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Los cirujanos, el Colegio de San Fernando y la
modernización de la medicina en el Perú (1711-1821)
Joan Manuel Morales Cama / Marco Antonio Morales Cama
Revista del Archivo General de la Nación
2017, N° 32, 197-241
Los cirujanos, el Colegio de San Fernando y la
modernización de la medicina en el Perú (1711-1821)
Joan Manuel morales Cama
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
joma477@hotmail.com
Marco Antonio morales Cama
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Resumen
El progreso del conocimiento en el siglo xViii, e inicios del xix, abarcó todos los ramos del
saber. Nuevos métodos, teorías, descubrimientos y herramientas se difundieron rápidamente,
produciendo una revolución cientíca de alcance mundial. La anatomía, la cirugía y la clínica
fueron algunas de las especialidades que impulsaron los avances de la medicina, mejorando su
enseñanza y aplicación. El Perú no estuvo al margen de esa corriente renovadora y moderniza-
dora. Los médicos y cirujanos peruanos, organizados en instituciones como el Protomedicato, la
Universidad de San Marcos y el Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, incorporaron
y adaptaron las principales innovaciones europeas a sus prácticas cotidianas.
Palabras clave: Perú, Protomedicato, Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
Colegio de San Fernando, Medicina, Cirugía, Siglo xViii, Siglo xix.
The surgeons, the College of San Fernando and the
modernization of medicine in Peru (1711-1821)
Abstract
The progress of knowledge in the eighteenth and early nineteenth centuries covered all bran-
ches of knowledge. New methods, theories, discoveries and tools spread rapidly, producing a
world-class scientic revolution. Anatomy, surgery and the clinic were some of the specialties
that propelled the advances of medicine, improving its teaching and its application. Peru was
not at the margin of this current of renewal and modernization. The Peruvian doctors and sur-
geons, organized in institutions such as the “Protomedicato”, University of San Marcos and
“San Fernando” College of Medicine and Surgery, incorporated and adapted the main European
innovations to their daily practices.
Keywords: Peru, Protomedicato, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, San
Fernando College, Medicine, surgery, eighteenth century, nineteenth century.
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A pesar del retraso y limitaciones que, durante buena parte de la época virreinal, pa-
deció la práctica médica en el Perú, es innegable que la misma experimentó un notable proceso
de modernización a lo largo del siglo xViii, y en las primeras décadas del xix. Algunos de los
aspectos más relevantes de dicha modernización fueron: la creación de la cátedra de Anatomía
en la Universidad de San Marcos (1711), la labor de Federico Bottoni en Lima y la publicación
de su tratado sobre la circulación de la sangre (1723), la fundación e inuencia del Real Colegio
de Cirugía de Cádiz (1748), el largo camino seguido por el doctor Cosme Bueno y sus discípulos
José Pastor de Larrinaga, José Manuel Dávalos e Hipólito Unanue hasta el establecimiento de
un Anteatro Anatómico en el Real Hospital de San Andrés (1753-1792), la creación del Cole-
gio de Medicina y Cirugía de San Fernando (1808-1815), y las acciones de la Real Expedición
Filantrópica de la Vacuna y su legado (1803-1820).
La por entonces Real y Ponticia Universidad de San Marcos se había fundado el 12
de mayo de 1551, pero las primeras cátedras de Medicina que se dictaron en sus claustros recién
aparecerían ya bien avanzado el siglo xVii: en 1634 por n se instituyeron la de Prima y la de
Vísperas, que habían sido acordadas en 1576 en tiempo del virrey Francisco de Toledo, y a ellas
se sumaría la de Método, instituida en 1690. Es cierto que la enseñanza teórica se basaba en la
lectura de autores clásicos como Hipócrates, Galeno, Avicena y Dioscórides; pero también se
conocían las obras de algunos de los más innovadores médicos renacentistas como Girolamo
Cardano (De methodo medendi), Nicolás Monardes (Historia medicinal de las cosas que se
traen de nuestras Indias Occidentales), Andrés Vesalio (De humani corporis fabrica), Juan
Valverde de Amusco (Historia de la composición del cuerpo humano), Juan Fragoso (Cirugía
Universal) y Francisco Díaz de Alcalá (Tratado nuevamente impreso de todas las enfermedades
de los riñones, vexiga y carnosidades de la verga y urina). Además, desde que el estudio de las
enfermedades, la aplicación de los tratamientos y la observación de los pacientes, empezó a
realizarse de manera directa en los centros hospitalarios, por medio de la mencionada cátedra de
Vísperas, el conocimiento experimental paso a paso fue desplazando a las controvertidas teorías
astrológicas y doctrinas espiritualistas, señalando la necesidad de conocer mejor el funciona-
miento interno del cuerpo humano. A inicios del siglo xViii se creó la cátedra de Anatomía y con
ella se introdujo, formalmente en el ámbito académico del Perú, el “pensamiento anatómico” y
la práctica de la “disección” de cadáveres
1
.
Pocos años después de fundada la cátedra de Anatomía en la Universidad de San Mar-
cos, llegó al Perú, en 1716, el doctor Federico Bottoni como integrante del séquito del virrey
Carminé Nicolás de Caracciolo (Príncipe de Santo Bono). Bottoni, quien era natural de Mesina
(Italia) y había estudiado en la Escuela de Medicina de Salerno (Scuola Medica Salernitana),
sacudió el ámbito académico peruano al publicar en Lima en 1723, en la Imprenta de la calle de
Palacio, un breve pero enjundioso compendio siológico titulado Evidencia de la circulación
de la sangre, en el que explicó y destacó: los aportes de los clásicos de la antigüedad (“celebro
a Galeno, lo venero, y en él lo elevado de su ingenio”), los experimentos y descubrimientos de
Teofrasto Paracelso, Andrés Vesalio, William Harvey y René Descartes (“El fénix de los inge-
nios, el nunca bastantemente alabado Renato Descartes, aunque no fue médico, ni anatómico, no
1 lastres, 1951b, pp. 87-94, 237-256.
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ignoró el círculo de la sangre, antes lo corroboró, con las matemáticas demostraciones, sin ofre-
cérsele duda, sino certidumbre”), y las observaciones y demostraciones más modernas efectua-
das por Hermann Conring, Thomas Willis, Jean Pecquet, Robert Boyle y Marcello Malpighi
2
.
La obra de Bottoni fue revisada y aprobada por los catedráticos limeños Juan de Avendaño y
Campoverde (Vísperas de Medicina) y Pedro de Peralta Barnuevo y Rocha (Prima de Matemá-
ticas). Este último justicó la impresión de un tratado que, con el “verdadero conocimiento del
cuerpo humano” y en particular del “príncipe de los humores” (la sangre y “su natural circula-
ción”), se beneciaban todos los habitantes del virreinato:
He visto el tratado intitulado Evidencia de la circulación de la sangre, escrito por el doctor don
Federico Bottoni, y en él, más que un discurso elegante que aprobar, he hallado un benecio
singular que agradecer. El que se hace a una República en establecer en ella una verdad vital, que
mira al primer principio de la conservación de sus habitadores, es tanto más noble que cualquiera
que mire a su opulencia, cuanto a los demás bienes excede el de la vida, único ser que les da el
alma: pues de la misma manera que no hay objetos sin la vista que con la luz las goce, no puede
haber comodidades sin la salud que con el gusto las posea. Y si el que defendía la vida de un
compatriota era digno de la corona cívica, y el título que se atribuía al que guardaba los ciuda-
danos, ob cives servatos, era el más glorioso que honraba las estatuas de los grandes varones; no
hay duda que el que deende, como el autor, la vida no solo de uno sino de innitos moradores
de un imperio, es digno no solo de que le ciñan ilustre aquella corona, sino de que le haga famoso
esta inscripción
3
.
Además del legado intelectual o cientíco, el doctor Federico Bottoni sembró su estir-
pe en el Perú. Establecido en la Ciudad de los Reyes tuvo, con su esposa Baltasara de Alarcón
y Portocarrero, cuatro hijos que, aunque no se decidieron por la medicina, mantuvieron viva
su memoria: José, Juan Manuel, Josefa y María Manuela Bottoni y Alarcón. Los varones se
dedicaron a la vida eclesiástica, el primero llegó ser cura rector de la iglesia parroquial de San
Sebastián y del Sagrario de la Iglesia Metropolitana de Lima, y el segundo cura y vicario de las
doctrinas de San Martín de Chacas de la provincia de los Conchucos y de San José del Chorri-
llo de la provincia de Huarochirí. Tuvo también al menos una hija “natural”, Ignacia Bottoni y
Medina, fruto de una relación con Josefa Medina
4
.
Los lentos pero seguros progresos de la anatomía y del estudio de las enfermedades
(patología humana) en el Perú inuirán notablemente en la profesionalización de una práctica u
ocio considerado menor, muy inferior o propio de la “clase baja”: el de cirujano. A mediados
del siglo xViii dos sucesos contribuirán en la transformación de la percepción de la cirugía: la
llegada a Lima, hacia 1744, del cirujano francés Martín d’Elgart o “Delgart” y la fundación del
Real Colegio de Cirugía de Cádiz en 1748
5
.
2 miCheli, 2004, pp. 90-99.
3 Bottoni, 1923, pp. 6-14. También ver: martínez, 1992.
4 arChiVo General de la naCión (aGn), Protocolos Notariales, Siglo xviii. Santiago Martel, 670, 1762-1766, ff. 169-
169v, 514-515v; Felipe José Jarava, 553, 1763-1764, ff. 221-222v; Pedro de Jaras, 540, 1768-1775, ff. 15v-16,
967v-968; Pedro José de Angulo, 46, 1771-1777, ff. 547-548; Fernando José de la Hermosa, 528, 1778-1781, ff.
373-374.
5 hermosilla, 1993, pp. 197-198.
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Delgart, hijo de Bernardo Delgart y María Echenique, había nacido “en la villa de Ba-
yona en el reino de Francia”. Llegó al Perú con la intención de hacer fortuna como empresario
minero, pero en paralelo y a lo largo de varias décadas practicó y trasmitió los avanzados prin-
cipios y técnicas de cirugía aprendidos en Europa y América. En Lima se vinculó al destacado
aragonés Cosme Bueno y Alegre, graduado de doctor en medicina en la Universidad de San
Marcos en 1750. Ambos trataron en privado las dolencias de diversos vecinos limeños, así como
las de múltiples pacientes de bajos recursos (“plebe”) en los hospitales de Santa Ana (indios)
y San Bartolomé (negros)
6
. En el Mercurio Peruano de 1793, Hipólito Unanue dedicó algunas
líneas a la contribución cientíca y social de este hombre: “El eminente cirujano don Martín
Delgar[t], vino al Perú hacía el año de 1744, conducido por su vehemente pasión a las minas.
Sus aciertos le han granjeado un nombre eterno, y mientras vivió era tal la conanza que tenían
los enfermos en sus manos, que cuando se sabía que había de pasar por algún lugar de la sierra,
corrían en tropas desde grandes distancias, a consultar sus dolencias. Él fue el primero que de-
rramó entre nosotros las luces de la cirugía, enseñando algunas de sus operaciones”
7
. Se sabe
que Delgart dejó al menos dos textos manuscritos sobre plantas y animales del Perú y su utilidad
en la medicina: Tratado de la naturaleza, cualidades y grados de los árboles, frutos, plantas,
ores, animales y otras cosas exquisitas y raras del Nuevo Orbe del Perú; y el otro titulado
Libro de medicinas y cirugía para el uso de los pobres con su recetario al nal
8
.
Entre 1761 y 1762 Martín Delgart ya explotaba, en la provincia de Huarochirí, “un
ingenio de moler metales que está sito en la doctrina de Carampoma”. Conocido con el nombre
de “Seque”, lo había arrendado de la mujer de Francisco de Valdivieso y Arbizu, Úrsula Fran-
cisca Pérez de Villarroel y Cavero, quien a su vez lo había recibido de su hermano el doctor José
Antonio de Villarroel y Cavero, cura y vicario de la referida doctrina de indios de Carampoma.
Parece que esa mina produjo bastante menos de lo esperado, pues a pesar de tener una tentadora
oferta para comprarla por solo 1 000 pesos, decidió devolverla a su dueña en enero de 1763
9
. Sin
embargo, Martín Delgart no desistió de sus pretensiones empresariales. Algún tiempo después
se le encontrará recorriendo la sierra sur y el Alto Perú (sabemos que llegó hasta Oruro); y más
tarde ya bien posicionado como minero en las provincias de Cajatambo y Oyón, en la sierra de
Lima, arrendó las tierras de Racracancha, tomó posesión de unas minas en Otuto (12 000 pesos),
adquirió los “ingenios de moler metales” de Japichaca (2 200 pesos) y Rapaichaca (300 pesos),
y compró una casa en Churín. En sus últimos años también invirtió alguna suma considerable
(10 000 pesos) en la actividad mercantil
10
. Martín Delgart falleció en el Perú en 1773, tuvo una
hija “natural” llamada María Delgart; en 1771 la dotó con 6 000 pesos para que se casara con el
español José de Samar y la nombró heredera universal de sus bienes
11
.
6 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Joseph de Aizcorbe, 13, 1769-1771, ff. 947-948; Superior Gobierno, leg.
18, exp. 362.
7 Mercurio Peruano (edición facsimilar de la Biblioteca Nacional del Perú), tomo VII, pp. 106-107.
8 GisBert, 2006, pp. 161-201.
9 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Joseph de Aizcorbe, 9, 1759-1762, ff. 728-729.
10 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Joseph de Aizcorbe, 14, 1772-1773, ff. 757-759, 789-791, 853-854v.
11 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Joseph de Aizcorbe, 13, 1769-1771, ff. 871v-874, 947-948; Fernando Jo-
seph de la Hermosa, 528, 1778-1780, ff. 710v-712.
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El otro suceso que ejerció una considerable inuencia en la profesionalización de
la cirugía en el Perú fue la fundación del Real Colegio de Cirugía de Cádiz en 1748: “para
educar los cirujanos de Marina”. En España se fundarían, en la segunda mitad del siglo xVi-
ii, otros dos reales colegios de cirugía, el de Barcelona en 1764 (para el Ejército) y el de
Madrid en 1787 (para la población civil); pero el de Cádiz fue el que tuvo desde el inicio
una vinculación especial con los virreinatos americanos, pues en su Anteatro Anatómico se
comenzaron a formar los cirujanos destinados a la Real Armada y a los navíos de registro y
otros buques autorizados a cubrir los largos derroteros marítimos hasta puertos como los de
Veracruz, Portobelo y el Callao. Así llegaron al Perú, en las mentes de esos cirujanos y en los
libros de consulta que casi siempre llevaban entre los equipajes, junto con sus instrumentos
quirúrgicos, muchas de las novedades cientícas de Occidente. Además, se debe agregar que
las ordenanzas, promulgadas en 1791 por el rey Carlos iV para “mejorar y perfeccionar el
Colegio de Cirugía erigido en Cádiz” y la condición de sus graduados, instruidos con la “su-
ciencia necesaria para el exercicio de la Medicina y Cirugía”, unicaban formalmente por
primera vez en Europa los estudios de ambas disciplinas, y concedían el “certicado” (título)
de médico-cirujano a sus “colegiales” (estudiantes), si completaban una formación (“ma-
terias”: Anatomía, Física Experimental, Química, Botánica, Vendajes, Fisiología, Higiene,
Patología General, Terapéutica, Materia Medicinal, Patología de Cirugía, Algebra Quirúrgica,
Operaciones de Cirugía, Afectos de Medicina, Aforismos de Hipócrates y Enfermedades Cas-
trenses), que con prácticas incluidas se extendía hasta los ocho años
12
.
