El periodo peruano de la independencia
61
con desdén las «nociones generales acerca de los derechos del hombre» y la
idea de igualdad absoluta, conceptos que en su opinión pocos americanos
entendían. La base social de esta argumentación era que los peruanos, condi-
cionados por el sistema colonial, no podían aspirar a la democracia debido a
sus tradiciones jerárquicas, respeto a la autoridad, falta de educación, distri-
bución desigual de la riqueza y estructura social. [El] Perú necesitaba un go-
bierno fuerte que evitara la anarquía y ofreciera una guía entre los extremos.
La mejor forma de gobierno para el país era una monarquía constitucional, y
el mejor ejemplo de eso era la Constitución inglesa porque preservaba tanto
el orden como la libertad.
Al malestar que ocasionaban las tropas independentistas, y el estilo autoritario de
Monteagudo, se añadía la incertidumbre sobre la forma de gobierno que iba a tener el
nuevo país (Basadre, 1978: 213 y ss.). En el momento en que comenzó a funcionar la
llamada Sociedad Patriótica, como foro académico para que los peruanos de la elite
pudiesen discutir sobre la forma de gobierno que convenía al nuevo país, Monteagudo
ya no era auditor de guerra pero tenía el poderoso cargo de Ministro de Estado y Rela-
ciones Exteriores, en reemplazo del neogranadino Juan García del Río, después de ha-
ber sido Ministro de Guerra y Marina. A propósito, San Martín había dispuesto enviar
a García del Río, junto con Diego Paroissien, a una misión condencial en Europa.
Además de gestionar un préstamo para el joven estado, se los instruyó para conseguir
un príncipe dispuesto a aceptar el trono de un hipotético reino peruano independiente.
Así de seguro estaba el líder rioplatense, y también el propio Monteagudo, sobre el
proyecto de constituir una monarquía en el Perú.
En efecto, mientras tenía lugar incontable número de tropelías y de saqueos en la
capital, Monteagudo utilizó a la Sociedad Patriótica como medio para imponer su
punto de vista monárquico, que era visto con simpatía por la clase noble de Lima. Fue
establecida el 10 de enero de 1822, como Sociedad Patriótica de Lima y comenzó a
funcionar el 12 de febrero en un local de la Plaza de la Inquisición, que tenía un audi-
torio y una «barra» desde la cual las personas que no formaban parte de la institución
podían observar el debate. La elección de Monteagudo como su presidente le dio a la
institución crédito ocial
5
.
Tanto la composición de la Sociedad, como la presión política que se ejercía sobre
ella, hicieron pensar en un comienzo que una opinión favorable a la monarquía era el
camino que mejor se perlaba. Con lo que no contó Monteagudo, como veremos, fue
con el dinamismo, el valor y la decisión de un pequeño grupo de partidarios del sis-
tema republicano, que terminó dando un rumbo inesperado a la situación. Dice Jorge
Basadre (1978: 196) que el grupo «republicano» era, en general,
5 Estuvo integrada por cuarenta personalidades, siendo Hipólito Unanue su vicepresidente; Francisco
Javier de Luna Pizarro, José Cavero, Francisco Valdivieso y Manuel Pérez de Tudela, fueron censores;
Antonio Álvarez del Villar, contador; Diego de Aliaga, tesorero; y Francisco Javier Mariátegui, secre-
tario. Entre sus miembros se contaban, también, José Gregorio Paredes (como «director de prensa»),
José de la Riva-Agüero y el venerable Toribio Rodríguez de Mendoza, de ilustre nombre asociado al
Convictorio de San Carlos. Como era previsible, hubo también nobles en la Sociedad, tales como los
marqueses de Torre Tagle, de Valle Oselle y los condes de Torre Velarde, de Casa Saavedra y de Villar
de Fuentes (Guerra, 2016: 77, 81 y ss.; Basadre, 1929: 21; Basadre, 1978: 194).