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Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas
espaciales en el valle de Lima
(siglos XVIII-XIX)
Isaac D. Sáenz
1
Resumen
Este trabajo aborda las transformaciones de la sociedad colonial peruana
durante el siglo XVIII, centrándonos en el valle de Lima y examinando
un fenómeno particular: la emergencia de asientos denominados por la
administración colonial como pueblos anexos, en conexión con la crisis del
sistema de reducciones, entendiendo este proceso como la auto representación
de una espacialidad conictiva, producto de la convergencia de voces diversas:
religiosos, autoridades, criollos, indios, castas, donde los indios forasteros
tuvieron un papel protagónico, enfocándonos en las múltiples estrategias y
prácticas desplegadas por ellos en su decidido propósito, antes que disruptivo,
de articulación al sistema colonial.
Palabras clave: prácticas espaciales; reducciones, pueblos anexos, Perú
virreinal, siglos XVIII-XIX
Abstract
This paper studies the transformations of colonial Peruvian society during
the XVIII century, focusing on a particular issue: the emergence of villages
named pueblos anexos by the colonial administration, in connection with the
crisis of Indian villages or reducciones. This process could be understood
as a part of a conictive spatiality, resulted of divergent voices: authorities,
Indian people, religious agents, creoles, space where strange Indians (indios
forasteros) were starring agents. Our work focuses on the multiples strategies
and practices deployed by them, remarking their clear purpose of articulating
in colonial society.
Keywords: reducciones, pueblos anexos, colonial society, XVIII-XIX
century.
1
Sección de Posgrado. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes. Universidad Nacional de
Ingeniería.
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Introducción
El proyecto político-urbano dicotómico implantado en el Perú colonial
a nes del siglo XVI -el cual diferenciaba ciudades y villas de españoles
por un lado y reducciones, congregaciones o pueblos de indios por otro-
fue difuminándose progresivamente a partir de un proceso de mestizaje,
criollización e hibridación social, demográca y del paisaje.
2
Para el siglo
XVIII los núcleos urbanos asignados a los indios, atravesaban una profunda
crisis, convirtiéndose en escenarios a los que se acudía esporádicamente
con propósitos scales, espirituales y festivos.
3
En su lugar, los indios se
establecieron en torno a emergentes asientos en el ámbito rural, en medio
de un proceso de reestructuración del paisaje colonial que condujo a la
conformación de un variopinto conjunto de pueblos y jurisdicciones.
Este mismo derrotero tuvo lugar en el valle de Lima, aunque su aparición
puede rastrearse entre nes del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII,
cuando poblaciones nuevas de indios forasteros se establecieron en el ámbito
litoral, en el interior de las propiedades rurales, en sus intersticios y bordes,
en un contexto de decrecimiento demográco general del virreinato peruano y
particularmente del número de indios tributarios.
4
Al mismo tiempo, funciones
administrativas asignadas a las reducciones como espacios de concentración,
control y adoctrinamiento de población indígena y provisión de mano de
obra habían quedado en un segundo plano.
5
La incorporación de nuevos
actores-españoles y criollos, mestizos y particularmente indios forasteros- les
conrieron nuevas energías, un perl híbrido y heterogéneo y en consecuencia,
un renovado concepto como núcleos multi e interétnicos en detrimento de la
legislación colonial.
2
Sobre el proceso de criollización de Lima colonial ver, entre otros: GRAUBART, Karen B.
“The Creolization of the New World: Local Forms of Identication in Urban Colonial Peru,
1560–1640”Hispanic American Historical Review,August 2009, 89(3), pp.471-499.
3
Por ejemplo para el caso del Alto Perú, ver: SERULNIKOV, Sergio. Conictos sociales e insurrección
en el mundo colonial andino. El norte de Potosí en el siglo XVIII, Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 2006, pp. 18-31.
4
La literatura burocrática colonial denominaba “valle de Lima” al espacio comprendido por la ciudad
de Los Reyes, los núcleos urbanos y asientos de sus contornos, el puerto del Callao y las propiedades
rurales hasta cuatro leguas de distancia, ámbito que coincidía con el radio de acción del corregidor de
naturales.
5
Sobre las contradicciones, límites y alcances del proyecto de reducciones en torno al pueblo de
Santiago del Cercado a nes del siglo XVI, ver: COELLO DE LA ROSA, Alexandre. Espacios de
exclusión, espacios de poder. El Cercado de Lima colonial (1568-1606). Lima: Fondo Editorial PUCP:
Instituto de Estudios Peruanos, 2006, pp. 91-109; MUMFORD, Jeremy Ravi. Vertical Empire: The
General Resettlement of Indians in the Colonial Andes, Duke University Press, 2012.
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Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas espaciales en el valle de Lima (siglos XVIII-XIX)
Junto a estas transformaciones, los núcleos de población emergentes
del valle de Lima, algunos de los cuales la administración colonial laica y
eclesiástica empezó a denominar anejos, pueblos anexos o pueblos agregados
-tales como Huachipa, Rinconada de Late o Chorrillos- aglutinaron junto a las
haciendas la mayor parte de la población de la comarca de Lima, evidenciando
un mayor dinamismo frente a los pueblos de reducción. Además de pueblos
anexos, se establecieron en el valle rancherías o asientos de corta población
constituidos por mestizos e indios forasteros.
El correlato de tales prácticas fue el desarrollo de un patrón residencial
disperso, paralelo al orden espacial sugerido por las reducciones y al imaginario
que el poder tenía del paisaje colonial en términos físicos, demográcos y
políticos. Por ello, especialmente durante la segunda mitad del siglo XVIII,
la gestión borbónica -enfocada en recuperar el control de la población– se
interesó por incorporar los núcleos diseminados de poblaciones libres, vistas
en conjunto por las autoridades como carentes de vida en policía, religión
y ley. La Iglesia por su parte, añadió tanto los asientos menores como los
pueblos anexos a la red de doctrinas y curatos que gestionaba en la Lima de
extramuros.
Los nuevos actores se apropiaron del paisaje físico y simbólico,
construyeron nuevas identidades y negociaron activamente su incorporación
al espacio local, lo cual les permitió su reproducción biológica y social.
En conjunto estas acciones estarían evidenciando formas de resistencia y
“discursos ocultos”, en términos de James Scott, por parte de los nuevos indios
de Lima frente al poder hegemónico.
6
Sin embargo, esta lectura es insuciente
por cuanto tales actores demostraron una decisión expresa de incorporarse al
sistema colonial a través de desempeños como la asimilación de pautas de
vida urbana, apropiación y uso de instituciones y sociabilidades hispanas y
una participación activa en la vida espiritual del valle de Lima, propiciando
su articulación a la feligresía católica. Asimismo dejan en claro el escenario
oscilante, mutante y de permanente negociación, conicto e invención que
constituyó el espacio colonial.
7
La historiografía en torno al mundo andino ha puesto énfasis en las
múltiples formas de confrontación del orden colonial por parte de los grupos
6
Sobre resistencia y dominación, ver: SCOTT, James. Los dominados y el arte de la resistencia.
Discursos ocultos, México: Era, 2000.
7
Sobre la sociedad colonial como una entidad en constante negociación, creación, contestaría,
transgresora y barroca; ver: MORAÑA, Mabel. “Baroque/ Neobaroque/ Ultrabaroque: Disruptive
Readings of Modernity”, en: SPADACCINI, N. & Martín-Estudillo, L.(2005). Hispanic Baroques:
Reading Cultures in Context. Nashville: Vanderbilt University Press, pp. 240-281.
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nativos, desde las recurrentes batallas legales -tanto en el ámbito terrenal
como simbólico- hasta desempeños violentos como revueltas y rebeliones
cuando otros mecanismos fracasaban, de modo que el siglo XVIII ha sido
catalogado precisamente como la era de las insurrecciones andinas, del
cual una amplia literatura ha dado cuenta.
