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REVISTA DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Historia
El Departamento Marítimo del Callao
y la independencia de Guayaquil
Jorge Ortiz Sotelo
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Resumen
La reorganización de la Armada peruana, a nes del siglo XVIII, incluyó la creación
del Departamento Marítimo del Callao, en 1799. Gracias a este esfuerzo, el Perú man-
tuvo un control casi exclusivo del Pacíco sur, pero la creciente presencia de naves
británicas, norteamericanas y bonaerenses, unido a la pugna por el control del mar que
emprenderán los chilenos luego de su independencia, supuso un fuerte embate a las
fuerzas realistas. A pesar de las infructuosas solicitudes de refuerzos a España, con la
pérdida del puerto de Guayaquil, principal astillero del virreinato peruano, se debilitó
el poder realista, lo que fue denitivo para el desenlace de la Expedición Libertadora.
Palabras clave: Departamento Marítimo del Callao, Armada, Expedición Libertado-
ra, Abascal, Pezuela, San Martín, Océano Pacíco, Guayaquil.
The Maritime Department of Callao and the independence
of Guayaquil
Abstract
The reorganization of the Peruvian Navy at the end of the 18th century included
the creation of the Callao Maritime Department in 1799. Thanks to this effort, Peru
maintained an almost exclusive control of the South Pacic, but the growing presence
of British, North American and Buenos Aires ships, together with the struggle for
control of the sea that the Chileans undertook after their independence, meant a strong
attack on the royalist forces. In spite of the unsuccessful requests for reinforcements
to Spain, with the loss of the port of Guayaquil, the main shipyard of the Peruvian
1
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, Perú. Ph.D. en Historia Marítima por la Universidad
de Saint Andrews (Escocia). Correo electrónico: thalassajos@gmail.com
Recibido: 15/04/2022. Aprobado: 23/06/2022. En línea: 22/08/2022.
Citar como: Ortiz Sotelo, J. (2022). El Departamento Marítimo del Callao y la independencia de
Guayaquil. Revista del Archivo General de la Nación, 37: 105-118. doi: https://doi.org/10.37840/ragn.
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viceroyalty, the royalist power was weakened, which was denitive for the outcome
of the Liberating Expedition.
Keywords: Callao Maritime Department, Navy, Liberating Expedition, Abascal,
Pezuela, San Martin, Pacic Ocean, Guayaquil.
Introducción
El maremoto del 28 de octubre de 1746 destruyó lo poco que quedaba de la Armada de
la Mar del Sur, institución virreinal que había tenido a su cargo la defensa del Pacíco
desde nales del siglo XVI. Tal tarea fue asumida por la Real Armada, que a lo largo
de casi siete décadas empeñó en esa labor 62 buques, número claramente insuciente
para el enorme espacio en el que debían operar. En su gran mayoría fueron navíos (16)
y fragatas (29) asignadas al Apostadero Naval del Callao en épocas de crisis, mientras
que unidades menores sirvieron por periodos más prolongados, esencialmente en fun-
ciones de guardia costera. Solo a partir de 1794, al arribar los bergantines Limeño y
Peruano, el Callao contó con unidades asignadas de manera permanente.
2
El mando de estas fuerzas, así como de las instalaciones en tierra, fue ejercido por el
comandante más antiguo presente hasta 1799, cuando se creó el Departamento Maríti-
mo del Callao, con jurisdicción desde Veraguas hasta el Cabo de Hornos, y se nombró
al brigadier Tomas Ugarte y Liaño como su primer comandante general. El último en
desempeñar tal función fue el brigadier Antonio Vacaro, quien en setiembre de 1821
debió entregar los medios a su mando a las fuerzas independentistas.
Como parte del esfuerzo organizativo del Departamento, en 1800 se estableció la
matrícula de gente de mar en sus tres provincias, Guayaquil, Callao y Valparaíso; y al
año siguiente se estableció la capitanía de puerto de Guayaquil, dependiente de la del
Callao. En 1804 el capitán de fragata Joaquín de Asunsolo fue nombrado para dicho
cargo, relevando a José María Cucalón, quien lo ejercía de manera interina (Sánchez,
2011: 238); logrando establecer la matrícula al año siguiente.
Al ser el principal astillero en la costa oeste americana, Guayaquil tuvo un papel
trascendental tanto para la Armada de la Mar del Sur como para las naves de la Real
Armada basadas en el Callao. Esto, unido a los vínculos comerciales y familiares en-
tre ambos puertos, estableció una relación de mutua dependencia; y fue por ello que
la independencia de Guayaquil, en el que se vieron involucrados no pocos peruanos,
implicó a su vez un duro golpe al Departamento Marítimo del Callao.
Apagando incendios
El proceso de independencia hispanoamericano, desencadenado en 1808 a raíz de los
sucesos de Bayona, llevó a la formación de juntas de gobierno en diversos puntos del
continente, lo que, unido a la creciente presencia de naves británicas y norteamerica-
nas, generó nuevas tareas para los magros recursos navales españoles en el Pacíco
Sur. Esto se tornó más complejo a raíz del establecimiento permanente de una fuerza
2
Sobre este tema, en extenso, véase Ortiz, 2015.
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El Departamento Marítimo del Callao y la independencia de Guayaquil
naval británica en Río de Janeiro en 1807, y a la guerra que entre 1812 y 1814 libraron
Estados Unidos y su antigua metrópoli (Ortiz, 2005).
