador y mayor Manuel Herrera capitán
general, Pedro Orrantia Alférez Real del Estandarte, Bartolo Real, Mayordomo de San Salvador,
Francisco Carrillo veinte y cuatro, Juan Mendoza Primero veinte y cuatro otorgaron y aceptaron
en la fecha como miembros y representantes, y negros// [fol. 457] libres que son y recibieron en sí
y en nombre de la cofradía comprado el enunciado solar cituado frente á la Iglesia de Guadalupe
a mano derecha de la esquina de la plazuela á la portada en la cantidad de doscientos cincuenta
pesos; en esta forma ciento setenta al contado y ochenta en un año de la fecha de esta Escritura y en
esta cantidad porque como dicho es le tienen cedido labrada á Doña Magdalena y Doña Gerónima
y ambos otorgantes declaran que el justo precio y verdadero valor del indicado solar en pampa
es de los Doscientos cincuenta pesos; que no vale más ni menos y caso que más ó menos valga
del exceso o demasía, en mucha ó poca suma nos hacemos uno a los otros y los otros á este y ha
nuestros herederos y subcesores gracia y donación mera, justa, perfecta é irrevocable de la que
derecho llama intervivos y partes presentes, prevenidas por derecho. A cuyo efecto renunciamos la
Ley quinta, título séptimo, libro quinto, del ordenamiento real establecido en las Cortes celebradas
Alcalá de Henares que es la primera del título undécimo, libro quinto, de la Recopilación que trata
de los contratos de ventas y compras, trueques y cambios, y de otros en que hay lecion en más ó
menos de su justo precio y verdadero valor, y los cuatro años que prene para pedir recicion de
los contratos; al justo precio y verdadero valor de la especie lo que damos por pasado como si
efectivamente lo estuvieran para no repetir ir ni venir// [fol. 457v] contra el tenor de esta Escritura,
pues queremos que no nos valga en manera alguna, pues nos obligamos á ello, y a que no iremos
ni buscaremos su amparo ni remedio. Que es fecha en Lima y Diciembre treinta y uno de mil
ochocientos treinta y cuatro. Y los otorgantes a quienes yo el presente Escribano público doy fee
conozco como así mismo la doy de la entrega de los ciento setenta pesos, así lo dijeron otorgaron
y rmaron los que supieron y por los que supieron lo hizo uno de los testigos que lo fueron Don
Juan José Lastres Don Manuel Gutiérrez y Don Juan Miguel Azevedo.
[Rúbricas]
José María Laynes
Matías Castillo
A ruego de Manuel Herrera, Pedro Orrantia, Bartolo Real, Francisco Carrillo, Juan
Mendoza por no saber escribir
Juan José Lastres
Ante mí
Francisco de Paula Casós
Escribano público y de Cabildo
[Al margen]
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En Lima Abril diez y ocho de mil ochocientos treinta y seis, ante mí el Escribano y testi-
gos pareció Don José María Laynes á quien doy fe conozco, confesó haber recibido de Matías Cas-
tillo mayor, Manuel Herrera Capitán Jeneral, Pedro Orrantia Alférez Real, Bartolo Real Mayordo-
mo, Francisco Carrillo veinte y cuatro, Juan Mendoza primero veinte y cuatro, representantes y á
nombre de la Cofradía Congos naturales Prefecto Congo de Angunga la cantidad de ochenta pesos
último resto, valor del solar que les vendió frente á la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe se-
gún reza la escritura á cuyo margen esto se escribe, de cuya suma se dio por entregado y contento,
y lo rmó siendo testigos Don Manuel Alvarez Don Manuel Gutiérrez y Don Francisco Garay.
[Rubricado]
José María Laynes
Ante mí
Francisco de Paula Casós
Escribano público y de Cabildo
ANEXO Nº 3
Testamento de Doña Josefa Montes
34
En Lima y Enero treinta de mil ochocientos setenta y cinco. Ante mí el Escribano y
testigos pareció Doña Josefa Montes viuda, vecina de esta capital, quien doy fe conozco y dice
que hallándose buena sana en pie y en el pleno ejercicio de sus facultades intelectuales, otorga
su testamento en la forma y manera siguientes. Declara que es de edad de ochenta y// [fol. 367]
cinco años natural de Congo, sin conocer a sus padres. Declara que ahora es cristiana, católica
Apostólica Romana bajo de cuya fe y creencia ha vivido y protesta vivir y morir. Manda a la
Nueva restauración lo dispuesto por la ley. Declara que fue casada de cuyo matrimonio tuvo
varios hijos pero solo viven dos nombrados Bartolomé y Gabriela, habiendo muerto los demás,
siendo vivos estos dos. Declara: que la mitad de la casa situada en la calle de Guadalupe es de su
propiedad, porque la otra mitad le toca a Don Carlos Montes según la Escritura que tiene otorga-
da ante mí, la cual reproduce. Declara: que tiene otra casa en pleito con Doña María Aquejalo,
con cuya nca ha hecho el mismo negocio con el señor Coronel Don Carlos Montes, el mismo
que hace los gastos diarios en el pleito. Declara que tiene mil pesos en el Reyno de España, por
cuya causa no los ha cobrado y ordena que sus albaceas cobren este capital. Nombra de albaceas
a Don Carlos Montes y a su señora Doña Carmen Gorriti, conriéndoles el poder necesario
para el desempeño de este cargo. En el remanente de sus bienes, derechos y acciones que en
cualesquiera manera le toquen y pertenezcan instituye elige y nombra por sus herederos a sus
dos hijos Don Bartolomé y Doña Gabriela, y a los nietos hijos de su hijo Tomás Doña Carmen
y Don Manuel, y a los hijos de su otro hijo Don Antonio, Don Manuel, Don Francisco y Don
34 aGn (1875). Félix Sotomayor, Protocolo 869, ff. 366v, 367.
