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REVISTA DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Archivísca
Conservación en el ámbito documental:
estabilidad de soportes e integridad de la
información
Nicolás Díaz Sánchez
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Resumen
Este artículo aborda la identicación de los conceptos principales empleados en la
conservación de los materiales en los que el hombre registra información, los que se
han ido construyendo y deniendo a lo largo de la historia, hasta su consolidación
en el siglo XX, con un enfoque cientíco y multidisciplinario, sustentado en acuer-
dos que han resultado en documentos fundacionales como las cartas de Atenas y del
Restauro. El desarrollo posterior de la conservación, ha permitido su fortalecimiento
desde el enfoque de la prevención del deterioro, que busca darle estabilidad a la es-
tructura física de los materiales y facilitar la integridad de la información contenida
en los documentos.
Palabras clave: conservación, preservación, restauración, conservación preventiva,
deterioro, soportes documentales, archivos, bibliotecas
Preservation in the Documentary Field:
Media Stability and Information Integrity
Abstract
This article tackles the identication of the main concepts used in the conservation
of materials in which man records information, which have been built and dened
throughout history, until its consolidation in the 20th century, with a scientic and
1 Archivo General de la Nación. Lima, Perú. Licenciado en Historia, Universidad Nacional Federico Vi-
llarreal. Lima, Perú. Máster en Bibliotecas y Patrimonio Documental, Universidad Carlos III de Madrid.
España. Magíster en Dirección Estratégica en Tecnologías de la Información, Universidad de Piura.
Perú. Correo electrónico: memoriadigital@hotmail.com
Recibido: 31/3/2021. Aprobado: 26/5/2021. En línea: 6/8/2021.
Citar como: Díaz N. (2021). Conservación en el ámbito documental: estabilidad de soportes e integridad
de la información. Revista del Archivo General de la Nación, 36: 177-188. doi: https://doi.org/10.37840/
ragn.v36i1.127
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multidisciplinary approach, supported agreements that have resulted in founding
documents such as the Athens and Restauro letters. The subsequent development of
conservation has allowed its strengthening from a deterioration prevention approach,
which seeks to give stability to the physical structure of the materials and facilitate the
integrity of the information contained in the documents.
Keywords: conservation, preservation, restoration, preventive conservation,
deterioration, documentary supports, archives, libraries
Introducción
En la formación tradicional y en la práctica de quienes se dedican a la gestión de los
materiales que encontramos en los diversos niveles de archivos, bibliotecas, centros
de información, entre otros espacios donde se trabaja con soportes documentales, se
contempla a la conservación como una actividad que se reserva para el momento
cuando los soportes documentales, y la información que contienen, han alcanzado un
grado de madurez que les conere la condición de valor permanente, como es sabi-
do, por su contenido, trascendencia, identidad, originalidad, originalidad, entre otros
aspectos. Sin embargo, considerar que solo debemos actuar en este momento nos
aleja de una recomendación primordial que la conservación viene promoviendo desde
hace mucho tiempo: la prevención del deterioro. Adoptar este enfoque nos permitirá
superar una política que en algunos casos aún se aplica, actuar solo cuando el daño es
evidente, desconociendo las condiciones que dieron como resultado tal situación. Por
tanto, la propuesta debe apuntar a considerar la conservación como una actividad pre-
sente y trasversal a todo el ciclo por el que pasan los materiales, desde su producción,
uso, puesta en servicio y, en ocasiones, custodia permanente.
Aunque no es reciente la posición que ha ganado la conservación, muchas veces se
la ha equiparado a la práctica de la restauración; felizmente, dentro de ella, ha ido
deniéndose el rol de la conservación preventiva, como un conjunto de acciones cuyo
objetivo principal es darle estabilidad a los materiales, respetando su tiempo de dura-
ción propio, en condiciones que favorecen esto; mejor aún si, ante la pérdida de los
soportes (papel, pergamino, plásticos, etc.) o la obsolescencia tecnológica (la diver-
sidad de soportes que dejan de fabricarse, de usarse por discontinuidad de los medios
de reproducción, cambios de formatos, etc.), se mantiene el acceso a la información
hasta que se logre su migración, para evitar su pérdida. Sin el ánimo de confundir,
igual no debe olvidarse que, cuando hablamos de conservación, buscamos mantener
y prolongar la vida de los documentos desde dos aspectos plenamente identicados:
la prevención del daño, comúnmente conocida como preservación, y la corrección de
los efectos del deterioro, a cargo de la restauración
2
.
