Enrique Silvestre García Vega, La meritocracia como forma de gobierno: origen, evolución y desafíos
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cuatrocientos soldados más para unirse a dicha fuerza (Walker, 2015: 104-107)
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.
La autora capta un factor fundamental en la dicultad de los realistas para derrotar
a los rebeldes: las divisiones entre sus propios partidarios, sobre todo entre criollos
y españoles. En su carta, cuenta una noticia preocupante en cuanto a Avilés: “[…]
dicen que tubo algunas diferencias con Manuel [Villalta], no me toma esto de nuevo,
porque no es facil que se junten perros, con gatos: ellos no pueden llevar en paciencia
ver las ventajas que les hacen los criollos” (p. 7). Insiste, también, en la seriedad de la
situación (“tal vez causará risa por allá”) y en la necesidad de los españoles en reconocer
los aportes de los criollos. Enfatiza los sacricios de los corregidores, mayormente
criollos: “[…] ellos han salido fugitivos, llenos de angustias, unos desnudos, y otros
enfermos, y nalmente como han podido han llegado unos a Arequipa, y otros a esta
ciudad”. La supuesta desconanza entre Villalta y Avilés constituye un episodio más
en las tensiones entre criollos y españoles que marcaron el siglo XVIII.
La autora describe la salida de más tropas desde Lima, el largo camino por Huamanga
y el esfuerzo de los “caciques de Azángaro y Tinta” para “pillar al rebelde”. Con lo
último se reere a los esfuerzos de aquellos caciques realistas como Mateo Pumacahua,
de Chinchero, Diego Choquehuanca, de Azángaro, y otros que se opusieron a Túpac
Amaru, y que contribuyeron de manera decisiva en las campañas contra los rebeldes
(O’Phelan, 1997). Lo que sí nos parece una exageración es el supuesto entusiasmo
de las clases populares de Lima, que señala la carta, por participar en la represión de
la rebelión. Según ella, “la plebe de esta ciudad no es ignorante, después de todo han
dejado sus familias, y se presentaron gustosos de tener ocasión en que servir a nuestro
monarc[a]” (p. 10). Aunque las motivaciones y experiencias de los soldados limeños
son uno de los grandes vacíos en la historiografía sobre la rebelión de Túpac Amaru,
sabemos que varios de ellos fueron reclutados a la fuerza, muchas veces raptados al
salir de algún lugar público, o de sus propias casas. Tal vez uno que otro se presentó
voluntariamente, pero dudamos que fueran “gustosos” a un futuro incierto en el lejano
Cuzco.
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La autora sí describe las preocupaciones en la ciudad y el papel represivo de
los “mil hombres” acuartelados. Conrma que hubo miedo a potenciales disturbios en
Lima en el contexto de un gran levantamiento en la segunda ciudad del virreinato, el
Cuzco, y de noticias alarmantes de Charcas.
En sus palabras, en Lima “la gente se iba insolentando y ya [a]parecían pasquines
en lugares públicos, con bastante repetición, ya botaban cartas rotuladas (en las
iglesias) a los provinciales, y eran para el virrey llena de insolencias”. Además, la
autora menciona rumores de navíos ingleses cerca de Lima, otra fuente de miedo ya
que corrían rumores sobre un supuesto apoyo de los ingleses a los rebeldes (Lewin,
1957: 276-285)
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. La situación en Lima era angustiante. Aristócratas como la autora
seguían las noticias del Cuzco atentamente, preocupados por la lealtad de la población
de Lima misma y un posible levantamiento, o subversión, en la ciudad. La estadía en
5 Las fechas demuestran la lentitud con la cual circulaban las noticias entre Lima y el Cuzco.
6 Una de las grandes frustraciones en la investigación sobre la Gran Rebelión fue no encontrar más
información sobre los soldados levados limeños (Walker, 2015: cap. 9).
7 Flores-Galindo (1984) hace varias referencias al miedo a piratas y corsarios. Sobre Garcilaso de la Vega
y la supuesta profecía de una intervención inglesa en el Perú, ver Rowe, 1976: 11-66.