El virrey Fernando de Abascal (1806-1816) enfrentó esta compleja situación con en-
comiable tesón, además de apoyar a los apostaderos de Montevideo, San Blas y Ma-
nila, y remitir considerables sumas de dinero a España para contribuir con el esfuerzo
de la guerra peninsular. En 1810, cuando se iniciaron las acciones militares en el Alto
Perú para detener a las fuerzas enviadas por el recién establecido gobierno de Buenos
Aires, Abascal disponía de muy pocas unidades navales, pese a lo cual, y práctica-
mente sin ningún apoyo de la Península, durante los años siguientes pudo restablecer
el dominio real sobre Cusco, Alto Perú, Quito y Chile.
Cuando el 10 de agosto de 1809 se constituyó una junta en Quito que destituyó a
las autoridades españolas, Abascal reforzó la guarnición de Guayaquil y proveyó de
armas al de Cuenca, cuyo cabildo había solicitado ser incorporado a la Audiencia de
Lima mientras la de Quito estuviese sin poder actuar. Ante la demora del virrey de
Nueva Granada para someter a los insurrectos, el virrey peruano dispuso que el go-
bernador de Guayaquil despachara las fuerzas que le había enviado para restablecer
el orden en Quito. La cercanía de estas tropas, al mando del teniente coronel Manuel
Arredondo, y las que a órdenes del coronel Melchor Aymerich avanzaron desde Cuen-
ca, llevaron a los miembros de la Junta a reponer en su cargo al Presidente de la Au-
diencia, aun cuando bajo determinadas condiciones. El ingreso de las tropas limeñas
a Quito puso n a esas concesiones y llevó a prisión a varios de los comprometidos,
muchos de los cuales morirían durante la revuelta popular de 1810 (Díaz, 1948: 81-
125; Abascal, 1944: II, 79-101).
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En setiembre de ese año una nueva junta de gobierno fue instalada en Quito y, tras
derrotar a Arredondo y tomar algunas ciudades, en diciembre proclamó su autonomía
tanto de Santa Fe como de Lima. Dado que el virrey de Nueva Granada había sido
también depuesto, Abascal volvió a enviar tropas a Guayaquil, esta vez al mando del
general Toribio Montes, quien logró restablecer el orden a nales de 1812, asumiendo
la presidencia de la audiencia (Salvador Lara, 1994: 281-284).
Abascal también llevó a cabo operaciones militares en el Alto Perú. Estas se ini-
ciaron en setiembre de 1809, cuando fuerzas al mando del brigadier Manuel de
Goyeneche cruzaron el río Desaguadero para someter a las juntas de Charcas y La
Paz, que habían desconocido la autoridad del virrey del Río de la Plata. En pocas se-
manas, Goyeneche logró su cometido, pero la calma no duró mucho, pues cuando en
mayo de 1810 se formó la junta de Buenos Aires, el Alto Perú se negó a someterse
a ella y pidió apoyo a Abascal para defenderse. En julio de 1810, Goyeneche volvió
a cruzar el Desaguadero e inició una larga campaña que habría de prolongarse hasta
1825, siendo sucedido en el mando por el brigadier Joaquín de la Pezuela, y luego
por el mariscal José de la Serna.
También debió enviar fuerzas al sur, al estallar la revolución del Cusco, en 1814, el
mismo año en que Chile fue nalmente reconquistado por la tercera expedición des-
pachada desde el Callao.
3
Respecto a la petición del Cabildo de Cuenca, ver Abascal, 1944: II, 86-87.
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El control del mar que hasta entonces había disfrutado Abascal comenzó a modicarse
en diciembre de 1815, cuando ingresaron al Pacíco tres naves bonaerenses al mando
del coronel Guillermo Brown. Tras capturar algunas embarcaciones y atacar el Callao
en enero de 1816, las naves de Brown se dirigieron a Puná, desde donde se preparó
para surcar el Guayas y atacar Guayaquil. Como es conocido, el ataque, llevado a
cabo el 8 de febrero, resultó un fracaso y Brown fue apresado, siendo canjeado por
varios prisioneros realistas, bajo el compromiso de alejarse de la zona.
Al conocerse en Lima del ingreso de Brown al Pacíco, y no contando con sucientes
naves de guerra para conjurar el peligro que representaba, el gremio de navieros armó
cuatro fragatas que zarparon del Callao el 15 de febrero, en una infructuosa búsqueda
que las llevó hasta la península de Santa Elena.
Estos hechos hicieron evidente la necesidad de incrementar el poder naval local, por
lo que se pidió el envío de refuerzos desde España. Pedidos de este tipo se habían
hecho con anterioridad, ante las diversas situaciones de peligro que había debido en-
frentar el virreinato peruano, pero el lamentable estado en el que se hallaba la Real
Armada, severamente disminuida durante la guerra de independencia española, hizo
muy difícil que fuese atendido con prontitud. Consciente de esta situación, el virrey
Joaquín de la Pezuela (1816-1821) optó por habilitar localmente algunos buques de
guerra, entre ellos el bergantín Trinidad (apresado a Brown en Guayaquil), aunque
su pésimo estado obligó a rematarlo al llegar al Callao. Igual suerte corrió la corbeta
Peruana, que desde hacía varios años se encontraba desarmada.
4
Lo recaudado por ambas naves, unido a los fondos provistos por el Consulado, per-
mitieron que a nales de 1816 se adquiriera el bergantín Cicerón, que pasó a denomi-
narse Pezuela, y que se etara la fragata mercante Veloz Pasajera, recién llegada de
Guayaquil, armando al primero con 22 cañones y a la segunda con 30 (Rodríguez y
Lohmann, 1947: 98 y 101).
5
A estas naves se sumó, a nes de setiembre, la fragata real
Venganza, con 40 cañones, que al mando del capitán de navío Tomás Blanco Cabrera
había salido de Cádiz en mayo (Rodríguez y Lohmann, 1947: 88-89).