En el Perú, desde mediados del siglo xViii, en la medida en que se alejaban de las prác-
ticas médicas absolutamente empíricas, en las que se mantuvieron ocios como los de barberos
y ebotomistas (sangradores), los cirujanos también fueron ganando reconocimiento académico
y social. Accedieron a instruirse en algunas materias dictadas en la Facultad de Artes de la Uni-
versidad de San Marcos y a graduarse como bachilleres, después de lo cual podían solicitar ser
examinados y certicarse como “cirujanos latinos” ante el Tribunal del Protomedicato de Lima,
institución que certicaba también a los “cirujanos romancistas”. Una constancia expedida por
el doctor Francisco de Rúa y Collazos, titular de la cátedra de Anatomía, a favor de un aspirante
a cirujano latino revalidado por el Real Protomedicato, resume bien esa situación en 1778:
Certico, el catedrático de Anatomía, que Ramón Castro se halla adornado no solo de las grandes
nociones de la fábrica del cuerpo, cuya instrucción importa tanto a un cirujano como que es el
alma del arte, sino aún de la anatomía curiosa o de aquellas menudas exquisitas noticias, que
más de brillo que de necesidad, realzan la aplicación de los physicos, o de los que hacen estudio
especial de escudriñar a la naturaleza sus más recónditos secretos. Así que lo que hace a estos
subalternos conocimientos, lo conceptúo más que idóneo para que opte la reválida que solicita en
la facultad de cirugía, a cuyas operaciones se destina en servicio del público
13
.
12 Ordenanzas de S.M. que se deben observar en el Colegio de Medicina y Cirugía establecido en la ciudad de Cádiz,
y por el cuerpo de sus profesores en la Real Armada, para gobierno del mismo colegio, asistencia del hospital, y
servicio de los buques de guerra, Madrid: Ocina de don Benito Cano, 1791.
13
aGn. Real Audiencia, Protomedicato, RAME, leg. 1, exp. 6, 1778-1796: “Bachiller Ramón Castro sobre examinar-
se de cirujano latino”.
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Pero los privilegios a favor de los cirujanos peruanos, por muy talentosos que fueran,
tenían un límite. Siendo la mayoría de ellos “hijos naturales” (de padres no formalmente casados),
de familias de baja condición social e incluso mulatos o de alguna otra casta, no era posible que en
el virreinato se graduaran como médicos o doctores en medicina. Esto tampoco era factible en la
Península, puesto que para ingresar al Real Colegio de Medicina y Cirugía de Cádiz era requisito
indispensable presentar, además de la limpieza de sangre, constancias de bautismo y matrimonio
de padres y abuelos. Dos conocidos cientícos limeños descendientes de mulatos, el cuarterón
José Pastor de Larrinaga y Hurtado (1758-1821) y el quinterón José Manuel Dávalos y Zamudio
(1758-1821)
14
, son ejemplo de los obstáculos que los de su clase debieron superar para poder triun-
far como cirujanos, incluso contando con el respaldo constante de sus célebres maestros de anato-
mía y medicina: Francisco de Rúa y Cosme Bueno (difusor de las obras de Isaac Newton, Carlos
Lineo, Hermann Boerhaave y Martín Martínez, y de la utilización del microscopio en el Perú)
15
.
Larrinaga, en una “apología” o defensa de los cirujanos peruanos o “criollos” frente a las críticas
de sus pares españoles, publicada hacia 1793, llegó a denunciar explícitamente la discriminación y
“la poca o ninguna justicia con que infaman los cirujanos ultramarinos a los naturales de América”
por no tener anteatro anatómico “para hacer las disecciones” (falta de pericia), y más aún por el
color de la piel, descender de esclavos o ser “mulatos”:
De modo que en 256 años que hace que se fundó la ciudad de Lima, casi no ha habido otros ci-
rujanos que mulatos en las expediciones militares de Ejército y Armada, en los hospitales reales,
en los palacios, en las comunidades religiosas, etcétera; y así es cosa extraña, que al cabo de 162
años que han corrido desde la fundación del Real Hospital de San Bartolomé, y con cirujano de la
casta que hoy se intenta repeler: al cabo digo de tantos años de pacíca posesión, es cosa extraña,
vuelvo a decir, que nos vengan a injuriar, y remover unos hombres que no han recibido otro daño
de nuestra parte, que acatamiento, benevolencia, distinción y cortesía, ya por ser forasteros, como
también por considerarlos profesores de un genio tan útil y necesario
16
.
José Pastor de Larrinaga era hijo natural de Pedro José de Larrinaga y de Gregoria
Hurtado. Parece que por inuencia de un tío paterno (el fraile dominico Antonio de Larrinaga,
quien llegó a ser prior del convento de Santo Domingo de Arequipa) recibió la protección de la
casa del obispo Juan Manuel Moscoso y Peralta
17
. Se recibió como bachiller y cirujano latino
en 1778, ejerció la cirugía en los hospitales de San Bartolomé y San Andrés, en las enfermerías
de los conventos de San Francisco y La Merced, y en el regimiento de Dragones de Carabayllo.
En 1801 fue elegido protocirujano y examinador conjuez de cirugía del Real Protomedicato del
Perú por los doctores Juan de Aguirre, Vicente Villarreal y Miguel Tafur; y entre 1800-1804 ya
era fundador, procurador y apoderado general de la Sociedad Patriótica del Montepío de los
Cirujanos del Perú, institución creada para reunir a “todos los cirujanos latinos y romancistas
aprobados por este u otro real protomedicato de los reinos de España”, y formar un fondo de
protección de los cirujanos retirados (ancianos o con algún impedimento físico para practicar la
cirugía) y sus familias (viudas e hijos):
14 arChiVo arzoBispal de lima (aal). Matrimonios del Sagrario, t. 10, 1767-1787, f. 249; Expedientes Matrimoniales,
1789, nº 16.
15 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Mariano Antonio Calero, 168, 1798, ff. 452-473v.
16 larrinaGa, 1793.
17 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Pedro José de Angulo, 53, 1792-1794, ff. 137v-143.
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A las viudas de los cirujanos socios, se les asignará los mismos socorros durante sus
días, con tal que permanezcan en una vida honesta y recatada, porque de lo contrario
perderán el derecho que tienen a este fondo, como también si pasan a segundas nupcias;
pero si le han quedado hijos legítimos continuará percibiendo la misma asignación que
gozaba antes, no en calidad de viuda sino de tutora y curadora de sus menores hijos
18
.
A inicios del siglo xix, Larrinaga y otros cirujanos y médicos de Lima (como Juan de
Aranda, Juan de Ávila, Francisco Faustos, Andrés Gómez y José Manuel Dávalos) traspasaban
los cercos y barreras impuestas a la ciencia médica por las costumbres, las supersticiones y la
religión. Rompieron el tabú de palpar la “vulva” (vagina) y examinar la entrada del útero ante
los padecimientos ginecológicos de algunas pacientes afectadas por “ujos”, “gonorreas”, “her-
pes” y otros males “venéreos”. En este tipo de casos clínicos el “reconocimiento de las partes
interiores” (diagnóstico) de la mujer por un cirujano era un procedimiento casi obligatorio, y el
médico prácticamente se limitaba a conrmarlo. Así ocurriría en febrero de 1804 cuando, por
mandato judicial, el bachiller Larrinaga y el doctor Gómez examinaron a una esclava refugiada
en Santa María de la Caridad, hospital para las mujeres pobres de Lima:
En dicho día, mes y año dichos, yo el escribano en cumplimiento de lo mandado en el decreto que
antecede, recibí juramento del doctor don Andrés Gómez, que lo hizo por Dios nuestro señor y
a una señal de cruz según derecho, so cargo del cual prometió decir verdad; y siendo examinado
al tenor del otrosí del escrito presentado por doña Dominga Mendoza dijo: que reconoció a la
mulata Manuela que se enuncia, le encontró todo el hábito del cuerpo sembrado de una innidad
de pústulas originadas de haberse suprimido en parte una gonorrea, que dice según su relación
haberle acometido en poder de doña N. Muñoz, pues es verdad que cuando se hallaba en casa de
doña Dominga Mendoza no tuvo ninguna de estas enfermedades, ni otra que fuese análoga a esta,
solo sí padeció una disentería originada de un empacho, de la que quedó perfectamente buena; y
pasando en compañía del cirujano Pastor a inspeccionar la vulva y útero, no se le encontró nin-
guna úlcera, por lo que es de parecer el declarante, que siendo su causa venérea, tendrá curación
usando de los antivenéreos sin que la estación caliente cause temor porque la mano diestra del
profesor que la medicina podrá temperarla
19
.
La inquietud cientíca y vocación pedagógica de Larrinaga no tenía límites, su anhelo
era ver establecido en Lima “un día un colegio de cirugía”. Para satisfacer en parte esas pasiones
aprovecharía los cadáveres de dos jóvenes esclavas que, en julio de 1804, en la “última partida
de negros bozales”, habían llegado gravemente enfermas al Callao. Los diseccionó y destinó un
esqueleto completo a la instrucción, en osteología (sistema óseo) y angiología (sistema vascu-
lar), de los practicantes de cirugía del Hospital de San Bartolomé:
Como pocas veces se logran estos cadáveres para las disecciones anatómicas a causa de que los
parientes no permiten semejantes operaciones, aprovechamos esta feliz ocasión, desnudando los
18 BiBlioteCa naCional del perú (Bnp). Fondo Antiguo, 4000000096, “Ordenanzas de la Sociedad Patriótica del Mon-
tepío de los Cirujanos del Perú, aprobados por este Superior Gobierno y Real Acuerdo de Justicia en 12 de marzo
de 1800”, Lima: Imprenta de la Casa de Niños Expósitos, 1802, pp. 6-9; aGn. Cabildo, Administración, CA-AD3,
leg. 11, exp. 799, 1804; lastres, 1951, pp. 14-19.
19 aGn. Real Audiencia, Causas Civiles, leg. 46, exp. 475, 1804-1806, ff. 2-9: “Autos que sigue el doctor don José
manuel dÁValos contra doña Dominga Mendoza sobre la redhibitoria de una esclava”.
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huesos de sus partes musculosas, para presentar la Osteología con sus ligamentos naturales. No
contentos con esto, hemos sacado como si fuera del mismo corazón colocado dentro del pecho, la
Angiología o distribución de las arterias y las venas tanto ascendientes como descendientes, hasta
ingerirlas en ambas extremidades con sus propios y naturales colorido, para que el conocedor atento
pueda distinguir cuál es arteria y cuál es vena, y signicar en todo su curso los diferentes nombres
que adquieren estos vasos por las naturales circunvoluciones y propiedad de partes en que se enla-
zan y distribuyen
20
.
Algunos años más tarde, Larrinaga sería acusado de participar en un intento de “insurrec-
ción” promovido en Lima, a nes de octubre de 1814, supuestamente por José Gómez (un colabo-
rador de los hermanos Enrique y Juan Francisco Paillardelli en la sofocada rebelión de Tacna de
1813). Estuvo preso algunos días en la cárcel de corte, pero fue puesto en libertad por inuencia
del propio virrey José Fernando de Abascal y Sousa. En mayo de 1815 fue declarado inocente y
de inmediato publicó a manera de descargo un folleto “hallándome en la necesidad de restablecer
y conservar mi buen nombre de que pende mi subsistencia en el arte de curar”. En ese mismo “pa-
pel” armaba que, como el resto de sus colegas cirujanos, él también se dedicaba a la “profesión
médico-quirúrgica”
21
. Ese era el sentir de los de su gremio: desde nes del siglo xViii los cirujanos
habían entendido por propia experiencia la necesidad de unicar ambas especialidades o aptitudes
(medicina y cirugía); una cuestión que los médicos peruanos solo trataron de resolver con el esta-
blecimiento del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando (1808-1815), institución que
impulsó la transición del pensamiento o método clínico al anatomo-clínico, como venía ocurriendo
en Europa, puntualmente en Francia
22
. Por eso no sorprende que en 1807, el doctor Miguel Tafur,
destacado clínico e higienista, y uno de los más ilustrados médicos de Lima, todavía se empeñara
en pregonar la menor jerarquía de los cirujanos y la poca utilidad de la cirugía para la medicina:
Cuando los médicos quisieron hacer ver a los cirujanos cuanto dependían de ellos y la subordina-
ción que por su superioridad les debían guardar, pusieron las operaciones quirúrgicas en manos
de los barberos que las desempeñaron tan bien como ellos. Prueba clara de que la cirugía lejos de
ser necesaria para la medicina, antes por el contrario desdice de su dignidad por su mecanismo
y ejercicio nada cientíco. ¿A qué podría conducir la cirugía para el conocimiento y curación de
las ebres, de los afectos comatosos, de las enfermedades nerviosas y últimamente de todas las
que hacen el resorte de la medicina? Un cirujano que sabe curar ulceras y abrir tumores ¿qué
disposición, qué aptitud tiene para ser médico?
23
Una parte de las múltiples exposiciones o estudios del ilustrado cirujano José Pastor de
Larrinaga sobre los casos más polémicos, extraños y hasta fantásticos para el imaginario popu-
lar (anomalías anatómicas), que como cirujano le tocó operar “con bisturí” o discutir, y que nos
dan una idea de los caminos transitados por los hombres de ciencia en el proceso de moderniza-
ción de la medicina en el Perú, serían publicados en el Mercurio Peruano (1790-1795) bajo el
20 Bnp. Fondo Antiguo, 4000002126, “Descripción de un esqueleto que se ha de colocar el día 24 de agosto de este
año de 1804, en el Real Hospital de San Bartolomé por los practicantes de cirugía, baxo la dirección del protoci-
rujano José Pastor Larrinaga”, [Lima, 1804].
21
Bnp. Colección Astete Concha, Z1098: “Méritos y servicios de José Pastor Larrinaga”, [Lima, 1815]. También ver
mendiBuru, 1874, t. i, pp.41-43.
22 fouCault, 2011, pp. 171-198.
23 lastres, 1943, p. 100.
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modernización de la medicina en el Perú (1711-1821)
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seudónimo de Joseph Torpas de Ganarrila: “Disertación sobre un feto de nueve meses que sacó
a una mujer por el conducto de la orina el año de 1779 el autor de ella” (mayo-junio de 1792),
“Segunda disertación en que trata si una mujer se puede convertir en hombre” (agosto de 1792),
y “Disertación de cirugía sobre un aneurisma de labio inferior” (noviembre de 1792). En este
mismo contexto se deberá situar el prolongado debate sostenido (1804-1811) entre el bachiller
Larrinaga y el doctor José Manuel Dávalos, primer médico cirujano peruano, sobre el supuesto
parto de una cría de paloma por una esclava atendida por la comadrona Mercedes Ramírez en la
casa de los marqueses de Fuente Hermosa
24
.