8
Sin embargo, los indios no solo
se interesaron por acciones de resistencia y desacato, sino además por un
esfuerzo de incorporación al sistema colonial, por ejemplo, en el ámbito
espiritual procurando su cristianización.
Nuestro propósito es examinarlas múltiples estrategias del sujeto colonial,
con énfasis en los indios -forasteros y originarios– por incorporarse y participar
del escenario colonial, dando cuenta de su esfuerzo articulador antes que
de escisión, enfocándonos en escudriñar estrategias y prácticas espaciales
dirigidas a legitimar su participación en el concierto colonial. Para ello nos
centramos en el valle de Lima tardo colonial, en un fenómeno particular: la
emergencia y consolidación de nuevos asientos denominados pueblos anexos
y rancherías, junto a la crisis del sistema de reducciones. El éxito de este nuevo
patrón espacial se enmarca así en un escenario más amplio de reconversión de
las sociedades andinas en términos demográcos, políticos y culturales.
1. Recuperación demográca y sustrato multiétnico
Tras la fundación de la ciudad de Los Reyes (1535), el espacio rural y
litoral circundantes devienen en hinterland, campiña y puerto de la capital
virreinal, emergiendo el término “valle de Lima” para referirse a los contornos
de la ciudad hasta cuatro leguas de distancia en función del servicio de la
mita a favor de los agricultores y vecinos de Lima.
9
Entre tanto, las primeras
circunscripciones territoriales establecidas en el valle de Lima, como el
corregimiento de Los Reyes, se denieron a partir de los grupos humanos
que conformaban los repartimientos y el espacio que ocupaban en el entorno
rural -tal como ocurrió en el caso de las encomiendas -antes que por una
delimitación física, impermeable y estática. Mientras, el cabildo de Lima
jaba la extensión del corregimiento del Cercado en conjunto en cinco leguas
en torno a la ciudad de Los Reyes.
8
Algunos trabajos al respecto: SERULNIKOV, Sergio. Conictos sociales e insurrección en el mundo
colonial andino. El norte de Potosí en el siglo XVIII, Buenos Aires. FCE, 2006; O’PHELAN GODOY,
Scarlett. Un siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivia 1700-1783, Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, 2012.
9
“Ordenanzas para los indios yungas repartidos a agricultores y vecinos de Lima”, Los Reyes, 04 de
Noviembre de 1577, en Francisco de Toledo: Disposiciones Gubernativas para el Virreinato del Perú
(1575-1580), Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, T. 2, Documento 73, p. 340.
191
Más adelante, bajo la administración borbónica, el entorno rural limeño
quedó circunscrito al amante partido del Cercado, el cual incorporó los
pueblos de indios y anexos a su jurisdicción. El censo de población del
virreinato de 1790, realizado durante el gobierno del virrey Gil de Taboada,
denía este partido como el ámbito constituido por la ciudad y un entorno que
se extendía hasta cinco leguas abarcando siete doctrinas.
10
La rápida transformación física que el valle limeño experimentó estuvo
en relación directa con la dinámica colonial, donde los diversos actores -la
Iglesia, españoles y criollos, indios originarios y forasteros, castas y negros-
impactaron sobre este espacio a través de desempeños especícos, tales
como la ocupación extensiva de la tierra, el establecimiento de un nuevo
régimen de aguas, nuevos patrones de movilidad y de asentamiento, nuevas
formas y ritmos de explotación de recursos, entre otros.
11
Un actor clave en
la construcción de este escenario estuvo representado por el indio forastero.
Su impacto en el proceso colonial fue tal que muy pronto deviene en una
categoría administrativa, que los burócratas coloniales se cuidaron de resaltar
muy bien en documentos scales. Por ejemplo, el censo elaborado por el virrey
Marqués de Castelfuerte entre 1725 y 1740, durante la primera parte de la
administración de los borbones, consideraba cuatro tipos de indios: caciques
y principales, tributarios originarios, tributarios forasteros e indios exentos de
tributo, registrando 88,006 indios originarios frente a 55,357 forasteros en el
virreinato en conjunto.
12
En el valle de Lima, los forasteros se desempeñaron como labradores bajo
diversas modalidades: jornaleros libres, especializados y no especializados,
conocidos como “alquilas” o forasteros. Algunos de ellos fueron enganchados
por deudas con el patrón. Otros indios trabajaron tierras como partidarios o
aparceros, compartiendo ganancias y riesgo con el propietario, modalidad
efectiva que permitió extender el área cultivable del valle. Algunos se internaron
en haciendas, otros adquirieron tierras en los bordes del valle. En el espacio
litoral se convirtieron en pescadores y artesanos asociados al mar.
13
Los indios
forasteros tuvieron en este sentido, un papel central en la construcción del
espacio extramuros, en la medida que delinearon nuevos asientos, avanzaron
10
Archivo General de Indias (AGI), Estado, 75, N.19, 2, f.1r. y 2r. (Fragmento 1).
11
Para una visión general en las transformaciones del valle de Lima a lo largo del periodo virreinal,
ver: CHARNEY, Paul. Indian Society in the valley of Lima, Peru, 1532-1824, Lanham, Maryland:
University Press of America, 2001.
12
PEARCE, Adrian J. “El censo demográco peruano de 1725-1740”, en: Paulo Drinot y Leo Garofalo
(Eds.): Más allá de la dominación y la resistencia. Estudios de historia peruana, siglos XVI-XX, Lima:
Instituto de Estudios Peruanos, pp. 169-172.
13
FLORES GALINDO, Alberto. La ciudad sumergida: aristocracia y plebe en Lima, 1760-1830, Lima.
Editorial Horizonte, 1991, pp. 145-153.
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sobre la supercie cultivable del valle, recrearon patrones de asentamiento
tradicionales a la vez que proponían nuevas formas de apropiación del espacio
ahí donde las condiciones les fueron favorables, actuaciones que en conjunto
produjeron un nuevo paisaje, denido por los desempeños y signicados que
ellos construyeron en su proceso de interacción con el entorno físico.
Si el escenario físico sufrió transformaciones profundas, la población
experimentó mayores cambios, por lo que los investigadores se han referido al
período comprendido entre el arribo de los peninsulares (1532) y las siguientes
cuatro décadas, en términos de “colapso”, “brutal caída” y “catástrofe
demográca”, siendo la costa central una de las áreas que experimentó
mayores consecuencias.
14
En el lado opuesto, diversos trabajos han incidido
en el crecimiento demográco signicativo que experimentó el virreinato
peruano durante el siglo XVIII, especialmente en su segunda mitad.
15
Sin
embargo, esta tendencia no fue uniforme en todo el territorio, presentándose
diferencias entre regiones y entre los ámbitos urbano y rural.
En el caso de la ciudad de Lima, estaríamos hablando de un proceso de
contracción demográca que respondió, entre otras razones, al impacto de los
recurrentes sismos, especialmente el sismo y tsunami de 1746, recobrando su
nivel solo durante las primeras décadas del siglo XIX. El panorama demográco
de la ciudad contrastaba con la comarca limeña, escenario que experimentó un
incremento signicativo, particularmente el espacio próximo al entorno litoral
y los nuevos núcleos establecidos en el valle. Disponemos, por ejemplo, de
datos provenientes de la administración eclesiástica de tres asientos de Lima
extramuros entre 1759 y 1813: Surco, Chorrillos y Magdalena, donde puede
conrmarse esta tendencia (Cuadro Nº 1).
CUADRO Nº 1
Población de los pueblos de Surco, Chorrillos y Magdalena 1759-1813
Pueblo / Año 1759 1775 / 1777 1790 1813
Surco
-- 176 322 515
Chorrillos
-- 511 865 1215
Magdalena
53 93 -- 174
Nota: La información de 1775 corresponde a los pueblos de Surco y Chorrillos, mientras la estadística de
1777 corresponde al pueblo de Magdalena.
