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La batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824):
Cultura y memoria de un acontecimiento
Nelson E. Pereyra Chávez
Revista del Archivo General de la Nación
2017, N° 32, 271-283
La batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824):
Cultura y memoria de un acontecimiento
Nelson E. pereyra ChÁVez
Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga
nelsonernesto@hotmail.com
Resumen
La Batalla de Ayacucho, librada el 9 de diciembre de 1824, constituye un acontecimiento tras-
cendental en la historia contemporánea del Perú y de las naciones latinoamericanas, que fue
conmemorado desde inicios de la República. Sin embargo, poco se sabe de los aspectos cul-
turales y de memoria relacionados con el acontecimiento. Siguiendo el método del historiador
francés George Duby y a partir de las fuentes elaboradas por los mismos participantes del hecho
y de los primeros textos historiográcos, el presente trabajo pretende realizar una “etnografía”
de la batalla para luego analizar el marco cultural y simbólico en el que se inscribe el hecho.
Asimismo, busca estudiar la construcción de la memoria sobre la batalla y la forma de cómo el
encuentro fue transformado en un hecho histórico. Propone que la batalla de Ayacucho fue una
performance guerrera que se ajusta a las características y estrategias de las guerras napoleónicas
de los siglos xViii y xix. Además, el combate fue historizado en las narrativas de los ociales
que participaron en él y de los historiadores del siglo xix, quienes lo transformaron en un hecho
histórico de vital importancia.
Palabras clave: Batalla de Ayacucho, guerra de la Independencia, historia militar, ejér-
citos.
The Battle of Ayacucho (December 9, 1824):
Culture and memory of an event
Abstract
The Battle of Ayacucho (December 9, 1824) is an important event in the contemporary history of
Peru and the Latin American nations, which was commemorated since the beginning of the Re-
public. However, little is known about the cultural and memory aspects of the event. Following the
method of George Duby (a French historian) and the sources elaborated by the same participants
of the battle and the rst historiographical texts, this document tries to realize an “ethnography” of
the battle to later analyze the cultural and symbolic framework in which the fact is recorded. It also
seeks to study the construction of memory about the battle and how the encounter was transformed
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into a historical event. It proposes that the battle of Ayacucho was a warlike performance that con-
forms to the characteristics and strategies of the Napoleonic wars of the 18th and 19th centuries.
In addition, the combat was historicized in the narratives of the ofcers who participated in it and
the 19th century historians, who transformed it into a vital historical fact.
Keywords: The Battle of Ayacucho, independence war, military history, armies.
Introducción
La batalla de Ayacucho es hoy en día un acontecimiento de evocación anual en las naciones
hispanoamericanas. En Lima, la capital del Perú, la conmemoración no pasa de una simple
acotación en algún medio de comunicación; pero en Ayacucho alcanza los ribetes de una gran
celebración popular, con escenicación de la batalla incluida, en la que participan entusiastas
escolares de los colegios de la ciudad y una masiva concurrencia que atiborra el lugar donde se
llevó a cabo el hecho. La batalla, que se realizó el 9 de diciembre de 1824, enfrentó al poderoso
ejército español con las modestas tropas del Ejército Unido Libertador. Al caer la tarde y pese a
su aplastante superioridad numérica, los realistas fueron derrotados, sus generales capturados y
el territorio del antiguo virreinato peruano entregado a los patriotas gracias a una capitulación
pactada entre vencedores y vencidos.
A menudo, la batalla ha sido entendida como una puesta en escena con negociación
nal, en la que el vencido devino en vencedor y viceversa (Roel, 1981). Incluso, algunos au-
tores dudan de la existencia fáctica del encuentro, basados en la desigualdad numérica de los
contrincantes y en la poca cantidad de muertos y heridos
1
. Sin embargo, ambas posturas son
anacrónicas, porque estudian la batalla en el contexto de las guerras contemporáneas (como
los dos conictos bélicos mundiales del siglo xx) que buscaban aniquilar del todo al enemigo,
incluido la reserva civil de hombres, alimentos y armamentos
2
. Al contrario, se debe analizar la
batalla de Ayacucho en relación con la circunstancia bélica en la que ocurrió. ¿Y cuál es dicha
circunstancia? ¿Acaso la de las guerras napoleónicas de inicios del siglo xix?
Asimismo, en la experiencia peruana la batalla forma parte del conictivo proceso de
formación del Estado republicano. Después del acontecimiento, los vencedores tuvieron que
enfrentar a las demás fuerzas realistas que se hallaban en Alto Perú (Olañeta) y Callao (Rodil)
3
.
Posteriormente, se desencadenaron la guerra contra la Gran Colombia (1828-1829), los con-
ictos caudillistas temprano-republicanos y la guerra de la Confederación Peruano-Boliviana
(1836-1839). Ante tal coyuntura, cabe preguntarse por el momento y proceso de transformación
1 César A. Límaco sostiene que el 9 de diciembre de 1824 se realizó un “simulacro de batalla” y se pactó una capi-
tulación halagüeña para los españoles, a partir de una errada lectura de las memorias de José Antonio López. Cfr.
límaCo, 1975, p. 160.