José Manuel Dávalos, hijo del quiteño Joaquín Dávalos y de la trujillana María Zamu-
dio, nació en Lima en 1758. Tuvo varios hermanos pero solo dos llegaron como él a adultos:
Casimiro y María Manuela
25
. Su madre era de origen muy humilde e iletrada. Su padre tampoco
era rico ni de posición acomodada pero gozaba de alguna instrucción, y establecido en Lima se
dedicó a la compra-venta de esclavos al por menor y a representar a algunos vecinos y funcio-
narios de la jurisdicción del obispado de Trujillo en sus negocios particulares: Juan Domingo
Salgado, cura y vicario de Saña y Chérrepe; José Joaquín Vicuña, cura y vicario de Paiján; Juana
Manuela de Villalobos y Arriaga, mujer del teniente coronel Juan José Losada; y Juana de Ca-
ñas, mujer del general Diego Vázquez de Ganoza
26
. Se sabe que José Manuel Dávalos estudió
latinidad en el Seminario de Santo Toribio y artes y losofía en el Colegio de San Ildefonso,
seguro porque sus padres deseaban dedicarlo a la vida clerical; pero su vocación por la medicina
debió ser mucho más fuerte, pues hacía 1780 ya era bachiller y se había recibido como cirujano
latino ante el Real Tribunal del Protomedicato
27
. Como había alcanzado el límite académico
permitido a los mulatos o descendientes de mulatos en el Perú, reunió algún dinero y en mayo de
1784, aprovechando su certicación, viajó a Cádiz en la fragata Nuestra Señora de Guadalupe
(alias La Mexicana) ocupando la “plaza de cirujano”. Desde allí pasó a Francia a estudiar en la
prestigiosa Escuela de Medicina de la Universidad de Montpellier, donde se graduó de doctor el
5 marzo de 1787 con la tesis Specimen Academicum, sobre algunas de las enfermedades más co-
munes de Lima y sus tratamientos: ebre intermitente (terciana), cardialgia, cólera, disentería,
hidropesía, cáncer y sílis
28
. Ese mismo año, las “luces” de Dávalos también fueron celebradas
en el ámbito cientíco de la capital francesa. En varias páginas de la sección de “Nouvelles Lit-
téraires” de la edición de julio del Journal de Médecine (París, 1787) se reseñó su tesis doctoral,
presentándolo como defensor de los intereses de su patria y reconociendo sus grandes méritos
intelectuales:
M. de Dávalos est lui-même un des hommes qu’on peut opposer aux détracteurs de sa patrie. Il
y a déja un grand mérite à venir au travers des mers immenses qui séparent l’Europe de l’Améri-
que, & sur-tout du Pérou, pour augmenter ses connoissances; mais il s’acquitte envers nous d’une
manière bien honorable par les lumières qu’il nous apporte à son tour. C’est dans son propre pays,
24 larrinaGa, 1812.
25 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Francisco Luque, 641, 1779, ff. 1238-1239.
26 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Fernando José de la Hermosa, 530, 1782-1783, ff. 472v-474, 519-519v,
530-531, 652-652v; Fernando José de la Hermosa, 531, 1784-1787, ff. 636-637, 721-721v.
27
lastres, 1951, pp. 155-182.
28 dÁValos, 1787; aGn. Protocolos Notariales, Siglo xviii. Fernando José de la Hermosa, 531, 1784-1787, ff.
620v-621v.
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où il avoit exercé la médicine avec distinction avant de le quitter, qu’il a puisé les principes & les
observations qui servent de base à son ouvrage
29
.
Antes de preparar su retorno al Perú, pasó un corto tiempo en un París a portas de la
Revolución francesa. Presentándose como “doctor en el Ludoviceo de Montpellier” y con su
tesis como respaldo, fue incorporado a la parisiense Société Royal de Médicine. Después de esto
Dávalos escribió, el 8 de setiembre de 1787, una breve pero emotiva respuesta a Juana Meoño,
madre del pequeño José Eugenio Francisco (“Pepito”), su hijo “natural” nacido en Lima el 15
de noviembre de 1783:
Las nuevas de mi amado Pepito me dan mucho gusto, yo no dudo que tenga las habilidades que
me dices, él las hereda, su madre de quien las saca debe a la naturaleza esta gracia; de su padre no
puede ganar gran cosa, yo te exhorto a que lo críes bien y sin pegarle ni engreírlo.
Siento en mi alma tus trabajos, sufre un poco mi vida que Dios querrá consolarte, espera que
Dios querrá nos veamos breve para que tus trabajos se acaben. Yo suplico a mi madre te dé un
socorro
30
.
Pero en los trámites realizados en agosto de 1788 ante Manuel González Giral, presi-
dente de la Casa de Contratación de Cádiz, para obtener la licencia de embarque de retorno al
Perú, José Manuel Dávalos no se presentó solo: lo acompañaba “su esposa Adelaida Carlota”,
y ambos consiguieron embarcarse en la fragata Nuestra Señora del Carmen con destino a Lima
por la vía de Montevideo. Parece que para no tener complicaciones con las autoridades españo-
las evitó hacer cualquier declaración sobre su prolongada estadía como estudiante de medicina
en Montpellier, y menos sobre su matrimonio en París con la francesa Ana Dorgemont (verda-
dera identidad de la mencionada “Adelaida Carlota”):
José Manuel Dávalos, vecino natural de la ciudad de Lima, residente en esta. A Vuestra Señoría
con el debido respeto dice: que por el mes de noviembre de 1784 llegó a este puerto con la fra-
gata nombrada La Mexicana propia de don Juan José Lacoizqueta; y deseando restituirse con su
esposa doña Adelaida Carlota, por lo perjudicial que le es su permanencia en este país.
A Vuestra Señoría suplica se digne decretar se le forme la conducente licencia para su embarque
con la supradicha en la fragata titulada Nuestra Señora del Carmen, que ha de emprender viaje
desde esta bahía para la del Callao, digo Montevideo, y que haya por presentada la certicación de
su casamiento y la del Cirujano Mayor de la Real Armada, para que vistos estos documentos se le
devuelva el primero por necesitarlo para otros nes, favor que espero recibir de Vuestra Señoría
31
.
A nes de 1789, el doctor José Manuel Dávalos había regresado a Lima con los títu-
los que prácticamente lo acreditaban como el primer médico cirujano del Perú. Existe un caso
similar, el del mulato limeño José Manuel Valdés (1767-1843), pero este fue aprobado como
29 Journal de Médicine, Chirurgie, Pharmacie, París, julio de 1787, t. lxxii, pp. 137-143.
30 aGn. Real Audiencia, Causas Civiles, leg. 305, exp. 2756, 1792-1795, f. 10: “Autos que sigue doña Juana Meoño
contra don José Dávalos sobre alimentación de un hijo natural”.
31 arChiVo General de indias (aGi). Contratación, 5532, N3, R17, 1788, ff. 1-1v: “Expediente de información y licen-
cia a indias de José Manuel Dávalos, cirujano, vecino de Lima”.
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cirujano latino recién en 1788; y solo después de conseguir una dispensa real (real cédula) pudo
graduarse de doctor en medicina en la Universidad de San Marcos en 1807, con una “Diser-
tación sobre la ecacia del bálsamo de copaiba en las convulsiones de los niños”
32
. Estos dos
personajes son los primeros médicos cirujanos peruanos reconocidos ocialmente. Como tales,
desde sus puestos en los hospitales y en otras instituciones públicas, y a través de la formación
de discípulos en el Anteatro Anatómico del Hospital de San Andrés, en la Universidad y en
el Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, desempeñaron un papel fundamental en
la modernización de la medicina peruana. En San Marcos el doctor Dávalos ocupó por breve
tiempo las cátedras de Química (1790) y Botánica (1796), postuló sin suerte, o mejor sería decir
sin “inuencias”, a la de Método de Medicina (1798), fue nombrado sustituto en la Vísperas de
Medicina (1806); y luego del fallecimiento del protomédico general Juan José de Aguirre ejer-
ció una efímera “regencia” en la de Prima de Medicina (1808), en la que llegó a otorgar algún
grado: “dio y otorgó el grado de bachiller en la Facultad de Artes a don José Sanz, manteísta, ha-
biendo precedido información de haber concluido los cursos que prescriben las Constituciones
de esta Real Escuela”
33
. Por la titularidad de esa última cátedra Dávalos presentaría un recurso
contra el nombramiento del doctor Hipólito Unanue, impugnación que todavía se veía, por la
Regencia del Reino de España y las Cortes de Cádiz, en octubre de 1812:
Pasáronse a la comisión Ultramarina dos expedientes remitidos por el secretario de la Goberna-
ción de Ultramar. El primero sobre el establecimiento del Colegio de Medicina de San Fernando
de Lima, cuyo arreglo apoyaba la Regencia, y el segundo sobre una representación documentada
del profesor don José Manuel Dávalos, quejándose del virrey de Lima por haber conferido al doc-
tor don Hipólito Unanue la cátedra de prima sin observar los estatutos de aquella universidad
34
.
En realidad para entonces Hipólito Unanue (1755-1833) ya se encumbraba como una
de las máximas guras de la ciencia médica y de la Ilustración en el Perú. En junio de 1790,
siendo catedrático de anatomía, tomó la posta de su maestro Cosme Bueno en la dirección de
la construcción del tan ansiado Anteatro Anatómico en una parte del Hospital de San Andrés,
obra pendiente de realizar desde 1753
35
; al poco tiempo la culminó y la inauguró el 21 de no-
viembre de 1792 pronunciando el célebre discurso “Decadencia y restauración del Perú”, donde
manifestaba la orientación a seguir por la medicina para salir de la “miseria” a la que le había
conducido la “inacción”, “oscuridad” e “ignorancia” del funcionamiento interno del cuerpo
humano: “El cadáver disecado y demostrado es la sabia y elocuente escuela en que se dictan
las más seguras máximas para conservar a los vivientes. En él se conoce cuál es el enlace, y los
ocios de los distintos órganos que componen esa máquina singular, la primera entre las obras
de la Divinidad; en qué consiste la mutua dependencia con que se auxilian, o dañan unas a otras;
cuáles son las verdaderas causas que fomentan o destruyen su armonía, y cuál es el modo de res-
32 Valdés, 1815, pp. 5-39; también arias-sChreiBer, 1971, pp. 87-90.
33 aGn. Real Audiencia, Protomedicato, RAME, leg. 1, exp. 60, 1812: “José Sanz sobre examinarse de cirujano lati-
no”.
34
Corte de CÁdiz, 1812, t. xV, p. 360.
35 aGn. Colección Francisco Moreyra y Matute, leg. 11, exp. 297: “Solicitud de Cosme Bueno, encargado de la cons-
trucción del Anteatro Anatómico en el Hospital de San Andrés, a n de que Pablo Matute entregue la cantidad de
cuatro mil pesos para la continuación de dicha obra”.
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taurarla”
36
. Después, cuando organizó las primeras “conferencias clínicas” del nuevo anteatro,
donde los “profesores de medicina alternaran con los de cirugía, de suerte que en una semana
expondrán los primeros un punto de su facultad, y en la siguiente lo ejecutarán con la suya los
segundos”, Unanue convocó a los mejores especialistas que conocía, y entre ellos se encon-
traban José Manuel Dávalos (“viruelas”), José Manuel Valdés (“inamación”) y Luis Bueno
(“disentería”), el hijo médico de Cosme Bueno
37
.
A esa época (1793) se remontan también las primeras inquietudes de Hipólito Unanue
por establecer en Lima un centro moderno y especializado en la enseñanza médica, en donde
medicina y cirugía, a la “luz anatómica”, pudieran fomentar la multiplicación de los pueblos, es
decir, de los brazos necesarios para las “tropas, la marina, las fábricas, el comercio, los campos
y las ciudades” del Perú: “El mejor modo de proporcionárselos sería fundando un Colegio de
Medicina y Cirugía. Los catedráticos de Física y Medicina de la Universidad, concurrirían gus-
tosos a dar lecciones en sus horas respectivas. Las becas podrían ser costeadas por los fondos de
las ciudades del reino, que repetidas veces ocurren por profesores a esta capital, y no encuentran
quienes vayan; por el importante Cuerpo de Minería, y Caja de Censos de Indios. Cada partido
elegiría los que debían aplicarse, con la calidad precisa de que se le devolviesen”
38
. Todavía eran
los años del Mercurio Peruano y de la Sociedad Académica de Amantes del País, de la que era
secretario Unanue; y este mientras más estudiaba y escribía sobre la realidad peruana, veía cada
vez con mayor claridad las falencias. Entre 1793 y 1797 se encargó de editar las “guías” del
Virreinato del Perú, y seguro no dejó de experimentar alguna frustración cuando al completar
el lustro la única novedad en cuestiones médicas seguía siendo la conclusión de la construcción
del “Anteatro Anatómico” en 1792
39
.
Algunos años más tarde, en 1806, Unanue llenaba un vacío cultural (cientíco) con la
publicación de la primera edición de sus Observaciones sobre el clima de Lima, y su inuen-
cia en los seres organizados, en especial el hombre; investigación de amplia difusión y buena
crítica, no solo en el Perú. Casi de inmediato el virrey Abascal envió un par de ejemplares a la
Secretaría de Estado (España) con destino al Hospital General de Madrid “para el mayor com-
pleto de la colección de obras de la biblioteca de la cátedra de Clínica o Medicina”
40
; lo hacía en
cumplimiento de una real orden rmada por Carlos iii en octubre de 1795: “Habiéndome servido
establecer en benecio de la humanidad, y para el mayor y más acertado alivio de las dolencias
de mis amados vasallos, una cátedra de Clínica o Medicina Práctica en el Hospital General de
esta Corte, en la que los profesores puedan acabar de adquirir en esta ciencia la posible perfec-
ción; he resuelto al mismo tiempo, que para el mayor complemento de la colección de obras, que
formarán la Biblioteca de esta cátedra, se exija de los autores de cuanto se imprima en mis reales
dominios un ejemplar de sus escritos con destino a ella”
41
. La obra de Unanue despertó tanto el
interés de la comunidad cientíca madrileña que, por enseñar a los “españoles” a producir obras
36 unanue, 1793, t. Vii, pp. 82-127.
37 unanue, 1794, t. ix, pp. 195-204.
38 unanue, 1793, t. Vii, pp. 123-124.
39 unanue, 1797, pp. 177-178.
40 aGi. Estado, 73, N5, 1806: “Virrey del Perú remite ejemplar de obra de Hipólito Unanue”.
41
Novísima recopilación de la leyes de España, 1850, t. iii, p. 112.
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con “opinión propia”, fue extensamente reseñada en la sección “Ciencias” de uno de los más
importantes periódicos de la Península, el Memorial Literario, del 20 de mayo de 1808:
Concluiremos pues nuestro juicio con decir, que es a la verdad muy extraño que llevando noso-
tros a los peruanos muchos siglos adelantados en ilustración y bastantes años en la erección de
cátedras de todas clases, se haya publicado el primer libro de esta clase en Lima, y no en Madrid.
Este descuido, que más bien puede llamarse indolencia, es en mi concepto muy reprensible, pues-
to que ya deberíamos tener obras modernas originales de medicina, cirugía, etc., o cuando menos
observaciones clínicas, memorias, anales y otros escritos de esta naturaleza
42
.
En esta innovadora obra, impregnada de la marca metodológica del siglo xViii, que anteponía
la observación de la realidad (datos) a los conceptos (principios)
43
, Unanue condensaba sus
conocimientos médicos y de las ciencias naturales, y los aplicaba al estudio de un entorno espe-
cíco. Clima, suelo, agua, plantas, seres humanos, enfermedades y prevención, eran los tópicos
que desarrollaba, apoyando la mayoría de sus conclusiones en las investigaciones de algunos
de los más destacados cientícos franceses e ingleses de la época. Entre estos últimos citaba,
por ejemplo la Zoonomia, or the Laws of Organic Life (Zoonomia, o las leyes de la vida orgá-
nica), publicada en Londres entre 1794 y 1796, y elogiaba a su autor (“el hermoso ingenio de
Darwin”) el evolucionista Erasmus Darwin (abuelo de Charles Darwin)
44
. Aquí se debe de reco-
nocer que Hipólito Unanue también respaldaba y adornaba sus argumentaciones con autores de
la antigüedad (Hipócrates, Galeno, Platón y hasta Homero), pero evidentemente esto no era ni es
un indicador o síntoma de retraso intelectual, como algunos arman, pues todos los autores de
la Ilustración citaban, admiraban e incluso se sentían identicados con las obras de los clásicos
griegos y latinos, y hasta con el espíritu de sus personajes (Odiseo)
45
.
