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REVISTA DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Notas
Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El
caso de Las mariposas blancas de José T. Torres
Lara (1898)
Ana Esther Laya Alcedo
1
Resumen
En este artículo se analiza el discurso sobre la Amazonía de la Selva Central expuesto
por el militar y escritor peruano José T. Torres Lara en Las mariposas blancas. En
este diario de viaje novelado, publicado en Lima en 1898, se describen las experien-
cias de la Expedición Jessup, comisionada por el gobierno peruano a seguir la Vía
Central para contener el levantamiento federalista surgido en Loreto y para probar la
factibilidad de dicho camino en 1896. En este relato subyacen reexiones bajo una
visión positivista, darwinista social y progresista sobre la naturaleza, la cultura y los
habitantes amazónicos. Torres Lara, letrado de la Reconstrucción Nacional y Repú-
blica Aristocrática, entiende como necesidad imperiosa la articulación eciente del
territorio de frontera interna, así como la «domesticación» de la población indígena,
rearmando viejos tópicos de lejanía, exotismo y extrañeza.
Palabras claves: Discurso sobre la Amazonía, Selva Central, Expedición Jessup, Vía
Central, positivismo, darwinismo social, progresismo
Discourse on the Amazon of the central jungle. The case of
Las mariposas blancas by José T. Torres Lara (1898)
Abstract
This article analyzes the discourse on the Amazon of Selva Central exposed by
the Peruvian military and writer José T. Torres Lara in Las mariposas blancas.
1
Bachiller en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Correo electrónico:
ana.151192@gmail.com
Recibido: 01/02/2022. Aprobado: 18/06/2022. En línea: 22/08/2022.
Citar como: Laya Alcedo, A. (2022). Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de
Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898). Revista del Archivo General de la Nación, 37:
187-207. doi: https://doi.org/10.37840/ragn.v37i1.144
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Ana Esther Laya AlcedoRev Arch Gen Nac. 2022; 37: 187-207
This novelized travel diary, published in Lima in 1898, describes the experiences
of the Jessup Expedition, commissioned by the Peruvian government to follow the
Vía Central to contain the federalist uprising that arose in Loreto and to prove the
feasibility of this road in 1896. Underlying this story are reections under a positivist,
darwinist and progressive vision of Amazonian nature, culture and inhabitants.
Torres Lara, intellectual of the National Reconstruction and Aristocratic Republic,
understands as an imperative need the efcient articulation of the internal border
territory, as well as the “domestication” of the indigenous population, reafrming old
topics of remoteness, exoticism and strangeness.
Keywords: Discourse on the Amazon, Jessup Expedition, Vía Central, positivism,
social darwinism, progressivism.
Introducción
1898 es el año en que inició a circular en Lima Las mariposas blancas. Episodios de
la Expedición a Iquitos, escrita por José T. Torres Lara, intelectual peruano y antiguo
combatiente de la batalla de Miraores durante la Guerra del Pacíco
2
. Esta obra
cuenta las peripecias de una comisión del Ejército por la Vía Central
3
antes de llegar a
la ciudad de Iquitos para aplacar un levantamiento que terminó en la proclamación del
Estado Federal de Loreto el 2 de mayo de 1896. Se trataba de la Expedición Jessup,
que probó la factibilidad del considerado primer camino que unía Lima con el Oriente.
Las mariposas blancas está compuesta de 8 capítulos en un total de 41 páginas, en las
que también se busca retratar la geografía, el contexto de la época y las relaciones con
los nativos amazónicos.
La obra denota la visión positivista y darwinista del autor respecto a la Amazonía
y sus habitantes nativos. Además, sigue una línea progresista de tipo occidental, la
cual sostiene que el porvenir de la región amazónica solo puede venir de la mano
de la industria y la religión católica, cuyos exponentes son los colonos o, a decir del
autor, los «civilizados». La edición consultada incluye La Vía Central y las cues-
tiones de Oriente (páginas 45-69), pero para efectos del presente trabajo solo nos
centraremos en Las mariposas blancas. Esta obra no ha sido materia de estudios,
aunque es citada por los historiadores Jorge Basadre (2014: 75), y Waldemar Espi-
noza (2016: 255), en ambos casos es mencionada para referir las penalidades de la
Expedición Jessup.
Por la estructura del texto aquí abordado, se colige que se trata de una novela que
relata hechos históricos aderezados con elementos literarios y de las ciencias sociales,
pues el autor sigue el espacio y tiempo del viaje de la comisión y a su vez adorna el
2
José Torres Lara era soldado del batallón Concepción Nº 27, formado mayoritariamente por conscriptos
de Junín, al mando del coronel temporal Juan E. Valladares y junto con el Ancash Nº 25 y Zepita Nº 29
formaba la 5ª división del Ejército del Norte (Linares, 2022).
3
Se trataba de la vía del Pichis, un camino provisional de herradura con una extensión de 120 kilómetros
que conectaba San Luis de Shuaro en Chanchamayo —antigua misión franciscana y para la época,
límite de la colonización— con el río Pichis, en la selva de Pasco, hacia Iquitos (La Serna Salcedo,
2011: 225).
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Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
relato con diálogos, guras literarias, reexiones losócas y sociológicas que le dan
vitalidad a la narración. Por tanto, el presente artículo ofrece una primera aproxima-
ción al estudio de Las mariposas blancas.
Metodología
Este estudio pretende contribuir a la comprensión de un discurso sobre la Amazonía,
enfocándose en hechos históricos —la travesía de la Expedición Jessup— recogido y
narrado en una novela dirigida al público citadino, especialmente limeño. Se hallan
las impresiones, expectativas, encuentros y desencuentros de los personajes y el autor
con el espacio, cultura y población amazónica. Es una aproximación a una manera de
pensar de un grupo letrado —de la Reconstrucción Nacional y la República Aristo-
crática— que inuyó en las políticas tomadas por el gobierno central respecto a una
región para entonces lejana, desconocida y depositaria de las esperanzas de la regene-
ración económica. Asimismo, da cuenta de las dicultades logísticas y comunicativas
de una comisión que constata la incongruencia entre lo que se dice de un camino —la
propaganda de la Vía Central— y lo que encuentran en la realidad —ruta demasiado
larga y dicultosa— lo que se traduce en no cumplir efectivamente la misión enco-
mendada —llegar a Iquitos oportunamente—.
Para el presente trabajo se utilizará el análisis del discurso, siguiendo a Adriana Bolí-
var, la cual plantea que dicho enfoque «estudia la lingüística textual o discursiva y la
perspectiva crítica del texto, en la que este es proceso y producto de representaciones
sociales, de interacciones y de lucha ideológica que deja sus marcas en los textos»
(Bolívar, 2020: 19). Bolívar plantea cinco dimensiones del discurso: la interacción so-
cial, la cognición, la historia, el diálogo y la acción. La interacción social se reere a la
transformación de los signicados en la sociedad; la cognición, que las personas cons-
truyen su conocimiento del mundo y adaptan sus representaciones en los contextos en
los que viven; la historia, que es necesario conocer la dinámica en que se crearon los
signicados; el diálogo, que para que existan las interacciones se necesita un yo, tú,
un nosotros y un otros; y la acción, que con la palabra se construyen y transforman las
realidades (Bolívar, 2007: 22).
Se ha escogido esta herramienta de interpretación porque permite abarcar de manera
más amplia la estructura, la dirección y la intencionalidad del texto. Esto implica
analizar en el primer caso: el contexto, los personajes, los elementos; en el segundo,
el público a quien va dirigido, las representaciones sociales en el texto; y en el tercer
caso: el objetivo del autor, su posición ideológica y sus propuestas. Como se trata de
un diario de viaje novelado, hay un análisis literario que toma en cuenta los hechos
históricos, la intertextualidad del texto y el discurso del autor. Además, la compara-
ción con sucesos similares contemporáneos ayuda a vislumbrar de forma más general
la línea de acción del Estado peruano respecto a la Amazonía.