2 El historiador británico Eric Hobsbawm señala que en la primera y la segunda guerras mundiales se persiguieron
la destrucción total de enemigo para lograr una rendición incondicional. Cfr. hoBsBawm, 1995, p. 38.
3 Las fuerzas de Olañeta resistieron hasta abril de 1825, cuando sus soldados se sublevaron y mataron a su jefe en
Tumusla. Los patriotas entonces pudieron ingresar sin problemas al Alto Perú y declarar la independencia. Por
su lado, Rodil retuvo la fortaleza del Real Felipe hasta enero de 1826, cuando fue derrotado por la hambruna y el
escorbuto.
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de la batalla de Ayacucho en hecho histórico
4
. ¿Cómo y cuándo fue historizada y quiénes la
transformaron en hecho histórico?
El presente trabajo intenta estudiar la batalla de Ayacucho como un acontecimiento
que revela la cultura guerrera de la era de la Independencia
5
. Además, busca examinar las re-
percusiones culturales del encuentro, a partir de la exploración de la información periodística
e historiográca que contribuyó a su transformación en hecho histórico. Siguiendo las reco-
mendaciones del historiador francés George Duby, se pretende retomar el clásico relato del
acontecimiento para indagar la cultura de sus protagonistas; es decir, seguir la huella del sistema
ideológico construido a partir del hecho y estudiar los códigos y convenciones de la época, que
explican las disposiciones de ánimo
(Duby, 1988).
la batalla de ayacucho en el contexto de las guerras
napoleónicas
El trabajo de investigación formula dos hipótesis: a) La batalla de Ayacucho se acomoda al contex-
to de la guerra napoleónica; por lo tanto, es una performance guerrera que tiene etapas y en la que
debe primar el trato caballeresco entre los combatientes; y b) La batalla de Ayacucho fue histori-
zada desde los días posteriores al acontecimiento, en las narrativas de los ociales combatientes.
Después fue convertida en hecho histórico por los historiadores peruanos y españoles del siglo xix.
Para probar la primera hipótesis, se realizó una etnografía de la campaña militar previa
y de la batalla, que probó que la estrategia y tácticas de los militares en Ayacucho fueron toma-
das de las máximas napoleónicas sobre el arte de la guerra. Bolívar llegó al Perú en setiembre
de 1823, en medio de un caos político ocasionado por el enfrentamiento entre el Congreso y
el presidente Riva Agüero, y recibió poderes absolutos para remediar la situación y combatir a
los realistas. Puesto que estos recuperaron el control de la fortaleza del Real Felipe del Callao y
ocuparon nuevamente la capital en febrero de 1824, el libertador decidió trasladarse a Trujillo
para preparar la campaña nal. Ahí, dispuso la unicación de las tropas dispersas en el norte,
bajo su mando, y el reclutamiento de nuevos soldados. Al mismo tiempo, recorrió los pueblos de
la Costa y Sierra septentrional con el propósito de supervisar personalmente el abastecimiento
de armas, cabalgadura, vestimenta y vituallas para el ejército libertador
6
.
Al ocuparse personalmente de la organización del ejército, Bolívar se hizo cargo del
comando y aplicó una de las máximas de Napoleón: “No hay nada más importante en la guerra
4 El concepto de hecho histórico alude a un acontecimiento seleccionado por el historiador como de capital impor-
tancia o como hito en el devenir histórico. Cfr. Carr, 1978, p. 15.
5 La denición de cultura que se emplea en el presente trabajo es la denición general, que asocia a la cultura con el
conocimiento, las creencias, las leyes, las costumbres y otras actitudes y hábitos adquiridos por el hombre como
miembro de la sociedad. Cfr. marzal, 1997, p. 135.
6 En Huamachuco, Conchucos y Cajamarca se confeccionaron los pantalones y capotes de los soldados; en Lamba-
yeque, zapatos, sillas de montar y cordobanes; en Trujillo se fabricaron cantimploras, lanzas, municiones, clavos,
suelas y se prepararon las herraduras de los caballos; en Yungay y Carhuaz, herraduras, clavos, sillas y correas; y
en Huaraz, espuelas con hierro viejo. Y en Pativilca dispuso el Libertador que se recojan los mejores caballos para
los soldados patriotas.