Después de las coordinaciones efectuadas, desde nes de 1807, por Unanue ya como
protomédico general del Perú; a mediados de 1808, cumpliendo las órdenes despachadas en febre-
ro y junio por el virrey Abascal (para “establecer por todos los medios posibles un estudio sólido
erigiendo un colegio para la instrucción de la medicina, y demás ciencias que le sean conexas”)
46
, el
licenciado Matías Maestro iniciaría la construcción del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fer-
nando en un terreno próximo a los hospitales de San Andrés y Santa Ana
47
: “Habiendo un decreto
de 4 de febrero del presente año nombrado a Vuestra por director de la fábrica del Colegio de Medi-
cina, debe entenderse que esta nominación no solo es con respecto a formar los planes con arreglo a
los cuales debe vericarse la obra; sino también para que por su mano corran los gastos que deben
hacerse en ella, y que igualmente pueda comprar los sitios en que haya de edicarse el enunciado
colegio, rmando las escrituras que hubiesen de hacerse con este respecto, pues lo autorizo para
42 BiBlioteCa naCional de españa (Bne). Memorial literario o Biblioteca periódica de ciencias, literatura y artes, n°
14, 1808, pp. 346-349. Buena parte de esta reseña la incluyó Unanue como “advertencia” a la segunda edición de
su obra (1815).
43 Cassirer, 2008, pp. 21-23.
44 unanue, 1806, pp. xCV, Cxi, Cxliii; darwin, 1993, pp. 17-18.
45 horKheimer y adorno, 2013, pp. 19-91.
46 arChiVo históriCo dominGo anGulo (ahda-unmsm) de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos: “Libro de
Actas del Real Tribunal del Protomedicato que empezó en 30 de julio de 1808”, ff. 1-2v
47 delGado y raBí, 2007, pp. 54-83.
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ello dándole la comisión necesaria”
48
. Mientras Matías Maestro, “autorizado por Su Excelencia
para hacer contratos públicos en todo lo relativo al dicho colegio”, avanzaba la obra y se las inge-
niaba para conseguir las rentas y fondos sucientes para cubrir los considerables costos, Unanue
meditaba (razonaba) la parte académica y diseñaba (ordenaba) un moderno plan de estudios en el
que solo había lugar para las ciencias: matemática (aritmética, geometría, mecánica), física (experi-
mental, química), historia natural (mineralogía, botánica, anatomía) y medicina teórica (zoonomía,
patología, psicología) y práctica (clínica, operatoria, obstetricia, farmacéutica, topografía)
49
.
A nes de 1808 se imprimieron los ejemplares de un extenso ocio circular, preparado
por Unanue y rmado por Abascal, en el que se anunciaba a las altas autoridades políticas y ecle-
siásticas (intendentes, gobernadores y obispos) de todo el virreinato la necesidad de levantar un
centro para la formación exclusiva de médicos en el Perú (“estoy persuadido a que no podría hacer
mayor bien a este imperio en el tiempo de mi gobierno, que erigiendo un colegio en que se enseñe
fundamentalmente la medicina con sus ciencias auxiliares”) y la urgencia de proporcionar los
caudales sucientes para acelerar su construcción (“Para la consecución de tan benéco y glorioso
n, es necesario buscar fondos, 1.º para el edicio material del Colegio, y surtido de instrumentos
que necesita; 2.º para los salarios de los maestros que han de enseñar; 3.º para la dotación de un
determinado número de becas, a n de que nunca falte suciente número de jóvenes a quienes
instruir”)
50
. Bartolomé María de las Heras, exobispo del Cuzco, y por entonces arzobispo de Lima,
fue uno de los primeros en responder al llamado del virrey: a título personal entregó 6 000 pesos
a Matías Maestro “para ayuda de la fábrica de dicho colegio, y capital de una beca que quiere
fundar en él a favor de los oriundos hijos nobles del obispado del Cuzco, de que fue digno pastor”.
El joven favorecido (becario) debía ser el “más apto y juicioso” y sería instruido en “la ciencia
médica, cirugía y farmacia” durante seis años, o hasta completar sus estudios; y después de obtener
sus correspondientes certicaciones estaba obligado a radicar y ejercer en la antigua capital del
Tahuantinsuyo. También eran condiciones para disfrutar de la beca instituida por el arzobispo Las
Heras no tener recursos y contar con la instrucción necesaria: “Que han de recaer los nombramien-
tos en niños pobres españoles o indios puros, sin mezcla, de buena educación, bien inclinados, y
cuando no lógicos al menos buenos latinos, lo cuales acreditando con documentos bastantes estas
calidades, y sujetándose a las que prescribe el instituto para su recepción, serán admitidos con la
nominación sola de los ilustrísimos patrones, e incorporados en el colegio”
51
.
La documentación para la fundación formal del Colegio de Medicina de Lima fue en-
viada al Consejo de Indias en enero de 1810. En agosto de 1811, la Junta Superior Interina de
Medicina y Cirugía efectuó algunas observaciones al “Quadro sinóptico” de estudios (reducción
de cursos de “menos conexión con la medicina” y emplear más tiempo en aprender el “arte de
curar”)
52
, pero la resolución nal del expediente se retrasó debido a la convulsión política en
48 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xix. Ignacio Ayllón Salazar, 11, 1809, ff. 357, 444-446.
49 unanue, 1808.
50 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xix. Ignacio Ayllón Salazar, 11, 1809, ff. 362-370v. Ver Anexo 1.
51 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xix. Ignacio Ayllón Salazar, 11, 1809, ff. 356-370v.
52 Bnp. Manuscritos, D12930: “Expediente con el dictamen de la Junta Superior de Medicina y Cirugía de España y
Real Cédula para que se rectiquen las constituciones y plan de estudios de la Escuela de Medicina de San Fernan-
do de Lima. 1811-1815”, ff. 1-6v (copia).
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España, agravada con la invasión francesa y el reinado de José Bonaparte (1808-1813). Ante el
vacío o la ilegitimidad en el poder central español, en América la reacción fue inmediata y se
inició un proceso revolucionario y contrarrevolucionario, devorador de la Real Hacienda, que
se prolongó hasta 1826 (capitulación de Ramón Rodil en el Callao). Pero ni el más complicado
escenario pudo paralizar los progresos de la ciencia, los médicos y cirujanos criollos, junto con
otros “hombres generosos” y algunas “personas acaudalas”, empujaron la obra y en 1811 se cul-
minó la primera etapa de la construcción del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando,
y se conformó su primera junta directiva: Hipólito Unanue (director), fray Francisco Romero
(rector) y Miguel Tafur (vicedirector). Entre los catedráticos guraban José Manuel Dávalos,
José Vergara, José Pezet, Félix Devoti, José Gregorio Paredes y José M. Falcón, la mayoría
venían enseñando allí desde 1808; y cumpliendo su objetivo descentralizador de la salud y el
conocimiento (luces), en las aulas del colegio ya estudiaban jóvenes procedentes de La Plata,
Potosí, Salta, Tucumán, Córdoba, Puno, Cuzco, Arequipa, Moquegua, y Lima
53
. Ese mismo
año de 1811, en la Universidad de San Marcos se graduaba como bachiller en medicina el estu-
diante sanfernandino (“Sancti Ferdinandi Colegii Alumnus”) Pedro Norberto de la Vega
54
; y en
agosto de 1812 la junta general de catedráticos y maestros de San Fernando adoptaba un nuevo
programa en la enseñanza de la medicina clínica: “Se hizo presente lo necesario y útil de las
conferencias clínicas, y se ordenó se estableciesen, debiéndose escribir disertaciones en idioma
patrio por los profesores modernos, los pasantes y los estudiantes que estuviesen al concluir la
clase de clínica, y que se leyese a lo menos una cada semana por la noche, presidiéndolas el
señor director, y en su defecto el catedrático de clínica, y replicándose entre sí los leyentes”
55
. En
estos años, en los documentos institucionales del Colegio de Medicina, se comenzó a utilizar el
elocuente sello con las iniciales SF (San Fernando) coronadas en el centro con un sol radiante,
y debajo una “lima” o fruto del limero (gura parlante), una antorcha, un vara de Asclepio o Es-
culapio (dios de la medicina) y un infolio (libro clásico), todo rodeado por una cinta con el lema:
Salud e Ilustración Peruana
56
. Nada puede expresar mejor el espíritu liberal de esa época y las
aspiraciones de un grupo de hombres, que por entonces constituían lo mejor de la élite intelec-
tual peruana, promotores de grandes reformas y pronto dispuestos a respaldar la independencia
política, y a participar activamente en la organización de un nuevo Estado.
En 1814, Unanue viajó a España como diputado por Arequipa ante las Cortes de Cá-
diz, llevaba una carta de recomendación del virrey Abascal: “las repetidas pruebas que ha dado,
talento, principios no comunes y acrisolada conducta, aseguran la utilidad que reportará la Na-
ción de cualesquiera cargos de interés público que se le confíen”
57
. Llegó cuando Fernando
Vii, restituido en el trono, ya había suspendido la Constitución liberal de 1812 y disuelto la
asamblea gaditana. La situación no lo desilusionó pues había salido del Perú con tres objetivos
principales, y los alcanzó luego de entrevistarse personalmente con el soberano absolutista en
53 delGado, 2008, pp. 220-223; ahda-unmsm: “Expedientes de matrículas del Colegio de San Fernando, 1809-1811”.
54 Bnp. Fondo Antiguo, 4000001063: “Thesses Pro Gradu Bachalaureatus in Medicina”. Lima, 1811.
55
ahda-unmsm: “Libro 1.° de actas de la Junta General y de la Gubernativa del Real Colegio de Medicina y Cirugía
de San Fernando de Lima. Que comienza en agosto de 1812”, f. 3.
56
paz soldÁn, 1951, pp. 11-12.
57 aGi. Audiencia de Lima, 748, N16, 1814: “Carta n.° 108 del virrey José Fernando de Abascal, marqués de la Con-
cordia, a Manuel de la Bodega Mollinedo, secretario de la Gobernación de Ultramar”.
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1815: conrmación de la fundación del Colegio de Medicina, reconocimiento por sus méritos
y servicios, y licencia para imprimir en Madrid una versión corregida y aumentada de su obra
más conocida. El 9 de mayo de 1815 el rey rmó la real cédula que aprobaba “la erección del
enunciado Colegio de Medicina y Cirugía de esa ciudad de Lima, con el título de San Fernando,
al cual por la presente tomo bajo mi real protección y la de mis sucesores”, en atención a:
Las repetidas solicitudes de los pueblos de ese Virreinato para que se les proporcionasen buenos
profesores del arte de curar; las frecuentes quejas de los mismos pueblos dimanadas de las desgra-
cias que sobrevinieron por la ignorancia y osadía de los que ejercen en ellos esta facultad, y el aten-
der a la triste situación en que se hallaban los indios, sin tener facultativos que los asistiesen en sus
dolencias, contra los principios que dicta la humanidad, movieron vuestro acreditado celo a fundar
en esa capital, un Colegio de Medicina y Cirugía con el título de San Fernando, de cuya erección
disteis cuenta con documentos en carta de 23 de enero de 1810, solicitando mi real aprobación
58
.
La misma real cédula concedió a Unanue la más alta condecoración al que por enton-
ces podía aspirar un profesional de la medicina en el Perú: “Igualmente he venido en condecorar
con los honores de Médico de mi Real Cámara al enunciado director actual del Colegio, don Hi-
pólito Unanue, en consideración del trabajo que ha impendido para que tan útil establecimiento
se vericase y arreglase, y para que con este estimulo haya profesores que se dedique con igual
celo y acierto a trabajos de esta naturaleza en obsequio de la salud pública y del Estado”. Des-
pués de esto, no le fue difícil conseguir las “licencias necesarias” para proceder a la impresión
de la segunda y denitiva edición de sus Observaciones sobre el clima de Lima, corregida y
aumentada con un capítulo (“Inuencia del clima sobre los animales”) y una sección (“De los
medios de curar las enfermedades del clima”)
59
. Un testimonio de la signicación universal que
en su tiempo tuvo este libro del doctor Unanue, lo tenemos en la obra de Charles Darwin, quien
lo menciona y cita en algunos volúmenes de su Voyage of the Beagle, al tratar ciertos aspectos
de la historia natural y la geología de América del Sur: la lenta propagación de la hidrofobia por
la costa (“Dr. Unanue states that hydrophobia was rst known in South America in 1803”), y
sus estragos en Arequipa e Ica
60
; y detalles geológicos de la isla de San Lorenzo y el Callao
61
.
Con la fundación del Colegio de Medicina y Cirugía de Lima se consolida la moder-
nización de la medicina peruana prerepublicana. El proceso prácticamente abarcó todo el siglo
xViii y la primera parte del xix, caminó de la mano con los avances cientícos europeos, pero
solo fue posible gracias a la vocación e interés de los médicos y cirujanos criollos o americanos.
Para entonces los catedráticos y estudiantes peruanos de medicina, cirugía y farmacia, comen-
zaban a utilizar algunos de los textos de siología, nosología y anatomía patológica más avan-
zados, como fueron los de Anthelme Richerand (Nouveaux élémens de physiologie), Philippe
58 Bnp. Manuscritos, D12930, ff. 6v-12 (copia): “Expediente con el dictamen de la Junta Superior de Medicina y
Cirugía de España y Real Cédula para que se rectiquen las constituciones y plan de estudios de la Escuela de
Medicina de San Fernando de Lima. 1811-1815”.
59
unanue, 1815, pp. 58-79, 180-266.
60 darwin, 1845, pp. 353-354.
61 darwin, 1846, p. 51.
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Pinel (Nosographie philosophique) y Xavier Bichat (Oeuvres chirurgicales)
62
; y en el Tribunal
del Protomedicato se iniciaba la expedición de títulos (autorizaciones para el ejercicio profe-
sional) a las nuevas generaciones de cirujanos, médicos, médicos cirujanos, cirujanos dentistas,
farmacéuticos, boticarios e incluso ebotomistas certicados
63
. Unanue había partido a España
solo con su prestigio, alguna recomendación y un libro bajo el brazo, y en 1816 regresaba al
Perú casi convertido en un héroe; sus discípulos del Colegio de San Fernando incluso le dedi-
caron composiciones poéticas:
¿Con qué tornas, Hipólito, a tu suelo
desde el clima remoto del Ibero?
¿Con qué los hados en tu guarda unidos
favor nos prestan al ferviente anhelo
con que te espera un pueblo placentero?
¿Los votos repetidos,
que el amor dirigía
por tu bien cada día
del cielo son oídos?
Sí: no más dudar; ya nuestra ventura
tu regreso feliz nos asegura
64
.
Los otros innovadores proyectos sanitarios que estuvieron directamente relacionados
con la modernización de la medicina y la prevención de la salud (“higiene”) en el Perú fueron:
la construcción del Cementerio General de Lima (1808) y el establecimiento y funcionamiento
de la Junta Central de Conservación del Fluido Vacuno (1806-1820), producto de la visita de la
Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1813) organizada por el rey Carlos iV con el
n de erradicar las epidemias de viruela en todos sus dominios.
La idea de construir un cementerio público en las afueras de Lima era un proyecto
pendiente desde que se recibieron las reales órdenes de 1786-1787. En febrero de 1791 uno de
los “Amantes del País”, José Rossi y Rubí, escribía para el Mercurio Peruano varios artículos
reprobando la vieja e insostenible práctica de enterrar difuntos en los templos, pues esta era
contraria al conocimiento de las leyes generales de la naturaleza y a las “verdades” alcanzadas
“con series innitas de experiencias”: “Todas ellas prueban que es sumamente perjudicial a la
salud de los ciudadanos la costumbre de enterrar a los muertos en el recinto de las iglesias, y aun
62 Bnp. Fondo Antiguo, 4000001063: “Examen de anatomía, siología e historia natural que presentan en la Univer-
sidad de S. Marcos y consagran al Excmo. Señor Virrey los alumnos del Colegio de S. Fernando”. Lima, Perú:
Imprenta de los Huérfanos, 1813, pp. 5-6; También: VarGas, 1943, pp. 325-342; arias-sChereiBer, 1974, t. i, v. 7,
pp. 136-149.