Fuentes: AHAL, Sección Estadística Lima, Leg. 1, Exp. IX, 1759, f. 1r; Leg. 1, Exp.XXVIII, 1775; Visita
Magdalena, Leg 7, Exp LXV, 1777, ff. 1r-10r; Estadística Lima, Leg. 3, Exp. VII, 1790; Leg. 4, Expediente
XXII, 1813.
14
Ver: COOK, Noble D. La catástrofe demográca andina. Perú, 1520-1620, Lima: Fondo Editorial
Ponticia Universidad Católica del Perú, 2010.
15
Ver al respecto: TANDETER, Enrique. 1995 “Población y Economía en los Andes (siglo XVIII)”,
Revista Andina, Año 13, Nº 1, pp. 7-22, especialmente pág. 18.
193
Las transformaciones en la demografía de Lima colonial comprendieron
no solo una dimensión cuantitativa, sino además profundos cambios
sociales producidos a partir de procesos como desplazamientos, esclavitud,
servidumbre y diásporas, que generaron un mosaico social y étnico.
16
Respecto
al valle de Lima, los patrones de asentamiento y la composición étnica de su
población habían variado sensiblemente desde el último tercio del siglo XVI,
cuando se fundaron las reducciones. De un patrón concentrado se pasa en
el siglo XVIII a uno disperso tras un proceso de repliegue y diseminación
de la población en el valle, trastocándose con ello las disposiciones que
establecían la concentración urbana y permanente de la población indígena,
donde españoles, castas, negros esclavos y negros horros tenían prohibido
expresamente el acceso.
17
Hacia nes del siglo XVIII la composición étnica del
valle era notoriamente heterogénea, deviniendo en un hábitat multiétnico. Un
ejemplo de esta tendencia puede encontrarse en la Doctrina de La Magdalena.
Hacia 1777, junto a 884 negros esclavos, conviven 175 indios, 45 mestizos, 16
mulatos, 15 españoles, 12 chinos, 12 zambos y 6 cuarterones.
18
Estas cifras sugieren patrones de asentamiento vinculados a espacios donde
fue factible trascender el orden de las reducciones y el trabajo en haciendas.
Desde esta perspectiva, los indios de Lima extramuros buscaron establecerse
en el entorno litoral, asociado a actividades como la pesca y la extracción de
recursos marinos, así como desempeños y actividades de amplia tradición en
la costa pero que tuvieron que ser aprendidas por buena parte de los nuevos
pescadores de Lima. De hecho, las doctrinas de Surco y Pachacámac fueron
las más pobladas del extrarradio limeño, coincidiendo con una población
indígena forastera mayoritaria y con los asientos de pescadores más densos,
mientras las doctrinas alejadas del mar, como Late y Lurigancho, presentaban
una población restringida y exigua, alcanzando solamente el 10,51% y el 6,21
% de la población total del valle respectivamente.
19
2. La reducción tardo virreinal: la utopía urbana en cuestión
Para la corona española el proyecto de colonización de América tuvo en
la urbanización un instrumento, dispositivo y estrategia capitales, mientras la
16
DEUSEN, Nancy E. van. “Diasporas, bondage, and intimacy in Lima, 1535 to 1555”, Colonial Latin
American Review, vol 19, N° 2, August 2010, pp. 247-277.
17
Ver: “Instrucción y Ordenanzas de los Corregidores de Naturales”, Los Reyes, 30 de mayo de 1580, en
Virrey Toledo…, Op. Cit., Documento 86, instrucción 22, p. 422.
18
Archivo Histórico Arzobispal de Lima (AHAL), Visita Magdalena, Legajo 7, Expediente LXV, Padrón
General de la Doctrina de La Magdalena, 1777, ff. 1r-10r.
19
AHAL, Estadística, Leg. 3, Exp. X, 1790, f. 7r.
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ciudad constituyó su núcleo y vórtice.
20
Precisamente, uno de los mecanismos
claves del sistema colonial dirigidos al control de la población indígena fue
la implementación de un patrón de asentamiento concentrado, bajo el formato
de reducciones, en contraposición a patrones indígenas uidos, estacionales y
versátiles de los cuales distintos investigadores han dado cuenta bajo diversas
explicaciones: control vertical de pisos ecológicos, movilidad giratoria,
trashumancia, teorías que resaltan en conjunto el carácter dinámico de los
patrones de asentamiento de la población indígena, basados en la interacción
y el profundo conocimiento de los ciclos naturales, y el carácter dinámico
de sus asentamientos basados en la interacción y el profundo conocimiento
de los ciclos naturales. Por el contrario, las autoridades y funcionarios
metropolitanos imaginaron el espacio hispanoamericano desde el factor urbano
en la medida que neutralizaba y negaba el lugar y la población preexistentes
como referentes en la construcción del territorio, facilitando de esta manera
su inscripción en la agenda colonial. La ciudad fue vista de este modo como
un ámbito de aprendizaje y difusión de valores, normas, símbolos y prácticas
que, en conjunto, permitieran aanzar el nuevo orden. La vida en policía,
la vida cristiana y moral y la vida “industriosa”, constituían algunos de los
objetivos y valores asignados a la ciudad colonial andina. Desde el imaginario
político colonial, la ciudad debía reejar un nuevo orden basado en el estatuto
jurídico de separación de la población en repúblicas, una de españoles y otra
de indios, cuya cabeza era el Rey.
21
A su vez, cada una se encontraba asignada
a un ámbito especíco: la república de españoles a ciudades y villas, mientras
los indios debían establecerse en asientos urbanos denominados reducciones o
pueblos de indios. El ámbito extra urbano se situaba, de acuerdo al imaginario
de las autoridades, en el reino de la barbarie, la gentilidad y lo incivilizado.
Diversos propósitos han sido atribuidos a la empresa reduccionista:
adoctrinamiento y vida en policía de los naturales, disponibilidad de mano
de obra, organización scal, inhibición de insurrecciones, alejamiento de
centros rituales paganos y, en general, un control directo sobre la población
y el territorio. Sin embargo, la división bipartita de la sociedad colonial que
sostenía este proyecto y sus múltiples nes, muy pronto se vio rebasada con
la emergencia de nuevos actores: criollos, mestizos, negros y castas. ¿Cuál
debería ser el lugar de estos nuevos actores en términos políticos, sociales
y espaciales? Esta es una pregunta que debieron formularse las autoridades
frente a una creciente población esencialmente mestiza que amenazaba la
20
SPITTA, Silvia. “Más allá de la ciudad letrada. Prefacio”, en: Silvia Spitta y Boris Muñoz (Eds.).Más
allá de la ciudad letrada: crónicas y espacios urbanos,Pittsburg: Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, 2003, pp. 7-23.
21
COELLO, Alexandre. Op. Cit, p. 44
195
estabilidad del modelo social hispano. De acuerdo a Sarah C. Chambers la
administración colonial creó entonces una nueva clasicación basada en los
matices del mestizaje, cada uno con obligaciones y responsabilidades y que la
normativa cuidó de establecer claramente.
22
Estos cambios produjeron una ciudad heterogénea y multiétnica a lo
largo de América hispana. El desmantelamiento de la república de indios
tras la crisis de las reducciones tuvo un impacto directo sobre el ámbito
rural. Por ejemplo, en el extrarradio limeño, muy pronto contingentes de
población negra esclava junto a yanaconas-indios forasteros y mestizos-
empezaron a establecerse o fueron conducidos a las propiedades rurales que
iban incrementándose y demandaban mano de obra, al mismo tiempo que
decrecían las tierras de caciques y tierras comunales de indios originarios.
El colofón de este fenómeno fue la emergencia de nuevos núcleos de
población. El proceso de mestizaje que produjo un espacio multiétnico en la
ciudad se replicó en el espacio rural. En términos espaciales, tal hibridación
étnica estuvo acompañada por la dispersión de la población en el perímetro
del valle incluyendo sus bordes, montes, antiguos complejos prehispánicos
-situados en los márgenes de las haciendas- así como el espacio litoral. Esta
nueva geografía difusa del hinterland limeño fue moldeada de acuerdo a
negociaciones, actividades, apropiaciones simbólicas, en conjunto, a prácticas
espaciales que les permitieron insertarse en el nuevo escenario a la vez que
impactaban sobre él, contraviniendo así el sentido mismo de las reducciones:
concentrador y sedentario.