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Consideraciones generales
Autor y contexto
José T. Torres Lara fue un escritor peruano del tránsito del siglo XIX al XX, durante
el periodo de la Reconstrucción Nacional y la República Aristocrática. Apenas hay
datos de él. Se sabe que participó en la Guerra del Pacíco y que viajó a Loreto en
una misión ocial del gobierno peruano (Carrillo-Jara, 2021: 1). De acuerdo a Ba-
sadre (1971: 607), a Coll (1992: 473) y a Carrillo-Jara (2021: 1), sus obras fueron:
La trinidad del indio o costumbres del interior (1885),
4
El pacicador (1886, obra
inubicable), el breve texto El ángel del náufrago (1988), en El Perú Ilustrado, Las
mariposas blancas (1898), La Vía Central i las cuestiones de Oriente (1898), Páginas
casi inéditas de un libro casi inédito, precedido de algunas reexiones sobre la raza
indígena (1903), Lo que salvó la integridad de Loreto antaño. ¿Lo que la salvará?
(1910) y Recuerdos de la Guerra con Chile (Memorias de un distinguido) (1912).
Si, de acuerdo a Tauzin-Castellanos, en Lima, la Guerra del Pacíco (1879-1884)
hizo que se divise la realidad andina —«con los indios levados, las protestas provin-
cianas contra las decisiones del gobierno central y las acciones de las montoneras
en lucha contra el ejército invasor»— y contraiga la ilusión de que era posible ser el
país soñado (2006: 59); la Amazonía, en especial Loreto, «se convirtió en el imagi-
nario nacional, en el nuevo Tarapacá, la nueva esperanza para restaurar la economía
del país» (Barclay, 2009: 265). Fueron tales los temores de una eventual pérdida del
oriente peruano a manos de países vecinos, que cuando en 1896 se proclamó el Estado
Federal de Loreto por Ricardo Seminario y Mariano José Madueño, se enviaron tres
expediciones para aplacar los levantamientos; entre ellas, una debía seguir la ruta de la
Vía Central o del Pichis: la Expedición Jessup. Estos comisionados pusieron a prueba
la factibilidad de este camino construido bajo la dirección de Joaquín Capelo e inau-
gurado el 15 de noviembre de 1891
5
. La vía fue «uno de los hitos fundacionales en la
representación del oriente peruano pues posibilitaba una ruta más cercana a Loreto»
(Cornejo Chaparro, 2019: 155).
Breves anotaciones sobre la Selva Central
El territorio denominado como Selva Central está compuesto actualmente de las pro-
vincias de Chanchamayo, Satipo y Oxapampa
6
, siendo el primero y el segundo par-
te del departamento de Junín, y el tercero, del departamento de Pasco. Siguiendo a
Santos Granero & Barclay (1995: 30), la ocupación de dicha región se dividió en dos
grandes periodos: el colonial, dividido a su vez en dos etapas: la de ocupación misio-
nera (1635-1742) y la de reconquista indígena (1742-1847); y el republicano en: la de
4
Novela indigenista hecha bajo el seudónimo de José T. Itorralares.
5
Fue inaugurado por primera vez. Ver Larrabure y Correa (2006: tomo III: 278-304). La vía del Pichis
fue varias veces inaugurada. (Cornejo Chaparro, 2019: 155).
6
Chanchamayo contiene 6 distritos: Chanchamayo, Perené, Pichanaki, San Luis de Shuaro, San Ramón,
Vitoc (Santos Granero y Barclay, 1995: 20); Satipo, 9 distritos: Satipo, Coviriali, Llaylla, Mazamari,
Pampa Hermosa, Pangoa, Río Negro, Río Tambo, Vizcatán del Ene (INEI, 2017: 33); y Oxapampa,
8 distritos: Oxapampa, Chontabamba, Huancabamba, Palcazú, Pozuzo, Puerto Bermúdez, Villa Rica,
Constitución (este último por Ley Nº 29541 del 15-6-2010) (INEI, 2012: 419).
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Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
colonización pionera (1847-1947) y la de colonización masiva (1947-1990). La ubica-
ción temporal de Las mariposas blancas correspondería a la etapa de la colonización
pionera. La etapa señalada se caracterizó por la promoción desde el Estado peruano
de la colonización e inmigración europea (de preferencia de origen anglosajón), que,
de acuerdo a García Jordán (2001: 179), «se convirtieron en dos de los mitos moder-
nizadores de los grupos dirigentes peruanos a nales del siglo XIX e inicios del siglo
XX». Sin embargo, en la práctica los inmigrantes y colonos que predominaron fueron
los peruanos y de los pocos grupos extranjeros destacaron los chinos y los italianos.
Históricamente la Selva Central ha sido residencia de las etnias yánesha (amuesha) y
asháninka (campa). Participaron junto a los pueblos shipibo y conibo en la rebelión de
1742 que lideró Juan Santos Atahualpa contra las autoridades españolas (Aguirre, Gavi-
dia, Acho y Veintemilla, 2019: 17). Según Santos Granero (2021: 30), «en 1847, durante
el primer gobierno de Ramón Castilla, tropas del gobierno desalojaron a los indígenas
que habitaban en la conuencia de los ríos Ocsabamba, Palca y Tulumayo, erigiendo en
dicho lugar el fuerte de San Ramón, que habría de constituir el puesto de avanzada de
los valles de Chanchamayo, Paucartambo, Chorobamba y Perené». En los pueblos as-
háninka y yánesha cumplían un papel central las herrerías, en cuanto a su organización
social, económica, tecnológica y religiosa, pues les permitía tener cierta independencia
para sus actividades agrícolas, militares, además de ser centros ceremoniales y por ende
implicar cierto estatus. Sin embargo, con el desplazamiento y destrucción de las herre-
rías por parte de expediciones militares en las últimas décadas del siglo XIX, se vieron
inmersos en una situación de dependencia (Santos Granero, 2021: 44).
Viajeros en la colonia y la república
En el Perú, a lo largo de su etapa colonial y republicana hubo viajeros y comisiones
que registraron sus observaciones sobre el país, incluida la aún desconocida y remota
Amazonía. Durante la etapa colonial, estos viajeros eran primordialmente de origen
español,
7
entre ellos se podían contar a los cronistas, los funcionarios públicos, los
sacerdotes, los misioneros, etc. Sus incursiones respondieron a planes de expansión
política, social, económica y religiosa en los dominios españoles, así como de someti-
miento de la población indígena. El panorama se modicó en 1735, cuando comenza-
ron las expediciones cientícas internacionales, como la del geógrafo Charles Marie
De La Condamine (Pratt, 2010: 44) o de Alexander von Humboldt, en 1799, años
previos a la Independencia. En ambos casos, se trataba de exploraciones cientícas,
en las que la idea era descubrir las tierras interiores del continente americano
8
, ubicar
las riquezas naturales con miras a un expansionismo europeo y esquematizar los co-
nocimientos adquiridos a partir de la observación de la naturaleza, con lo cual se da
una reimaginación de América
9
.
7
Cabe decir también, que al menos hasta el siglo XVIII, los viajeros tenían cierta restricción, pues «los
territorios americanos de España estaban estrictamente cerrados a viajes ociales de extranjeros, con
el n de aislar a sus colonias de toda inuencia foránea y de todo posible espionaje extranjero» (Pratt,
2010: 45).
8
La expedición de La Condamine es un ejemplo temprano de una nueva orientación hacia la exploración
y documentación de las tierras interiores continentales, en contraste con el paradigma marítimo que
había ocupado el centro del escenario durante 300 años (Pratt, 2010: 57).
9
De más está decir que el público al que se dirigía la literatura resultante era el europeo.