63
ahda-unmsm: “Libro de tomas de razón del Real Tribunal del Protomedicato. Años 1808-1848”, ff. 1-13.
64
Bnp . Fondo Antiguo, 1000001069: “Al feliz regreso del señor doctor don Hipólito Unanue, catedrático de Prima
de Medicina en la Real Universidad de San Marcos, médico honorario de cámara de S.M., primer director del Real
Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, socio de la Sociedad Médico-Matritense, y de la de Ciencias de
Baviera, protomédico general del Perú, a la capital de Lima de la Corte de Madrid, dedica uno de sus más apasiona-
dos, primer alumno de su magníco establecimiento, y médico de esta capital” (Lima, ca. 1816), por José Eugenio
Eyzaguirre.
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en el de las poblaciones”. Rossi explicaba cómo se podía acabar en la capital con esa fuente de
enfermedades (epidemias), construyendo como en algunas urbes europeas “un monumento de
su ilustración y buena policía”: “Un camposanto extramuros, en un paraje distante y ventilado,
desde luego nos libertaría de todas las contingencias de esta naturaleza”
65
.
Algunos años des-
pués, en 1803, mientras en Arequipa el obispo Pedro José Chávez de la Rosa y el deán Saturnino
García de Arazuri terminaban la capilla y sacristía del “cementerio rural” de la “pampa de Mira-
ores”, en el que desde su apertura en 1798, por el intendente Bartolomé García de Salamanca,
se habían enterrado “a juicio prudente más de seis mil cadáveres de solos los pobres de solem-
nidad” (según informaba el Cabildo arequipeño)
66
; en Lima el doctor Hipólito Unanue avivaba
el interés que el padre Antonio Díaz, guardián del Convento de San Francisco, tenía en levantar
un panteón, con pabellones de nichos y osarios para “religiosos, párvulos y particulares”, en la
parte más alejada de los terrenos de su convento, para poder “conservar la gloria y la augusta
majestad del templo, dar un asilo decente y seguro a nuestras cenizas, y salvar la salud pública
de una de las principales causas que la arruinan”. Unanue asesoró el diseñó de la obra, para
entonces se encontraba plenamente consciente de la necesidad de erradicar la funesta costumbre
de colocar cadáveres en el subsuelo de las iglesias: “De este modo los templos más suntuosos,
las más bellas ciudades, han quedado reducidos a unos inmundos cementerios, mezclándose en
aquellos el hedor de la podre con los inciensos que se ofrecen al soberano Dios de los cielos, y
fomentando en estas las enfermedades, sus contagios y las muertes, tristes consecuencias de la
vanidad y preocupación”
67
.
La solución denitiva al problema de los enterramientos llegaría recién cuando el vi-
rrey Abascal y el arzobispo Bartolomé de las Heras, asesorados por el mismo Hipólito Unanue,
encargaron al presbítero Matías Maestro, a mediados de 1807, los planos y la construcción del
Cementerio General de Lima: “extramuros de la portada de Maravillas, entre el camino real y la
caja del río, en tierras de la chacra de Ana Sánchez, propia del Hospital de Santa Ana”
68
. El costo
total de la obra pasó los 100 000 pesos (sufragados por diversos aportantes: Cabildo, clero secu-
lar y regular, corporaciones, vecinos acaudalados, corridas de toros en Acho, capellanías y obras
pías), e incluyó capilla, salas de capellanes, erección en la zona del Martinete de la residencia
del colector (encargado de la recolección de cadáveres y de clausurar el acceso a todas las bóve-
das y osarios de las iglesias, “exceptuándose únicamente los sepulcros de personas venerables
por el concepto de santidad”)
69
, cuatro carruajes (carros fúnebres), nueve esclavos y ocho mulas.
La edicación, levantada “a sotavento de la ciudad”, se inauguró el 31 de mayo de 1808 con el
traslado de los restos mortales de un prelado: “Se dio principio a la sepultación de cadáveres en
1 de junio del citado año de 1808, precediendo en la víspera la solemne bendición y traslación
65 rossi y ruBí, 1791, pp. 124-130.
66 aGi. Audiencia de Lima, 730, n° 2, 1804, ff. 47-48: “Carta n.° 83 del virrey Marqués de Avilés a José Antonio
Caballero, ministro de Gracia y Justicia. Adjunta informe del Ayuntamiento de Arequipa”.
67
unanue, 1803, p. 3.
68
aGn. Protocolos Notariales, Siglo xix. Ignacio Ayllón Salazar, 11, 1809, ff. 384-394; Fuentes, 1858, pp. 305-308.
69
Bnp. Fondo Antiguo, 4000000032: “Reglamento provisional acordado por el excmo. señor don José Fernando de
Abascal y Sousa, virrey y capitán general del Perú, con el illmo. señor doct. d. Bartolomé María de las Heras,
dignísimo arzobispo de esta Santa Iglesia, para la apertura del Cementerio General de esta ciudad, conforme a lo
ordenando por S. M. en reales cédulas de 9 de diciembre de 1786, y 3 de abril de 1787”. Lima, Perú: Real Casa de
Niños Expósitos, 1808, pp. 1-2.
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de los huesos del Excelentísimo e Ilustrísimo señor doctor don Juan Domingo de la Reguera,
caballero gran cruz de la real y distinguida orden española de Carlos iii, dignísimo arzobispo que
fue de esta Santa Iglesia Metropolitana”
70
. La ceremonia de inauguración se realizó en presencia
de Abascal y demás autoridades civiles y eclesiásticas, resguardadas por piquetes de granaderos
y fusileros, mientras desde la parte externa del cementerio se observaba una numerosa concu-
rrencia, pues “no se permitió entrada a ningún plebeyo, sino a personas distinguidas”
71
.
Entre los discursos pronunciados y publicados por el acontecimiento, no podía faltar el
de uno de los representantes del cuerpo médico. El elegido fue nada menos que el doctor Félix De-
voti, otro de los primeros médicos cirujanos del Perú y también fundador del Colegio de Medicina
y Cirugía de San Fernando. Devoti había nacido en Roma en 1760, allí se recibió como cirujano
latino. Hacia 1783 pasó a América, ejerció en Santa Fe, Cartagena, Popayán y Quito. A nes del
siglo xViii se encontraba en Lima, estudió en la Universidad de San Marcos, donde se graduó de
bachiller en medicina en 1803, defendiendo una tesis sobre la viruela (Theses medicae de variolis,
presidida por Hipólito Unanue), y como médico en 1806. En enero de 1808 fue nombrado facul-
tativo de la Junta Central de Conservación del Fluido Vacuno, en remplazo del cirujano Pedro
Belomo
72
. En su discurso por la inauguración, Devoti consideraba al nuevo cementerio como un
triunfo del entendimiento (razón) sobre las costumbres que “desprecian la utilidad y el decoro”, y
anunciaba mayores benecios con la pronta apertura del nuevo colegio de medicina:
Entretanto que este grandioso proyecto nos promete la felicidad, disfrutará la salud pública en
el estreno del nuevo camposanto innitas ventajas. En él se disputan la preferencia, lo suntuoso,
la comodidad y el aseo, de suerte que si no excede su edicio a los más celebrados en Europa,
los iguala. Construido en lugar arenoso y elevado, lejos de todo manantial; los vientos que lo
dominan disparan sus exhalaciones sin infestar la ciudad; y su vasta extensión de 190 varas sobre
260 de fondo ofrece bastante espacio para que perfeccione cómodamente el tiempo la entera
disolución de los cuerpos antes que la necesidad llegue a turbar su reposo
73
.
Uno de los más trascendentales avances de la medicina a nes del siglo xViii, a nivel mundial,
fue el descubrimiento de la vacuna contra la viruela en 1796 por el médico inglés Edward Jen-
ner, discípulo del cirujano y anatomista John Hunter. Observando y experimentando en niños
con la linfa (plasma) extraída de las vesículas pustulosas de unas granjeras (mujeres ordeñado-
ras o lecheras), que afectadas (en el contacto con vacas y caballos: “Thus the disease makes its
progress from the horse to the nipple of the cow, and from the cow to the human subject”
74
) por
el virus de la benigna viruela bovina (Variolae vaccinae o Cowpox virus) quedaban inmunes a
70 aGn. Protocolos Notariales, Siglo xix. Ignacio Ayllón Salazar, 11, 1809, ff. 384-394; Bnp. Fondo Antiguo,
4000000038: “Descripción del Cementerio General mandado erigir en la ciudad de Lima, por el excmo. señor don
José Abascal y Sousa, virrey, y capitán general del Perú”. Lima, Perú: Casa Real de Niños Expósitos, 1808.
71
aGi. Audiencia de Lima, 736, n.° 1: “Relación de la apertura y solemne bendición del Nuevo Campo-Santo de esta
ciudad de Lima, que se vericó el día 31 de mayo de 1808”. Lima, Perú: Casa Real de Niños expósitos, 1808.
Impreso anexo a la “Carta n.° 33 del virrey José Fernando de Abascal al Príncipe”.
72
arias-sChreiBer, 1971, pp. 70-73.
73 Bnp. Fondo Antiguo, 1000005415, Devoti, Félix: “Discurso sobre el Cementerio General que se ha erigido extra-
muros de la ciudad de Lima por el orden, zelo y benecencia de su excmo. señor virrey don José Fernando de
Abascal y Sousa”. Lima, Perú: Casa Real de Niños Expósitos, 1808.
74
Jenner, 1798, p. 6.
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la mortal viruela humana (Variola virus), logró establecer el más moderno y efectivo procedi-
miento de prolaxis contra las infecciones: la vacunación
75
. Para que su método fuera enten-
dido, aceptado y difundido, Jenner lo explicó en una pequeña obra publicada en 1798; pronto
fue adoptado en Francia donde el médico cirujano Jacques-Louis Moreau de la Sarthe publicó
un estudio más completo titulado Traité historique et pratique de la vaccine (París, 1801), obra
traducida al castellano (Tratado histórico y práctico de la vacuna) en 1803 por el médico ciru-
jano español Francisco Xavier de Balmis, quien comprobó su ecacia y recomendó: practicar
en niños brazo a brazo “el más feliz descubrimiento del siglo xViii
76
. En realidad a mediados de
1803 el destino cientíco de Balmis y sus más cercanos colaboradores estaba decidido, como
escribiera al cirujano Manuel Julián Grajales:
Con fecha de 28 del próximo pasado, me ha comunicado el Excelentísimo Señor don Josef An-
tonio Caballero la Real Orden de Su Majestad en que se ha dignado nombrarme Director de la
expedición que de el puerto de La Coruña debe salir para propagar en sus dominios de América el
precioso descubrimiento de la vacuna, según el derrotero y con las obligaciones que he prescripto
en el reglamento que presenté.
Igualmente [h]a nombrado Su Majestad a don Josef Salvani para que supla mi falta o ausencia
como a Vicedirector de la expedición; y a Vuestra Merced para uno de mis ayudantes que deberá
estarme subordinado en esta empresa, señalándole el sueldo de mil pesos fuertes anuales, que
empezará a gozar desde su salida de Madrid, y la mitad a su regreso, ínterin se le coloca en otro
destino correspondiente al zelo y buen desempeño que acreditase. Asimismo le ha concedido Su
Majestad por una vez, para [h]abilitarse, cien doblones, debiendo ser transportado en España y
en Indias de cuenta de la Real Hacienda, y mantenido en las navegaciones.
Por otra Real Orden de 28 del corriente se ha servido Su Majestad conceder a Vuestra Merced el
uso del uniforme de primer ayudante de cirugía del Exército; lo que pongo en noticia de Vuestra
Merced para su inteligencia y cumplimiento en la parte que le toca. Dios guarde a Vuestra Mer-
ced muchos años. Madrid, 29 de julio de 1803
77
.
Cuando la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, siguiendo las disposiciones de Carlos iV
(“se ha servido resolver, oído el dictamen del Consejo y de algunos sabios, que se propague a
ambas Américas, y si fuere dable a las islas Filipinas a costa del Real Erario, la inoculación de
la vacuna, acreditada en España, y casi en toda Europa, como un preservativo de las viruelas na-
turales”
78
), zarpó del puerto de La Coruña a nes de 1803, con 500 ejemplares de la traducción
del tratado de Moreau de la Sarthe y los 26 pequeños héroes (niños expósitos o huérfanos) que
por turnos trasportarían en sus organismos el uido vacuno; en efecto, el director era el doctor
Francisco Xavier de Balmis y el subdirector el cirujano José Salvany. En América, en mayo de
1804, la expedición se repartió en dos direcciones: la primera liderada por Balmis se encargó de
difundir, con éxito y sin discriminación, la vacuna por Cuba, Nueva España y Asia (Manila, Ma-
75 raBí, 2005, pp. 28-31.
76 moreau de la sarthe, 1803, pp. xVii-xxii.
77 ahda-unmsm: “Vacuna, tratamiento de viruela, 1808-1830”, ff. 62-63.
78 Bnp. Manuscritos, D13105: “Libro de reales órdenes y actas concernientes a la Expedición Filantrópica de la Va-
cuna. Lima, 1803-1820” (copia), f. 1.
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cao y Cantón); la otra dirigida por Salvany lo hizo en los virreinatos de Nueva Granada (Santa
Fe), el Perú y Buenos Aires (Río de la Plata)
79
.
Salvany y sus asistentes (Manuel Julián Grajales, Rafael Lozano Pérez y Basilio Bola-
ños) recorrerán América del Sur realizando grandes campañas de inoculación contra la viruela,
entregando ejemplares del tratado de Moreau traducido por Balmis, formando juntas centrales
y subalternas, y dejando el uido vacuno al cuidado de los médicos y cirujanos de Cartagena,
Bogotá, Popayán, Quito, Cuenca, Loja, Piura, Lambayeque, Cajamarca, Trujillo y Lima. Salvany
permanecerá en la capital del Virreinato del Perú por un largo periodo (de mayo de 1806 a enero
de 1807), reponiendo su endeble salud, apoyando la instalación y las primeras acciones de la Junta
Central de Conservación del Fluido Vacuno, e intercambiando conocimientos con los médicos y
cirujanos limeños
80
. Se hizo amigo de Hipólito Unanue y este gestionó su incorporación a la Uni-
versidad de San Marcos en la que se recibió de bachiller, licenciado (con la tesis Vaccina, divinum
variolarum prophylacticum, humano inserta corpori) y doctor en medicina en 1806:
Y tú, amable Salvany, que por obedecer las órdenes de un Rey tan grande, te has expuesto a tantos
peligros por mar y tierra, entra a reposar de ello, ocupando un asiento entre los esclarecidos doc-
tores de esta Universidad, la primera y principal del Nuevo Mundo. Aquí tributaremos a vuestro
mérito los elogios que han sido en todos tiempos el premio debido a los varones que, habiendo
ilustrado su entendimiento con la luz de la sabiduría y conformado su ánimo a los severos pre-
ceptos de la virtud, sirvieron a la Nación
81
.
La Junta Central de Conservación del Fluido Vacuno de Lima, encargada de dirigir y coordinar
con las juntas provinciales (subalternas) la vacunación en el Perú, quedó conformada, siguien-
do las instrucciones de Salvany, el 10 de julio de 1806 con las principales autoridades (virrey,
arzobispo, oidor decano, cabildo, cabildo eclesiástico, cuerpo militar, real hacienda y sagrario),
algunos vecinos notables, y dos médicos consultores: los cirujanos Pedro Belomo y José Ma-
nuel Dávalos. En realidad, para ese momento la vacuna ya no era una novedad entre los médicos
limeños, pues en 1802 los doctores Gabriel Moreno, Hipólito Unanue y Luis Bueno ya conocían
los trabajos de Edward Jenner y trataban de controlar una epidemia de viruela desatada en la ca-
pital y alrededores, experimentando con algunas muestras (“vidrios”) del uido vacuno llegadas
desde el sur (Chile), aunque sin conseguir los resultados que esperaban:
Las primeras tentativas se hicieron, y de siete inoculados, en los cuatro desde el cuarto o quinto
día, aparecieron unas pustulillas que formaban como un corimbo o piñuela alrededor de los pun-
tos de inserción; en los tres, a más de este, brotaron algunas viruelas en la cara y brazos. Con el
pus de uno de ellos se inoculó otro, le salieron menos que a los tres, y se secaron prontamente. Lo
que hizo concebir que el tiempo o la mutación de clima rebajaron la actividad del uido vacuno
europeo. Y aunque se ha procurado adquirirle de las vacas de nuestro país, ha sido sin suceso y
en benecio del público, extendiéndose desde entonces rápidamente y con mayor generalidad la
inoculación natural
82
.