2 Sobre la evolución del concepto y objetivos de la conservación a lo largo de la historia, además de su
práctica a través de diversas acciones que se identican como conservación, preservación, restauración
y conservación preventiva, recomiendo revisar el trabajo de Allo (1997) el cual, precisamente, tiene
una sección particular y amplia denominada “Evolución histórica del concepto”. Esto incluso ayudará
a entender como, en la investigación y producción de bibliografía especializada, se identican dos ten-
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Conservación en el ámbito documental: estabilidad de soportes e integridad de la información
Sin embargo, para conocer como han llegado a construirse los conceptos adelantados,
pero sobre todo la forma como se han entendido y aplicando a lo largo del tiempo;
conviene ofrecer un breve recuento histórico que permita valorar la posición que ac-
tualmente posee la conservación, hasta el punto de convertirse en una de las condi-
ciones que debemos atender para la gestión de materiales y medios que sustentan y
transmiten información de toda índole.
Construcción de los principales conceptos de la conservación
El papel ganado por la conservación en el ámbito de la gestión del acervo documental,
y sus diversos soportes, ha sido fruto de un proceso de maduración que encuentra sus
primeros conceptos teóricos en el manejo del patrimonio arquitectónico. En el siglo
XIX surge la precursora propuesta de una restauración estilística, promovida por el
arquitecto francés Emmanuel Viollet-le-Duc, para quien la reconstrucción de los mo-
numentos y edicios debía lograr la forma original
3
. Esta postura fue considerada has-
ta inicios del siglo XX aceptable pero limitada, si se planteaba la necesidad de actuar
sobre una cantidad considerable de objetos
4
; condición que tomó fuerza en Europa
cuando los espacios urbanos sufrieron los estragos de las grandes guerras mundiales
de la primera mitad del siglo. Esta necesidad también llegó a abarcar la protección
y recuperación del entorno físico, expuesto a los riesgos y desgaste que provocan la
auencia masiva de público (traducido en oleadas de visitantes locales y turistas), y la
dencias, conocidas como las corrientes anglosajona y latina: la primera identica a la preservación y la
conservación, esta última equiparable a la restauración; en cuanto a la corriente latina, aunque parezca
imperceptible el cambio, maneja la preservación y restauración, teniendo a la conservación como la
disciplina que las engloba. Es evidente que la corriente latina es la que prima en nuestro medio, pero
hay que reconocer las diferencias al momento de aprovechar la investigación y producción cientícas,
porque es obvio que la mayor parte se desarrolla en el ámbito anglosajón.
3 En relación al enfoque de Emmanuel Viollet-le-Duc, recuperamos la síntesis ofrecida en el blog Pen-
sandoenArte (2013), al tratar sobre las teorías de la restauración. El indicado arquitecto es el precursor
de la forma como evolucionaría la conservación a partir del siglo XX, que empezó con la intervención
directa sobre los objetos a recuperar, lo que implicaba riesgos en cuanto a la mezcla de materiales e
incluso a la rehabilitación integral, con énfasis en la estética y no en la evolución regular de los mate-
riales: “En sus libros habla de que al restaurar edicios hay que conseguir la condición originaria del
monumento, la pureza de su estilo y va más allá al decir que tiene que tener su estado ideal, no tal
como fue sino como debería haber sido. Obviamente este es un planteamiento muy polémico, puesto
que se daba la posibilidad de rehacer y mejorar el monumento. Para comenzar la restauración había que
conocer muy bien el estilo, la obra y la cronología exacta de su construcción. Sin embargo, esta teoría
llamada restauración estilística o ‘unidad de estilo’ (una catedral gótica debería ser gótica en todos sus
componentes) tuvo numerosos detractores que alertaban de que estas obras restauradas acababan siendo
“falsos históricos” al mezclar materiales nuevos con los antiguos sin ningún tipo de distinción y al quitar
todo tipo de añadido que se haya realizado posteriormente al inicio de la obra, o que no pertenezca a su
estilo”.
4 En el ámbito de los archivos y bibliotecas también se desarrolló esta práctica cuando se intervenía so-
lamente el documento o libro deteriorado, ya sea porque su valor así lo exigía o por el impacto del uso
regular o frecuente. Esta postura luego ha sido revisada, al ponerse en evidencia que el acceso masivo y
permanente a los materiales inuye en su deterioro; y solo corremos contra el reloj, si nos enfocamos en
la intervención individual, que además es lenta y limitada, sobre todo si el objetivo es mantener el ser-
vicio de consulta, a costa del futuro de los documentos. Felizmente, la tecnología de la reproducción ha
demostrado su utilidad en este aspecto, constituyéndose en aliada de la conservación, al mismo tiempo
que facilita la distribución y acceso concurrente a las versiones digitales de los objetos.