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En la etapa republicana, los viajeros de la Amazonía fueron de los siguientes tipos: di-
plomáticos, exploradores, militares, religiosos, ingenieros, siendo de origen peruano o
extranjero. Todos ellos compartían características del explorador cientíco, «como ser
observador, clasicador, comentarista y crítico acucioso» (McEvoy, 2013: 139). Asi-
mismo, hicieron reconocimiento del territorio, de las riquezas naturales, la forma de
vida de los nativos. También tenían sus particularidades. Los diplomáticos, de origen
extranjero principalmente, informaban sobre la situación del Perú a sus respectivos
países, lo cual serviría para acuerdos internacionales y demarcaciones territoriales
10
.
Los exploradores, de origen extranjero y peruano (que podían ser naturalistas, comer-
ciantes, colonos que se asentaban) registraban la geografía, ora, fauna, minerales y
restos arqueológicos y sus testimonios de los sucesos políticos, económicos, sociales
y culturales de la época en que viajaban por el país
11
. Los militares, la mayoría de ori-
gen peruano, hacían posesión del territorio en pos de asegurar la soberanía nacional y
el control político
12
. Los religiosos, enviados a «civilizar» a los nativos amazónicos,
seguían la práctica colonial de fundar pueblos para el gobierno peruano y abrir cami-
nos o trochas por los cuales movilizarse
13
. Y los ingenieros, nacionales y foráneos,
exploraban los posibles usos económicos de las riquezas naturales, la geografía y
potenciales vías de comunicación
14
.
En la época que nos concierne, es decir entre la Reconstrucción Nacional y la Repú-
blica Aristocrática, es preciso señalar que las expediciones que se hacían al interior del
territorio peruano, especialmente la Amazonía, fueron más frecuentes coincidiendo
con la delimitación de fronteras con los países vecinos a n de asegurar la soberanía
nacional, el descubrimiento de las tierras interiores en aras de una mejor administra-
ción y articulación vial y la búsqueda intensa de riquezas naturales proclives de robus-
tecer la economía nacional. Los expedicionarios de esta obra eran de tipo militar, te-
nían las facultades de hacer reconocimiento de la geografía, recopilar información de
la población local y utilizar la violencia en caso de ser necesario. Su travesía consistía
en el traslado al teatro de operaciones, que venía a ser Iquitos. Se trataba de ociales
y soldados, acompañados por algunos civiles, todos ellos enviados por el gobierno
central para aplacar un levantamiento con militares involucrados. Cabe resaltar que,
al ser primordialmente peruanos y perseguir un objetivo geopolítico, marcaban una
diferencia importante con los viajeros de origen extranjero que visitaban el país en
épocas pasadas.
Expedición Jessup
Como dijimos anteriormente, la Expedición Jessup era una de las tres excursiones que
debían dirigirse a Iquitos a n de sofocar el levantamiento federal de Loreto. Coman-
dada por el coronel Eduardo Jessup, le correspondió recorrer la Sierra Central (Ve-
10
Un ejemplo sería el cónsul brasileño João Wilkens de Mattos, quien recorrió Loreto en la década de
1860 (Barclay, 2009: 46).
11
Aquí se cuenta a Antonio Raimondi en las décadas de 1850-1860 (Barclay, 2009: 45), Carlos Fry
(1889), José Samanez Ocampo (1885) y Carlos Fermín Fitzcarrald.
12
Entraría a tallar el coronel José Manuel Pereira en 1869 (Macedo, 2016: 85).
13
Destacan los misioneros franciscanos Gabriel Sala y Bernardino González en la década de 1880.
14
De estos últimos se pueden citar al ingeniero suizo Arthur Wertheman en la década de 1870 y a los
ingenieros peruanos Joaquín Capelo y Carlos Pérez entre las décadas de 1880 y 1890.
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Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
lásquez, 2013: 144). Eduardo Jessup había sido un militar que había servido en las las
del ejército de Miguel Iglesias y destinado a las listas pasivas por el primer gobierno de
Cáceres (Velásquez, 2013: 136). Esta travesía había sido «concebida no sólo como un
instrumento de pacicación, sino también como una expedición de exploración de los
poco conocidos territorios selváticos, acompañados de ingenieros y hombres de ciencia,
se le encomendó el reconocimiento de la Vía Central» (Velásquez, 2013: 144).
Sin embargo, esta expedición terminó en fracaso, pues se toparon con «el alarmante
estado de conservación del camino que lo hacía poco menos que intransitable» (La
Serna Salcedo, 2011: 227). Aunque Joaquín Capelo, entonces director de Fomento y
artíce de la construcción de la vía, en un informe presentado en 1898 señala que la
empresa cumplió su misión al poder despachar correspondencia por la Vía Central,
también aclara que la pacicación de Loreto tuvo lugar mucho antes de que hubieran
avanzado de San Nicolás —ubicado cerca del río Azupizú en la Vía del Pichis— (La-
rrabure y Correa, 1905: 450; Capelo, 1898: 15). Es más, en una carta dirigida al go-
bierno por los colonos del Pichis, publicada el 9 de setiembre de 1896 en El Comercio
20 620, se conrmaba que la división Jessup «estaba en peores condiciones que
nosotros» (Soria Casaverde, 2007: 45).
Estos acontecimientos fueron consecuencia del camino que estaba «mal trazado, pues
recorría terrenos ojos de rápido desprendimiento por la pronunciada pendiente y la
acción de las lluvias, asimismo, la vegetación de la alta montaña crecía constante-
mente cubriendo la senda, mientras los derrumbes formaban enormes atolladeros, por
eso se necesita más gente y dinero para su conservación, que en abrir nuevas sendas»
(Soria Casaverde, 2007: 79). En estas circunstancias, Capelo solo respondía a las crí-
ticas denominándolos como «enemigos del camino» (Capelo, 1898: 15), «existencia
de intereses bastardos» (Capelo, 1898: 11).
La Vía Central: ruta hacia Loreto y otras expediciones
Es necesario indicar brevemente otras expediciones que se llevaron a cabo en la Ama-
zonía en la misma época, pues ayudan a entender mejor los aportes de las mismas y
brindar un panorama más general. Si bien la travesía de la Expedición Jessup tuvo un
n político y militar sin precedente en la región, hubo otras expediciones que, aun-
que con otros objetivos, siguieron líneas parecidas por los conocimientos previos que
acompañaban a los expedicionarios, lo que vieron y lo que interpretaron. Distinguire-
mos dos tipos de expediciones: las que se hicieron siguiendo diferentes caminos hacia
Loreto y las que se hicieron por la Vía Central. Hacemos esa distinción para tener
una visión general y especíca. Las expediciones fueron hechas bajo el patrocinio y/o
auspicio del gobierno y buscaban rutas más cortas para alcanzar Iquitos y articular el
territorio. Entre los primeros se cuentan los viajes de la Comisión Especial de Loreto,
a cargo de Samuel Palacios Mendiburu, que recorrió dicho departamento entre 1887
y 1890 e informó sobre la situación política y administrativa de la región (Palacios
Mendiburu, 1905); la exploración de los ríos Apurímac, Ene, Tambo, Ucayali, Uru-
bamba, Amazonas, Pachitea y Palcazu por José Samanez Ocampo (Samanez, 1885)
y por Carlos Fry (Fry, 1889) en la década de 1880 para reconocer la navegabilidad de
los mismos y su distancia con Iquitos.
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Entre los que recorrieron la Vía Central se cita a fray Gabriel Sala, misionero francis-
cano y principal promotor de dicho camino entre las décadas de 1880 y 1890. También
Joaquín Capelo, ingeniero inspector en la construcción de la Vía del Pichis y a quien
debió su fama el mencionado camino y Carlos A. Pérez que también trabajó en dicha
obra y dirigió tres exploraciones entre 1891-1893 por esa ruta hacia Iquitos. Como
se mencionó anteriormente, la Vía Central no estaba exenta de polémica dado que su
recorrido era dicultoso y lo oneroso que resultaba su construcción y mantenimiento.