6
Estos buques desempeñaron diversas funciones, entre ellas proteger las tropas que
habían comenzado a llegar por la vía de Panamá. No obstante, la derrota de las fuerzas
realistas en Chile en 1818, que permitieron el restablecimiento de un gobierno inde-
pendiente, planteó un nuevo reto al virreinato y al departamento marítimo.
Las fragatas Venganza y Veloz Pasajera, la corbeta Sebastiana y los bergantines Pe-
zuela y Potrillo, reforzados en setiembre de 1818 con la fragata Esmeralda, debían
bastarle al virrey Pezuela para reubicar sus fuerzas y derrotar a las dirigidas por San
4
Archivo General de Marina don Álvaro de Bazán (en adelante AGMAB), Expediciones a Indias, le-
gajo 57, carpeta 14/7/1817, Vacaro al Secretario de Marina, 17, Lima 22/11/1816; y 22, Lima
21/12/1816.
5
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 55, carpeta 27/11/1816, Vivero al Secretario de Marina,
373, Callao 29/4/1816; y legajo 57, carpeta 14/7/1817, Vacaro al Secretario de Marina, 23, Lima
21/12/1816, nº 25, Lima 31/12/1816, y nº 29, Lima 15/1/1817.
6
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 54, doc. 2/3/1816; Hidalgo de Cisneros a Vásquez Figueroa, nº
464, Cádiz 10/5/1816; y legajo 56, carpeta 12/4/1817, Blanco Cabrera a Vásquez de Figueroa, Callao
6/10/1816. Gaceta del Gobierno de Lima I, nº 72 (14/9/1816), p. 565; nº 75 (21/9/1816), p. 592.
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Martín y O’Higgins. Sin embargo, la dura lección de 1814 había sido aprendida por
los independentistas chilenos, que ahora estaban decididos a obtener el control del
mar para poder consolidad su éxito.
En efecto, haciendo un notable esfuerzo, a lo largo de ese año Chile logró conformar
una escuadra signicativa, integrada por el navío San Martín, las fragatas Lautaro y
O’Higgins, la corbeta Chacabuco y los bergantines Puyrredón, Galvariño y Arauca-
no; que en conjunto sobrepasaban en potencia de fuego a las naves realistas.
Tanto Pezuela como el brigadier Antonio Vacaro, comandante del Departamento Ma-
rítimo del Callao, comprendieron que, si no recibían refuerzos sustantivos, el control
del mar pasaría a manos de los independentistas. Con ello, se perdería la capacidad
de reforzar a las fuerzas que operaban en posiciones distantes, y el virreinato peruano
quedaría expuesto a ser invadido. Tras insistir en su pedido de apoyo, a nes de 1818
zarpó de Cádiz una división al mando del brigadier limeño Rosendo Porlier, confor-
mada por los navíos Alejandro I y San Telmo, y la fragata Prueba. De estas tres naves
solo la fragata logró arribar al Callao, pues el Alejandro I debió retornar desde la mi-
tad del Atlántico y el San Telmo se perdió en la Antártida (Ortiz, 1995).
Mientras se esperaba el arribo de esta división, en el Callao se armó a las fragatas
Cleopatra, Resolución y Presidenta.
El golfo de Guayaquil
Tras la expedición de Brown, algunas otras naves armadas en corso en Buenos Aires
y Valparaíso actuaron en esta zona.
La primera fue la corbeta Rosa de los Andes, referida también como Santa Rosa o
Chacabuco, que salió de Buenos Aires a mediados de 1817, y en setiembre capturó un
pailebote correo en Paita, siendo infructuosamente buscada por las fragatas Cleopa-
tra y Tagle (Rodríguez y Lohmann, 1947: 165 y 168).
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El 8 de diciembre, apresó en
Montecristi al Merceditas, liberándolo nueve días después; y en la misma zona tomó
una chata y al bergantín Volador, echando a pique al primero y armando en corso al
segundo (Rodríguez y Lohmann, 1947: 210-211 y 219-220). Poco después, se produ-
jo un motín a bordo del corsario, echando a tierra en Montecristi a una veintena de
tripulantes que no se quisieron plegar al mismo, y poniendo proa a Hawái, donde fue
vendida al rey Kamehameha.
Se reportó luego al bergantín Chileno, que al mando de Henry James estuvo en la
costa peruana, enfrentándose en febrero de 1818 con la fragata Tagle en la ría guaya-
quileña. Tras tres horas de combate, logró romper contacto y evadirse, dirigiéndose
luego a Valparaíso. Volvió a zarpar en setiembre de ese mismo año, capturando dos
naves en el golfo de Guayaquil antes de dirigirse a las costas mexicanas (Rodríguez y
Lohmann, 1947: 212, 214-215, 222, 244-245, 369 y 389). A mediados de ese mismo
año, el bergantín Maypú, al mando del irlandés John Brown, también armado en Chi-
7
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 60, carpeta 7/3/1818, Vacaro al Secretario de Marina, 84,
Lima 8/10/1817.
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le, apresó una nave en la ría guayaquileña, siendo capturado en octubre por la fragata
Resolución.
A lo largo de 1818 los buques de guerra asignados al Callao estuvieron empeñados
en bloquear Valparaíso y apoyar Talcahuano, donde aún resistían las fuerzas realistas;
así como a transportar tropas a Puertos Intermedios para reforzar al Ejército del Alto
Perú. La pérdida de la María Isabel, capturada por Blanco Encalada a nes de octu-
bre, llevó a Pezuela a reajustar sus planes, pues la superioridad que pensaba alcanzar
con dicha fragata resultaba ahora imposible.
