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Luis Ernesto Paliza SánchezRev Arch Gen Nac. 2021; 36: 221-224
alguien decía que el Perú aún no le había pagado a Trujillo esta deuda bicentenaria”
(p. 15). Hay una tentativa por suponer que el norte, tanto política como socialmente,
fue una unidad indisoluble que buscó alcanzar su independencia, encausada por el
deber cívico y patriota. En esa misma línea se encuentra la presentación del embajador
José Betancourt Rivera, quien plantea dos semblanzas, aunque disimiles, de Hipólito
Unanue y José Faustino Sánchez Carrión. Aquí se busca enaltecer los logros políticos
de ambos personajes, principalmente de Unanue, a quien llena de todos los epítetos
posibles, convencido de su labor por el país. Más que una semblanza es un panegírico
del prócer: “[…] deseo manifestar que Unanue, como persona sabia, racional, lógica
y conocedor del método de la investigación cientíca a través de la observación y su
contraste con la realidad, registró que el sistema colonial había perdido credibilidad,
ecacia, legitimidad y contenido” (p.153). No cabe duda que ambos trabajos fueron
escritos desde una postura más bien emotiva e idealista.
Hace algunas semanas, el historiador Guillermo Fernández
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planteó que actualmente
la historiografía dominante es la Nueva Historia Política, y que sus espacios se ubi-
can en la Ponticia Universidad Católica del Perú (PUCP) y el Instituto de Estudios
Peruanos (IEP), principalmente. Ahora bien, los trabajos aquí reseñados pueden dar
luces acerca de la actual generación de historiadores de la UNT, con intereses no sólo
en la historia política sino también en otros terrenos. Veamos: Juan Chigne Flores nos
expone el panorama político de Trujillo entre 1808 y 1824, en donde distingue tres
momentos claves para comprender su evolución. Iniciando con el delismo expuesto
por el cabildo y la ciudad, luego por la germinación de independencia y su extensión
en el territorio del norte, y, nalmente, el reconocimiento que se le otorgó en 1822
por el apoyo económico y político a la causa libertadora. Isaac Trujillo Coronado, por
su parte, aborda el novísimo campo de la historia conceptual: el concepto de ‘patria’
en la élite trujillana. Un notable trabajo donde destaca el análisis semántico de la
palabra, a través de las cartas y otras fuentes documentales que rescata para su desa-
rrollo; asimismo, la evolución del concepto y su uso aplaudido por el bando patriota
y denigrado por el realista. Para ello, el autor resuelve, a través de una base teórica
del lenguaje, la extensión del concepto y la denotación, y connotación, que este reci-
bía. Me permito saltar hasta el escrito de Arthur Quesada Zumarán sobre el tema de
la alimentación y logística de los batallones patriotas. De los autores aquí revisados,
es este quien mejor expone las ideas de forma objetiva y —habría que decirlo—
amena. Nos presenta el apoyo de los hacendados en los valles de Chicama y Virú,
donde resalta qué alimentos y auxilios brindaron las poblaciones a los regimientos
libertadores; también distingue las jerarquías militares incluso en la alimentación
cotidiana. Otro punto destacable son los comercios urbanos y su clasicación por
calles de la ciudad; aunque es una descripción rápida, el historiador captura algunos
acontecimientos, especialmente crímenes, que traslucen la sociabilización e identi-
dad social del Trujillo decimonónico. Maxwell Quiroz Castillo ofrece un necesario
estudio sobre la primitiva Universidad de Santo Tomás y Santa Rosa en Trujillo,
desde su fundación e instalación hasta su funcionamiento, construyendo para ello un
relato que nos lleva hasta el siglo XVIII con la orden jesuita y los primeros colegios
2 Recuperado de https://grupodetrabajohistoriasiglo20.blogspot.com/2021/02/el-campo-historiogra-
co-del-peru.html