La consolidación de núcleos de población y de pueblos anexos en el
entorno de Lima fue factible, entre otros factores, por la importancia que los
indios conrieron a la movilidad como una estrategia dirigida a establecer
una espacialidad propia, redibujando el escenario reduccionista, por lo cual
Heidi Scott preere referirse a la geografía colonial en términos de paisajes
móviles.
23
No obstante las disposiciones que limitaban la movilidad de los
indios, en el mundo andino la constante fue el desplazamiento, traducido
en movimientos migratorios que socavaron el ordenamiento del territorio
colonial, especialmente el instituido tras el emprendimiento reduccionista
del virrey Toledo. Como consecuencia, en Lima extramuros del siglo XVIII
los indios originarios constituyeron porcentajes poco representativos de la
población reducida y de las doctrinas donde se inscribían, mientras indios
forasteros y castas ocupaban por igual reducciones y pueblos anexos. Algunas
22
CHAMBERS, Sarah C. De súbditos a ciudadanos: honor, género y política en Arequipa, 1780-1854,
Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 20113, p. 132.
23
SCOTT, Heidi. Op. Cit., pp. 65-69.
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estadísticas son elocuentes respecto del número cada vez menor de indios
originarios en las antiguas reducciones: en 1760, encontramos cuatro en
Lurigancho y siete en Late. De acuerdo a Sergio Serulnikov, una reducción
a nes del período colonial era un espacio intermitente al cual se acudía con
nes espirituales, festivos y scales y donde no necesariamente se residía de
forma permanente.
24
Además de este rasgo, podemos añadir que el proceso de
regresión demográca, la precariedad de instituciones como los hospitales, el
debilitamiento de sus autoridades y la merma de sus recursos fueron asimismo
rasgos comunes a estos pueblos entre los siglos XVI y XVIII.
Sin embargo, las reducciones no desaparecieron, más bien experimentaron
transformaciones profundas. De un lado, cambios internos: recomposición
étnica, reorganización física, desempeño económico y signicado político
y social. En términos externos, cambiaron las formas de entender a estos
pueblos, las políticas en torno a ellos y los imaginarios que se fueron
construyendo alrededor suyo por parte de autoridades, vecinos y la sociedad
en conjunto. Tales transformaciones fueron factibles en la medida en que
muchos de los supuestos en que descansaba la política de reducciones a
partir de las teorizaciones de juristas como Juan de Matienzo y del conjunto
de la normativa colonial, fueron desmoronándose progresivamente. El papel
de los pueblos de indios de la comarca limeña por ejemplo, como núcleos
de provisión de mano de obra resultaba irrelevante en tanto la población
originaria se encontraba muy disminuida, a la vez que la mayor parte de la
fuerza laboral de las haciendas -el núcleo de demanda de mano de obra en
el mundo rural- descansaba en esclavos y yanaconas, esencialmente indios
forasteros: estacionales y permanentes. Las cifras son elocuentes. Hacia
1777, en la doctrina de La Magdalena, encontramos 26 haciendas, donde
se desenvolvían 879 negros y 70 indios junto a 22 mestizos, 12 mulatos, 6
cuarterones, 5 chinos, 4 zambos, además de 9 españoles.
25
Al igual que haciendas y anexos, las reducciones aglutinaron muy pronto
una población multiétnica que incluía, además de naturales, españoles, criollos
y castas: mestizos, zambos, chinos, mulatos, y negros libres en menor número.
La proporción de indios variaba de acuerdo a la reducción. En San Salvador
de Pachacámac, por ejemplo, encontramos notoriamente la preeminencia de
sujetos indios: 128 frente a 37 negros, 29 pardos, 10 españoles, 4 mixtos, junto
a 2 eclesiásticos.
26
En el lado opuesto, hispanos y criollos se establecieron
24
SERULNIKOV, Sergio. Op. Cit., p. 9
25
AHAL, Visita Magdalena, Legajo 7, Expediente LXV, “Padrón General de la Doctrina de La Magdalena
suburbio de Lima y las chacras comprendidas en su territorio”, 1777.
26
AHAL, Estadística Lima, Leg 3, Exp. XII, 1790, f. 1.
197
crecientemente en los pueblos de indios, modicando directamente el perl
de las reducciones. La presencia de la élite limeña fue cada vez más notoria
en las doctrinas más densas del valle de Lima, como fue el caso de Surco. Allí
adquirieron propiedades que utilizaron primero estacionalmente y luego de
forma permanente. Hacia el siglo XVIII, era palpable la ocupación lenta pero
inexorable de españoles y criollos de los solares de la traza urbana empezando
por los establecidos alrededor de la plaza, como sucedió, por ejemplo, en
Surco. Hacia 1787, este grupo hispano-criollo poseía catorce propiedades que
incluían solares y algunas casas-huerta, estableciéndose en torno a la plaza y
en las principales calles del pueblo. Como vemos en el cuadro Nº 2, se trataba
de personajes de la élite limeña, asociados a la administración pública, además
de religiosos. Casi todos habían adquirido estos solares a los indios del pueblo
por compra directa. Don Domingo de Orrantia, por ejemplo, compró a los
indios Juan Sánchez Tantachumbi y Pedro Pablo Luyando, un solar en la calle
Santo Cristo. Por su parte, doña Rosa Vásquez de Velasco compró tres solares
y un rancho, adquisiciones todas efectuadas a indios del pueblo.
27
CUADRO Nº 2
Propiedades de españoles y criollos en el pueblo de Surco en 1787
Titular Orden / Cargo
Propiedades Localización
Mariana Muñoz, viuda
de José Rodríguez.
José Rodríguez perteneció a la
Orden de Calatrava
1 solar
2 huertas
Inmediaciones de la
Iglesia. Calle de Santo
Cristo
Rosa Catalina Vásquez
de Velasco
Mujer de Manuel Sáenz de Ayala,
del Hábito de Santiago
1 rancho y
solar
1 solar
1 solar
--
Juan Felipe Peña y
Zamorano
-- 1 solar Calle de Santo Cristo
Deán Esteban Gallegos Chantre de la Iglesia Metropolitana 2 solares Calle de San Sebastián
-- Condesa de Lurigancho casa-huerta Plaza de Surco
María Tambino
Viuda de Pedro de Echevarría Oi-
dor de la Real Audiencia
casa-huerta
Calle de San Sebastián
y Calle de San Diego
-- Marquesa de Castellón 1 solar Calle de San Sebastián
Herederos de Don
Domingo de Orrantia
-- 1 solar Calle de Santo Cristo
Joseph Antonio de
Oquendo
-- 1 solar
Esquina de la Plaza con
frente a la misma.
Fuente: Archivo General de la Nación (AGN), Tierras y Haciendas, Legajo 9, Cuaderno 58, 1787, ff. 1r.-20r.
27
AGN, Tierras y Haciendas, Legajo 9, Cuaderno 58, 1787, ff. 4r, 10r.
Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas espaciales en el valle de Lima (siglos XVIII-XIX)
198
Revista del Archivo General de la Nación
3. Las reducciones frente a las reformas borbónicas
Para las autoridades del siglo XVIII, la ciudad como elemento central
del orden colonial, como categoría administrativa y como eje medular de las
políticas poblacionales, no había cedido terreno. Los borbones en concreto
conservaron y enfatizaron el concepto de ciudad como espacio de civilización.