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actuación contra el progresivo deterioro de las condiciones medioambientales, como
consecuencia del desarrollo industrial, que no solo comprende la presencia cercana
de grandes fábricas, sino también el crecimiento del parque automotor. La existencia
de estas condiciones adversas, además de contribuir al deterioro del patrimonio ar-
quitectónico antiguo y moderno, también afectarán en el día a día al ser humano y a
los objetos que representan su cultura. En lo que concierne al tema, esto sucede con
los materiales que se concentran en archivos, bibliotecas, museos y otros, pues dañan,
en mayor o menor medida, la diversidad de soportes documentales, cada uno más
resistente o no al deterioro, sustentado principalmente en la calidad de los insumos o
elementos usados en su fabricación, punto de partida para prever cómo enfrentarán
los diversos factores que afectan su integridad y la alteración o no de la información
contenida en ellos.
Pero la necesidad de preservar los documentos no es reciente. La evidencia nos per-
mite retroceder al momento cuando los egipcios mantenían sus documentos de papiro
en jarrones, cajas de madera o fundas hechas en piel para protegerlos del medio am-
biente, particularmente para enfrentar el impacto de la humedad y el polvo, además de
la facilidad que otorgaban esos primeros contenedores al momento de la organización
en los depósitos. También llama la atención que en Medio Oriente, ante la inexistencia
de las ventajas técnicas actuales que nos permiten mejorar las condiciones medioam-
bientales (deshumedecedor, calefacción, aire acondicionado, ventilación), se recurría
a soluciones que hoy parecen ingeniosas:
Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el templo de Eanne en
Uruk (Mesopotamia) revelaron la existencia de un importante depósito do-
cumental con un pavimento provisto de un sistema de surcos y ranuras por el
que discurría una corriente de agua hasta su evaporación, pudiendo evitar de
esta manera el excesivo resecamiento de las tablillas de arcilla cocida allí ins-
taladas. Como se comprenderá, se trataba de un sistema de control ambiental
para acondicionar los niveles de humedad relativa del interior de aquel depó-
sito (Allo, 1997: 258).
Igualmente, vale la pena mencionar que desde muy antiguo se ha recurrido al em-
pleo de maderas de sabores y aromas fuertes para ahuyentar a los bibliófagos, sin
dejar de mencionar el uso de productos invasivos como aceite de cedro, insecticidas
líquidos, y hasta soluciones combustibles como el petróleo o kerosene; lo que des-
pués ha puesto en evidencia que era mayor la exposición al riesgo que el benecio
que se podía lograr.
Ya en el siglo XX encontramos antecedentes más sólidos y consensuados por la co-
munidad cientíca, comprometida con la conservación del patrimonio cultural, em-
pezando a tomar forma la teoría de la conservación a partir de la elaboración de sus
conceptos principales. Así, identicamos que en la Conferencia Internacional para la
Conservación del Patrimonio Artístico y Arqueológico, realizada en 1931, se formula
la Carta de Atenas (Chapapría, 2005) y se evidencia la necesidad de unicar los crite-
rios de intervención en el patrimonio arquitectónico, para lo cual se debe recurrir a la
unión de experiencias, las que deben materializarse incluso mediante la colaboración
internacional. También se proponen algunas pautas generales de intervención que no
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alteren los objetos
5
; además de enfatizar la importancia de una actitud formativa, edu-
cativa, que involucre también a la población, reconociéndola como agente activo que
colabore en la conservación del patrimonio cultural con el que se identique.
Al año siguiente, durante la Conferencia Internacional para el Examen y Preservación
de Obras de Arte de Roma en 1932, se elabora la conocida Carta del Restauro, docu-
mento en el que se identican algunos principios y condiciones que deben atenderse
cuando se necesite intervenir o restaurar una obra; como el respeto a la autenticidad,
dejando de lado el empirismo, frecuente hasta entonces, y, al contrario, adoptando
procedimientos con sustento más cientíco. Vemos que ya hay referencias a aspectos
que ahora son claves cuando se adopta una política de conservación preventiva, como
es el reconocer que existen factores externos que contribuyen al deterioro, sumados
a la falta de mantenimiento y manipulación intensa o indebida; en el ámbito de las
condiciones de almacenamiento, se evidencia su impacto, por lo que es necesaria la
intervención en la creación de un espacio que no provoque o acelere el deterioro, mi-
nimizando la necesidad de acudir a tratamientos directos sobre los materiales para su
recuperación, porque estos tendrán una ecacia limitada, si es que los objetos vuelven
a las mismas condiciones que provocan daño o alteran la estructura de los soportes
documentales.