Esto generaba malestar y debates entre políticos, militares y los habitantes de los
territorios por lo que pasaba el camino. Da testimonio de estas condiciones la expedi-
ción de Ernesto La Combe, publicado en 1892, que había transitado esa misma vía en
época de lluvias, «describió el tránsito por la vía como penoso y difícil»
15
(Rodriguez
Valencia, 2011: 23-24). Y años más tarde, en 1902, el Estado Mayor del Ejército, al
mando de coronel Paul Clement, pasó por la Vía del Pichis y concluyó era realmente
un camino de herradura que era mucho más largo de lo que se decía en publicaciones
ociales, que no se encontraba en buenas condiciones y que además resultaba costoso
(Rodriguez Valencia, 2011: 28).
El libro
Intertextualidad del libro
Como se mencionó líneas arriba, la obra tiene 41 páginas divididas en 8 capítulos
(páginas 3-44). Torres Lara solo cumple la función de narrador, aunque él, en la vida
real, participó en la Expedición Jessup (Torres Lara, 1898: 55). En Las mariposas
blancas hay tres actores recurrentes: los expedicionarios (comisionados o viajeros),
los nativos amazónicos y la naturaleza amazónica. En el caso de los viajeros, se des-
taca su desconocimiento del territorio y de las técnicas para elaborar embarcaciones,
también su búsqueda de comida, la suerte, las dicultades y vicisitudes de la travesía.
Los delegados son el centro de la narración, es hacia ellos que se dirigen las simpatías
del autor, y sus vivencias son el hilo conductor de la narración. En el caso de los nati-
vos, se describe a estos, su forma de vida, la relación entre ellos y los expedicionarios
(intercambio de información, obtención de productos alimenticios), la valoración eco-
nómica de los nativos, la contraposición «salvajes»-«civilizados».
16
El autor denomina a los naturales amazónicos campas
17
(asháninkas), amueshas
18
(yá-
neshas), conibos, cashiboyanos, dependiendo de su origen étnico. Actualmente, al
15
La Combe escribió un minucioso informe sobre su recorrido y los antecedentes sobre las exploraciones
al oriente por ruta de Tarma desde la época colonial en el Boletín de la Sociedad Geográca de Lima.
Lima: Imprenta Liberal de F. Masías, 1892. Tomo 1, pp. 414-435.
16
Esta dicotomía entre civilización-barbarie también se puede notar en Manuel Pardo (McEvoy,
2013: 235).
17
El pueblo asháninca o asháninka es una etnia amazónica perteneciente a la familia lingüística arawak,
llamados en épocas anteriores como antis, chunchos, chascosos, campas, thampas, komparias,
kuruparias o campitis (MINSA, 2011: 16).
18
Durante mucho tiempo, el pueblo yanesha fue conocido como amuesha. Con este nombre aparece en
algunas crónicas y literatura antropológica, junto con otros tales como amage, amuexia (CHIRAPAQ,
2019: 9).
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Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
menos los dos primeros nombres quedaron en desuso por la carga peyorativa que los
acompañaba. También se puede notar que en el enfoque del autor de la dicotomía
civilización-barbarie no se entrevé la posibilidad de incluir a los nativos amazónicos
como potenciales ciudadanos.
19
La aplicación de dicha dicotomía es producto de la
inuencia del darwinismo social tan en boga en la época, que clasicaba sociedades
superiores e inferiores. En el tercer caso, la naturaleza es el telón de fondo donde
transcurren todos los hechos, tales como el cambio brusco del clima, la subida del
agua de los ríos, el movimiento de la vegetación, de los animales. Torres Lara le da
animación a la naturaleza recurriendo a analogías humanas, epítetos y señalando su
exuberancia e imponencia frente al hombre. Esta interpretación de la naturaleza se
relaciona con la lejanía, exotismo y extrañeza que generaba en un foráneo, como el
autor, la Amazonía.
Un punto a destacar es que en Las mariposas blancas el seguimiento a los personajes es
inconstante, por ejemplo, al inicio Torres Lara referencia al capitán Contreras, al mayor
Lorenzo, pero después solo los cita por su grado, generándose dicultades en la lectura.
También se habla de la presencia de un perro llamado Palomo y un canadiense con el
que hay una discusión, sin embargo, el perro es nombrado hasta el capítulo 5 y de ahí
se pierde su rastro, igual sucede con el extranjero, quien es referido en los capítulos 2 y
4. En cuanto a los días transcurridos, no es fácil darse cuenta en cuál se encuentran los
expedicionarios, pues en un mismo día pueden mencionarse muchos eventos, como la
reunión con nativos, el recorrido del camino, la observación de la naturaleza, las conver-
saciones de la comisión, y en otro día, apenas el proseguimiento de la travesía.
En esta publicación los hechos van acompañados de numerosas digresiones del autor
sobre qué signica el matrimonio para la mujer amazónica, la muerte, la civilización
en la selva, la tragedia en los ríos. Todos estos cortes permiten vislumbrar la perspec-
tiva del autor respecto a las características y vida en la Amazonía y en la capital, que
es de donde él proviene y toma como modelo a alcanzar. Dichas digresiones de Torres
Lara tienen como factor importante el positivismo en cuanto a enfoque social-cien-
tíco y el progresismo a sociedades avanzadas y atrasadas. Antes de empezar con el
análisis de los capítulos quiero aclarar que para no alejarnos de la esencia del texto
aquí se citarán las propias palabras de Torres Lara en referencia a los nativos, aunque
no compartamos su carga peyorativa.
Positivismo, darwinismo social y progresismo
Al examinar el libro se encuentran de forma constante expresiones, reexiones y pro-
puestas que contienen elementos del positivismo, darwinismo social y progresismo,
propias de la época y que reejan el derrotero que pretende indicar el autor para enten-
der y apreciar a habitantes, por un lado, de tipo citadino y blanco-mestizo, plenamente
reconocidos como peruanos, y por otro lado a nativos amazónicos, residentes desde
tiempos remotos en la Selva Central, pero considerados como inferiores y un obstácu-
lo para la modernización del Perú. También para llamar la atención sobre la necesidad
de articular el territorio, explorar y explotar los recursos naturales que robusteciesen
19
A diferencia de otros autores como Joaquín Capelo que consideraban que los nativos amazónicos
estaban «ansiosos de recibir los benecios de la civilización» (Capelo, 1895: 35).
196196
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la economía nacional, y para mostrar el punto de vista de Torres Lara sobre tópicos
sociológicos y losócos.
En el presente artículo se toma la denición de positivismo según Hamati-Ataya
(2012: 296): «normalmente se adhiere a una visión evolutiva del cambio cognitivo
por el cual el reconocimiento del actual progreso implica el reconocimiento del error
del pasado y las teorías compiten sobre la base de su mayor “ajuste” con la evidencia
experimental». En cuanto a darwinismo, se recoge el concepto de González Vicen
(1983: 65-66): «doctrina típica de una clase social agresiva y explotadora que trata
de presentar sus propias contradicciones históricas y su dominación implacable como
manifestación de una ley natural universal». Finalmente, el término progresismo se
toma de Welsch (2013: 1): «El progresismo es un concepto ideo político derivado del
concepto espacio-temporal del progreso o avance hacia una meta. Se reere a ideas e
ideales no exclusivamente racionales ni exclusivamente intuitivos: incluye la creencia
que el avance es indetenible y que la meta es valiosa y deseable».