Para Jordana Dym, de acuerdo a este marco, las autoridades apoyaron los
esfuerzos para intensicar y uniformizar el gobierno de la ciudad y el campo
con el n de extender el patrón urbano establecido con la conquista bajo dos
medidas: reviviendo las conquistas de los cabildos de españoles y criollos y
recuperando los asentamientos dispersos de indios y castas, estableciendo un
gobierno municipal para ellos, en tanto la “libertad de las montañas” no era
una opción reconocida para los vasallos del Rey.
28
Las políticas de revitalización de la urbe como escenarios neurálgicos
del poder colonial, incluyendo el papel protagónico de sus instituciones y
fueros, se inscriben en un marco mayor: en las políticas de poblacióny del
territorio propuestas por la Corona. A su vez, estas se situaron alrededor de las
estrategias que los estados modernos aplicaron en su objetivo de disciplinar
y controlar la población y con ello construir autoridad y poder.
29
En este
sentido, la corona hispana puso a la población como elemento medular en la
reconstrucción de su poderío. Premunido de visiones ilustradas que veían la
tierra y la población como factores esenciales en la construcción de riqueza,
los borbones se interesaron en esbozar diversos proyectos que buscaron, por
un lado una explotación efectiva del espacio colonial fortaleciendo sus áreas
limítrofes, y por otro, retomar los objetivos primigenios de las reducciones
ante los cambios producidos en ellas y la crisis evidente que presentaba este
modelo urbano segregacionista.
En este contexto, las disposiciones de las autoridades borbónicas procuraron
devolver a los núcleos urbanos su papel como ejes del ordenamiento físico y
político del valle de Lima. Sin embargo, tales disposiciones se presentaron
como contradictorias. Así, mientras las políticas de poblamiento de la corona
buscaron recuperar distintos aspectos de la colonización temprana, como
fortalecer el papel de los pueblos de indios, al mismo tiempo se propusieron
incorporar los nuevos núcleos poblacionales reconociendo implícitamente las
dinámicas territoriales que los sustentaban.
28
DYM, Jordana. From Sovereign Villages to National States: City, State and Federation in Central
America, 1759-1839, University of New Mexico Press, 2006, p. 36.
29
FOUCAULT, Michel. Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France: 1977-1978,
Clase del 1º de febrero de 1978, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 35-41.
199
De este modo, las instrucciones dirigidas al virrey Teodoro de Croix
en junio de 1783 denían las reducciones como ámbitos de los naturales,
enfatizando en sus propósitos sociales, políticos y espirituales, volviendo a
lineamientos tempranos, como observar la separación espacial entre indios,
españoles y demás castas, advirtiendo del cuidado que se debía tener frente
al incremento de mestizos y castas en los pueblos de indios.
30
Por su parte, el
Reglamento de Intendentes incluyó disposiciones en torno al hábitat de los
naturales, interesándose por las reducciones como modelo ideal en la línea de
las instrucciones entregadas al virrey de Croix. Sin embargo, el Reglamento
buscó devolver a las reducciones sus funciones primigenias en términos de
evangelización y vida en policía, desinteresándose de sus funciones económicas
en un contexto donde la demanda de mano de obra había sido absorbida por
esclavos y yanaconas, y los tributos representaban cifras exiguas. Se legislaba,
en este sentido, de acuerdo al nuevo marco demográco, económico y religioso
del espacio rural limeño.
Un instrumento decisivo de las autoridades en torno al ordenamiento
espacial del valle de Lima a nes del siglo XVIII estuvo representado por
la Numeración y empadronamiento de los indios del distrito del Partido de
Lima, venta y composición de sus tierras de 1787, bajo la supervisión del
intendente Jorge Escobedo. A diferencia de las instrucciones y ordenanzas, en
el mundo colonial una visita constituía el recurso más eciente en términos de
intervención estatal con nes scales y de administración pública. Este fue el
carácter que tuvo la Numeración de 1787.Con este instrumento se buscó enfatizar
en los pueblos del partido del Cercado como espacios de adoctrinamiento, y
vida en policía, bajo los principios primigenios de las reducciones, al mismo
tiempo que legitimaba la participación de criollos y españoles en el escenario
de las reducciones. Para ello se levantó un catastro urbano de tales pueblos.
En el caso del pueblo de Santiago de Surco, se registraron 107 propiedades,
distribuidas en nueve calles y la plaza principal. Se ampararon 35 propiedades
y se asignaron 55 a los indios tributarios y sus familias; las 17 propiedades
restantes fueron consideradas de uso público, religioso y comercial, además de
los casos pendientes y aquellos en que las propiedades debían ser compuestas.
31
Las autoridades adjudicaron de esta manera solo el 51,4 % del total de
propiedades a los indios, quienes tras vender sucesivamente sus solares, se
habían establecido en el área rural, en las inmediaciones del pueblo; solo el
32.71% de los solares cumplieron los requisitos para ser amparados. Esto
evidencia la profunda alteración del proyecto de reducciones como espacio
30
Archivo General de Indias (AGI), Audiencia de Lima, 638. El Rey a Don Teodoro de Croix, Madrid,
19 de Junio de 1783, Artículo 19.
31
AGN, Tierras de Comunidades, Legajo 10, Cuaderno 83, 1786, ff. 36r.-54r.
Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas espaciales en el valle de Lima (siglos XVIII-XIX)
200
Revista del Archivo General de la Nación
exclusivo para los indios del valle, propiciando en su lugar esta diligencia
burocrática y la construcción de un hábitat multiétnico a contramano de las
mismas instrucciones de la corona. Hacia nes del siglo XVIII, la Numeración
mostraba el desplazamiento de los indios originarios tributarios. No obstante
estas disposiciones reivindicativas para algunos de los indios de la doctrina
de Surco, la distribución de solares efectuada por las autoridades consolidó el
carácter heterogéneo de las reducciones, en tanto favorecía solamente a una
fracción del total de tributarios del pueblo que ascendían a 205, además de 9
reservados y 15 viudas, y amparaba a un buen número de propietarios de la
nobleza limeña residente en el pueblo.
32
4. Capillas, oratorios, altares: la organización espiritual del valle
Tal como sucedía en el ámbito urbano, el papel de la Iglesia fue protagónico
en la organización del espacio rural en el Perú colonial, construyendo,
al igual que en las ciudades, una economía espiritual que comprometía a
los diferentes segmentos de la sociedad, incluidos los indios, donde los
intereses sagrados y profanos se encontraban estrechamente articulados.
33
La conversión, adoctrinamiento y administración de la vida espiritual de los
indios fueron consideradas responsabilidades centrales de las autoridades
religiosas y laicas frente a la república de indios. Estas tareas fueron puestas
de relieve en la organización de las reducciones, debiendo velar por su
cumplimiento los religiosos, los encomenderos y más tarde los corregidores
y otras autoridades. Las reducciones, al jar la población en asentamientos,
tuvieron asimismo como propósito, alejar a los indios de espacios sagrados e
impedir la continuidad de sus prácticas
34
espirituales. Al desarticular la red de
elementos sagrados que poblaban el imaginario de los indios, las autoridades
transrieron a las reducciones el valor espiritual que antes se centraba en el
entorno natural, deviniendo así en ejes del nuevo ordenamiento simbólico del
paisaje andino. El proyecto de reasentamiento indígena podría interpretarse,
desde esta perspectiva, como un proyecto, además de político, profundamente
cultural donde se redenieron categorías, elementos y signicados en torno al
paisaje, el espacio y la geografía locales.
Hacia el siglo XVIII, las transformaciones ocurridas en el entorno rural de
Lima alcanzaron la esfera espiritual. Al igual que en otros ámbitos vinculados
32
AGN, Ibídem, ff. 29v.-30r.
33
Ver al respecto: BURNS, Kathryn. Hábitos coloniales. Los conventos y la economía espiritual del
Cuzco, Lima: Quellca / IFEA, 2008.
34
RAMOS, Gabriela. Muerte y conversión en los Andes, Lima y Cuzco, 1532-1670, Lima: IFEA; IEP,
2010, p. 125.