79 ramírez, 2004, pp. 33-61.
80 raBí, 2005, pp. 31-37.
81 unanue, 1806, pp. 31-33.
82 moreno, 1803.
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Joan Manuel Morales Cama / Marco Antonio Morales Cama Los cirujanos, el Colegio de San Fernando y la
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Revista del Archivo General de la Nación
2017, N° 32, 197-241
El mismo Pedro Belomo, que era cirujano mayor del “apostadero” del Callao y examinador de
cirugía en el Real Tribunal del Protomedicato, había recibido en octubre de 1805, procedentes
de Buenos Aires, unos “vidrios” de uido vacuno con el que realizó las primeras vacunaciones
efectivas en Lima. Parece que el “especíco” y los procedimientos seguidos por Belomo fueron
los correctos, pues a inicios de marzo de 1806 el virrey Marqués de Avilés ya había ordenado
extender la vacunación fuera de la ciudad: “Consiguiente a lo que Vuestra Excelencia me repre-
sentó con fecha 16 de enero último, acerca de la propagación de la vacuna en los pueblos de los
contornos de esta capital, he prevenido lo oportuno al señor Intendente de ella, a n de que se
trasmita aquel singular benecio a dichos pueblos, si aún no se hubiese vericado; y al Protomé-
dico que haga que los facultativos den a la mayor brevedad razón puntual de los accidentados de
viruelas, designando los que se les murieron, los que han curado posteriormente y los que curan
en la actualidad”
83
. En algunas regiones del sur del Perú la vacuna contra la viruela también
comenzó a ser aplicada antes de la visita de la Expedición Filantrópica de Salvany, por ejemplo
para mayo de 1806 el virrey Avilés había recibido reportes de curiosos experimentos efectuados
en el Altiplano andino con el virus vacuno: “El Señor Gobernador Intendente de Puno me dice
haber hecho inocular allí con el uido vacuno a una becerrita y dos vacas lecheras, con el objeto
de experimentar si podía trasmitírseles o si había degenerado algo dicho uido en el hecho de
pasar por tanto brazo humano, y que en la becerrita se secó el grano, pero prendió en las vacas,
de las cuales se extrajo pus a su tiempo, con que se inocularon varias criaturas, y todas han teni-
do igual suceso que las vacunadas con el pus tomado de brazo a brazo, sin diferencia alguna”
84
.
De cualquier forma la propagación de la vacuna en Lima y en el sur del Perú, antes
de la presencia de Salvany, fue limitada. Con la llegada de la Expedición Filantrópica y el
establecimiento de la Junta Central de Conservación del Fluido Vacuno, el escenario cambió
drásticamente. Se adoptaron una serie de medidas para que la vacuna no se perdiera, para que
se distribuyera por todo el territorio del virreinato a través de las denominadas juntas subalter-
nas (se formarían en Tarma, Huancavelica, Puno, Guayaquil, Trujillo, Huamanga, Arequipa, e
incluso en Maynas y Chiloé) y de las subdelegaciones de las intendencias, y para que alcanzara
a todos los sectores sociales y castas (españoles, criollos, indios, mestizos y negros) sin costo
alguno
85
. Todo lo referente a las obligaciones de las juntas subalternas fue especicado por
Salvany en el artículo séptimo de la extensa instrucción o “plan” que terminó de redactar el 3
de julio de 1806: “Las Juntas subalternas zelarán muy particularmente que los Subdelegados
de su jurisdicción conserven en sus partidos siempre fresco el uido vacuno ya sea vacunando
sucesivamente, o por tandas, ya propagándolo a las vacas, a la manera que he indicado”
86
. A
pesar todas las medidas adoptadas, no dejaron de presentarse diversas complicaciones incluso
en la capital, donde los sectores más populares, por pura superstición, simple temor e incluso
algo de vergüenza, se resistían a participar en las campañas sanitarias y llevar a sus hijos (niños
83 aGn. Cabildo, Administrativo, CA-AD3, leg. 11, exp. 830, 1806, f. 1: “El virrey Gabriel de Avilés al Cabildo de
Lima, sobre la propagación de la vacuna”.
84
aGn. Cabildo, Administrativo, CA-AD3, leg. 11, exp. 839, 1806, f. 1: “El virrey Gabriel de Avilés al Cabildo de
Lima, sobre la propagación de la vacuna en Puno”.
85
Bnp. Manuscritos, D13105: “Libro de reales órdenes y actas concernientes a la Expedición Filantrópica de la Va-
cuna. Lima, 1803-1820” (copia), ff. 8-12.
86
ahda-unmsm: “Vacuna, tratamiento de viruela, 1808-1830”, ff. 221-222v. Ver Anexo 2.
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y adolescentes) a las casas o centros donde los facultativos Salvany, Grajales, Belomo y Dávalos
aplicaban el uido preventivo contra la viruela. Esta vacunación simultánea, practicada en la
capital por la Expedición Filantrópica y por la Junta Central, generó alguna fricción o desacuer-
do entre los mencionados cirujanos, situación que debió ser resuelta por el Superior Gobierno:
“Que Dávalos exerza igualmente la vacunación públicamente o privadamente no es opuesto,
sino muy conforme a la Real Orden de la Expedición Filantrópica, es un efecto y feliz resultado
de ella, es un bien que amamos”
87
.
En enero de 1807, Salvany dejó de Lima para continuar con la expedición vacunadora
por el sur del Perú (Ica, Arequipa y Puno), luego pasó al Alto Perú (La Paz, Oruro y Cochabam-
ba) en donde enfermo, falleció el 21 de julio de 1810 cumpliendo la misión preventiva que se le
había encomendado: propagar la vacuna antivariólica en América del Sur. Durante ese tiempo,
su asistente el cirujano Manuel Julián Grajales y el enfermero Basilio Bolaños hicieron lo pro-
pio en Huarochirí, Jauja, Tarma, Huánuco y Panataguas, antes de llevar la vacuna hasta la lejana
Capitanía General de Chile y el archipiélago de Chiloé
88
. Grajales regresó a Lima en febrero de
1812, y enterado de la muerte de su amigo Salvany en Cochabamba, y seguramente recordando
también las discordias pasadas, se enfrentó públicamente con los facultativos limeños (los médi-
cos cirujanos José Manuel Dávalos y Félix Devoti, este último había reemplazado en el puesto a
Pedro Belomo desde enero de 1808), denunciándolos en mayo por una serie de falencias obser-
vadas en sus procedimientos de vacunación, “resultando de aquí graves perjuicios a la sociedad,
y descrédito de este antídoto sin igual entre los descubrimientos médicos”:
Quando el doze del presente mes se hizo en público la operación vacunal, la costra que sirvió
no estaba pulverizada, ni disuelta, ni preparada; el modo con que se hizo la incisión fue contra
toda regla, que causó también mucha efusión de sangre. De aquí es la repugnancia que tienen las
gentes para prestarse a la operación vacunal, por no sufrir el dolor de la incisión, los males que de
aquí se subsiguen, y porque no llegue el caso de ver o verse ensangrentados. Los facultativos no
solo deben poseer los conocimientos necesarios para esta operación, sino también un buen pulso
y vista. Don Feliz Devoti, aunque recomendable por su carácter, y circunstancias, carece de estas
dos últimas cosas, y me parece que no es apto para el desempeño de este exercicio
89
.
La Junta Central de Conservación del Fluido Vacuno de Lima resolvió este enfren-
tamiento entre cirujanos respaldando a sus facultativos Dávalos y Devoti, y permitiendo que
Grajales, como encargado de la Expedición Filantrópica, pudiera intervenir también en la pro-
pagación de la vacuna. En su descargo de febrero de 1813, Devoti armaba que las “infundadas
quejas” de Grajales eran producto de algunos “resentimientos particulares”; que los individuos
contagiados por el “virus varioloso” (viruelas naturales), pese a estar vacunados, eran casos ex-
traordinarios, como los ocurridos en Inglaterra al “mismo doctor Jenner inventor de la vacuna”;
que a iniciativa del Protomedicato el uido vacuno se conservaba ahora también en el Colegio
de San Fernando; y que Grajales debería regresar a España o integrarse como ayudante de la
Junta Central, y no abrogarse las facultades del difunto “vicedirector Salvany”. Por su parte,
87 lastres, 1951a, pp. 285-312.
88 raBí, 2005, pp. 38-40.
89 ahda-unmsm: “Vacuna, tratamiento de viruela, 1808-1830”, ff. 78-80.
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Dávalos también respondería punto por punto a las acusaciones formuladas, sin “dialéctica ni
cálculo”, por Grajales:
Lo formal sobre todo es que la vacuna en esta Capital subsiste felizmente con visibles progresos.
Así lo acredita el crecido número de vacunados de que hacemos manifestación a la misma Junta,
y a este Excelentísimo Ayuntamiento en las listas mensuales y de turno que les presentamos.
Si las operaciones no son arregladas al método que debe regirlas, sería crecido el número de
malogrados con respecto al de los que se vacunan en estas épocas, pero el caballero Grajales no
se avanza a tanto. Los sucesos adversos de que se encarga son raros, y aun cuando tuviesen la
calidad de indubitables y eles en su relación, nunca saldrían de la esfera de particulares, de lo
que no se puede traer inducción a lo universal
90
.
Era demostrable que la vacunación en Lima había tratado de hacerse desde el principio
con la mayor diligencia posible por Dávalos, Belomo y Devoti. La trasmisión la hacían de brazo
a brazo, aunque también utilizaban “costras” y “vidrios”. Llenaban registros detallados de todos
los individuos vacunados, a quienes para asegurar el éxito de la operación les practicaban hasta
seis incisiones (cortes). Se hacía el seguimiento de la efectividad, y también se anotaban los ca-
sos extraordinarios, como el del adolescente de trece años Pedro Aliaga, vacunado por Dávalos
en octubre de 1808: “Al quarto día de su vacunación se desarrollaron quatro granos con todos
los caracteres de perfecta vacuna, y al mismo tiempo una general erupción de viruela mixta, en
extremo conuente, a causa de haberse contagiado de una hermana suya, que hacía ocho días
que había padecido viruelas naturales, está en el 11 y sigue bien”
91
. Las convocatorias de vacu-
nación las hacían “con carteles xados semanalmente en los parajes públicos”, y los alcaldes
de barrio colaboraban en la reunión y conducción de las “criaturas o personas necesarias para
la conservación del uido”
92
. Además, atendían las consultas y requerimientos que las juntas
subalternas dirigían a la Junta Central. A grandes rasgos estas fueron las funciones de Dávalos
y Devoti como médicos conservadores del uido vacuno hasta 1820
93
.
La convulsión social y administrativa producto de la llegada de la Expedición Liber-
tadora del general José de San Martín, las subsecuentes guerras por la Independencia del Perú
hasta la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), y el establecimiento de un nuevo orden
político, el republicano, pusieron n o introdujeron reformas signicativas en la organización
de las antiguas instituciones virreinales. La Junta Central de Conservación del Fluido Vacuno
sesionó solo hasta 19 de mayo de 1820. Su disolución parecía algo natural, pues la presidía el
virrey. El Tribunal del Protomedicato, “habiéndose declarado la voluntad de este vecindario
a favor de la Independencia”, la juramentó el 29 de julio de 1821: “En seguida se procedió a
que todos los individuos del Tribunal prestasen el juramento, para lo que se les preguntó por el
señor Protomédico Interino, según la formula remitida por el Excelentísimo Señor General en
90 ahda-unmsm: “Vacuna, tratamiento de viruela, 1808-1830”, ff. 86-100.
91 ahda-unmsm: “Vacuna, tratamiento de viruela, 1808-1830”, f. 232).
92 Bnp. Manuscritos, D13105: “Libro de reales órdenes y actas concernientes a la Expedición Filantrópica de la Va-
cuna. Lima, 1803-1820” (copia), ff. 13-23.
93
Al respecto ver el Anexo 3: “Informe que dio el doctor Dávalos a la Junta Central sobre el estado actual de la vacu-
na” (Lima, 17 de agosto de 1818). Gaceta del Gobierno de Lima, 1818, 59(iii). (Edición facsimilar del Ministerio
de Asuntos Exteriores de España, 1971).
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Jefe ¿Juráis a Dios y a la Patria sostener y defender con vuestra opinión, persona y propiedad,
la Independencia del Perú del gobierno español y de cualquier otra dominación extranjera?
Y habiendo contestado todos sí juro, les dijo dicho señor Protomédico si así lo hiciereis Dios
os ayude, y si no él y la Patria os lo demanden”. Firmaron esta acta, entre muchos otros, los
médicos Hipólito Unanue, Miguel Tafur (protomédico interino), José Pezet, Félix Devoti, José
Manuel Valdés, José Manuel Dávalos y Luis Bueno
94
. El Protomedicato se transformó en Pro-
tomedicato General del Estado, y desde 1823 en Protomedicato General de la República; fue
dirigido por Tafur y desde 1834 por el también veterano Valdés. Este último, en 1822, había
sido nombrado médico consultor de la nueva Junta de Conservación y Propagación del Fluido
Vacuno, y recibido el reconocimiento del naciente Estado peruano: “El Marqués de Torre Tagle,
Supremo Delegado del Perú etc., por quanto atendiendo a los méritos y servicios del doctor don
José Manuel Valdés, socio de la Academia Médico Matritense, he venido en nombrarle médico
de cámara de este Supremo Gobierno del Perú; por tanto ordeno y mando lo hayan y reconozcan
por tal, guardándole y haciéndole guardar todas las distinciones y preminencias que por este
título le corresponden”
95
. Los médicos del Protomedicato supieron conservar el uido vacuno,
pero en los años siguientes se enfrentarían a otros retos de la medicina preventiva, las epidemias
de cólera y ebre amarilla:
Aunque no se pueda resolver este problema, es justo que se evite con zelo y vigilancia la comu-
nicación del mal terrible que asola anualmente los Estados Unidos de la América inglesa, y la
costa occidental de España. Y debe ser desde ahora mayor el esmero del Gobierno en esta parte,
porque siendo el tiphus icterodes o ebre amarilla, una calentura biliosa pestilente, que diere
de las que se han padecido y padecen en esta ciudad, solo por su mayor intensidad, acrimonia,
contagio y peligro, y no por su carácter esencial y constitutivo, estamos dispuestos más que antes
a recibir su contagio
96
.
Los años del proceso independentista del Perú y de la consolidación de la República
fueron también años de una renovación generacional de los médicos y de la medicina peruana.
Varias de las antiguas guras fallecerían en esa época: Dávalos en 1821, Pezet en 1825 (en el
sitio del Real Felipe), Devoti en 1828, Unanue en 1833 y Tafur también en 1833. Para cuando
José Manuel Valdés asumió las riendas del Protomedicato, casi era insalvable la distancia que
lo separaba del pensamiento y la praxis de los jóvenes médicos que continuaban egresando del
Colegio de Medicina como seguidores de las innovaciones de John Brown, Maximilian Stoll,
Philippe Pinel, François Broussais, y otros de los más modernos clínicos, siólogos y patólogos
europeos. El 25 de setiembre de 1834, Valdés dirigió una alocución “a todos los médicos de esta
Capital con el laudable n de mejorar el ejercicio práctico de la medicina en esta República”,
quería revertir o frenar la inuencia modernizadora extranjera, y tal vez no le faltaba razón en
algunos aspectos especícos de la medicina europea de entonces, pero al nal nadie (ni quien
sería su sucesor, Cayetano Heredia) quiso apoyar con su rma las palabras del penúltimo pro-
tomédico del Perú:
94 ahda-unmsm: “Libro de actas del Real Tribunal del Protomedicato que empezó en 30 de julio del año de 1808”, ff.