A principios de diciembre se envió a Guayaquil a la Cleopatra, con 4 cañones de 18
libras, fusiles y pertrechos para forticar el lugar y armar las 4 cañoneras construi-
das con aporte del vecindario por el capitán de puerto, capitán de fragata Joaquín de
Villalba. También transportó al coronel de ingeniería Miguel María de Atero, quien
debía dirigir las obras de forticación.
Ese mismo mes, Lord Thomas Alexander Cochrane asumió el mando del escuadrón
chileno, e izó la insignia de vicealmirante en la O’Higgins, nuevo nombre de la María
Isabel. Buscando destruir a las fuerzas navales opositoras, el 28 de febrero se pre-
sentó delante del Callao, realizando varios ataques, sin causar daños sustantivos, y
bloqueándolo hasta principios de mayo.
Al retornar a Valparaíso, quedó en la zona la fragata corsaria Rosa de los Andes, al
mando de John Illinworth, que luego de capturar a la mercante Tres Hermanos cerca
de Pisco, se dirigió al norte y atacó Sechura el día 11 de mayo. La Venganza y la Es-
meralda salieron en su búsqueda a principios de julio, siendo seguidas poco después
por la Sebastiana y el Maypú. Ambas divisiones estuvieron cruzando por la costa cen-
tral, sin llegar a reunirse, retornando al Callao a nes de ese mismo mes (Rodríguez y
Lohmann, 1947: 488-489, 499-500).
8
Cochrane volvió a hacerse a la mar a principios de setiembre de 1819 con el propósito
de destruir a las fragatas de guerra españolas y evitar así su posible reunión con la
división que al mando de Porlier se esperaba de un momento a otro. Llegó al Callao
el 28 de ese mes y los ataques al puerto se iniciaron en la noche del 1 de octubre. Fue
en esas circunstancias que, al tercer día de iniciados los ataques, la Prueba arribó a
Chorrillos. Su comandante, capitán de navío Melitón Pérez del Camino, se percató
de lo que estaba sucediendo y, ante la escasez de víveres, leña y agua, y con varios
enfermos a bordo, optó por dirigirse a Guayaquil. Enterado de ello, Cochrane levantó
el bloqueo y puso proa al norte en busca de esta fragata.
El 23 de octubre la fragata española arribó a Guayaquil, con casi 230 enfermos a
bordo, iniciándose de inmediato los trabajos para repararla. Mientras tanto, una parte
del escuadrón chileno volvió a restablecer el bloqueo del Callao el 8 de noviembre y
Cochrane, con la O´Higgins, la Lautaro y dos bergantines, llegó al golfo de Guayaquil
a nales de noviembre y capturó las fragatas mercantes Begoña y Águila. Al saberse
esto en la ciudad, se reforzaron las defensas y se despacharon cinco lanchas a la Punta
8
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 65, carpeta 12/11/1819, Vacaro al Secretario de Marina, nº 171,
Lima 6/7/1819.
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El Departamento Marítimo del Callao y la independencia de Guayaquil
de Piedra, al mando del capitán de puerto, el ya referido capitán de fragata Joaquín Vi-
llalba, y de Luis Pardo, ocial de similar graduación que había arribado recientemente
para embarcarse como segundo comandante de la Prueba.
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Frustrado por no haber podido tomar a la fragata española, el 12 de diciembre Cochrane
abandonó Puná y se dirigió al sur, donde logró capturar Valdivia el 3 de febrero de 1820.
Para entonces, la situación se tornaba cada vez más complicada para las fuerzas rea-
listas. Se sabía que San Martín había retornado de Mendoza a Santiago de Chile con
más de 3000 hombres, con la intención de conducir una expedición sobre el Perú,
operación plenamente factible pues los independentistas habían alcanzado un adecua-
do control del mar. Disputárselo resultaba poco probable con los medios disponibles,
más aún con la Prueba en Guayaquil, imposibilitada de salir pues, si bien logró care-
narse, había perdido más de la mitad de su dotación, por enfermedad y deserción.
10
No
había muchas opciones, era necesario a reunir las tres fragatas (Prueba, Esmeralda y
Venganza) para que con los pocos buques de guerra que aún quedaban y los mercantes
armados pudieran constituir una amenaza razonable a las operaciones enemigas.
Con tal n, la Esmeralda y la Venganza, al mando de Coig, zarparon del Callao el 9 de
febrero (Rodríguez y Lohmann, 1947: 647-649)
11
llevando 100 hombres adicionales
para la Prueba, además de 50,000 pesos, fornitura y pasajeros que fueron desembar-
cados en Paita para apoyar a la división de Piura. El 18 de febrero se reunieron con la
Prueba en Puná, y cinco días más tarde las tres fragatas se dirigieron al sur.
12
En los meses siguientes las naves españolas realizaron diversas comisiones para re-
forzar algunos puntos del extenso litoral virreinal, entre ellos Guayaquil. Al mando
del propio Vacaro, la Prueba, el Maypú y la mercante Xaviera se dirigieron a ese
puerto con el nuevo gobernador de Guayaquil, brigadier José Pascual de Vivero, y el
batallón de Granaderos de Reserva, del Cusco, arribando el 1 de mayo. En Guayaquil
embarcaron una compañía del batallón Numancia, y el día 6 zarparon para cruzar
hasta Panamá, aunque el Maypú debió retornar a Guayaquil por sufrir una avería en
su arboladura (Rodríguez y Lohmann, 1947: 722).
13
La Prueba recaló en Santa Elena, Montecristi y la boca del río Esmeraldas para tomar
noticias del enemigo, y a mediodía del 14 de mayo, a la altura de punta Manglares,
avistó a la fragata corsaria Rosa de los Andes, que logró evadirla al caer la noche. Al
9
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 65, carpeta 12/11/1819, Pérez del Camino al Secretario de
Marina, Guayaquil 4/2/1820; y legajo 67, carpeta 3987, Vacaro al Secretario de Marina, 196, Lima
26/1/1820, Pérez del Camino a Vacaro, Guayaquil 29/12/1819.