201
a los pueblos de indios, propósitos como el adoctrinamiento y administración
de otros servicios anes habían fracasado, inclusive habían sido puestos en
cuestión al prescindirse virtualmente de tales funciones en las iglesias de los
pueblos de indios. Un caso límite fue el pueblo de San Juan de Lurigancho,
donde hacia 1760 solo cuatro naturales acudían al adoctrinamiento en la
iglesia del pueblo, mientras los 62 restantes lo hacían en las haciendas y demás
espacios rurales.
35
En Late en el mismo año, de un total de 303 naturales que
poseía la doctrina, solamente 7 feligreses asistían al pueblo, mientras 59
participaban del adoctrinamiento en el pueblo anexo de La Rinconada, 117 en
las haciendas y 120 en el valle de Cieneguilla.
36
La constitución de asientos al margen de las reducciones por parte de
indios forasteros fue duramente combatida, considerándose una actuación
subversiva y calicándola como “causa criminal de lesa majestad divina y
humana” al desobedecerse la provisión del visitador general y, por tanto, a la
autoridad real.
37
Sin embargo, en el valle de Lima, a mediados del siglo XVII,
los indios forasteros no solo se asentaban en pueblos ajenos a las reducciones,
sino que los encontramos peleando su derecho a celebrar misa y estas en sus
propias capillas. Tal fue el caso del pueblo de La Rinconada, cuyos habitantes
entablaron querella contra el vicario del pueblo de Late, que les impedía tales
iniciativas.
38
Para el siglo XVIII este tipo de asentamiento se había consolidado
al punto que, como hemos visto, los pueblos anexos excedían ampliamente en
población a las reducciones.
Pero no solo la Iglesia, sino los feligreses mismos, de diferentes
procedencias, clases y etnias, desplegaron diferentes desempeños alrededor de
la pastoral doctrinal, deviniendo esta en un espacio de negociación, una arena de
conicto donde se dirimieron intereses que trascendieron el negocio espiritual.
Este conicto tuvo diversas aristas en función de los actores involucrados.
Para los indios forasteros, construir capillas al interior de sus asientos y
reclamar los servicios espirituales en estos espacios les confería legitimidad
en el nuevo escenario rural, constituyendo un vehículo en la construcción
de una nueva identidad al establecerse fuera de sus comunidades de origen,
convirtiéndose así en artíces y agentes del proceso de re-territorialización del
valle de Lima. Mientras los indios asentados al interior o en los intersticios
35
AHAL, Visita Lima, Legajo 7, Expediente LXI, 1760.
36
AHAL, Visita Lima, ibid.
37
Ver: LASSÈGUE, Juan Bautista. “Cabildo secular, justicia y doctrina en la reducción de Cotaguasi
(1609-1616)”, en Gabriela Ramos y Henrique Urbano (Comps.). Catolicismo y Extirpación de
Idolatrías. Siglos XVI-XVIII. Charcas, Chile, México, Perú. Cusco: CBC, 1993, pp. 293-345.
38
AHAL, Sección Capítulos, Legajo 51, Expediente 10, 1653.
Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas espaciales en el valle de Lima (siglos XVIII-XIX)
202
Revista del Archivo General de la Nación
de las propiedades rurales se interesaban por su participación en los servicios
religiosos en capillas y oratorios, los indios de los pueblos anexos contribuían
y se esforzaban, junto a sus curas, en la construcción de iglesias, de magnitud
similar a las erigidas en las reducciones. La presencia y autorización de
una iglesia o simplemente una capilla signicaba no solamente asistencia
espiritual, sino también su armación y consolidación en la comarca de Lima,
validando sus desempeños y prácticas espaciales. Para los hacendados, una
capilla situada al interior de sus propiedades -dirigida a la asistencia espiritual
de una población multiétnica, incluyendo españoles transeúntes e indios
yanaconas estacionarios- signicaba estatus y jerarquía en el concierto rural
de Lima.
Las capillas y oratorios fueron extendiéndose en el área rural de Lima
y el número de solicitudes de autorización se incrementaron por parte de
hacendados a lo largo del siglo XVIII. Dispersos en el valle, su desarrollo estuvo
estrechamente ligado a la expansión de las haciendas. El establecimiento de
capillas y oratorios se denía en función de la magnitud de la propiedad rural
en cuestión y de su distancia a los pueblos y anexos de la doctrina: capillas
en las haciendas más importantes y más alejadas y oratorios en chacras y
propiedades menores.
La presencia de tales artefactos vino a relativizar la importancia de
los edicios religiosos en los pueblos de indios y, por consiguiente, la
concentración de los naturales con nes de adoctrinamiento y demás servicios.
Hacia el siglo XVIII la Iglesia se adaptó a este patrón disperso de la población
en el valle de Lima. La administración de los sacramentos volvía a tener un
carácter móvil, como en tiempos tempranos, a partir de la demanda de una
población transeúnte, teniendo capellanes e interines que desplazarse de una
hacienda a otra, en un ámbito considerablemente más extenso que en el siglo
XVI. Tales prácticas no gozaban de la aceptación de la autoridad real, por lo
cual se incidió en recuperar las funciones primigenias de las reducciones en
términos de adoctrinamiento de los naturales. Para la segunda mitad del siglo
XVIII se había generalizado esta práctica a lo largo del valle. En la doctrina
de Lurigancho, por ejemplo, de las quince haciendas que se emplazaban en
su jurisdicción, once habían acondicionado algún tipo de infraestructura
religiosa para la población permanente y transeúnte.
39
En el valle de Late se
habían edicado veinte oratorios, seis capillas y un altar portátil entre las 27
propiedades rurales existentes.
40
De esta forma las reducciones dejaron de
39
AHAL, Visita Lima, Leg 7, Exp 62, 1760, ff. 5v-8v.
40
AHAL, Visita Lima, Leg 7, Exp 61, 1760, ff. 6v-8v
203
constituir los principales espacios de congregación espiritual de la población
indígena del valle.
Debido a que la mayor densidad poblacional del valle de Lima reposaba en
el área rural antes que en las reducciones, se produjeron serios conictos entre
las órdenes que administraban el valle en torno, por ejemplo, a la recaudación
de diezmos y otras contribuciones de los feligreses. Muchas de estas disputas
tuvieron como epílogo la denición de la jurisdicción de las órdenes y el
alineamiento de la población indígena, el principal segmento contribuyente.
Tal fue el caso del pueblo anexo de La Rinconada, uno de los asientos
emergentes en el valle de Late tras la fundación de la reducción de Santa
Cruz de Late en el siglo XVI. Hacia la primera mitad del siguiente siglo había
crecido notoriamente, aglutinando una población compuesta esencialmente de
indios forasteros. La administración de su feligresía terminó disputándose en
los tribunales eclesiásticos entre la parroquia de Santa Ana en los intramuros
y Late en los extramuros.
41
En este caso se trataba del interés de los religiosos
por redenir sus jurisdicciones en un marco de asentamiento de poblaciones
nuevas en el valle y las implicancias que su administración traía en términos
de poder, ingresos y signicado y que los indios forasteros supieron muy bien
manejar en su propósito de armación en el nuevo escenario rural limeño.
5. Pueblos anexos, agregados, rancherías: una redenición del
espacio rural
Al mismo tiempo que las reducciones del valle de Lima se debatían en
un proceso de arrinconamiento y crisis, a lo largo del siglo XVII emergían
progresivamente un conjunto de asientos -pueblos, rancherías, caletas-,
algunos de los cuales fueron categorizados como pueblos anexos. Todos ellos
estaban conformados por población mixta: Puruchuca, Huaycán, Cieneguilla,
Maranga.
