Un acontecimiento olvidado de la Independencia: la masacre de extranjeros pro patriotas en el Callao (1820)
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infantes de marina, chilenos y británicos, embarcados en catorce botes y divididos
en dos columnas al mando de los ociales Martin Guisse y Thomas Crosbie; con este
último iba Cochrane vestido de blanco al igual que todos los tripulantes y llevando
pistola, hacha de abordaje, puñal y lanza corta. Todo comenzó a las diez de la noche,
el almirante había ordenado guardar el mayor silencio y no hacer uso más que del
machete, de manera que como los remos iban vendados con telas y la noche era pro-
videncialmente oscura, los realistas no tenían la menor sospecha del peligro que les
esperaba. El aventurero conde escribe en sus memorias:
Era exactamente media noche cuando llegamos a la pequeña abertura de-
jada en la barra. Poco faltó allí para que todo se frustrase por la vigilancia
de un guarda-costa, contra el cual tropezó felizmente mi embarcación. Al
instante nos echaron el quién vive, al cual respondí a media voz, amenazan-
do matar al punto a cuantos había en el bote si daban la más pequeña señal
de alarma. A esta amenaza no hicieron resistencia y en pocos minutos más,
nuestros valientes se hallaban formando una línea al costado de la fragata
y abordándola al mismo tiempo por diferentes puntos. Los Españoles fueron
enteramente cogidos por sorpresa, hallándose todos, excepto los centinelas,
durmiendo en sus cuadras. […] Se retiraron al castillo de proa y allí hicie-
ron una sostenida defensa, siendo necesario darles una tercera carga para
ganarles la posición (Cochrane, 1863: 102).
El ataque siguió por algún tiempo en el alcázar del buque, en donde los realistas resis-
tieron algo más de tiempo, mientras que el resto de la marinería saltó al mar o huyó a
la bodega (donde eventualmente se rendiría) para librarse de lo que era una verdadera
carnicería humana, debido al tipo de arma empleada. El propio almirante quedo he-
rido en este intrépido ataque, relatando el mismo las circunstancias de dicho suceso:
Al abordar la fragata por las amarras principales, el centinela me dio un
culatazo que me tiró de espaldas y dando sobre un toleto del bote, la punta
me entró por la espalda junto al espinazo, causándome una grave herida, de
la cual sufrí después por muchos años. Poniéndome al instante de pie volví
a subir sobre el puente, y allí volví a recibir una herida en un muslo, pero
atándomela con un pañuelo, pude, aunque con mucha dicultad, dirigir el
ataque hasta el último (Cochrane, 1863: 103).
Toda esta refriega no duró más que un cuarto de hora, teniendo los independentistas
once muertos y treinta heridos, en tanto los realistas tuvieron ciento sesenta muertos,
muchos de los cuales cayeron bajo el machete de los patriotas antes que pudiesen
correr a las armas.
El tumulto y el ruido alarmó pronto a la guarnición del puerto, la cual, desesperada,
se precipito sobre sus cañones, comenzando a disparar contra su misma fragata. Así
sucedió que muchos marinos realistas cayeron muertos y heridos por los tiros de la
fortaleza, contándose entre ellos el propio comandante de la «Esmeralda», el penin-
sular Luis Coig, quien después de estar prisionero recibió una fuerte contusión de una
bala de su propio ejército (Cochrane, 1863: 104). Sin embargo, el fuego de la fortaleza
fue parcialmente neutralizado recurriendo un método ingenioso pero controversial.