12-12v.
95 ahda-unmsm: “Libro de tomas de razón del Real Tribunal del Protomedicato. Años 1808-1848”, f. 11v.
96 Valdés, 1827, n° 4; También ver oViedo, 1862, t. Viii, pp. 331-361.
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Señores. Es cosa muy conocida que muchas enfermedades varían de carácter en cada clima,
por la diversidad del temperamento, régimen de vida, y costumbres de sus moradores; y que
por esta razón debe variar más o menos en cada una el método curativo, como lo enseña Celso,
Baglivio, y otros clásicos autores. Mas por desgracias, la discordancia que se nota entre los
climas alemanes, ingleses franceses, italianos, etc., no depende solo de las causas dichas, lo que
sería ventajoso a los pacientes, sino de los sistemas que se suceden con freqüencia , los cuales
han sido y son casi siempre perjudiciales a la práctica. ¡Qué de victimas inmoladas en Europa y
América al extravagante sistema del escoses Brown! ¡Cuántas al del alemán Stoll, y del francés
Pinel! ¡Cuántas al abuso del calomelano recomendado sin discreción por los empíricos ingleses!
Y actualmente ¡qué de odiosas disputas entre Mr. Broussais con sus prosélitos, y sus numerosos
contendores! Así vemos al presente, que gran parte de los médicos europeos impugnan y despre-
cian las doctrinas practicadas de sus maestros, como estos impugnaron y despreciaron las de los
suyos; y la misma divergencia se nota entre nosotros porque cada uno adopta las máximas del
autor que juzga preferible
97
.
ANEXO 1
Ocio del excelentísimo señor virrey del Perú don José Fernando de Abascal y Sousa, a
los señores intendentes gobernadores, e ilustrísimos señores obispos del virreinato, sobre
la erección y establecimiento de un Colegio de Medicina en esta ciudad y Real Audiencia
de Lima
(Lima, 1808)
98
/fol. 363/ Desde el momento en que supe que por la bondad del Rey, que Dios guar-
de, estaba promovido a este Virreynato del Perú, ha ocupado mi corazón un deseo constante y
sincero de hacer todo el bien que estuviese en mis manos, a sus recomendables moradores. Así,
aunque mi ingreso en esta capital fue en circunstancias en que, invadida la ciudad de Buenos
Ayres por las armas británicas, y amenazada esta metrópoli y los puertos de su dependencia por
las mismas, pedía toda mi atención el socorrer a la primera, y el poner en un estado respetable
de defensa a la segunda; al mismo tiempo que se desempeñaba favorablemente uno y otro baxo
los auspicios divinos, procuraba yo mejorar la policía de esta capital.
/fol. 363vta./ Hallábase, a mi ingreso, toda cubierta de inundaciones, pantanos y es-
tercoleros, y sus iglesias respirando un hedor intolerable; todo lo qual formaba un manantial
pestilente, que la hacía muy enfermiza, principalmente en el otoño. Por estas causas se hallaba
expuesta su población a quedar arruinada, siempre que faltasen las continuas colonias que de
la Europa y del Alto Perú han reemplazado hasta ahora la perenne y no bien observada des-
trucción de sus habitantes. Para remediar un tan grande mal, se han puesto en aseo las calles
de Lima, se ha dado curso libre y expedito a sus aguas, y se está concluyendo a extramuros de
ella un suntuoso y bien arreglado cementerio, a donde se conduzcan los cadáveres, y quede
libre de las exhalaciones podridas que hacían tan graves daños a sus vivientes.
97 ahda-unmsm: “Libro de actas del Real Tribunal del Protomedicato que empezó en 30 de julio del año de 1808”, ff.
30v-31v.
98
aGn. Protocolos Notariales, Siglo xix. Ignacio Ayllón Salazar, 11, 1809, ff. 362-370v. Es un “ocio circular” im-
preso en la Real Casa de los Niños Expósitos en 1808.
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Pero acaso hay un mal mayor, como que comprende a esta metrópoli y a toda la Amé-
rica del Sur, y que yo observé, no sin dolor ni asombro, en mi viaje de Buenos Ayres a Lima. Es
este el estado de abandono en que se halla en este reyno la Medicina y sus ciencias auxiliares.
De manera que la mayor parte de sus habitantes viven en peor estado que el de pura na- /fol.
364/ turaleza; siendo mejor en esta parte la condición de aquellas tribus errantes que no gozan
de los benecios de la sociedad; porque en estas, la naturaleza, acompañada de la dieta y de
pocos remedios, executa con libertad los esfuerzos posibles para salvarlos de sus enfermedades;
pero en el Perú se sufren todas las desgracias que puede traer consigo en la curación de ellas el
engaño, el atrevimiento, la ignorancia y la codicia. Así, por todas partes se reciben quejas, no
solamente de los Partidos, sino también de las capitales de las Intendencias; de las quales se so-
licita con ansia se les auxilie con buenos profesores. Pero ¿dónde se hallarán estos, pues que en
la capital que debe proveer de ellos, no hay instrucción organizada que los forme? Entregados
quasi a sí mismos los jóvenes que profesan estas nobles facultades, no pueden avanzar, sino a
costa de muchas penas unidas a grandes talentos. Lo qual no siendo fácil encontrarse reunido en
los hombres; es conseqüencia necesaria que sean muy raros los que puedan aprovechar por este
medio en la difícil carrera de la Medicina.
Por estas razones, y movido de las pinturas /fol. 364vta./ lastimosas que se me hacen
del abandono de los infelices indios, y demás moradores del Perú, en sus enfermedades; no
menos que de la despoblación que sufre el reyno por esta causa, con menoscabo de sus propios
intereses y los del Rey; como igualmente de las sólidas reexiones que en sus diversas repre-
sentaciones ha hecho el Dr. D. Hipólito Unanue, a quien he nombrado Protomédico general del
Perú, por fallecimiento de su antecesor el Dr. Don Juan de Aguirre; estoy persuadido a que no
podría hacer mayor bien a este imperio en el tiempo de mi gobierno, que erigiendo un Colegio
en que se enseñe fundamentalmente la Medicina con sus ciencias auxiliares; es decir, que se
establezca aquella enseñanza que siendo hoy la más favorecida en Europa, por ser la amiga y
compañera de la salud del hombre y de sus intereses, no se encuentra absolutamente en estos
reynos. El Colegio debe surtirse de catedráticos y maestros, baxo cuya conducta se enseñen la
Geometría, y Astronomía; la Física experimental; la Anatomía; la Fisiología; la Patología médi-
ca y quirúrgica sobre los enfermos; las operaciones de esta, así sobre los enfermos, como sobre
los cadáveres; el arte de partear; la Botánica; el Dibuxo; la Qui- /fol. 365/ mia y la Farmacia. De
manera que según el camino que abracen los jóvenes en los tres ramos principales de la facultad,
conviene a saber, Medicina, Cirugía y Farmacia; así ha de ser la mayor o menor instrucción que
se les dé en las ciencias auxiliares, conforme a la más o menos relación que tengan con el objeto
a cuyo cabal desempeño se destinan.
Por este medio se conseguirá que cada seis o siete años se esparzan por el Perú colonias
de literatos, de quienes deben esperarse los frutos siguientes. Primero: la mejor asistencia de los
enfermos en general. Segundo: el ordenar y mejorar la de los hospitales en particular. Tercero:
el proveer, quando menos, de un buen cirujano los asientos de minas, y los pueblos cabezas de
Partido, para que sean asistidos todos los infelices, que hoy yacen sin auxilio después de consu-
mir su sangre por nosotros desentrañando la tierra. Con el mismo objeto podrán irse formando
pequeños hospitales, donde aquellos tengan una cama, y un pedazo de carne, con que reparar
sus fuerzas abatidas. Y para que en lo venidero no suceda lo que se observa ahora con dolor
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de la humanidad, esto es, que varios pequeños hospita- /fol. 365vta./ les han sido cerrados, y
ocupados sus bienes por algunos vecinos con gravísimo cargo de sus conciencias; el Colegio
de Lima será un centro de reunión, a donde anualmente remitan de todas las enfermerías sus
profesores, un estado de los enfermos que en ellas se han curado, las observaciones que se han
hecho, la asistencia que allí ha habido: rmado todo baxo juramento por el profesor a cuyo car-
go se hallase, y raticado en la misma forma por el párroco, alcalde, o diputados del lugar. El
Colegio informará a esta Superioridad, conforme a lo que ministrasen los estados referidos, para
que tome las providencias oportunas. Y en un asunto tan delicado, por el menor fraude en que
sea sorprehendido alguno que tenga intervención en él, será removido del empleo que exerciese.
Quarto: la reunión de las observaciones de que se ha hecho mención, servirá para que
se escriba una Medicina adaptada a estos naturales, y a los climas en que viven. Quinto: los
profesores que por sus destinos deben incubar más en la Botánica y en la Quimia, serán de sumo
provecho a los intereses del Perú: los primeros en el descubrimiento de nuevas plantas útiles a la
Medicina, o al /fol. 366/ Comercio; los segundos, en el análisis de estas mismas, y del inmenso
número de minerales que posee este rico imperio. La Geografía alcanzará esclarecimientos que
no le es posible obtener de otro modo. Y quando el Colegio llegue a estado de publicar los tra-
bajos de sus individuos derramados por la América del Sur; sus anales serán los más preciosos
del orbe literario.
Para la consecución de tan benéco y glorioso n, es necesario buscar fondos, 1.º para
el edicio material del Colegio, y surtido de instrumentos que necesita; 2.º para los salarios de
los maestros que han de enseñar; 3.º para la dotación de un determinado número de becas, a n
de que nunca falte suciente número de jóvenes a quienes instruir.
En quanto a lo primero, he mandado elegir para la erección del Colegio, el ángulo del
real hospital de san Andrés, que cae a la plazuela del real y general de santa Ana, comprándose
allí unas casas, y agregándose algunos sitios contiguos del primero; con lo qual se forma una
área espaciosa, para dar al Colegio toda la comodidad posible. Este sitio es el más proporciona-
do que /fol. 366vta./ podía idearse para un tal establecimiento; pues además de quedar situado el
Colegio entre esos dos grandes hospitales, estando unido al uno, que es de españoles, y distando
del otro, propio de indios, solo el ancho de una calle; tiene inmediatos el de san Bartolomé de
negros, y el de la Caridad de mugeres españolas; y no hay mucha distancia del Jardín Botánico,
que actualmente se forma de mi orden. Por consiguiente, en tan grandes y diferentes enfer-
merías, pueden los estudiantes ver y comparar los males de las diversas castas que forman la
población del Perú, y aprender a curarlas con acierto.
Se procederá inmediatamente a la fábrica del Colegio, a cargo del Licenciado Don
Matías Maestro, a quien tengo nombrado por director de ella, en atención a su inteligencia,
actividad, honor, y demás circunstancias que hacen tan recomendable, y útil su persona a esta
capital. En ella se empleará el dinero que le tengo destinado, valiéndome de varios recursos, sin
el menor gravamen del público. No obstante, como los precisos costos han de ser muy crecidos,
espero que V. S. comunicando su zelo por el bien de los pueblos que gobierna, a las personas
acaudaladas de /fol. 367/ ellos; los excite a que den por una vez, aquello que buenamente gus-
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ten, para la conclusión del Colegio designado; en lo qual deben de mirar el interés que resulta
a cada uno. En la gazeta se publicará la lista de los hombres generosos, a quienes deben quedar
reconocidas todas las clases de moradores, que componen la sociedad general de esta parte del
nuevo mundo.
En quanto a lo segundo, que mira a las rentas de los profesores; estoy entendiendo en
el modo de hacerlo sin gravar al público, y de manera que pudiendo subsistir con ellas, trabajen
con empeño, y no abandonen, como hasta ahora, la instrucción médica, por falta de competente
dotación.
Pero en quanto a lo tercero, que consiste en la dotación de becas; esta debe correr de
cuenta de las capitales e Intendencias, en aquella parte que ceda en su propio bien. Quiero decir,
que cada Intendencia deberá, conforme a los fondos que pueda reunir, dotar un número determi-
nado de becas, que ocupen sus propios hijos; los quales, luego que hayan concluido sus estudios,
regresen a su patria, para recompensar a esta el benecio que les ha hecho. /fol. 367vta./
Una de las constituciones del Colegio prevendrá, que los niños que se hayan de remitir
a esta capital, sean de natales decentes y de buena educación; que estén instruidos en Aritméti-
ca; que entiendan la lengua latina, y hayan estudiado de la Filosofía, quando menos, la Lógica;
que han de ser puestos en esta capital, a costa del pueblo que los remita; que por la enseñanza y
alimentos de cada uno, se han de pagar doscientos pesos del fondo público que se destinase al
costo de becas; si es que tienen padres, o patronos que les ministren una moderada decencia, y
una corta asignación semanal para su bolsillo; las quales se individualizarán en las constitucio-
nes. Pero si fuesen tan desvalidos, que careciesen del último recurso; en este caso, los fondos
públicos abonarán cien pesos más al Colegio; por manera, que en lugar de doscientos pesos,
se pagarán trescientos anuales, para que corra de cuenta de los administradores y maestros del
Colegio la enseñanza, subsistencia y vestido de estos hijos de la benecencia y piedad pública.
Cada Intendencia, u Obispado, si la primera no lo sufriese, deberá esforzarse a costear,
a lo menos, seis becas, para que cada dos años se /fol. 368/ remitan dos jóvenes al curso, que ha
de completarse en seis; y así estén los primeros acabando, mientras otros principian, y se hallan
los segundos en el medio de la carrera; y de este modo haya siempre un número competente
para formar médicos, cirujanos y farmacéuticos bien instruidos en sus respectivos ramos; a n
de que las capitales, que deben socorrer a los pueblos de sus dependencias, se vean completa-
mente asistidas.
Para proporcionar estos fondos públicos, cada ciudad, villa, y pueblo grande de las
Intendencias y Gobiernos podrá concurrir con alguna parte a sus propios. Se podrán igualmente
aplicar algunos sobrantes de hospitales bien rentados, y de otras obras piadosas, o qualesquiera
establecimientos que pueda considerarse coadyuven al objeto propuesto. Si en alguna univer-
sidad o colegio se encontrase haber alguna cátedra rentada para la enseñanza de la Medicina;
esta deberá suprimirse, y aplicarse su dotación al fondo de becas del Colegio de esta facultad
en Lima; puesto que S. M. por cédula expedida en 12 de julio de 1807, manda con altísima pru-
dencia, que en todas las universidades en que, por falta de /fol. 368vta./ teatros e instrumentos,
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no pueda esta enseñarse qual conviene, cesen las cátedras de su profesión. Cuya providencia
es ciertamente muy saludable; porque semejantes cátedras solo pueden formar unos jóvenes
nutridos con teorías que hagan pagar caramente a los enfermos los sueños y extravíos de que
está imbuida su imaginación.
Quando todos estos recursos falten, debe apelarse a las subscripciones públicas. Por
este medio, la Inglaterra recoge, para el alivio de los enfermos, y de otros miserables, rentas tan
copiosas, que algunos hacen subir su monto a doce millones de pesos anuales, y otros a diez y
nueve y medio.