Un pueblo anexo consistía básicamente en una aglomeración humana
establecida espontánea y progresivamente fuera del ámbito ocial de las
reducciones. Hacia mediados del siglo XVIII, los pueblos anexos aglutinaban,
junto a las haciendas, la mayor parte de la población de las doctrinas del valle,
en detrimento de las reducciones. Las cifras son elocuentes en este punto: 865
habitantes de la doctrina de Surco residían en el pueblo anexo de Chorrillos
frente a 243 que lo hacían en la reducción de Surco. En la doctrina de Ate, el
41
AHAL, Curatos, Legajo XII, Expediente VI, 1642, f. 36r.
Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas espaciales en el valle de Lima (siglos XVIII-XIX)
204
Revista del Archivo General de la Nación
asiento de La Rinconada presentaba 48 habitantes frente a 16 que aglutinaba
la reducción de Late.
El proceso de dispersión de la población de naturales signicó un retorno
a un patrón de asentamiento extensivo antes que intensivo, contrario a las
imágenes que el poder tenía de la geografía colonial en términos físicos y
demográcos. Tal patrón fue a su vez favorecido por desplazamientos
continuos de población indígena, lo que condujo a su vez a la creación de
una nueva categoría: indios originarios y forasteros. Estos últimos podían
escapar de la mita y reducir su tributo si abandonaban sus pueblos, perdiendo
en cambio acceso a las tierras comunales.
42
El proceso de emergencia de pueblos anexos se encuentra así amarrado a
patrones de migración en el mundo andino construidos desde la primera mitad
del siglo XVI, como también a nuevos sistemas de asentamiento y, en general,
a una nueva territorialidad construida por los indios, quienes encontraron en
espacios más allá de las reducciones y las ciudades, ámbitos de reproducción
social y cultural.
43
Así, la marcada localización de los pueblos anexos en
torno al litoral revelaría la elección de este lugar por parte de los indios como
una estrategia de armación del espacio local a partir del aprovechamiento
de sus recursos. De los siete pueblos anexos registrados en el partido del
Cercado a nes del siglo XVIII, cinco se situaban en un hábitat costero o en
sus inmediaciones: Chorrillos, Miraores, Lancón, Pachacámac y el Callao,
ámbitos donde los indios establecieron núcleos pesqueros, hilvanando así una
práctica tradicional -ahora recreada- y el nuevo escenario colonial.
Este patrón de asentamiento de caletas o pueblos de pescadores fue advertido
por Alberto Flores Galindo, quien incorporaba así la dimensión espacial en
la historiografía colonial. Galindo destacó las estrategias de los indios en
Lima extramuros de vivir separados alrededor de asientos de pescadores,
lejos del control de las autoridades, entendiendo este patrón como una forma
de resistencia al poder colonial. Conclusiones similares han sido esbozadas
por Alexandre Coello, quien va más allá entendiendo que, en general, los
asientos indígenas –las reducciones intra y extramuros, los arrabales y las
parroquias de indios– al mismo tiempo que permitieron desarrollar patrones
de sociabilidad, autonomía social y cultural indígenas, favorecieron un alto
grado de resistencia y cultura política.
44
42
GARRETT, David T. Sombras del Imperio. La nobleza indígena del Cusco, 1750-1825, Lima. IEP,
2009, Cáp. II, pp. 81-90
43
Sobre patrones de migraciones en el mundo colonial andino, ver: COOK, Noble D. “Patrones de
migración indígena en el Virreinato del Perú: mitayos, mingas y forasteros”, Histórica, Vol. XIII, nº 2
(Diciembre 1989), pp. 125-152.
44
COELLO, Alexandre. Espacios de exclusión…, p. 127.
205
En este sentido, los indios pescadores desplegaron prácticas culturales
tradicionales, tal como funcionarios coloniales y viajeros entre nes del
siglo XVIII y principios del siguiente han dejado constancia. Entre ellas,
ciertos patrones de asentamiento (asientos vinculados al entorno marítimo),
ciertas actividades extractivas (pesca, mariscos, algas marinas, sal, juncos,
cañas); prácticas constructivas (elaboración de sus casas con tierra, esteras);
y elaboración de objetos asociados al espacio doméstico (petates, canastas,
redes de pesca), prácticas todas de larga tradición en la costa.
La pesca, asimismo, se inscribió en un conjunto de actividades
especializadas y vinculadas a la tradición que los indios yungas desarrollaron,
tales como la producción y comercialización de chicha y coca, participando en
el mercado limeño, a la vez que organizaban sus propios gremios, instituciones
corporativas que supieron explotar ecientemente a su favor, aprovechando
así las instituciones del sistema colonial, todo lo cual contribuyó a construir
un sentido colectivo, a forjar sus identidades coloniales.
45
Una identidad india
construida en torno a la pesca fue posible en la medida en que esta constituyó
una actividad tradicional de la población yunga desde tiempos prehispánicos
y que sobrevivió exitosamente durante el período colonial, aunque sus
practicantes eran forasteros antes que originarios.
No obstante la importancia otorgada al asentamiento litoral, los indios de
los extramuros se establecieron en diferentes sectores del valle de Lima, lejos
de sus comunidades, pero libres del control scal, aunque esto fue cambiando
progresivamente en la medida que los indios forasteros se interesaban por
articularse a las comunidades de originarios. Establecerse en espacios
separados de las reducciones, así como el desempeño de prácticas vinculadas
estrechamente al entorno físico, les conrió la posibilidad de forjar sus
identidades a partir del lugar desde su condición de forasteros. De esta forma
construyeron un paisaje propio que se nutría del contexto físico y cultural, a la
vez que eran perlados por la experiencia y la relación con tales entornos. En
este sentido, algunos grupos se situaron alrededor de las antiguas “guacas”,
complejos arquitectónicos esparcidos a lo largo del valle, así como en áreas no
factibles de explotación agrícola.
El paisaje rural limeño se encontraba fuertemente impregnado de
estos complejos prehispánicos. La experiencia rural cotidiana implicaba
un contacto cotidiano con estos objetos. Algunos de estos complejos
constituyeron escenarios con una profunda carga simbólica e importancia en el
45
Se conocen al menos dos gremios de pescadores, cuyos patrones fueron San Pedro y San Cristóbal. Ver
al respecto, CHARNEY, Paul. Op. Cit., pp. 25-27.
Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas espaciales en el valle de Lima (siglos XVIII-XIX)
206
Revista del Archivo General de la Nación
ordenamiento social, político y de intercambio. Sin embargo, muchos de ellos
fueron absolutamente devastados y olvidados. El olvido, aquí es importante
señalarlo, constituyó una forma de invisibilizar y de negar al sujeto colonial.
Las llamadas “huacas” fueron utilizadas en tiempos coloniales como lugar
de entierros, espacios periféricos o límites de propiedades agrícolas, como
espacios de memoria de un pasado profano y como lugares de eventuales
hallazgos de tesoros. Sin embargo, para los indios nuevos del valle, estos
espacios conformaron parte de su hábitat, desde donde tejían sus relaciones
sociales, económicas y políticas. En el valle de La Magdalena en 1777, por
ejemplo, se registraron49 indios establecidos en las “huacas de Maranga”,
quienes inclusive contaban con un alcalde ordinario.
46
Vivir junto a antiguos
complejos prehispánicos -que las autoridades eclesiásticas y laicas llamaban
todavía en el siglo XVIII “lugares de la gentilidad”- implicaba una valoración
positiva por parte de los indios forasteros a estos monumentos al conectarlos
con el pasado prehispánico. En la medida en que constituían su espacio
cotidiano, los indios conrieron nuevos signicados a estos complejos,
divergentes de la mirada del poder.
La hacienda constituyó otro ámbito de vida para muchos indios forasteros
en su calidad de yanaconas y trabajadores estacionarios. Sin embargo, un
grueso de ellos se estableció permanentemente en el ámbito rural. Para tales
indios, una opción fue vivir separados de las haciendas, sin comprometerse
exclusivamente con tal sistema, sino por el contrario, construir un entorno en
las proximidades de estas propiedades, arrendando tierras, abriendo nuevos
espacios de cultivo o trabajando a riesgo con los propietarios en calidad de
aparceros, además de constituir nuevos asientos y pueblos bajo el nombre
de rancherías. El término ranchería en el Perú colonial estuvo asociado
directamente con el hábitat de indios forasteros, ancados fuera del ámbito
de las reducciones, agrupados en un número limitado y adscritos al escenario
rural, conformado por haciendas y tierras de cultivo. En Lima extramuros,
por ejemplo, un contingente de indios estableció una ranchería en 1777 en
Limatambo, valle de La Magdalena, donde residían 18 naturales.