Estos tres conceptos estaban estrechamente ligados, como se recoge en las reexio-
nes de La Serna Salcedo y García Jordán. Según La Serna Salcedo (2013: 379): «el
positivismo como soporte ideológico del “orden y el progreso” había de ofrecer a las
élites la posibilidad de imaginar al Perú como una nación moderna entrando en el con-
cierto de las naciones civilizadas». Y siguiendo a García Jordán (1992: 961): «las tesis
darwinistas permitieron justicar la opresión que blancos y mestizos ejercían sobre
los grupos indígenas, negros y chinos; considerar que los indígenas eran un obstáculo
para el progreso y la integración nacional; y plantear la desaparición progresiva de las
razas inferiores». En pocas palabras el positivismo daba las herramientas para pensar
y gestionar el país, el darwinismo social marcaba quienes eran los que debían mandar
(civilizados) y ser sometidos (salvajes), y el progresismo representaba la aspiración
de ser similar a las sociedades europeas occidentales.
Partes del libro
Una pareja de salvajes
En este primer episodio, se graca el inicio del viaje por la Vía Central, en la parte
correspondiente a Pasco, en agosto de 1896. Se menciona que son diez personas, tres
ociales, cuatro soldados y el resto civiles. El eje del relato son estos expedicionarios,
por lo cual se nota una óptica externa a la Amazonía, ejemplicado en el uso de frases
como «oscura y enmarañada selva», «inmundo color (reriéndose al lodo)», «primi-
tivo rozo», «caminantes perplejos (reriéndose a los viajeros)» (Torres Lara, 1898:
3-4). Al poco tiempo de empezar la travesía, encontraron en lo alto de una lomada a
una pareja de campas (asháninkas), a Casanto y a su esposa, a quienes reeren como
«salvajes» y con «sonomía afeada por el achiote» (Torres Lara, 1898: 4).
Los comisionados ya conocían a Casanto por su padre, con quien tuvieron un en-
cuentro el día anterior en el campamento del doctor C. (podría ser Joaquín Capelo,
aunque el texto no es claro al respecto). En la visita a dicho campamento notaron que
la mujer miraba jamente la tierra y que no abandonó esa actitud cuando sirvió el
almuerzo (Torres Lara, 1898: 4). Esto dio lugar a una digresión del escritor sobre la
197197
Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
implicancia del matrimonio para la mujer «civilizada» y para la «salvaje», conside-
rando el autor que la primera obtiene más libertad al pasar a ser la «señora», mientras
que la segunda se encuentra en una condición de cuasi esclavitud, pues vive en una
«sumisión ominosa» y carece hasta de la noción de algo más perfecto y más digno
que su estado, y con relativa felicidad cumplirá su evolución animal sobre la tierra
(Torres Lara, 1898: 5-6).
En la primera parte del libro entra a tallar la interacción social del discurso en la tra-
vesía de los expedicionarios, el racismo hacia los nativos. La cognición del discurso,
en tanto las frases del autor responden a su origen capitalino y la extrañeza y exotismo
que resulta del contacto con la Amazonía y sus habitantes. También la historia, pues
estas expresiones tienen que ver con un proceso inconcluso de nacionalización de la
región selvática al Perú. El diálogo se presenta pues el yo viene a ser Torres Lara, el
nosotros, los expedicionarios y los otros, los nativos amazónicos. Y la acción es la
intencionalidad del texto de Torres Lara de mostrar la relación asimétrica entre comi-
sionados y nativos, que él explica y justica.
El huerto de la muerte
El segundo capítulo sigue concentrado en el primer día del viaje. Casanto les indica
que la Vía Central se ubica atrás de donde se encuentran y el río Chivis, hacia ade-
lante, y los guía. En el camino hallaron un huerto de piñas, pero Casanto se resistió a
ingresar a ese lugar por ser morada de un cadáver. Aun así, guio a tres de los viajeros,
que recogieron la fruta y saciaron su sed. Este hecho invitó a Torres Lara a especular
sobre la muerte: «al aproximarse sus últimos momentos [de un nativo], los que le
rodean se alejan, quedando solo en su agonía, solo ante las puertas de la eternidad el
moribundo» (Torres Lara, 1898: 9). Según este, tal vez haya «una alta intuición lo-
sóca, signicando que la humana ciencia (…) no tiene nada para la edicación del
moribundo, y que los lamentos de dolor de los que quedan harían más amarga su ago-
nía y turbarían su solemnidad» (Torres Lara, 1898: 9). De igual modo, el autor piensa
que «un pueblo que no tuviera tumbas, que no guardara los huesos o las cenizas de sus
mayores no tendría pasado». Esta idea de la muerte para los amazónicos se contrapone
al sentido de la muerte para la sociedad occidental, que en el siglo XIX se convertirá
en conocimiento colectivo (Casalino, 1999: 397).
Casanto, al darse cuenta de que no los acompañaba el doctor C., dejó de guiarlos,
haciendo la marcha más difícil pues no había senda ni traza del camino (Torres Lara,
1898: 10). Después, los comisionados creyeron estar cerca del río Azupizú,
20
por lo
que enviaron a un soldado a explorar. Encontraron, efectivamente, un río y huellas
humanas que indicaban la cercanía de nativos, a los que Torres Lara denominó «chun-
chos» (Torres Lara, 1898: 11). Dos de los ociales, el mayor Lorenzo y el capitán
Contreras, se preguntaron si era el Azupizú, un brazo del mismo o el Sinchihuaqui. En
el segundo día de viaje, al alumbrar la primera luz del alba, llegaron a la conuencia
del Azupizú y Sinchihuaqui y contemplaron «los variados y pintorescos mosaicos
20
El coronel Jessup sufrió un tremendo descalabro en esta zona, pues empleó tres meses en llegar con sus
soldados hasta el río Azupizú, de donde se vio obligado a regresar por falta de embarcación y víveres
(Soria Casaverde, 2007: 79).
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Ana Esther Laya AlcedoRev Arch Gen Nac. 2022; 37: 187-207
que sobre la arena dibujaban enjambres de mariposas, predominantemente blancas y
los expedicionarios creyeron ver en esas blancas aladas auspicios de buena fortuna»
(Torres Lara, 1898: 11-12). Conviene precisar que, prácticamente, en todo el mundo
se relaciona la reencarnación del alma de los muertos con las mariposas (metempsico-
sis: transmigración de las almas a los animales) (Grustán, 1997: 338). Como veremos
más adelante, las mariposas blancas acompañaron a los viajeros en toda su travesía y
fueron tomadas como indicios para continuar su ruta a Iquitos.
En esta segunda sección del libro, la interacción social se ve en el encuentro con un
cadáver y el contraste de actitudes entre los comisionados y el guía nativo, que pone
de maniesto una diferencia de mentalidades y un punto de opinión del autor respecto
a los nativos amazónicos. La cognición, en la aplicación darwinismo social hacia la
Amazonía y la idiosincrasia de sus habitantes, y el positivismo y progresismo en el
bagaje teórico y empírico del autor. La historia, en las condiciones penosas del camino
que hizo más difícil la travesía de la Expedición Jessup. El diálogo, en la interacción
entre los expedicionarios y los nativos amazónicos. Y la acción en el hecho de asociar
su realidad con las mariposas blancas como signos de buen augurio, lo que les levantó
el ánimo.
Viaje anbio
En la tercera parte, enmarcado aún en el segundo día de viaje, reciben la ayuda de un
nativo llamado José, quien «les dio yuca y plátanos y les cedió la balsa de su uso»
(Torres Lara, 1898: 13). El autor le llama viaje anbio porque «el poder otante de
las balsas no era con todo el que correspondía al peso que llevaban, de suerte que iban
entre dos aguas y casi hasta la cintura bajo de ellas sus tripulantes» (Torres Lara, 1898:
13). En total fueron dos balsas las trasladadas, pero en el tercer día de viaje la segunda
balsa llegó muy atrasada y faltaba uno de sus tripulantes. El mayor Lorenzo dijo que
se ahogó Carrasco, pero al cuarto día de viaje apareció y contó que pudo defenderse
de animales con su manlicher y sus oraciones a la virgen.