10
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 67, carpetas 3986, Vacaro al Secretario de Marina, 192,
Callao 23/12/1819, Anexo 3, Pérez del Camino a Vacaro, Guayaquil 29/11/1819; y 3987, Vacaro al
secretario de Marina, 198, Lima 20/2/1820, anexos, Pérez del Camino a Vacaro, Guayaquil
29/12/1819 y 14/1/1820.
11
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 67, carpeta 3987, Vacaro al Secretario de Marina, nº 198, Lima
20/2/1820, Vacaro a Coig, Callao Lima 8/2/1820; Estados de Fuerza y Vida 2235/16, Esmeralda, Callao
9/2/1820.
12
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 67, carpeta 29/12/1820, Vacaro al Secretario de Marina, nº 199,
Lima 23/4/1820.
13
Museo Nacional de Arqueología Antropología e Historia del Perú, ms. 793, acuse de recibo al coman-
dante militar de Paita, Piura 22/5/1820.
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amanecer la descubrieron a cinco leguas a sotavento y la Prueba se lanzó sobre ella,
persiguiéndola hasta caer la noche, cuando trabaron combate cerca de la isla Gorgona.
La acción duró casi una hora y la corsaria quedó muy dañada, pero logró nuevamente
evadirse al amparo de la obscuridad. Al amanecer el 16 no se vio señales de ella, por lo
que la Prueba se dirigió a la costa de Popayán, donde la descubrieron internándose en
el río Iscuandé. Vacaro despachó tres botes en su búsqueda, que al retornar le informa-
ron que no se veía al buque enemigo, pero que su dotación había saltado a tierra, por
lo que se abandonó su búsqueda y la fragata española se dirigió a Arica (Rodríguez y
Lohmann, 1947: 734-735).
14
Poco después, el 20 de agosto, zarparon de Valparaíso 14 transportes conduciendo
4700 soldados que al mando del general San Martín debían iniciar la campaña in-
dependentista en el Perú. Cochrane daba escolta a este convoy con siete buques de
guerra.
La noticia de ese zarpe fue prontamente conocida en Lima, pero obviamente no había
información sobre el lugar donde dicha expedición tomaría tierra. El 10 de setiembre,
luego que se supo que tres días antes la expedición había arribado a Pisco, disponien-
do el Virrey que la Venganza y la Esmeralda se acercaran a esa zona para vericar que
se no trataba de un amago destinado a hacer desplazar las fuerzas realistas a Pisco y
luego dirigirse a otro punto más cercano al Callao. Tras vericar lo que sucedía, las
fragatas retornaron al Callao el 25 (Rodríguez y Lohmann, 1947: 754-755, 770).
Convencido de que la invasión del virreinato nalmente se había iniciado, Pezuela
trató de reforzar las defensas de la capital, enviando a Arica a las fragatas Prueba y
Venganza, al mando del capitán de navío José Villegas, comandante de la primera,
para traer al brigadier José de Canterac con un batallón de infantería y un escuadrón
de caballería. Tras recoger a esa fuerza, y luego de tocar Mollendo, en la noche del
23 entraron en comunicación con el bergantín goleta Nuestra Señora del Carmen,
que traía pliegos de Vacaro con noticias sobre el ataque que la división enemiga había
efectuado al Callao la noche del 5 de noviembre, que había culminado con la pérdida
de la Esmeralda, y con ella de las señales empleadas por las fuerzas españolas.
15
Ante esto, y enterado ya de la pérdida de Guayaquil, el 22 de noviembre Villegas optó
por dirigirse a Acapulco, tocando en Panamá para informar sobre sus movimientos.
Iniciaron así un largo viaje en el que contribuyeron a la recaptura realista de Acapulco;
puerto que debieron abandonar algún tiempo después tanto por el sitio al que estaba
sometido como por el deterioro de la disciplina a bordo por las disensiones entre
españoles, criollos, constitucionalistas y absolutistas. Las dos naves se dirigieron a
Panamá, arribando el 30 de octubre de 1821, dos días después que dicha ciudad se
proclamara por la independencia. Tanto el coronel José de Faberga, jefe político y mi-
litar del Istmo, como Villegas, se vieron en una situación difícil; pues mientras que el
14
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 67, carpeta 29/12/1820, Vacaro al Secretario de Marina, nº 201,
Lima 8/8/1820; Suplemento de la Gaceta del Gobierno de Lima V, nº 41 (6/7/1820), Presidente de Qui-
to, Aymerich a Pezuela, Quito, 10/6/1820; incluye parte del teniente gobernador de Barbacoa, Antonio
Rodríguez y Moreno, al presidente de Quito, Barbacoa 30/5/1820.
15
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 69, carpeta 28/6 a 25/7/1821, Vacaro a Villegas, Lima 6/11/1820,
reservada de la misma fecha y Lima 8/11/1820; Anselmo Gago a Villegas, Arica, 12/11/1820.
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El Departamento Marítimo del Callao y la independencia de Guayaquil
primero creyó que las fragatas restablecerían el gobierno realista; el segundo, no tenía
fuerzas para imponerse ni víveres para dirigirse a Manila o Río de Janeiro, los puertos
más cercanos a donde habría podido dirigirse antes de que la escuadra de Cochrane
les diese alcance. Ante esta comprometida situación, el 4 de noviembre llegaron a un
acuerdo, que permitió que las naves se reabastecieran a cambio de no atacar el puerto.