Entonces, identicamos en estos dos documentos, la Carta de Atenas y la Carta del
Restauro, los antecedentes de la conservación moderna, con un enfoque más profe-
sional y coherente, con una teoría más consensuada, que en la práctica responde a
procedimientos validados por diversos especialistas; que coinciden en la necesidad de
respetar la integridad material de los objetos y su contenido informativo
6
.
Tiempo después, en 1992, se celebra en París la I Reunión Monográca de Conser-
vación Preventiva, evento donde se llega a consensuar sobre la baja efectividad de
los tratamientos curativos localizados frente a la enorme cantidad de bienes cultu-
rales que deben ser protegidos. Se determinó que el efecto y los resultados serán
más exitosos si se adopta la prevención, esto es la eliminación o disminución de las
causas del deterioro, restringiendo el accionar de la intervención o restauración a
resolver las consecuencias del deterioro. Así empieza a tomar más fuerza la necesi-
dad de prevenir antes que restaurar, sin negar este último procedimiento pero solo
como una necesidad extrema y nal, con alta inversión de recursos pero con efecto
focalizado
7
. Es desde este momento que se supera la postura tradicional o interven-
5 El criterio de la mínima intervención tiene vigencia en el ámbito de la restauración de objetos, sobre
todo si tienen carácter patrimonial; respetando la integridad y originalidad de los materiales que lo
componen, además de respetar el deterioro regular inherente a los mismos.
6 “Ambos documentos (el primero relacionado con los monumentos y la arqueología y el segundo con
los hoy denominados bienes muebles) representan las primeras recomendaciones internacionales que
recogen las tendencias ya mencionadas de respecto (sic) a la autenticidad de las obras y utilización de
las ciencias experimentales para el diagnóstico y tratamiento del deterioro del patrimonio histórico”
(Herráez y Rodríguez, 1999: 2).
7 “Aquí, unido a las diferentes concepciones de los tratamientos de restauración y el alcance de las inter-
venciones de conservación que se han ido manteniendo a lo largo del tiempo sin un consenso unánime,
se ponen de maniesto los problemas de denición de esta disciplina, que se caracteriza más por un
método de trabajo que por unos contenidos especícos, y de su inclusión dentro de un esquema general
de la conservación de los bienes culturales” (Herráez y Rodríguez, 1999: 2).
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cionista, donde la conservación se limitaba a la restauración y el atesoramiento de
documentos antiguos, raros y preciosos, a los que le prestaban notoria atención,
bajo un enfoque tradicional de la gestión de soportes, los archiveros, bibliotecarios
e incluso la comunidad en general.
Actualmente, la conservación se consolida como una disciplina más organizada y
madura, a partir de su experiencia anterior, empírica y focalizada en la intervención
individual, es decir encasillada y confundida incluso conceptualmente con la restau-
ración. Ahora, la conservación ha acumulado suciente experiencia, además de la
evolución técnica en los equipos e insumos que emplea, y ha encontrado que su cohe-
rente aplicación es trascendental, dejando de ser solo utilitaria y más bien una rutina
permanente y transversal a las diversas etapas en las que se gestionan los materiales.
Ahora el objetivo está dirigido a reducir el tratamiento de objetos individuales y pro-
yectarse más bien a la implementación de un plan de gestión de la conservación que
involucra todos los niveles de la administración de los documentos, desde que ingresa
a la organización, pasando por su procesamiento, que atiende la identicación y cata-
logación, hasta que es depositado de manera permanente en el repositorio, sin obviar
los efectos que le imprime el tránsito y manipulación durante la consulta.
Finalmente, conviene hacer una precisión en relación con un aspecto importante den-
tro del corpus de la conservación. Hablamos de la preservación, la cual, al ser reco-
nocida como una acción imprescindible, se identica en la práctica con el enfoque de
conservación preventiva, dirigido a la programación y adopción de procedimientos y
acciones para reducir el riesgo de deterioro; hablamos del control ambiental, mante-
nimiento regular de repositorios e instalaciones, protección mediante contenedores,
dispositivos antirrobo, copias analógicas o digitales de los documentos originales para
reemplazarlos en la consulta intensa, entre otros.