Luego de un sinfín de peripecias, llegaron a la conuencia de los ríos Azupizú y Na-
zareteque, que da origen al río Pichis en el departamento de Pasco. Torres Lara le da
los epítetos de «legendario, fabuloso, místico» (Torres Lara, 1898: 16-17), Después,
se encontraron con un conibo que los miró con extrañeza, pero que compartió víveres
y semilla de yuca con los viajeros. De todos, el único que conocía esas regiones era el
capitán Contreras, mientras los otros dudaban de encontrarse cerca al Pichis, así que
el teniente César le preguntó al conibo por los ríos que avistaban y este respondió por
turno «Nazareteque, Azupizú y Pichis, ante tal armación no quedaron dudas que se
encontraban cerca al Pichis» (Torres Lara, 1898: 17). El conibo se fue con su canoa y
se alejó rápidamente a diferencia de los viajeros que a duras penas podían avanzar sus
balsas. Más tarde, navegando por el Pichis, «el capitán Contreras indicó la emboca-
dura del Chivis, lugar designado para el puerto Bermudez, donde dejaron un indicio
de su paso con una inscripción en la liza arena de la playa» (Torres Lara, 1898: 17).
Aquí la interacción social se presentó en la signicación del viaje anbio, los epítetos
dedicados al río Pichis y la reacción de los expedicionarios ante la guía del conibo
sobre los ríos que avistaban. La cognición, en tanto da a entender que el autor y este
199199
Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
a través de sus personajes reconocen las opciones y límites de las comunicaciones en
la Amazonía. La historia, pues muestra cuán estrechas estaban las relaciones entre
los nativos amazónicos y los viajeros, lo cual es resultado del reconocimiento del
territorio hecho a lo largo de las décadas anteriores. El diálogo, al reconocer la im-
portancia de la ayuda de los nativos en la continuación de su viaje. Y la acción, por
resultar el apoyo recibido en un avance hacia el objetivo de alcanzar el río Pichis y
seguir la ruta a Iquitos.
Salvajes i civilizados
El cuarto capítulo inicia en la mañana del quinto día de viaje con la vista de una co-
rriente de mariposas blancas, asociadas al buen augurio. Coincidentemente, entrado
el día, «se encontraron los comisionados con una canoa tripulada por dos nativos:
Gaspar (amuesha/yánesha) y Antonio (campa/asháninka), quienes se expresaban en
español y trasladaban a su numerosa familia» (Torres Lara, 1898: 18). De Gaspar se
dice que era afecto al dinero y por eso les cedió la canoa que tripulaba, luego los viaje-
ros se dirigieron a la casa de él donde había cierta cantidad de caucho y volvió a entrar
en tratos con los viajeros. Antonio le reprochó su proceder porque el caucho estaba
sujeto al pago de objetos dado por Guillermo Brandes, tirolés y único negociante de
esas regiones y le llama a seguir el acuerdo, aunque se trate de la habilitación (peonaje
por deuda), más conocido como enganche, componente crucial de todos los arreglos
laborales en la Amazonía (Santos Granero y Barclay, 2002: 55).
Siguiendo el quinto día de viaje, se encontraron con un conibo que se negó a vender
por dos soles a los viajeros un gallo que no era de él sino de un asháninka que estaba
cerca. De pronto apareció el dueño del gallo, quien trajo arco y echas para defender
su pertenencia, él también rechazó los dos soles. Torres Lara vuelve a manifestar su
opinión, esta vez sobre lo que piensa de la civilización y su ascendente sobre los na-
tivos amazónicos
21
. Parte del hecho que los soldados están apuntando con sus ries
al asháninka, que está en actitud defensiva. En palabras del autor, dichos ries «eran
armas de civilización y los expedicionarios eran vencedores de una conquista, cuyas
víctimas mueren por el progreso y la civilización de su patria» (Torres Lara, 1898: 21-
22). Esta parte naliza con la llegada de los expedicionarios, en el sexto día de viaje,
a la conuencia del Pichis con el Palcazu que forman el Pachitea, donde encontraron
un campamento de ambinos, los cuales advirtieron de «las privaciones y peligros que
iban a arrostrar» (Torres Lara, 1898: 23).
En esta cuarta parte la interacción social se aplica en la justicación que hace Torres
Lara sobre el uso de armas de guerra frente a los nativos amazónicos. La cognición
se ve en la postura darwinista y progresista que asume el autor, pues considera un
grupo humano como inferior y justica la belicosidad hacia ellos en aras de la civi-
21
Para Manuel Pardo en sus «Estudios sobre la provincia de Jauja» (hito importante en el proceso de
construcción de una cultura, una identidad y un discurso civilizador), la tensión existente entre el mundo
urbano y rural, escindidos a partir del proceso de modernización. Asimismo, deja el mundo del «otro»
abierto a la clasicación. Así, Jauja será descrita como un «inmenso jardín» zoológico y botánico. Si
bien este caso se reere al análisis de Jauja, tiene un punto comparativo en el hecho de tratarse de un
diálogo unilateral con los Andes, en donde no se da voz a sus habitantes, de manera similar que Torres
Lara con los nativos amazónicos.
200200
Ana Esther Laya AlcedoRev Arch Gen Nac. 2022; 37: 187-207
lización, es decir una mejor sociedad en opinión del autor. También en la valoración
económica de los naturales y la solidaridad entre congéneres. La historia, en el hecho
de que la colonización e integración de la Amazonía ha sido violenta en desmedro de
los nativos y sus territorios tradicionales. Así también, entre pueblos amazónicos se
han apoyado para hacer frente a la opresión de los foráneos a la región. El diálogo, en
cuanto se trata de civilizados a los expedicionarios y salvajes a los naturales amazó-
nicos. Además, que entre los nativos del capítulo se dio una relación de reciprocidad.
Y la acción, porque todos estos acontecimientos generaron fricciones entre los prota-
gonistas de la historia narrada.
Los vaticinios
En el quinto episodio, siguiendo el sexto día de viaje, el autor describe el paisaje. Lo
considera siempre igual y si varía es por el incremento del caudal de las aguas. Asi-
mismo, indica que «esta invariabilidad no es la monotonía de lo que no se mueve, sino
la reproducción de los atractivos de la naturaleza, de sus aspectos vitales, no cansan,
no fatiga el ánimo la perenne contemplación de ellos» (Torres Lara, 1898: 24). Aquí
se muestra la admiración del autor por el paisaje amazónico, quien tiene una óptica
foránea, por no pertenecer a esta región, así también se percibe cierto estilo naturalista
y exotismo para la descripción de los componentes de la naturaleza.
En la noche de ese mismo día, mientras los expedicionarios dormían, se oía el mur-
mullo de los seres de la selva. Estos ruidos «perturbaban al perro Palomo quien des-
pertó al cabo Pachas, y éste lanzó piedras al can, así como fue a despertar al capitán
Contreras junto a cuyo pie se refugió Palomo» (Torres Lara, 1898: 25). Después hubo
un diluvio que cayó sobre los viajeros. Para secarse prendieron una hoguera junto a la
que comenzaron una charla. El cabo Pachas le explicó al cabo Murillo que despertó
al capitán Contreras por el ruido que producía al dormir, el canto de la paca paca y
los aullidos del perro. Intervino el soldado Carrasco indicando que dichos cantos sig-
nicaban que alguno de ellos iba a morir y el mayor Lorenzo lo mandó a callar. De
todas maneras «ya se había difundido cierto desaliento en el espíritu de los soldados»
(Torres Lara, 1898: 26). Para difuminar tal desánimo, el capitán Contreras toma la
palabra y comienza el relato que es tema del siguiente capítulo.
La interacción social se presenta en la impresión del autor frente a la naturaleza ama-
zónica, así como la falta de costumbre de expedicionarios frente a los ruidos de los
seres de la selva. La cognición en cuanto a la admiración de Torres Lara por el paisaje
y la reacción de los comisionados ante los murmullos de los animales y el diluvio.