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Manuel Montes, para que lo que así sea lo gocen y disfruten con la bendición de Dios y la de la
otorgante. Por el presente revoca, anula otros cualesquiera testamentos que antes de este haya
hecho, pues quiere que ninguno valga ni haga en juicio ni fuera de él, salvo el presente testamen-
to que ahora otorga. Y yo el escribano doy fe que las precedentes cláusulas han sido leídas por
mí raticadas por la testadora, raticando todo el testamento que no rmó por no saber escribir
lo hizo uno de los testigos Don Juan Moreno, Don Lorenzo Lozano y Don Rafael Gazitua veci-
nos de esta capital, y Don Luis Aguilar vecino de esta capital instruidos en el idioma castellano.
[Rubricado]
Por la otorgante y por mí Lorenzo Lozano
Juan Moreno
Luis Aguilar
Rafael Gazitua
Ante mí
Félix Sotomayor
Escribano Público
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ILUSTRACIONES
Fig. 1. Carta de venta de la esclava Josefa Montes (año 1805)
35
35 aGn (1826). Ignacio Ayllón Salazar, Protocolo 43, f. 1020.
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Fig. 2. Partida de esclavos llegados al Callao (año 1805)
36
Fig. 3. Partida de Matrimonio de Juan y Josefa Montes (año 1807)
37
36 aGn. Tribunal del Consulado de Lima. Libro de Planillas de la carga que de Particulares conduce a su Bordo la
corveta Bretaña propia de los Señores Dn. Francisco Parga y Compañía de los Puertos de Valparaíso y Guasco para
el del Callao de Lima y al cargo de dicho Sr. Parga dio la vela del 1º el 14 de marzo de 1805.
37
aal (1782-1825). Parroquia del Sagrario, Matrimonios de indios, negros y mulatos, f. 76v.
40
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Fig. 4. Plano del terreno de la Cofradía de Congos Naturales Prefecto Congo de Angunga
38
Fig. 5. Aviso en el diario La Sociedad (año 1873)
39
38 aGn (1793). Pedro Lumbreras, Protocolo 586, f. 3 (inserto).
39 aGn (1873). Félix Sotomayor, Protocolo 868, f. 2294.
41
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Fig. 6. Partida de defunción de Josefa Montes (año 1875)
40
Fig. 7. Ubicación original de la tumba de Josefa Montes
41
40 aal (1873-1879). Parroquia de San Marcelo, Defunciones, tomo 13, f. 71.
41 Cementerio presBítero maestro, Cuartel San Felipe, 91-D. La tumba original de Josefa Montes era la segunda
desde arriba (siguiendo el numeral 91).
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Referencias
Fuentes Primarias
arChiVo General de la naCión (aGn).
Protocolos Notariales:
Pedro Lumbreras. Protocolo 586, año 1793.
Martín Morel de la Prada. Protocolo 442, año 1813.
Gerónimo de Villafuerte. Protocolo 1021, año 1824.
Ignacio Ayllón Salazar. Protocolo 43, año 1826.
Ignacio Ayllón Salazar. Protocolo 45, año 1827.
Ignacio Ayllón Salazar. Protocolo 48, año 1829.
Francisco de Paula Casós. Protocolo 143, año 1834.
Francisco de Paula Casós. Protocolo 147, año 1844.
José de Fellez. Protocolo 238, año 1847.
Félix Sotomayor. Protocolo 849, año 1861.
Félix Sotomayor. Protocolo 866, año 1873.
Félix Sotomayor. Protocolo 868, año 1873.
Félix Sotomayor. Protocolo 869, año 1875.
Tribunal del Consulado de Lima:
Testimonio de los autos seguidos por Domingo Orúe, alférez de la fragata “Orúe”,
sobre el apresamiento de las fragatas inglesas “Bretaña” y “Cástor y Pólux” y la
aprobación del nuevo armamento. Año 1800.
Inventario de la Fragata Bretaña propia del Real Tribunal del Consulado de Lima.
Año 1802.
Libro de Planillas de la carga que de Particulares conduce a su Bordo la corveta
Bretaña propia de los Señores Dn. Francisco Parga y Compañía de los Puertos de
Valparaíso y Guasco para el del Callao de Lima y al cargo de dicho Sr. Parga dio la
vela del 1º el 14 de marzo de 1805.
Gastos causados en Valparaíso en la descarga y avilitación [sic] de la corbeta Bretaña
que fondeó el 8 de Febrero del presente año y dio vela para el del Callao con escala
en el Guasco en 14 de Marzo de 1805.
arChiVo arzoBispal de lima (aal):
– Parroquia del Sagrario. Matrimonios de indios, negros y mulatos, años 1782-1825.
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– Pliegos Matrimoniales, año 1807.
– Parroquia de San Marcelo. Libro 13, Bautizos de indios, mulatos y negros, 1804-
1810.
– Parroquia del Sagrario. Defunciones, tomo 12, años 1841-1852.
– Parroquia de San Marcelo. Defunciones, tomo 13, años 1873-1879.
arChiVo General de la soCiedad de BenefiCenCia de lima metropolitana
– Libro de Defunciones Nº 2544, años 1873-1876.
arChiVo históriCo de la muniCipalidad metropolitana de lima.
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