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que la unidad en el mando. Así, cuando solo se hace la guerra contra una sola potencia, solo
debe de haber un solo ejército, operando sobre una sola línea y conducido por un solo jefe”
(Bo-
naparte, 1881, p. 36). De este modo, pudo formar una fuerza de 10 000 soldados que se reunió
en la sierra central, donde el Libertador dirigió el 2 de agosto de 1824 aquella famosa arenga
con la que exhortaba a los soldados a triunfar: “¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se
jactan de catorce años de triunfos; ellos, pues, serán dignos de medir sus armas con las vuestras
que han brillado en mil combates”. Nuevamente, aplicó otra de las máximas del corso francés
relacionada con la moral de las tropas: “Si las arengas y los raciocinios son útiles, solo lo son
en el curso de una campaña, para desvanecer las insinuaciones y falsedades, conservar la moral
en el campo y sugerir material a las pláticas del vivac”
7
. Cuatro días después de esta proclama,
la caballería patriota venció a la caballería realista en la batalla de Junín. La derrota generó
desconanza entre los realistas
8
.
En la batalla de Junín, Bolívar aplicó un plan simple: golpear una parte del enemigo
para amenazar su línea de comunicación, basándose en otro postulado de Napoleón: “la primera
condición de todas las buenas maniobras es la sencillez”
9
. Luego de vencer en Junín, desarrolló
una guerra relámpago contra los españoles al alargar su línea de operaciones y penetrar en la
ruta Huamanga-Andahuaylas-Abancay. Lo hizo en el momento oportuno, cuando el Virrey par-
tió su ejército en dos para aplastar la disidencia de Olañeta en el Alto Perú, disipando hombres
y recursos.
Durante la guerra relámpago, fue preocupación de Bolívar mantener la amalgama del
ejército, pues penetraba en una zona cercana al teatro de operaciones del enemigo (Cuzco). A
través de su ministro Tomás Heres, advirtió a Sucre que mantuviera la unidad de las tropas y en
lo posible evitase enfrentamiento alguno, a la espera de refuerzos: “[…] S.E. me manda hacer
a U.S. las siguientes observaciones o indicaciones: 1°. Que no divida U.S. nunca el ejército. 2°.
Que procure U.S. conservarlo a todo trance. Dividiendo U.S. el ejército se exponía U.S. a un
riesgo conocido y exponía los grandes intereses de la América por un bien comparativamente
pequeño”
10
. Así, Bolívar y Sucre llevaron a la práctica otra máxima de Napoleón, quien en el
trascurso de la guerra franco-hispana le dijo a su hermano José: “Tu ejército se encuentra exce-
sivamente disperso; debe marchar de forma que pueda reunirse en un solo día sobre el campo
de batalla”
11
.
El Virrey reunió las tropas de Canterac y Valdés y marchó hacia Abancay-Andahuaylas
para rodear a los patriotas, atacarlos por la retaguardia y cortar su línea de comunicación con la
Costa central. Ante tal situación, los patriotas se replegaron hacia Huamanga, siguiendo nueva-
mente los consejos de Bonaparte: “Con un ejército inferior en número, inferior en caballería y
en artillería, hay que evitar una batalla general, suplir al número con la rapidez de las marchas,
a la falta de artillería con la naturaleza de las maniobras, a la inferioridad de la caballería con
la elección de las posiciones”
12
. En pocas semanas, patriotas y realistas recorrieron más de 300
7 Ibídem, p. 33.
8 Carrera, 1974, p. 12.
9 Ibídem.
10 Citado en paz, 1919, p. 69.
11 Carrera, 1974, p. 12.
12 Bonaparte, 1881, pp. 6-7.
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kilómetros, cruzando las quebradas de los ríos Apurímac y Pampas y ejecutando otra de las
máximas de Napoleón: “La fuerza de un ejército, como la cantidad de los movimientos en la
mecánica, se valúa por la masa multiplicada por la velocidad. Una marcha rápida aumenta la
moral del ejército, y sus medios para obtener la victoria”
13
. Después de un primer encuentro en
la quebrada de Colpahuaycco, ambas tropas llegaron a Huamanga. Los realistas continuaron
avanzando por las alturas de Huamanguilla hasta posesionarse del cerro Condorcunca. Por su
parte, los patriotas pasaron a Acos Vinchos y se instalaron en la llanura colindante al pueblo
de Quinua. Aquellos contaban con 9 310 soldados, mientras que estos últimos sumaban 5 780
efectivos.
Antes de las nueve de la mañana del 9 de diciembre de 1824, los combatientes de am-
bos ejércitos se trasladaron a las faldas del cerro para presenciar un abrazo de despedida entre
los hermanos, parientes y amigos que se hallaban del lado realista y del lado patriota. Luego, las
divisiones ocuparon sus posiciones estratégicas, mientras que Sucre arengaba a sus soldados.
El combate empezó cuando la división de Valdez atacó el anco derecho del ejército patriota.
Sin embargo, este ataque fue repelido por los soldados peruanos que combatían bajo las órdenes
de La Mar y especialmente por las fuerzas guerrilleras de Marcelino Carreño, quien murió en
plena arremetida. En el lado realista, el coronel Rubén de Celis perdió la paciencia y de forma
precipitada atacó con su batallón. Sucre dispuso que Córdova respondiera por los costados del
cerro, con el refuerzo de la caballería de Miller que iría por el centro. Ambas fuerzas cargaron
con ímpetu y desintegraron la formación realista.