La historia, por lo que la Amazonía se ha caracterizado por su naturaleza en cons-
tante movimiento y que ha marcado la forma de vivir en ella. El diálogo se ve en los
expedicionarios que son el eje del relato y objeto de simpatías del autor, mientras la
naturaleza es el telón de fondo. Y la acción en el hecho de que ya se tornó el viaje más
estresante y largo de lo previsto, así como se difundió el desánimo.
El tunche
En la sexta parte, continuando en el sexto día, el capitán Contreras narra una anécdota
que le sucedió en noviembre de 1892 en la hacienda Paucaparta, ubicada en un caserío
a orillas del Amazonas, poco arriba de Omaguas. Hace varias reexiones como deno-
201201
Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
minar los troncos de árboles gigantescos «muertos en la batalla del progreso contra
la naturaleza» (Torres Lara, 1898: 27). Esta comparación denota la visión progresista
occidentalizante que sigue esta obra; aunque son las palabras del capitán Contreras, ha
de notarse coincidencia con la posición del autor. Surge la nostalgia de los libros, lo
cual es considerado por el capitán como uno de los peores tormentos, solo tenía un al-
manaque y fragmentos de periódicos desgastados, «mi único lazo con la civilización,
mis amigos» (Torres Lara, 1898: 28). Asimismo, el capitán señala que las gentes (es
decir los habitantes de la selva) «profesaban un odio innato al Viracocha
22
, que ocasio-
na en esta región desamparada de la justicia las más sangrientas catástrofes» (Torres
Lara, 1898: 28). De esto se colige un enfoque conquistador y desdeñoso atendiendo al
signicado de Viracocha, pues el equivalente al conquistador español en esta época es
el colonizador. El autor sugiere que el colonizador, ya sea de origen nacional o forá-
neo, es el elemento civilizador y progresista en la selva
23
. Esta opinión omite que las
«sangrientas catástrofes» tienen que ver con los abusos de parte de los colonos tanto
peruanos como extranjeros hacia los nativos amazónicos.
Volviendo a la anécdota, el capitán Contreras dice que, en la tarde de un día sin cre-
púsculo, escuchó el pío de un ave, ante lo cual el mozo que lo servía pronunció con
tono misterioso: «el tunche». Le preguntó al mozo qué es el tunche y este respondió
el muerto, que probablemente la persona que más quiere el capitán ya no está entre
los vivos, y al encontrarse en noviembre, mes de los difuntos, había más posibilidad
de que esto ocurriera. El capitán hace la aclaración que el mozo era borracho, lo
cual desmerecía lo exclamado por él. Antes de irse a dormir, el capitán vislumbró la
agitación de la selva. Llegó a decir «¡Misericordia! ante un trueno que estalló en el
mismo techo. Una vez terminada la tempestad, los zancudos salieron y se refugió en
el mosquitero» (Torres Lara, 1898: 31-32). El espectáculo narrado muestra la perple-
jidad del capitán ante el movimiento de la naturaleza y fue el antecedente de un sueño
intranquilo recordando el vaticinio. Finalmente, «el vaticinio mintió y se encontró con
su familia sana y salva. Concluido el relato, continuó el interrumpido sueño» (Torres
Lara, 1898: 33-34).
Aquí la interacción social se revela en la signicación de la palabra tunche por parte
del capitán Contreras y de su mozo. La cognición en cuanto a la actitud del mozo
cuando le habló al capitán del tunche y la reacción de este. También por la admira-
ción y perplejidad del capitán ante el movimiento de la Amazonía y la nostalgia por
la costa. La historia se presenta en el hecho de que las profecías basadas en cantos de
aves tienen un papel central en las cosmovisiones de los diversos pueblos amazónicos.
El diálogo por la descripción, que hace el autor del mozo, a quien desmerece por su
ebriedad, y por la posición a favor del capitán, quien era costeño como Torres Lara.
Y la acción se maniesta en el hecho de que dicha narración ayudó a distraer a los
expedicionarios de la tensión en que se hallaban.
22
Entre los súbditos de los incas, conquistador español (RAE, 2022).
23
«El proceso de colonización de tierras con inmigrantes extranjeros exhibía peligros reales que debían
ser tomados en cuenta, por eso Manuel Pardo evidenciaba sus preocupaciones en torno a lo problemáti-
co que resultaba llevar a cabo la cruzada colonizadora con inmigrantes enteramente extraños al ser del
Perú» (McEvoy, 2013: 242).
202202
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El desastre
Continuando con el séptimo capítulo, estando en el séptimo día del viaje, los viajeros
esperaban encontrarse «con un colono del Pichis, el tirolés Guillermo France, por la
posibilidad de obtener mejor comida y ver gente culta» (Torres Lara, 1898: 34). Esta
expectativa da a entender la insatisfacción de los expedicionarios por lo que venían
experimentando, además con la expresión ‘gente culta’ se está desdeñando a los na-
tivos amazónicos para los cuales se aplica el darwinismo social, pues a lo largo del
texto los denomina «salvajes». Durante el viaje, las mariposas blancas aleteaban, lo
cual era tomado como un buen presagio; sin embargo, de acuerdo al autor, era más
bien la antesala de la «cita con la fatalidad» (Torres Lara, 1898: 34-35). A eso de las
3 de la tarde, los viajeros se cruzaron con la canoa de cashiboyanos
24
(pertenecientes a
la familia pano) y preguntaron al patrón de los estos últimos si la correntada Sungaro-
yacu era peligrosa y este respondió que no, y después que se alejaron les dijo: ¡que la
virgen santísima los saque con bien!
Al poco rato de pasar por la correntada, «el oleaje era tan fuerte que la canoa se anegó
por completo trocándose en muy seria la situación» (Torres Lara, 1898: 36). Uno de
los soldados logró alcanzar la orilla, pero los otros dos, es decir «los cabos Pachas
y Murillo terminaron ahogándose por haber llevado puesto gruesa ropa de paño y
pesados zapatones para celebrar el encuentro con el colono» (Torres Lara, 1898: 37).
Tanto Pachas como Murillo murieron en la fatal tarde sin poder recuperarse sus cadá-
veres
25
. Torres Lara hace una digresión respecto a la tragedia: «ver caer al compañero
en el campo de batalla (…) verlo morir (…) con exclamaciones de odio al enemigo o
de amor a la causa por la que dio su vida, es ver una escena terrible pero grandiosa,
que (…) que exalta el entusiasmo o el ardor de la venganza, ¡pero verlos extinguirse
clamando por la vida, ahogados los hipos de la agonía por el borbollón de agua...!»
(Torres Lara, 1898: 38).
Esta reexión probablemente tiene inuencia en la experiencia del autor en la Guerra
del Pacíco y la impotencia por haber sido los soldados víctimas de la naturaleza en un
hecho que pudo evitarse. Menciona la presencia de las mariposas blancas que revolo-
teaban entre los agonizantes «ya no en son de esperanza sino en son de burla» (Torres
Lara, 1898: 38). En esta parte, las mariposas blancas perdieron para los expedicionarios
el signicado de buen augurio y más bien acompañan en sus penurias y tragedia a la
comisión. Aquí las mariposas se tornan en seres asociados a la muerte, «como sucedía
con algunos heteróceros (mariposas nocturnas) (…) aunque las mariposas de colores
blancos se relacionan con la luz, pureza y suerte» (Grustán, 1997: 340).
En esta séptima parte, la interacción social tiene que ver con las expectativas de los
expedicionarios, la conversación con los cashiboyanos, la tragedia acontecida y el
cambio de signicado de las mariposas blancas. La cognición, con la interpretación
24
Ramicación de la tribu omaguas (Stiglich, Von Hassel, Olivera y Ontaneda, 1907: 70).