El acuerdo agudizó las tensiones a bordo, produciéndose varias deserciones, entre
ellos cinco de los ocho ociales de guerra de la Prueba; quedando en la Venganza solo
su comandante y tres alféreces.
16
Finalmente, a principios de febrero de 1822 las dos fragatas arribaron a Guayaquil,
uniéndoseles en dicho puerto la corbeta Alejandro. No tenemos información sobre lo
sucedido en la división española en esos días, pero presumimos que Villegas debió con-
vocar a sus ociales para debatir las opciones que les quedaban. Estas no eran muchas,
pues la limitada cantidad de víveres disponibles hacía imposible alcanzar Manila o Río
de Janeiro, y seguir navegando a la espera de arribar a otro puerto americano era arries-
garse a perder los buques en manos de Cochrane o de un motín. También debió pesar
en el ánimo de Villegas y sus ociales las vinculaciones familiares que tanto ellos como
muchos de sus tripulantes tenían en el Callao y Lima. Lo cierto es que el 15 de febrero
de 1822, Villegas y el general Francisco Salazar, representante diplomático peruano,
aprobaron un acuerdo mediante el cual las dos fragatas y la corbeta Alejandro, que
también había llegado a ese puerto, fueron entregadas al gobierno peruano a cambio de
cubrir los sueldos de sus tripulaciones, atrasados desde octubre de 1820, pagar a España
cien mil pesos cuando reconociera la independencia americana, repatriar a los ociales
y tripulantes que desearan hacerlo, y ascender a los que desearan permanecer al servicio
del nuevo estado. Producida la entrega, la Prueba zarpó hacia el Callao, incorporándose
al servicio naval peruano como Protector, mientras que las otras dos naves quedaron en
Guayaquil. Eventualmente, la Venganza pasó al servicio colombiano bajo el nombre de
Guayas, y la segunda fue devuelta a su propietario.
El último gobernador
El 20 de marzo de 1820 el brigadier Juan Manuel de Mendiburu escribió al virrey
Pezuela pidiendo ser relevado de sus funciones como gobernador de Guayaquil, cargo
que había ejercido desde 1817, por encontrarse con la salud bastante deteriorada. Ante
la necesidad de nombrarle un reemplazo interino, hasta que dicha designación fuese
raticada por el rey, la junta de guerra del 11 de abril determinó designar al brigadier
José Pascual de Vivero, «cuyo desempeño exacto y carácter propio a conciliar los áni-
mos en las circunstancias del día y en las que por noticias se haya aquella ciudad».
17
También se acordó enviar al ya mencionado batallón de Granaderos de Reserva como
guarnición de Guayaquil. La mayor parte de los integrantes del batallón eran del sur
peruano, estando al mando del mismo el coronel español Benito García del Barrio.
Era capitán de una de sus compañías el arequipeño José Gregorio Escobedo, quien
habría de tener un importante papel en la independencia de Guayaquil.
16
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 71, carpeta 21/6 a 18/8/1822, Villegas al Secretario de Marina,
Panamá 31/12/1821.
17
Archivo General de la Nación, Perú (en adelante AGN), GO_BI_BI1_062, 1838.
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Once días después de esta decisión, el 22 de abril zarparon la fragata Prueba, el ber-
gantín Maypú y la mercante Xaviera, llevando a Vivero y al referido batallón, lle-
gando a Puná el 1 de mayo, desde donde Vivero escribió al Cabildo de Guayaquil
anunciando su arribo. El día 3, dicho cuerpo acordó:
18
[…] respecto a hallarse el nuevo señor Gobernador interino en el puerto de
la Puná, pase una diputación compuesta de los señores alcalde ordinario don
José Joaquín Avilés, el ejecutor don Juan Francisco Morán, y procurador
general don Vicente Avilés, a acompañarlo a esta ciudad, desde el paraje de
Punta de Piedra […]
Su arribo a la ciudad tuvo lugar dos días después, siendo recibido por el Cabildo, al
que presentó su nombramiento; y
[…] hallándolo corriente el Cabildo, le dio su obedecimiento, poniendo en po-
sesión de este gobierno político y militar al referido señor brigadier don José
Pascual Viveros, respecto a haber prestado juramento de delidad en la Real
Audiencia de Lima. Mas, el señor regidor don Vicente Avilés, fue de sentir que
consideraba necesario el pase de la Real Audiencia de Quito, que hoy gobier-
na esta provincia, y que salvaba su voto de lo contrario. A que expusieron los
demás señores que con respecto a haber sido comunicada la Real Cédula de la
agregación de esta Provincia a la Audiencia de Quito, en fecha veinte y nueve
de marzo por este Cabildo al excelentísimo señor virrey y tribunal de Lima, se
debía obedecer las providencias que hubiese expedido el señor virrey y Real
Audiencia de Lima, hasta la llegada y obedecimiento de la citada Real Cédula.
19
Debió ser después de ello que se comunicó con Mendiburu, quien, por hallarse en
cama, le entregó el mando «en los términos que le ha sido posible». La enfermedad
del exgobernador se agravó en las semanas siguientes y, si bien fue autorizado a viajar
a España, la muerte lo sorprendió el 14 de agosto.
20
Durante los escasos cinco meses que Vivero ejerció el mando, al margen de las labores
rutinarias, de las que hay abundantes testimonios tanto en el Archivo General de la
Nación, en Lima, como en el Archivo Histórico del Guayas, debió atender asuntos
vinculados a la defensa de la zona, que implicaron, entre otras cosas, tomar diversas
medidas para evitar la deserción de la tropa asignada.