Rápidamente, los patriotas contuvieron el ataque de la caballería española, se hi-
cieron dueños del lado derecho del campo de batalla, arrollaron a la división de Monet que
intentó preservar el centro realista, empujaron a los soldados de Valdés hacia las alturas y
lograron capturar al virrey La Serna. Entonces, los soldados españoles quedaron confundi-
dos y aprovecharon el momento para desobedecer a sus ociales y replegarse en desorden.
Consumada la victoria patriota, a los realistas no les quedó otra opción que aceptar la ca-
ballerosa capitulación que Sucre les ofrecía. La batalla de Ayacucho contiene actos y ritos
caracterizados por la primacía de la caballerosidad y del trato cortés entre los combatientes.
Para entender este aspecto cultural del encuentro, es necesario remontarse al contexto de las
guerras napoleónicas, donde se produjo el encuentro nal que recuerda una de las batallas
más célebres de Europa.
austerlitz y ayacucho
Luego de coronarse como emperador francés, Napoleón Bonaparte se vio obligado a enfrentar
una poderosa coalición formada por Austria, Suecia y Rusia. Las tropas francesas, compuestas
por 73 000 hombres y 150 cañones, marcharon al este europeo y se encontraron con el ejército
aliado de 85 000 hombres cerca de la ciudad checa de Brno. Napoleón ubicó sus hombres en
una llanura, debilitando intencionalmente su anco derecho, mientras que el ejército de la coa-
lición, bajo el mando del zar ruso Alejandro i y del emperador austriaco Francisco i, se situó en
la meseta de Praztem, en posición ventajosa.
13 Ibídem, p. 6.
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En la mañana del 2 de diciembre de 1805, el ejército aliado atacó el anco derecho
francés, que era apoyado por el centro del ejército napoleónico. Aprovechando la niebla, Na-
poleón dio la orden de contratacar por la vanguardia y retaguardia. Los franceses treparon la
meseta y con la bayoneta y artillería desorganizaron las fuerzas aliadas y provocaron la huida de
los enemigos. Al culminar la batalla se contaron 27 000 muertos y prisioneros del lado austria-
co-ruso y 9 000 muertos y heridos del lado francés. Después del encuentro, el Zar pactó una ca-
pitulación con Napoleón, que puso n a la tercera coalición y se convirtió en aliado del imperio
francés. Sin lugar a dudas, Austerlitz fue la mayor victoria del emperador francés y su estrategia
fue alabada y propalada como una de las más efectivas de la historia militar
14
.
Una estrategia similar fue aplicada en el otro lado del mundo el 9 de diciembre de
1824, en un escenario de más de un kilómetro y medio limitado por el cerro Condorcunca,
por dos quebradas ubicadas al Norte y Sur del llano y cortada por una cañada perpendicular al
barranco del Norte. Para el combate nal, el virrey La Serna ideó un plan de ataque frontal con
el empleo del máximo de tropas que debían buscar el choque brutal de masas, con dos fases
bien marcadas: a) El ataque al anco izquierdo de los patriotas, a n de que las demás fuerzas
descendieran del cerro sobre seguro y formaran adecuadamente en el llano; b) el ataque frontal
de todas las tropas con el apoyo de la caballería, una vez logrado el primer objetivo
15
.
Según Dellepiani, Sucre no tuvo estrategia alguna y siempre procuró cumplir la orden
de Bolívar de mantener la unidad del ejército libertador y contener el ataque realista
16
. De la Barra
señala que, al observar en medio del combate que el batallón de Rubín de Celis alteraba con su pre-
cipitada embestida el plan del Virrey, decidió oportunamente que las fuerzas de Córdova atacaran el
centro realista con el apoyo de la caballería de Miller y que la división Lara reforzara el ala izquier-
da de los patriotas con el respaldo de los batallones Vencedor y Vargas (De la Barra, 1974, p. 192).
Sin embargo, el Libertador también le dio la más amplia autorización para disponer del ejército del
modo que lo creyese conveniente (Paz, 1919, p. 81). Con base en tales facultades, diseñó un plan
de batalla que consistió simplemente en atraer al enemigo hacia su campo para luego empujarlo y
batirlo en las hondonadas y elevaciones de la pampa, aprovechando la imprudencia de Rubín de
Celis y antes que la caballería e infantería realistas pudieran desplegarse en todo su poderío
17
.
