víctima de una tuberculosis, incluso la madre de esta culpó a San Martín de
la muerte de su hija.
Para 1821 hacía ya buen tiempo que San Martín solo tenía contacto con su
esposa y su familia política a través de la correspondencia. Se hace entonces
muy probable que Rosa Campusano tuviera con San Martín algún tipo de
relación que fuera más allá de lo meramente protocolar o amical; de allí
nacen las especulaciones acerca de la existencia de un vástago. Rosa
Campusano no tuvo ni pudo haber tenido un hijo con San Martín, lo que
pudo existir en todo caso fue “cierto entendimiento amoroso”, como afirma
Manuel Augusto de Ingunza Simonetti, uno de los biógrafos más
importantes de San Martín en nuestro medio. Lo que está fuera de duda es
que Rosa Campusano tuvo una influencia “notable” durante la duración del
Protectorado (Ingunza, Marticorena y Puntriano 2002: 4).
El ingeniero Manuel Augusto de Ingunza Simonetti, presidente emérito del
Instituto Sanmartiniano del Perú, junto con Gabriel Marticorena Carrillo y
Carlos Puntriano Fugari, publicaron el año 2002 una investigación original
sobre Rosa Campusano, un trabajo que apenas pudo ser reproducido en 50
ejemplares, dadas las carencias económicas del Instituto que apenas recibía
una modestísima asignación económica por parte del Estado. En ese breve
estudio Ingunza y sus coautores demostraron que el único hijo que tuvo
Rosa Campusano, de nombre Alejandro, nació en 1835, es decir trece años
después de la partida de San Martín, siendo su padre fue el ciudadano
alemán Juan Weninger.
Siempre y cuando la relación se diera con algún recato y discreción, la
condición masculina de San Martín le permitía tomarse alguna libertad a
sabiendas de que sería tolerada por la sociedad. Hay que recordar lo
planteado por Norbert Elías en su libro El Proceso de la civilización (1987):
En el siglo XIX la opinión social condena de modo absolutamente
estricto toda relación extramatrimonial. Por supuesto (…) la
violación del tabú de las relaciones extramatrimoniales por parte del
hombre es considerada socialmente con mayor tolerancia que el
comportamiento similar por parte de la mujer. Ambas transgresiones
por lo demás, quedan completamente excluidas de la vida social
oficial, estos comportamientos se relegan de modo estricto a la
trastienda de la sociedad, a la esfera de lo secreto (1987: 224).
Aunque el análisis de Elías está pensado para el contexto europeo, es válido
aplicarlo a nuestra realidad, sin embargo no debemos olvidar que aquí se
vivía un contexto de guerra y desmoronamiento del orden colonial. Si como
parece el caso esta relación se dio, quedó como dice Elías “en la esfera de lo
secreto”, pues evidentemente no existe documento, carta o testimonio
escrito que deje prueba de lo sucedido. Únicamente existe el decreto
sanmartiniano donde se concede a Rosa Campusano y a muchas otras
patriotas una condecoración y el título de “Benemérita”, merced a sus
servicios a la causa de la libertad.4 Sin duda, como ya anotamos, mucho
influyó en el imaginario colectivo la tradición de Ricardo Palma para
alimentar y “consolidar” esta supuesta relación.
El 17 de agosto de 2000, con motivo de los 150 años del fallecimiento de
San Martín, el diario bonaerense El Clarín, publicó un artículo de Alberto
Gonzáles Tor titulado De eso no se habla, donde se comenta precisamente
la presunta relación de San Martín con Rosa, recalcando el rol de espía
desarrollado por la Campusano, de quien se dice también haber sido una
persona ilustrada.
El escritor peruano Ricardo Palma, autor de Tradiciones Peruanas,
fue el primero en divulgar el amor de San Martín por Campusano,
hija natural de un funcionario rico e importante, productor de cacao.
Amante de un general realista, la joven fue una excelente espía para
las fuerzas libertadoras. Audaz, inteligente, había leído al filósofo
ginebrino Jean Jacques Rousseau y le gustaban el teatro y la
literatura (2000: 16).
Gonzales Tor recoge el parecer de la destacada historiadora argentina
Florencia Grosso que menciona que a San Martín no se le conoció ningún
amorío escandaloso y, si bien es cierto no fue un ascético monje, tampoco
tuvo las 35 amantes que llegó a tener Simón Bolívar. Gonzales recoge
también las opiniones de los historiadores José García Hamilton y Patricia
Pasquali, quienes afirman que respecto a su relación con Rosa Campusano,
San Martín no fue ni discreto ni recatado, sino que por el contrario nunca
ocultó su relación. En nuestro medio, Juan Luis Orrego Penagos también
afirma que San Martín ventilaba públicamente su relación con la
Campusano exhibiéndose con ella en las calles de Lima. Orrego va más allá
e insinúa que debido a ella San Martín paulatinamente fue haciéndose amigo
del lujo y el boato.5Surge la polémica pues el general de brigada (r) Diego
4 Véase el Anexo 2.
5 Ver al respecto el artículo de Orrego Penagos. “Rosa Campuzano: La Protectora”, disponible en:
http://blog.pucp.edu.pe/blog/juanluisorrego/2008/07/26/
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Una rosa para la libertad: doña Rosa Campusano Cornejo en el Perú