25
Torres Lara menciona que una tosca cruz cerca del río Pachitea se colocó en honor a los soldados
ahogados. También que dichos soldados sirvieron durante la campaña de coalición a sus órdenes, hasta
la toma de Lima y después en el Regimiento «Húsares de Junín». Finalmente se unieron a la expedición
del Centro que iba a develar el movimiento en Iquitos, y se dieron de alta en el batallón «Arequipa»
Nº 7 (Torres Lara, 1898: 39).
203203
Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
de los comisionados de lo dicho por los cashiboyanos, la comparación de Torres Lara
de la tragedia con la guerra y el hecho de que pudo evitarse. La historia, con el debate
de cuál era la ruta más corta y factible para alcanzar Iquitos, dentro de la cual la Vía
Central no contaba con unanimidad, más bien tenía como competidora a la Vía del
Mayro. El diálogo, con los expedicionarios como víctimas y la naturaleza como victi-
maria y las mariposas como sinónimo de muerte. Y la acción se reeja en afrontar la
tragedia y seguir el viaje a pesar del desánimo.
Noche triste i viaje rápido
En el octavo y último episodio, siguiendo en el séptimo día de viaje, los que quedaban
de la expedición culpaban a los cashiboyanos por la tragedia acontecida. Torres Lara
señala que «los de Cashiboya no contribuyen ni han contribuido con su industria al
progreso de esa región
26
, como debiera ser por el mucho tiempo que hace pasan por
cristianos católicos» (Torres Lara, 1898: 40). Dicha aseveración sigue la línea occi-
dental y progresista del autor, para quien los nativos solo han contribuido al estanca-
miento de la región y tácitamente indica que el desarrollo ha venido con los colonos
—ya sean peruanos o extranjeros— que profesan la religión católica. En la noche, los
viajeros durmieron intranquilos, creían escuchar los gritos de los agonizantes, pero
aquello solo era producto del desvelo y la angustia. Al día siguiente, después del
mediodía, encontraron a Guillermo France, con quien debían reunirse el día anterior.
Estaba acompañado de su familia y advirtió a los comisionados que el embalsado
sujeto a la canoa de estos le hacía perder velocidad, pero la esposa de France dijo que
así iban más seguros y que si prescindían del embalsado podía pasarle una desgracia,
sin imaginar lo acontecido.
Siguieron su viaje los expedicionarios a toda velocidad, recorrieron el río Pachitea
y llegaron al temeroso paso de Baños, «cuyo cauce se estrecha demasiado coinci-
diendo con el cambio brusco de dirección del río, que podría deberse a que la orilla
derecha sea de roca» (Torres Lara, 1898: 43). Cruzaron cuidadosamente el paso y al
día siguiente, es decir en el noveno día de viaje, llegaron al Ucayali. En el Abujao se
dividió la comisión: «el capitán Contreras y los dos soldados sobrevivientes (entre
ellos el soldado Carrasco) siguieron en canoa hasta Iquitos, mientras el jefe y el otro
ocial (uno de ellos el mayor Lorenzo) esperarían el vapor» (Torres Lara, 1898: 43).
El grupo del capitán Contreras navegó día y noche sin práctico
27
; en el río Ucayali las
turbonadas llegaron a anegar sus canoas, pero sortearon el peligro. La travesía termina
en una mañana (no se puede inferir de qué día) estaban tomando su desayuno y un ár-
bol gigante cayó al río, que con gran estruendo hizo que las aguas se estrellaran contra
la canoa. A la hora de comer, «abrían la embarcación al centro, apartándose del canal,
a n de realizar esa función de la vida (…) acaso se debió a esto el no haber recibido
el mortal garrotazo» (Torres Lara, 1898: 44).
26
Manuel Pardo consideraba que el trabajo productivo tenía una función civilizadora y moralizadora
(McEvoy, 2013: 251).
27
Persona que, previa su correspondiente habilitación y nombramiento, asesora a los capitanes de buques
y artefactos otantes para facilitar su entrada y salida de los puertos, ríos, rías o barras, fondeader-
os, boyas, cargaderos exteriores y diques, en los movimientos tanto interiores como exteriores de los
buques, en fondeos, atraques y desatraques, así como en otras áreas, indicando la derrota conveniente de
la nave y las maniobras náuticas necesarias para una mayor seguridad de la navegación (RAE, 2022).
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En el último capítulo, la interacción social se maniesta en la resignación por la tra-
gedia acontecida, en la culpabilidad atribuida a los cashiboyanos y la continuación de
la travesía hacia a Iquitos. La cognición, en la digresión que hace el autor, al decir que
los cashiboyanos solo han contribuido al estancamiento de la región, siguiendo una
línea progresista occidental. La historia, en el hecho de que las tragedias en los ríos
fueron episodios comunes en la Amazonía, que aún para nes del siglo XIX estaba en
proceso de reconocimiento geográco. El diálogo, al considerar a los expedicionarios
como los héroes del relato y a los cashiboyanos como los villanos. Y la acción en el
hecho de que ya se habían acostumbrado al movimiento de los ríos y de la vegetación,
además de haber recibido una gran lección tras la tragedia acontecida, aprendieron a
salvaguardarse de los peligros que ofrecía la naturaleza amazónica.
Conclusiones
Esta obra es una suerte de historia novelada de las vicisitudes que vivió por la Vía
Central la Expedición Jessup, enviada por el gobierno peruano en 1896 a Iquitos a n
de contener el levantamiento federalista producido por Ricardo Seminario y Mariano
José Madueño. El autor aplica en todo el relato el positivismo, en cuanto a enfoque
socio-cientíco, el darwinismo social, para designar grupos humanos superiores e
inferiores, y el progresismo por sociedades más avanzadas que otras. Destacan las
reexiones del autor sobre la naturaleza y vida de los nativos amazónicos. Se dan a
conocer las expectativas de los viajeros, forzosamente foráneos, que no compartían la
cosmovisión de los oriundos. Asimismo, en Las mariposas blancas el autor deja un
testimonio de cómo fue el reconocimiento del territorio por comisiones anteriores y la
construcción de la vía central. De la lectura rigurosa del libro se concluye que:
1. Los expedicionarios son el eje del relato, hacia ellos se dirigen las simpatías del
autor. Para Torres Lara los expedicionarios son un medio de civilización en la
Amazonía, aunque posean armas y amedrenten a los nativos. He aquí la apli-
cación del positivismo. El n es llegar a Iquitos, pero debido
a las dicultades
logísticas del camino, atravesarán obstáculos y tragedias.
2. La Vía Central de la selva o Camino del Pichis era desconocido para los viajeros,
salvo para el capitán Contreras; esto marcó el ritmo y la sincronía de la comisión,
así como el poder proveerse de alimentos y lugares para descansar. La guía de los
nativos amazónicos fue de gran ayuda para seguir la ruta de los ríos.
3. Los nativos amazónicos son tildados de salvajes, inferiores y haraganes, esto im-
plica su visión darwinista. El autor remarca el ascendente de la civilización en
ellos, a pesar de que haya sido por la fuerza militar; son vistos desde la óptica
de la otredad y no se toma en cuenta en el relato los abusos que sufren, lo cual
distorsiona la apreciación hacia los nativos.
4. Torres Lara recurre a las digresiones sobre tópicos como el matrimonio para la
mujer amazónica, la civilización y la muerte, con lo cual muestra su posición
respecto a dichas vivencias en la selva, pues al ser él un foráneo a la región, no
comparte la sensibilidad, cosmovisión e idiosincrasia de los nativos. Aquí toma
una posición progresista occidentalizante.
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Discurso sobre la Amazonía de la selva central. El caso de Las mariposas blancas de José T. Torres Lara (1898)
5. La admiración que el autor siente por la naturaleza amazónica es evidente, ya sea
a través de sus palabras o de las de sus personajes. Se muestra anonadado ante el
movimiento, la exuberancia y grandiosidad de la ora, fauna y fenómenos me-
teorológicos, los que constituyen el telón de fondo de la historia narrada. Esto es
reejo del exotismo y extrañeza sentido por Torres Lara.
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