21
La presencia de la ya referida corsaria Rosa de los Andes y la posibilidad de que otros
buques insurgentes amenazaran la costa llevaron a que pidiera apoyo a varios pueblos
de su jurisdicción. Fruto de ello, el cabildo de indios de Morro le envió cincuenta
caballos para sus dragones, señalando que «a la verdad señor más de cuatro infelices
quedan aquí a pie, de modo que, no teniendo más de un caballo, este lo han franquea-
do con todo su corazón… todos quedamos prontos a derramar la última gota de sangre
en defensa de nuestro monarca y de la patria».
22
18
Archivo Municipal de Guayaquil (en adelante AMG), Actas del cabildo colonial, t. 29, p. 371.
19
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, p. 373.
20
AGN, GO-CO 2, 214, 4474 y 4507.
21
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, 10/5/1820.
22
AGN, GO-CO 2, 214, 4465.
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El Departamento Marítimo del Callao y la independencia de Guayaquil
Por otro lado, en junio, el teniente gobernador de Barbacoas, provincia de Popayán,
le pidió el envío de una cañonera y 200 hombres a la boca del río Iscuandé, pues te-
nía noticias de que la corsaria Rosa de los Andes, varada en ese lugar, estaba siendo
reparada y carenada con apoyo de dos bergantines. Sin posibilidades de atender dicho
pedido, no solo porque quedaba fuera de su jurisdicción, sino porque materialmente
le era imposible hacerlo, Vivero contestó en ese sentido.
23
A principios de julio pidió apoyo al Cabildo para alojar a cinco ociales prisioneros
que habían llegado en la fragata Piedad; añadiendo que esperaba más. El Cabildo
aceptó cubrir su alojamiento por tres días.
24
No he encontrado datos que lo conrmen,
pero es posible que tres de estos prisioneros hayan sido León de Febres Cordero, Luis
Urdaneta y Miguel de Letamendi, que habían sido expulsados del batallón Numancia
por sus ideas revolucionarias, y que estaban en tránsito a su patria.
La relación de Vivero con el Cabildo parece haber sido buena, aunque no faltaron
incidentes, como el vinculado a la asistencia de los miembros de este último «a varias
funciones que se hallan fuera de tabla, y que no era decente y decoroso al Cuerpo ni
conforme a las leyes y práctica que observan los demás Cabildos del Reino, exigía
se le diese una razón de las causas que motivaban tales asistencias». En su respuesta,
el Cabildo indicó que lo hacían por condescendencia con algunos sujetos principales,
pero que habían acordado «se cortara de raíz este abuso».
25
Otro tema que debió atender fue la relación con la Audiencia de Quito, siendo instrui-
do por el virrey Pezuela que continuaría sujeto a ella solo en lo contencioso.
26
El 11 de agosto reunió al Cabildo para informar que había llegado una circular dispo-
niendo la jura de la constitución, restablecida tras la rebelión de las fuerzas que debían
venir a América. Su cumplimiento implicaba restablecer el Cabildo Constitucional
que no había concluido su mandato en 1814, para que se hiciera cargo de las eleccio-
nes de un nuevo cabildo, por lo que se acordó hacer los padrones correspondientes.
27
Como quiera que no había recibido instrucciones ociales para dicha juramentación,
y ante el pedido de algunos militares y vecinos para cumplir con la Constitución, en
la sesión del 18 de agosto se acordó enviar un expreso a Quito, para que pidiera copia
de la Real Orden y de las instrucciones para jurar la constitución.
28
Finalmente, el 10
de setiembre, ya con dichas copias en su poder, se dispuso su publicación y juramen-
tación por el Cabildo el día 12; y el domingo 17 se llevaron a cabo una misa de gracia
y otros actos, levantándose para ello tablados en la plaza de la iglesia matriz y en la
parroquia de la Ciudad Vieja. Cumplido estos actos, a nes de setiembre se procedió
elegir a los alcaldes y regidores del nuevo cabildo. Entre los electores se encontraban
el propio Vivero y José Joaquín Olmedo.
29
23
AGN, GO-CO 2, 214, 4462.
24
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, 8/7/1820. Archivo Histórico del Guayas (en adelante AHG), ms
16430.
25
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, 26/5/1820.
26
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, 16/6/1820.
27
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, 11/8/1820.
28
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, 18/8/1820.
29
AMG, Actas del cabildo colonial, t. 29, 10, 26 y 29/9/1820.
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Al conocerse el desembarco de la Expedición Libertadora en Paracas, el 8 de setiem-
bre de 1820, los ánimos se exaltaron y hubo varias voces alentando un pronunciamien-
to a favor de la independencia. La documentación consultada no da indicios sobre un
ánimo revolucionario antes de ese momento, aunque es posible que este fuera latente
entre algunos guayaquileños, entre ellos José de Antepara, José Joaquín Olmedo, José
de Villamil y Francisco de Paula Lavayen; así como entre varios ociales del batallón
Granaderos de Reserva y los tres ya mencionados del batallón Numancia.
Mariano Torrente (1830: III, 37) critica severamente a Vivero, señalando no solo que
fue descuidado y torpe, pues «con mucha antelación se le habían dado exactos in-
formes de estos planes, mas fueron todos desechados con arrogancia y desprecio»;
añadiendo que «su apatía y abandono, inexcusables bajo todos aspectos, tenían un
origen todavía más innoble que el del miedo, ojedad de bra, ema de carácter o
aturdimiento». Por otro lado, José de Villamil (1863: 11), uno de los protagonistas de
la revolución, indica que la conspiración fue denunciada a Vivero el sábado 7, «pero
toda su familia era peruana y necesariamente insurgente. No procedió: no podía pro-
ceder, sin poner a sus hijos en peligro».