Tal como ocurrió en Austerlirz, Sucre percibió que los españoles no tenían todas las de
ganar pese a que contaban con una posición estratégica en el cerro Condorcunca y con el doble
de efectivos y artillería. Advirtió, además, que el grueso del ejército realista tendría problemas
para organizarse en el llano y pasar a la segunda fase del plan de ataque porque no previó la
cañada que corta la pampa y obstaculizaba el avance de las tropas. Por ello, dejó que los batallo-
nes de Valdés atacaran su anco izquierdo para luego contener el avance de las tropas enemigas
movilizando primero a la división de La Mar y luego al Batallón Vargas y a la caballería. In-
mediatamente después, ordenó la maniobra de la Infantería de Córdova y quebró la vanguardia
14 Cfr. laffin, 2008.
15 Cfr. de la Barra, 1974, p. 190; dellepiani, 1977, p. 210. En la primera parte de la batalla el Virrey pretendió de-
sarrollar aquella máxima de Bonaparte, que dice que se debe maniobrar sobre los ancos del enemigo para lograr
la victoria. Cfr. Bonaparte, 1881, p. 14.
16 dellepiani, 1977, pp. 218-219.
17 Señala Paz Soldán que el Jefe de Estado Mayor del ejército patriota, general Agustín Gamarra, escogió el campo
de batalla y Sucre lo aprobó. Ibídem, p. 94.
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enemiga
18
. A continuación, hizo que los hombres de Córdova y Lara trepasen el cerro para
buscar el choque masivo y el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el empleo de la bayoneta. De
este modo, aplicó la táctica napoleónica de abarcar todo el campo enemigo, buscar la cercanía
del oponente, combatir en toda la línea y chocar con la masa de combatientes para quebrar las
las del oponente, agotar sus reservas, ocasionar el desbande denitivo y la persecución impla-
cable
19
. Al respecto, Miller reere en sus memorias lo siguiente:
Los españoles se mantuvieron rmes y llenos de una visible conanza; el Virrey, Monet y Villa-
lobos se veían a la cabeza de las divisiones, presenciando y dirigiendo la formación de sus co-
lumnas a proporción que descendían al llano. Al n los patriotas llegaron, cruzaron sus bayonetas
con sus enemigos, se mezclaron con ellos y por tres o cuatro minutos lidiaron al arma blanca, y
con tal furia de una y otra parte, que estaba aún indeciso quien ganaría, no la palma del valor que
ambos merecían, sino los favores de la fortuna y la victoria del día, cuando cargó la caballería
colombiana mandada por el coronel Silva […] los realistas perdieron terreno, fueron arrojados a
las alturas de Condorkanki [sic] con gran mortandad y el Virrey fue herido y hecho prisionero.
Mientras los realistas iban trepando a las alturas, los patriotas desde el pie de ellas los cazaban
a su salvo y muchos de ellos se vieron rodar, hasta que algún matorral o barranco los detenía
20
.
¿Cómo pudo Sucre estar al tanto de las estrategias napoleónicas del otro lado del mundo? No debe
olvidarse que muchos de los ociales de la guerra de la Independencia fueron veteranos combatien-
tes de la guerra franco-hispana de 1809-1815, o iniciaron su experiencia militar emulando las estra-
tegias y tácticas del emperador francés. En el bando realista, La Serna, Canterac y Valdés militaron
en la resistencia española contra los franceses antes de pasar a Perú, mientras que patriotas como La
Mar también iniciaron su carrera militar luchando contra los franceses en la península. Bolívar pre-
senció de cerca la coronación de Napoleón y su campaña de 1805 contra los rusos y austriacos
21
. Es
lógico pensar que el libertador entrenó a sus ociales (entre ellos Sucre) en las tácticas y estrategias
de los franceses para derrotar a sus contrincantes en la guerra de la Independencia.
la memoria sobre la batalla de ayacucho
Para probar la segunda hipótesis de la investigación, se han revisado los escritos de los ociales
(patriotas y realistas) que participaron en la batalla de Ayacucho y las narrativas de los historia-
dores del siglo xix. Ambos tuvieron la intención de convertir la batalla en un hecho histórico.
La historización de la batalla de Ayacucho empezó inmediatamente después del com-
bate, cuando el mismo Sucre en el parte ocial de la batalla del 11 de diciembre de 1824 dene
la importancia de tan espléndida victoria para el futuro del Perú y de Hispanoamérica: “La cam-
paña del Perú está terminada, su independencia y la paz de América se han rmado en este cam-
po de batalla. El ejército unido quiere que sus trofeos en la victoria de Ayacucho sean una oferta
18 Al ordenar la acometida de la vanguardia de sus ejércitos, Sucre y La Serna siguieron una de las máximas de Na-
poleón: “El deber de la vanguardia no consiste en avanzar o retroceder, sino en maniobrar. Debe ser formada de
caballería ligera, sostenida por una reserva de caballería de línea y de batallones de infantería que tengan también
baterías para su sostén”. Bonaparte, 1881, p. 16.
19 Cfr. lefeBVre, 1979, p. 217.
20 miller, 1910, p. 176.
