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Joan Manuel Morales Cama / Marco Antonio Morales Cama Los cirujanos, el Colegio de San Fernando y la
modernización de la medicina en el Perú (1711-1821)
Revista del Archivo General de la Nación
2017, N° 32, 197-241
en el de las poblaciones”. Rossi explicaba cómo se podía acabar en la capital con esa fuente de
enfermedades (epidemias), construyendo como en algunas urbes europeas “un monumento de
su ilustración y buena policía”: “Un camposanto extramuros, en un paraje distante y ventilado,
desde luego nos libertaría de todas las contingencias de esta naturaleza”
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.
Algunos años des-
pués, en 1803, mientras en Arequipa el obispo Pedro José Chávez de la Rosa y el deán Saturnino
García de Arazuri terminaban la capilla y sacristía del “cementerio rural” de la “pampa de Mira-
ores”, en el que desde su apertura en 1798, por el intendente Bartolomé García de Salamanca,
se habían enterrado “a juicio prudente más de seis mil cadáveres de solos los pobres de solem-
nidad” (según informaba el Cabildo arequipeño)
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; en Lima el doctor Hipólito Unanue avivaba
el interés que el padre Antonio Díaz, guardián del Convento de San Francisco, tenía en levantar
un panteón, con pabellones de nichos y osarios para “religiosos, párvulos y particulares”, en la
parte más alejada de los terrenos de su convento, para poder “conservar la gloria y la augusta
majestad del templo, dar un asilo decente y seguro a nuestras cenizas, y salvar la salud pública
de una de las principales causas que la arruinan”. Unanue asesoró el diseñó de la obra, para
entonces se encontraba plenamente consciente de la necesidad de erradicar la funesta costumbre
de colocar cadáveres en el subsuelo de las iglesias: “De este modo los templos más suntuosos,
las más bellas ciudades, han quedado reducidos a unos inmundos cementerios, mezclándose en
aquellos el hedor de la podre con los inciensos que se ofrecen al soberano Dios de los cielos, y
fomentando en estas las enfermedades, sus contagios y las muertes, tristes consecuencias de la
vanidad y preocupación”
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.
La solución denitiva al problema de los enterramientos llegaría recién cuando el vi-
rrey Abascal y el arzobispo Bartolomé de las Heras, asesorados por el mismo Hipólito Unanue,
encargaron al presbítero Matías Maestro, a mediados de 1807, los planos y la construcción del
Cementerio General de Lima: “extramuros de la portada de Maravillas, entre el camino real y la
caja del río, en tierras de la chacra de Ana Sánchez, propia del Hospital de Santa Ana”
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. El costo
total de la obra pasó los 100 000 pesos (sufragados por diversos aportantes: Cabildo, clero secu-
lar y regular, corporaciones, vecinos acaudalados, corridas de toros en Acho, capellanías y obras
pías), e incluyó capilla, salas de capellanes, erección en la zona del Martinete de la residencia
del colector (encargado de la recolección de cadáveres y de clausurar el acceso a todas las bóve-
das y osarios de las iglesias, “exceptuándose únicamente los sepulcros de personas venerables
por el concepto de santidad”)
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, cuatro carruajes (carros fúnebres), nueve esclavos y ocho mulas.
La edicación, levantada “a sotavento de la ciudad”, se inauguró el 31 de mayo de 1808 con el
traslado de los restos mortales de un prelado: “Se dio principio a la sepultación de cadáveres en
1 de junio del citado año de 1808, precediendo en la víspera la solemne bendición y traslación
65 rossi y ruBí, 1791, pp. 124-130.
66 aGi. Audiencia de Lima, 730, n° 2, 1804, ff. 47-48: “Carta n.° 83 del virrey Marqués de Avilés a José Antonio
Caballero, ministro de Gracia y Justicia. Adjunta informe del Ayuntamiento de Arequipa”.
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unanue, 1803, p. 3.
68
aGn. Protocolos Notariales, Siglo xix. Ignacio Ayllón Salazar, 11, 1809, ff. 384-394; Fuentes, 1858, pp. 305-308.
69
Bnp. Fondo Antiguo, 4000000032: “Reglamento provisional acordado por el excmo. señor don José Fernando de
Abascal y Sousa, virrey y capitán general del Perú, con el illmo. señor doct. d. Bartolomé María de las Heras,
dignísimo arzobispo de esta Santa Iglesia, para la apertura del Cementerio General de esta ciudad, conforme a lo
ordenando por S. M. en reales cédulas de 9 de diciembre de 1786, y 3 de abril de 1787”. Lima, Perú: Real Casa de
Niños Expósitos, 1808, pp. 1-2.