47
También
en las inmediaciones de la hacienda de Huaycán se estableció un asiento que,
en la visita efectuada en 1781 por Mateo Ordóñez, cura de la doctrina de
Late, se registraba como pueblo de Huaycán, que por su número restringido
no alcanzaba la categoría de pueblo anexo.
48
Sin embargo, otros asientos
presentaron un mayor dinamismo, superando la población de las reducciones
46
“Padrón de los indígenas que residen en la doctrina de Magdalena, y de las Huacas de Maranga”,
AHAL, Sección Estadística, Legajo 1, Expediente IX, 1759.
47
AHAL, Visita Magdalena, Leg. 7, Exp. LXV, 1777.
48
AHAL, Curatos Lima, Leg. 15, Exp. IX, 1781, f. 5r.
207
vecinas. Este fue el caso de La Rinconada, uno de los asientos más importantes
propiciados por indios forasteros de Lima, quienes ocuparon un segmento en
el borde del valle de Lati, en un contexto en que las tierras cultivables habían
sido absorbidas, alcanzándose los bordes del valle. Hacia 1760 constituía
un pueblo anexo de la doctrina de Late que excedía largamente la población
de la reducción. Tal exitoso desempeño fue factible, entre otros factores, a
su emplazamiento en los bordes del valle del Rímac y no al interior de las
haciendas.
Los indios de Lima intramuros y extramuros no vivieron exclusivamente
aislados, sino por el contrario, se produjo –como han señalado diversos
trabajos– una uida interacción entre ambos ámbitos, eso mismo ocurría con
las demás castas y estamentos, estableciendo contactos, redes y alianzas.
49
La organización de cofradías, gremios y otras instituciones les permitió
una participación dinámica en la vida urbana limeña. Así, por ejemplo, los
indios de las caletas vendían pescado en Lima no solo en el mercado, pues
instituyeron contratos con la Iglesia.
Las uidas relaciones interétnicas que los indios del valle de Lima
entablaron con los demás grupos étnicos se tradujeron en lazos de convivencia
y solidaridad, en la medida que les permitieron aanzar desempeños y
prácticas espaciales. Algunos de los escenarios más candentes del valle fueron
los palenques, espacios establecidos por negros fugitivos, donde intentaron
reconstruir sus vidas al margen del régimen esclavista, buscando establecer
comunidades permanentes y autónomas.
En este contexto, negros e indios establecieron contacto. A diferencia de
las reducciones donde tenían vedado -al menos en teoría- el acceso y trato
con los indios, en los asientos de indios forasteros como pueblos anexos, este
impedimento no tenía validez.
Por ejemplo, en torno a Huachipa, mientras los negros acopiaban leña, los
indios comercializaban esta producción en Lima, además de suministrarles
información frente a eventuales incursiones de las autoridades. Esto no fue
óbice para que se produjesen tensiones entre negros, indios del común y
hacendados.
El emplazamiento periférico de algunos pueblos anexos y su proximidad
–en ciertos casos- al hábitat de negros cimarrones, fue uno de sus rasgos
49
Ver por ejemplo: COSAMALÓN, Jesús. Indios detrás de la muralla: matrimonios indígenas y
convivencia inter-racial en Santa Ana (Lima, 1795-1820), Lima: Fondo Editorial PUCP, 1999.
Pueblos de indios, pueblos anexos y prácticas espaciales en el valle de Lima (siglos XVIII-XIX)
208
Revista del Archivo General de la Nación
distintivos que los diferenció de los pueblos de indios. A diferencia de ellos,
los pueblos anexos guardaron una estrecha relación con su entorno, con
sus gentes y con los valores del lugar, siguiendo frecuentemente un trazado
irregular y orgánico, contraviniendo de esta forma el signicado unívoco que
la cuadrícula pretendía representar.
Las transformaciones del valle en el ámbito físico tuvieron su correlato en
la esfera política. La organización espiritual de la población del valle -útil para
la administración real– tenía como elemento base la parroquia o doctrina,
consideradas las unidades mínimas de administración espiritual en el ámbito
rural. De acuerdo a este modelo, un pueblo determinado cumplía el papel de
cabecera o núcleo de la doctrina al cual se adscribían uno o varios pueblos
anexos. El nombre de la doctrina estaba asociado al nombre de la cabecera,
precisamente por su gravitación en la estructura de aquella. Sin embargo, los
pueblos anexos se insertaron exitosamente al sistema de doctrinas en el caso
del valle de Lima, de manera que en las postrimerías del poder colonial, su
importancia era mayor que las reducciones, a tal punto que de acuerdo a las
estadísticas parroquiales, aquellos constituían por número y dinámica los
centros neurálgicos de las doctrinas.
La inserción exitosa de los indios forasteros en el concierto de Lima
extramuros se debía a diferentes estrategias y mecanismos que ellos
desplegaron. Uno de los desempeños centrales fue el apropiarse y compartir
instituciones, prácticas, valores y sociabilidades políticas construidos en las
reducciones.
50
Así, siguiendo el ordenamiento político hispano y al igual que
las reducciones, los pueblos anexos eligieron alcaldes y regidores, reuniéndose
en asambleas y congregándose para discutir en torno a problemas de la
comunidad y asuntos espirituales como el culto y las festividades religiosas.
Hacia nes del siglo XVIII y principios del XIX, en el perímetro de Lima
extramuros coexistían indios originarios y forasteros sin grandes tensiones,
procurando ambos grupos desarrollar sociabilidades y formas de interacción
que les permitieran su reproducción social y biológica.
50
Sobre sociabilidades políticas, ver: GUARISCO CANSECO, Claudia.
Los indios del valle de México
y la construcción de una nueva sociabilidad política1770–1835, Zincantepec, México: El Colegio
Mexiquense, 2003.
209
Epílogo
Los indios del valle de Lima colonial a nes del siglo XVIII –forasteros
y ladinos en su mayoría- trabajaron activamente con nes de participar en el
sistema colonial a través del despliegue de diferentes estrategias y formas de
negociación, por ejemplo replicando patrones de asentamiento prehispánicos
que simultáneamente incorporaban instituciones hispanas y sociabilidades
políticas, como el cabildo y las cofradías; una participación decidida en su
incorporación a las prácticas espirituales católicas, la adopción de actividades
económicas tradicionales como la pesca, junto a formas tradicionales de
relación con el medio natural, todo ello les permitía trascender en muchos
casos la esfera de las haciendas.
Las reformas implementadas a nes del siglo XVIII generaron una nueva
forma de relación entre los centros urbanos y el estado colonial, propiciando
un mayor acercamiento, control y scalización. A partir de entonces, tanto
los pueblos de indios como los pueblos anexos fueron vistos como centros
que debían irradiar el proyecto civilizatorio, en clara correspondencia con las
políticas coloniales tempranas en aspectos como adoctrinamiento, control de la
población y vida en policía. Al mismo tiempo las autoridades comprendieron
los alcances de las estrategias y prácticas espaciales desplegadas por los indios
forasteros, buscando su incorporación a la red de doctrinas del valle. A nes
del siglo XVIII el centro gravitacional de la población de la comarca de Lima
se encontraba más allá de las reducciones primigenias del valle de Lima, y la
administración entendía que por ahí debía empezar a reconstituirse el tejido
territorial colonial y a implementarse el proyecto reformista que ahora incluía
a españoles y criollos, quienes asimismo fueron incorporados al paisaje social
de Lima extramuros.
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