21 Cf. Belaunde, 1988, pp. 20-21.
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digna de la aceptación del Libertador de Colombia”
22
. Tras leer el mensaje, Bolívar resolvió
elevar simbólicamente el acontecimiento a la categoría de hecho histórico. Dijo el Libertador a
los soldados: “Habéis dado la libertad a la América Meridional y una cuarta parte del mundo es
el monumento de vuestra gloria ¿Dónde no habéis vencido? La América del Sur está cubierta de
los trofeos de vuestro valor; pero Ayacucho, semejante al Chimborazo, levanta su cabeza ergui-
da sobre todos”
23
. Este encumbramiento quedó públicamente reconocido con la circulación de la
glosa “Gran Victoria, triunfo decisivo” de la Gaceta del Gobierno del 18 de diciembre de 1824
y con el apoteósico recibimiento y la corona de oro, brillantes y perlas que el Cuzco (paradóji-
camente, la última sede del gobierno virreinal peruano) le dio a Bolívar en 1825
24
.
Estas notas laudatorias fueron el punto de partida para la creación de un marco social
de la memoria, con conceptos y representaciones de la batalla socialmente compartidos, que en
los siguientes años servirá para construir la memoria de un hecho histórico cada vez más lejano
en el tiempo
25
. Dicho marco social condensó, además, los testimonios que los ociales de la
batalla escribieron con el propósito de magnicar el hecho y decantar su participación en él,
como vencedores o vencidos. De este modo, el acontecimiento quedó conrmado como hecho
histórico; es decir, seleccionado como de capital importancia.
Uno de aquellos ociales fue el coronel santafesino José María Aguirre, quien llegó al
Perú con la Expedición Libertadora del Sur y luego estuvo en la campaña bolivariana. En 1825
publicó en Buenos Aires su Compendio de las campañas del Ejército de los Andes, donde reere
lo siguiente sobre la batalla de Ayacucho:
Las masas de la infantería siguieron por las cumbres de los Andes para estrellarse con todo el
poder de los españoles reunidos en Ayacucho. Esta fue la última y la más asombrosa batalla que
coronó la independencia de América Latina. Las armas libertadoras eran en menor número, pero
les sobraba coraje. Desplegaron con un fuego destructor; calaron la bayoneta en avance y el campo
quedó cubierto de cadáveres. Los españoles huyeron a las alturas, imploraron perdón, capitularon
y se rindieron dejando libre todo el Perú y el continente americano
26
(Cdip, 1971: xxVi, vol. 4, 171).
Casi al mismo tiempo, el británico Guillermo Miller, quien llegó al Perú con San Martín y luego
fue jefe de la caballería del ejército bolivariano, publicó en Londres sus memorias por interme-
dio de su hermano John, donde dice lo siguiente sobre el 9 de diciembre de 1824:
22 Gaceta del Gobierno (1 de enero, 1825). Lima, 1(Viii), p. 8.
23 Ibídem.
24 La mencionada glosa dice lo siguiente: “El 9 de diciembre de 1824 se ha completado el día que amaneció en
Junín. Al empezar este año, los españoles amenazaban reconquistar la América con ese ejército que ya no existe.
Los campos de Guamanguilla [sic] han sido testigos de la victoria que ha terminado la guerra de la independencia
en el continente de Colón. Allí se ha decidido la cuestión que divide la Europa, que interesa inmediatamente a la
América, que es trascendental a todo el género humano y cuyo inujo alcanzará sin duda a mil de mil generaciones
que se sucedan […]”. Citado en dammert y CusmÁn, 1976, p. 202.
25 El concepto de marco social de la memoria alude a los puntos de referencia usados por el individuo para encon-
trar y transmitir los recuerdos a los demás. El marco social puede ser temporal y espacial: temporal porque está
asociado con las fechas de las festividades, nacimientos, defunciones, aniversarios, etc., que funcionan como hitos
para la conguración de una biografía congruente de personas y grupos; y espacial porque concentra lugares,
construcciones y objetos donde se han depositado los recuerdos. Cfr. halBwaChs, 2002, pp. 8-10.
26 ColeCCión doCumental de la independenCia del perú (en adelante, CdiC), 1971, xxVi, p. 171.
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La batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824):
Cultura y memoria de un acontecimiento
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La batalla de Ayacucho fue la más brillante que se dio en la América del Sur; las tropas de ambas
partes se hallaban en un estado de disciplina que hubiese hecho honor a los mejores ejércitos
europeos; los generales y jefes más hábiles de cada partido se hallaban presentes; ambos ejérci-
tos ansiaban el combate […] Lo que en número faltaba a los patriotas, lo suplía su entusiasmo
y el íntimo convencimiento de que si eran batidos era imposible retirarse. Así, pues, no fue una
victoria debida al azar sino el resultado del arrojo y un ataque irresistible concebido y ejecutado
al propio tiempo
27
.