Con este objeto, toda comunidad o particular que goce de propiedades o rentas, o que
tenga giro lucrativo, debe concurrir anualmente con una pequeña cantidad, que agregada a otras,
hará una suma considerable, sin gravar a ninguno en particular.
Para colectar estas limosnas, se formarán en cada cabeza de Obispado dos juntas, con
el título de caridad y benecencia pública; la una eclesiástica, y la otra secular. La primera será
presidida por V. S. I., Señor Obispo: y se compondrá de /fol. 369/ quatro individuos; dos del
cabildo eclesiástico, y dos del clero; de los quales se mudará anualmente la mitad. La segunda
será presidida por V. S., Señor Intendente: y constará igualmente, como la otra, de quatro voca-
les; dos del ayuntamiento, y dos de los vecinos honrados; de los quales igualmente se mudará en
cada año la mitad; para que así todos participen del honor y trabajo de hacer bien.
Estas juntas por medio de sus diputados en las provincias, colectarán lo que ofrecieron
los de ambos estados eclesiástico y secular, que respectivamente les pertenecieren. Luego que
haya fondo, y conforme a él se arreglen las becas que pueda soportar; lo publicará la junta en
la capital, y en las villas a ellas sujetas; para que puedan ocurrir todos los jóvenes que hayan
estudiado Gramática latina y Filosofía, según lo arriba expuesto; y a pluralidad de votos se
eligirá el que se juzgare más aparente. Bien que los hijos de personas acomodadas, que puedan
sufragar lo preciso para costearles las pensiones del Colegio, no serán admitidos a partir del pan
de los pobres, y privarlos de él; pues que en el Colegio se admitirán también pensionarios que,
conforme al plan para las becas dotadas, costeen las suyas. /fol. 369vta./
Cada junta remitirá anualmente a esta Superioridad una razón del ingreso, estado y
gasto de sus fondos, con el nombre de las personas que sufragan, y la cantidad en que cada una
de ellas lo executa; para que por medio de la prensa, comunique al público la justa inversión de
sus limosnas, y merezcan su aprecio las personas generosas.
V. S. con su alto discernimiento adoptará las demás reglas que creyese oportunas para
la consecución del n que aquí se indica. ¿Y quál otro puede ser ni más noble, ni más digno de
un prelado, de un juez, de un ciudadano, que sacar de la miseria criaturas indigentes, que bien
educadas, serán el apoyo de sus pobres padres, el tronco de una nueva familia, el alivio y con-
suelo de los enfermos, los amigos más útiles y necesarios, en todos los males que tiran a destruir
nuestra existencia? Y desenvolviéndose en un gran teatro estos talentos que iban a perecer sin
cultivo; ¿quántos llegarán a un alto grado de sabiduría, que los haga luz y precioso ornamento
de su patria?
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Al lado del espíritu de encono y rencor, que agita y arruina con la guerra al género
hu- /fol. 370/ mano en estos tiempos calamitosos, ha querido la divina providencia se reanime
el de lantropía o amor fraternal, para consolarnos en alguna manera de las desgracias que
lloramos. Así se ha visto en nuestros días, emplearse sabios virtuosos en viajar por las cárceles
para mejorar la suerte de los presos, y hacer más tolerables y útiles sus cadenas. Otros con igual
n han visitado los presidios: y la América del Norte debe gloriarse de que naciese en su suelo
Benjamin Conde de Runfort, que empleando sus talentos y su corazón en minorar las adver-
sidades de los soldados, de los pordioseros, y de otras muchísimas clases de indigentes, en la
Baviera; ha puesto excelentes modelos para ser imitados por las demás naciones de la Europa.
Los moradores del Perú, cuya franqueza y liberalidad son conocidas en todos los países a donde
ha llegado su nombre, darán también, por los medios propuestos, el exemplo más noble de hacer
felices a los niños nacidos en pobreza; aumentar por su medio una población honrada; introducir
el orden, la caridad, la dulzura y la ciencia en los hospitales, mudando estos sombrío palacios
del dolor y de la muerte, /fol. 370vta./ en albergues risueños de la salud; en una palabra, ilustrar
al Perú; y consolar, y beneciar a todas las clases de gentes que le habitan, en las circunstancias
más dolorosas que rodean al hombre, quales son las enfermedades.
Dios nuestro señor guarde a V S. muchos años. Lima y… de 1808.
ANEXO 2
Copia de los párrafos 3.º, 4.º, 5.º, 6.º, 7.º, 8.º, 9.º, 10.º y 11.º del Artículo Séptimo del Plan
formado por el Vicedirector de la vacuna don José de Salvany
(Lima, 1806)
99
/fol. 221/ La Junta establecida en esta Capital solo puede socorrer y consolar con el
benecio de la vacunación a un corto número de yndividuos en atención a los que pueblan este
dilatadísimo virreynato. Los desvelos y cuidados de esta celosa Junta saldrían las más veces in-
fructuosos o bien se harían pesadísimos por causa de estar continuamente reinando varios focos
de contagio alrededor de su jurisdicción, y la mayor parte de los habitantes del Peruano Reyno
amargamente llorarían al ver que no disfrutaban sino a costa de mucho precio y trabajo de la
gran benecencia que Dios y el Rey les había regalado.
La creación de una Junta en cada uno de los distintos goviernos del Perú, es lo único
que puede proporcionar la felicidad a todos sus moradores. Estos establecimientos presentarán
a la faz del mundo la obra más benéca que ha discurrido la esperiencia compasiva.
Los Comandantes Generales, Yntendentes Governadores son los que con anuencia de los
Prelados Eclesiásticos deverán establecer en las Principales que residieren las dichas Juntas cono-
cidas con el nombre de subalternas de vacuna, y nombrar a los yndividuos que deven formarlas.
99 ahda-unmsm: “Vacuna, tratamiento de viruela, 1808-1830”, ff. 221-222.
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Estas Juntas de las que será Presidente el primer Magistrado, y Copresidente el Ylus-
trísimo Señor Obispo, se governará bajo el mismo orden que determinase Vuestra Excelencia
para la Junta Central, en caso de no ser de su aprovación el que propongo en este Plan. Con
todo si en atención de las Leyes, y diferentes costumbres de gentes se juzgare preciso aumentar
o borrar algo de él, al obgeto de conservar, y propagar con más buen éxito el uido vacuno,
las Juntas subalternas lo propondrán a sus Presidentes y Copresidentes, y si con /fol. 221vta./
ausencia de estos algo se añadiere, o borrase darán inmediatamente aviso a la Central, y esta a
Vuestra Excelencia.
Las Juntas subalternas zelarán muy particularmente que los Subdelegados de su juris-
dicción conserven en sus partidos siempre fresco el uido vacuno ya sea vacunando sucesiva-
mente, o por tandas, ya propagándolo a las vacas, a la manera que he indicado.
Los Subdelegados darán razón cada mes a la Junta subalterna del número de personas
que se hubieren vacunado, del resultado de las vacunaciones y del nombre de la población, en
que se haya propagado el especíco. Si por desgracia en algún partido se pierde la vacuna, su
Subdelegado la solicitará inmediatamente de la Junta subalterna, quien se la remitirá con toda
la posible brevedad. Cuidarán los Subdelegados que el benecio de la vacuna no quede siempre
estancado a la población en que residieren, harán participes de él a las demás de su Partido.
Las Juntas subalternas y los Subdelegados obligarán a que practiquen la vacunación,
sin compensarles graticación a aquellos Facultativos que la tubiesen por ser titulares de algu-
na ciudad, villa o pueblo; y en caso que resistieren estos lo que ni solamente puede llegarse a
imaginar y se perdiese la vacuna, se embiará a buscar al partido más inmediato a expensas de
los mismos facultativos; pero si estos por las razones indicadas en el Artículo 3.º salieren de su
domicilio a propagar la vacuna se les avonará el costo que hicieren ellos, y el de los niños que
condujesen, mereciendo antes el dicho costo la aprobación de la Junta subalterna.
Será propio de los Subdelegados el mandar presentar al Facultativo vacunador los
yndividuos que deven ser vacunados, y para que estos no se hayan de buscar el mismo día de la
operación cuidará el Facultativo de mandar avisar al Subdelegado dos días antes que el grano de
la vacunación anterior esté en su perfecta sazón.
Cada trimestre las juntas subal- /fol. ternas darán parte a la Central del número de per-
sonas que se han vacunado en toda la jurisdicción de ellas; del nombre de las poblaciones en las
que se ha propagado el uido; de los resultados de las vacunaciones; y de todas las Actas que
hubieren acordado. La Junta Central después de informada de los dichos partes, los pasará sin la
menor dilación a Vuestra Excelencia para que por medio de su elevada persona sean presentados
al Soberano.
Es copia.
Manuel de Gorbea
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ANEXO 3
Informe que dio el doctor Dávalos a la Junta Central sobre el estado actual de la vacuna.
(Lima, 17 de agosto de 1818)
100
/pág. 494/ El médico encargado de la conservación del uido vacuno, lo que puede
informar acerca de su estado actual se reduce: que desde el año de 1806 que tuvo el honor de
encargarse de esta benéca comisión hasta el día de la fecha ha vacunado constantemente no
solo en las salas del excmo. Ayuntamiento los días señalados, sino casi todos los de la semana
por calles, plazas, suburbios y lugares más distantes, a n de servir al público y conservar un
don precioso que la municencia de nuestro muy amado soberano entre tantos e indecibles que
ha hecho y hace a estas Américas, este se distingue con el epícteto verdaderamente paterno. El
esmero, pasos y diligencias que ha practicado el esponente han sido muy activas y ecaces. No
pudiendo expedirse por sí solo ha mantenido a su lado y expensas cinco jóvenes, se ha valido
de un médico doctor don José Gordillo autorizado por este Superior Gobierno para mayor for-
malidad y respeto. Permaneciendo todavía el público en la preocupación de que la vacuna es un
mal, y no un antídoto o preservativo, /pág. 495/ han concurrido pocos a las casas consistoriales
del excmo. Cabildo en los días de tanda; con este motivo ha sido necesario en los susiguientes
recorrer todos los quarteles de la ciudad, y no estando revestido de ninguna autoridad pública ha
sido precioso emplear la persuasión, el ruego y graticar a las madres para que se presten al bien
de sus hijos dexándolos vacunar. Todo lo referido, mi compañero y yo hemos hecho presente a
la Junta Central para que se tomasen las medidas correspondientes a n de mover al público a
concurrir los días señalados en las salas del excmo. Ayuntamiento, y que expidiese orden a los
alcaldes de barrio para que congregasen algunos párvulos en sus respectivos quarteles: para este
doble trabajo no bastan los jóvenes que mantenía, el auxilio del doctor y el estar a la frente para
hacer efectiva la vacunación y conservar el uido. Si la cruel epidemia que grasó en el presente
año no aísla el precioso uido, quiero decir, si los niños, viejos y adultos no hubiesen sufrido el
azote de la inuenza como siente muy bien el Real Protomedicato, el pus existiría el día de hoy
con la misma pureza, actividad y fuerza que lo ha conservado doce años consecutivos.
Es verdad que en estos últimos meses las costras han costeado algunas tandas, pero
en esto han inuido muchas y poderosas razones: primera, que habiendo experimentado la na-
turaleza un terrible trastorno con la referida epidemia, la vacuna lo ha padecido también en su
desarrollo. No ha sido posible que lo verique a los ocho días: él se ha prolongado hasta los
quince, veinte y más días como aconteció en casa de un señor ministro conde de Vallehermoso
que vacunada su niña y dos criadas seis veces sin prender el pus, este tuvo efecto en uno de
los párvulos domésticos a los seis meses, de cuyo grano está aún pendiente mucha parte de los
vacunados del presente mes. Segunda: que examinados los /pág. 496/ granos resultantes de las
tandas hechas de brazo a brazo, se advertía que carecían de los caracteres naturales de grano
vacuno, y así se tenía a bien vacunar con costras de legítimo grano que se tenían reservadas.
Tercera: que siendo preciso costear expediciones a varias haciendas distantes, como Lomolargo,
100 ministerio de asuntos exteriores de españa (1971). Gaceta del Gobierno de Lima, 59, t. iii, del sábado de se-
tiembre de 1818.
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Molina, Pariachi etc., para mantener vacuna en grano, y comunicarla de brazo a brazo en las tan-
das semanales, abortando luego en la capital por la malignidad que la inuenza había inducido
en los humores, se hacía indispensable echar mano de costras de verdadero grano.
La Junta Central sabe muy bien que en Jauxa, Huamanga, Huancavelica y el Cuzco
existe el verdadero pus conducido de esta ciudad a aquellos puntos en que ha tenido no poca par-
te el que informa, ministrándoles continuamente uido y costras. Con el mismo zelo ha tenido
cuidado de escribir a Europa para tenerla siempre de reserva, conociendo como naturalista que
en calidad de producto exótico podría al n degenerar. Si no ha tenido la felicidad de que le haya
venido directamente tiene a lo menos la suerte de anunciar a la Junta que un caballero residente
en la capital tiene de Londres uido y costras.
El grano está en efecto expuesto a la acción de muchas causas que desordenan sus
funciones, e impiden el desarrollo. Unas según los días en que se presenta, interrumpen o des-
truyen totalmente el grano: otras alteran y vician su organización. Las primeras son mecánicas,
y las que frecuentemente ocurren, porque muy frecuentemente el niño vacunado a un golpe de
mano lo hace desaparecer entre sus [uñas] por la comezón que induce el desarrollo. Las segun-
das naturales, por estar el grano sujeto a las leyes de la naturaleza individual y mudanza de las
estaciones. Quizá por alguna de las causas dichas la Expedición Real tuvo la desgraciada suerte
de arribar a esta capital sin el pre- /pág. 497/ cioso uido como consta de la acta estampado en
los libros de este excmo. Ayuntamiento; de modo que si los esmeros del nado Dr. D. Pedro
Belomo no hubieran de antemano logrado la operación de Cicileo Cortés, la Expedición hubiera
malogrado su comisión, y el público se hallaría privado de este benecio.
Últimamente señor, en testimonio de la verdad asegura a V. S. el exponente que la
vacuna existe, tardía sí en su desarrollo, que si en la semana entrante y en la que sigue no apare-
ciese con todos sus caracteres el crecido número de niños vacunados, ofrece a V. S. con el honor
y actividad que la ha mantenido doce años, hacerla conducir de Jauxa u otro lugar de brazo a
brazo a todo costo*.
Esto hará la satisfacción de V. S., pondrá a cubierto el honor y zelo con que se ha des-
empeñado hasta el día tan difícil comisión, e inteligenciado V. S. del estado actual de la vacuna,
se servirá dirigir a esta superioridad el ocio correspondiente para que expida las providencias
que sean de su superior agrado. Lima y agosto 17 de 1818.
*El día 15 de setiembre vacunó en su casa el doctor Dávalos de brazo a brazo treinta jóvenes
con los granos del párvulo Francisco Prieto que a su costa hizo conducir de la villa de Jauxa.
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ILUSTRACIONES
Figura 1. Ordenanzas de la Sociedad Patriótica del Montepío de los Cirujanos del Perú (1802). Biblioteca Nacional
del Perú (BNP)
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Figura 2. Reglamento provisional para la apertura del Cementerio General de Lima (1808). Biblioteca Nacional del
Perú (BNP)
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Figura 3. Ocio sobre la erección y establecimiento de un Colegio de Medicina en esta ciudad y Real Escuela de Lima
(1808). Archivo General de la Nación (AGN)
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Figura 4. Libro de actas del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando de Lima (1812). Archivo Histórico
Domingo Angulo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (AHDA-UNMSM)
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Figura 5. Sello del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando (1812). Archivo Histórico Domingo Angulo de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos (AHDA-UNMSM)
Figura 6. Restos mortales del médico cirujano José Manuel Valdés (1767-1843), penúltimo protomédico del Perú.
Cementerio Presbítero Matías Maestro.
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