Dudo que Vivero no quisiera cumplir con su deber, pero lo cierto es que la mayor
parte de la guarnición de la ciudad, que sumaba unos 1500 hombres, era americana y
estaba a favor de la independencia. Las unidades que conformaban eran el ya referido
batallón cusqueño de Granaderos de Reserva, con unos 600 efectivos; una brigada de
artillería, con 200 hombres; el escuadrón de caballería Dragones de Daule, con 500
hombres y al mando de Joaquín Magallar; el batallón de milicias urbanas, con 200 sol-
dados; y 5 lanchas cañoneras, con 350 hombres, al mando del ya mencionado capitán
de puerto. Todas ellas estaban al mando de jefes peninsulares.
Villamil (1863: 12) añade que el día 8, mientras los conspiradores ultimaban sus pla-
nes para levantarse esa noche, Vivero convocó a junta de guerra para tomar precaucio-
nes ante los rumores de una conspiración. Lo concreto es que a las 2 de la mañana del
9 de octubre, el ya referido Gregorio Escobedo, segundo jefe del batallón Granaderos
de Reserva, puso en marcha lo acordado, deteniendo tanto a su comandante como al
gobernador, y a varias otras autoridades realistas.
La detención de Vivero estuvo a cargo de un grupo liderado por el teniente Justo Ri-
vera, quien «Subió sin que nadie se le opusiera, encontró al gobernador tirado todo
vestido, menos las botas, sobre un catre a media sala. No pudo este señor hacer la
menor resistencia, al ponerse las botas dijo: ‘toma, por gobernar en tierra’» (Villamil,
1863: 21).
Al momento de salir de la casa de Vivero, llegó José Elizalde, el segundo gobernador,
quien también fue detenido, ante lo cual Vivero «sin revelar la menor inquietud» dijo
consumatum est (Villamil, 1863: 22).
Dos días después, Vivero y otros catorce prisioneros fueron embarcados en la goleta
Alcance, que al mando de Manuel Loro debía buscar a la escuadra libertadora para
que una delegación encabezada por José de Villamil informara a San Martín de los
sucesos de Guayaquil, le pidiera apoyo para defender la ciudad y le entregara los
prisioneros. Asumiendo que la escuadra aún se encontraba en Pisco, arribaron a dicho
117117
El Departamento Marítimo del Callao y la independencia de Guayaquil
puerto el 29 de octubre, cuando ya San Martín se había reembarcado para dirigirse a
Ancón. Enterado que la escuadra se había dirigido al norte, Villamil la alcanzó en el
Callao y, tras algunos angustiosos momentos, pues la pequeña goleta fue recibida a
cañonazos por la O’Higgins, nave insignia de Cochrane, pudo entrar en contacto con
el almirante. Allí supo que San Martín se hallaba en Ancón, por lo que el viaje conti-
nuó hacia dicho puerto, a donde arribaron al amanecer del 1 de noviembre (Villamil,
1863: 22-29).
Como rerió en una carta al virrey Pezuela, en la que pedía se le asigne un nuevo
empleo, Vivero y otros prisioneros fueron presentados a San Martín el día 5;
30
y según
Villamil (1863: 30-31), el exgobernador, «con su invariable buen humor, dijo: ‘Si se-
ñor, el mismo Vivero, que fue comandante general interino del Apostadero del Callao;
intendente interino de Charcas; tesorero general interino del Perú; gobernador inte-
rino de Guayaquil; pero ahora prisionero en propiedad». San Martín lo recibió «con
todos los miramientos debidos a su rango militar, a su edad y a su desgracia» y al día
siguiente de la entrevista, los prisioneros fueron embarcados en la goleta Montezuma
y llevados al Callao, donde desembarcaron el 7,
31
siendo canjeados por el teniente
coronel Juan Francisco Tollo y algunos otros jefes (Villamil, 1863: 31; Torrente: III,
35-37).
Conclusiones
El virreinato peruano fue el más rme baluarte del régimen realista durante el largo
proceso de independencia hispanoamericano. El virrey Abascal pudo despachar varias
expediciones para defender o restablecer el poder realista tanto dentro del territorio
bajo su jurisdicción, como fuera de él. Pero esto solo fue posible porque contó con
un indisputado control del mar. La situación comenzó a variar bajo el gobierno de
Pezuela, pues dicho control fue disputado y eventualmente pasó a manos de Chile,
abriendo así el camino para la Expedición Libertadora, que al mando de San Martín
trajo la guerra de independencia al Perú.
El control del mar al que nos referimos fue ejercido por las pocas naves reales asig-
nadas al Departamento Marítimo del Callao, reforzadas eventualmente por mercantes
armados y tres fragatas de guerra que lograron culminar con éxito su travesía. El papel
que Guayaquil jugó para la operatividad de estas naves fue sustantivo, pues era el
principal astillero en la costa oeste de la Mar del Sur.
Por esa misma razón, el golfo de Guayaquil fue escenario de varias acciones y en-
frentamientos entre las fuerzas independentistas y realistas; lo que sin duda fue inu-
yendo en el ánimo de los partidarios de la independencia en la ciudad de Guayaquil.
La noticia de la Expedición Libertadora desencadenó los hechos que pusieron n al
régimen realista. El gobernador José Pascual de Vivero nada pudo hacer para evitar
su caída, en la que le cupo papel notable al batallón cusqueño que junto con él había
llegado a Guayaquil.
30
AGN, RH-CR 15, 1143, 67.
31
AGN, RH-CR 15, 1143, 67.
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El Departamento Marítimo del Callao perdió así un importante punto de apoyo, en
circunstancias en que el debilitado poder naval español en la costa oeste americana no
podía ya revertir la situación.
Referencias
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