Posteriormente, apareció en Bogotá las memorias del coronel colombiano Manuel Antonio
López, otro de los protagonistas de la batalla de Ayacucho. Al confrontar este encuentro con la
victoria que el Duque de Wellington obtuvo en Waterloo, señala que “signica un horroroso elo-
gio de la disciplina y denuedo de los ejércitos de Sucre y La Serna que, sin artillería que hiciese
mayor daño y aumentase en 25 hombres por pieza el verdadero valor de su fuerza, dejaron en un
cuarto de hora un tercio de ella en el campo”
28
.
Para los ociales realistas, las circunstancias posteriores al encuentro fueron más di-
fíciles y complejas. Firmada la capitulación, se embarcaron a la península, donde fueron dura-
mente criticados por su actuación en la guerra de la Independencia hispanoamericana, por la
insubordinación de Olañeta y por su aparente ideología liberal, y nominados como Los Ayacu-
chos durante la Regencia de Baldomero Espartero (1840-1843). Uno de los más criticados fue
el general Jerónimo Valdés, quien fue acusado en un escrito inédito del capitán José Sepúlveda
(exteniente de Olañeta) por su pasividad en el transcurso de la batalla y por haber buscado la
rendición en la mitad del combate. El ocial respondió a estos descargos con una Refutación
escrita desde 1827 y publicada en Madrid en 1894. También el general Andrés García Camba
escribió una historia de la guerra de la Independencia en Hispanoamérica, desde las Juntas de
Gobierno hasta la batalla de Ayacucho, a partir de sus recuerdos y de los puntos de vista de Los
Ayacuchos. En un preliminar balance sobre esta batalla, García Camba reere lo siguiente:
La idea de pretender que el nombre de esta batalla, desgraciada para las armas españolas, pase
al catálogo de los nombres de proscripción es en extremo singular y acaso sin ejemplo fuera de
España. Como quiera en Ayacucho perdieron los vencedores por su propia confesión sobre 1.000
hombres entre muertos y heridos, y además es de notar que cuando se libró el 9 de diciembre de
1824, hacía precisamente dos años que solo el Perú y la provincia de Chiloé eran los únicos restos
del dominio español en América, donde la lealtad más acrisolada, abandonada á sus propios y
exclusivos recursos no vendía, como en un arrebato de pasión se permitió decir cierto general el
1843, sino que resistía la ominosa rebelión de Olañeta y hacía frente á la revolución armada y
triunfante de todos los Estados de la América Meridional, incluso Colombia. Una reseña crono-
lógica y dedigna, aunque sensible, de las pérdidas que contaba entonces la España en el Nuevo
Mundo bastará para comprobar nuestro aserto
29
.
Al mismo tiempo, el madrileño liberal Mariano Torrente escribió una Historia de la revolución
hispano-americana para reivindicar su nacionalidad hispana, cuestionada por el absolutismo
español, con los datos proporcionados por sus amigos americanos y por algunos ociales rea-
27 miller, 1910, pp. 179-180.
28 lópez, 1971, p. 567.
29 GarCía, 1916, p. 18.
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listas, como el citado Sepúlveda. Torrente intenta explicar las causas de la derrota del ejército
español. Luego de revisar el parte ocial de Sucre, las memorias de Miller y los testimonios de
los vencidos, considera que la debacle realista ocurrió por el precipitado ataque del batallón de
Rubén de Celis y de la caballería, por el imprudente movimiento de la reserva y por la tardía
aproximación de la artillería. No obstante, cree que el factor más importante fue la “mala calidad
de las tropas”, formadas con reclutas movilizados contra su voluntad y sin ánimo de defender
el pendón realista, a tal punto que en un momento del encuentro dejaron de pelear y empuñaron
sus armas contra sus superiores. Relata que estos últimos procuraban dirigir sus tropas contra
los enemigos:
Los esfuerzos de estos [ociales realistas] sin embargo fueron generalmente insignicantes. El
capitán Salas fue muerto por los mismos soldados que había tratado de reunir; el brigadier Somo-
curcio y otros estuvieron expuestos a sufrir igual suerte. No deberá parecer extraña esta conducta
de parte de aquellas tropas: formadas de los prisioneros de las anteriores batallas o de indios
y cholos arrancados de sus hogares, trataban los primeros de volver a sus las y los segundos
de regresar al seno de sus familias. Sólo el prestigio de la victoria y el mágico ascendente del
nombre español pudieron conservarlos en la obediencia de los realistas en medio de su mayor
predisposición a secundar la causa de la independencia. Si se hubiese ganado la batalla de Aya-
cucho habrían sido los más ardientes sostenedores del partido español; se perdió y todos ellos
abandonaron a sus respetables jefes
30
.
Estos escritos fueron profusamente difundidos en el siglo xix, tanto en la península ibérica como
en el territorio sudamericano. En el Perú, sustentaron un marco social para la elaboración de
memorias sobre la batalla, que contribuyese con la fragua de una idea de nación, poniendo en
relieve la lucha del pueblo oprimido contra la metrópoli. A la vez, sirvieron para que el nuevo
Estado republicano encumbre a los militares como héroes de la Independencia y de la patria
31
.
Asimismo, dichos escritos fueron la materia prima de los primeros textos de historia que trazan
una visión procesual del pasado mediato de las guerras de la Independencia, como la Historia
del Perú Independiente de Mariano Felipe Paz Soldán. A partir del parte de batalla de Sucre, este
jurista y funcionario público peruano hizo el siguiente balance sobre la batalla de Ayacucho en
su obra editada a partir de 1868:
Así quedó sellada para siempre la libertad de Sud América y abatido el orgullo español, que se
había hecho sentir por muchos años. La victoria se debió a la bravura de los combatientes, al
saber de los jefes y a la excelente posición escogida para el combate, calculada de tal modo que
el frente de batalla podía ser igualado al del enemigo, a pesar de la diferencia numérica de los
combatientes […] es indudable que en Ayacucho brilló el saber y tino de todos los jefes y ocia-
les del ejército patriota. En esta batalla ambos ejércitos desplegaron sus columnas y maniobraron
con tanta serenidad como si fuera un simulacro o campo de instrucción
32
.
Las anotaciones de Paz Soldán fueron recogidas por los autores de la siguiente centuria (como
Nemesio Vargas y su hijo Rubén Vargas Ugarte) y consolidaron la transformación de la batalla
en un hecho histórico a conmemorar. Asimismo, al celebrarse el primer centenario de la batalla,
30 Cdip, t. xxVi, vol. 3, pp. 304-305.
31 Cfr. Cassalino, 2008, p. 138; soBreVilla, 2010, p. 2.
32 paz, 1919, pp. 93-94,
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escritores ayacuchanos como Fidel Olivas Escudero o Pío Max Medina reivindicaron la batalla
y la transformaron en un hito histórico local y fuente de identidad y nacionalismo
33
.
Conclusiones
La batalla de Ayacucho fue un acontecimiento de capital importancia, puesto que coronó los es-
fuerzos de los patriotas y consolidó la Independencia hispanoamericana. El triunfo de las armas
libertarias fue posible por la detención oportuna del ataque de Valdés por parte de la división
de La Mar; el imprudente adelanto del batallón de Rubín de Celis, que fue tácticamente apro-
vechado por los patriotas para embestir y desbandar a los soldados españoles; y la renuencia de
estos para combatir.
Pero la victoria de Ayacucho también fue factible por la estrategia diseñada por Bolívar
para la marcha entre Junín y Abancay y por el plan de respuesta de Sucre para el encuentro nal.
Ambas estrategias fueron tomadas de las máximas de Napoleón Bonaparte sobre el arte de la
guerra y fueron exitosas antes y durante la batalla, pues hicieron que los patriotas sortearan con
relativo aplomo las dicultades de la campaña nal y lograran la victoria el 9 de diciembre de
1824, pese a las desventajas numéricas y tácticas que tenía en relación con las tropas enemigas.
Por todo ello, la batalla de Ayacucho se asemeja a un encuentro de la campaña militar del corso
francés y pertenece al ciclo de las guerras nacionales, cuando los nacientes estados luchaban por
defender los territorios de una comunidad nacional imaginada.
A poco tiempo del acontecimiento, el parte de Sucre, las noticias sobre la victoria
patriota y los festejos ociales y populares le proporcionaron a la batalla el carácter de hecho
histórico y trascendental. Inmediatamente después, los militares testigos del encuentro y los his-
toriadores decimonónicos crearon con sus memorias y escritos un marco social para la conme-
moración permanente del hecho. Dicho marco sirvió, además, para fraguar una idea de nación,
decantando la lucha de patriotas oprimidos versus españoles opresores, y para encumbrar a los
militares como los artíces y héroes de la Independencia.
33 Fidel Olivas Escudero, aunque de origen ancashino, fue el Obispo de Ayacucho entre 1900 y 1935 y presidente
del comité local de celebración del primer centenario de la batalla de Ayacucho. En 1924 publicó un texto titulado
Apuntes para la historia de Huamanga o Ayacucho. Pío Max Medina, abogado, senador por el departamento y
Ministro de Fomento en el Oncenio de Augusto B. Leguía, publicó el mismo año su Monografía de Ayacucho.
Ambas obras narran la batalla de Ayacucho. Olivas y Medina fueron integrantes de una intelligentsia local que
se dedicó a producir conocimiento cientíco sobre la arqueología, historia y folclor de la región, elaborando una
imagen contrastada de la historia local mediata e inmediata. Para ella, la Colonia constituía la etapa histórica para-
digmática en Ayacucho, en contraposición con la República, que había ocasionado la involución de sus actividades
productivas. Asimismo, esta intelligentsia evocó el pasado colonial para formular un mensaje reivindicativo de
la historia lejana, y silencio el pasado inmediato republicano, a excepción de aquellos acontecimientos que eran
provisores de identidad o nacionalismo, como la batalla de Ayacucho. Cfr. Caro, 2007, pp. 835-842.
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