Así, lo preventivo se ha posicionado como una losofía que debe acompañar la ges-
tión de soportes documentales, en archivos, bibliotecas y todo espacio donde se ma-
nejen estos. En muchos de los casos, las instituciones han introducido en su estructura
áreas o funciones dirigidas a la gestión de la preservación; traduciéndose en una res-
ponsabilidad administrativa del más alto nivel, que se materializa en la organización
y programación de todo tipo de actividades relacionadas con la conservación de las
colecciones en general. Hablamos del cuidado que se debe tener al momento de consi-
derar la identicación y asignación de espacios con condiciones estructurales idóneas,
para manejar los factores medioambientales, la adquisición e instalación de mobiliario
y similares para la organización y almacenamiento, que responda al volumen, forma-
tos y crecimientos de la documentación a custodiar; además de la implementación de
procedimientos que atiendan la calidad en el uso de soportes y hasta para la construc-
ción de los documentos (papel, tipos de impresión, tintas para el registro manuscrito,
por ejemplo), entre otros aspectos.
Conservación desde el ámbito de la prevención del deterioro
Si consideramos integrar la conservación a la gestión documental, debe contemplarse
su implementación no como una tarea sino como condición permanente, que debe
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Conservación en el ámbito documental: estabilidad de soportes e integridad de la información
estar presente en los diversos momentos en los que producimos y gestionamos los do-
cumentos. Esto signica que, desde el primer momento, se ve expuesta su estructura y
durabilidad, por lo que también se compromete la accesibilidad al contenido, aspecto
y condición principal en un documento; si nos alejamos de este enfoque que pretende
ser holístico, solo estaríamos considerando la conservación de objetos y le restaríamos
oportunidad a la difusión y trascendencia del contenido.
La situación se vuelve más compleja cuando manejamos los soportes más recientes,
donde la obsolescencia tecnológica juega en contra de la información contenida en
cintas de audio o de video, diskettes, discos compactos y toda la variada forma de
representación de los medios electrónicos; soportes que existieron y desaparecie-
ron, con mayor o menor vigencia e impacto en los últimos treinta años. Desde nes
del siglo XX, y ahora con mayor urgencia en el presente, para los modernos medios
de almacenamiento el problema ya no es el soporte y su estructura sino la accesi-
bilidad a los datos que contienen, cuya reproducción, recuperación o transferencia
está asociada a la renovación tecnológica, que se desenvuelve en el marco de las
necesidades de un mercado que siempre empuja a la oferta de nuevos productos en
mayor número y en corto tiempo, incluso cuando aún estamos terminando de explo-
rar el soporte recién adquirido. Hace muy poco hablábamos de discos compactos,
luego de memorias de almacenamiento y ahora solo pensamos en la nube y el acceso
vía streaming.
Algo de esto nos graca Conway (2000) cuando hace referencia al “dilema de los
medios modernos”. En su gráca, reproducida a continuación, muestra la situación
contradictoria que nos ofrecen los diversos soportes informativos a lo largo de la his-
toria, con una tendencia a la compactación de datos, pero que no tiene correlación con
la expectativa de vida los materiales o medios que los contienen.
Entonces, nos encontramos ante la necesidad de adoptar acciones múltiples y espe-
cializadas, tanto para aquella información contenida en papel, soporte tradicional por
excelencia, como para la contenida en soportes analógicos (fotografía, película de
cine, cintas y medios magnéticos); y otras estrategias más para la recreación y traslado
de información dispuesta en soportes informáticos (CD, DVD, memorias portátiles,
discos duros), y recientemente con la información que ya nace digital, aquella que
ahora asumimos puede estar “segura” en servidores o en la oferta de la nube y sus
aplicaciones que ofrecen diversos servicios, el cloud computing. No está de más re-
cordar que esta nueva forma de trabajo se materializa en una suma de almacenamiento
en servidores, diseminados geográcamente, administrados por una empresa que no
ofrece responsabilidad clara para lo que pueda suceder con la información que ciega-
mente le conamos.
En este escenario, la tarea que le espera al administrador de información es exigente y
urgente, si consideramos la magnitud y variedad del problema; se traduce en una ca-
rrera contra el tiempo porque se procura ir un paso hacia adelante en lo que respecta al
desarrollo de la informática, con evolución permanente en software y hardware, mu-
chas veces acelerado por las necesidades y competencia que impone el mercado. Ante
la avalancha informativa y tecnológica, el gestor de contenidos puede ser desbordado,
no quedándole otra opción que racionalizar esfuerzos en función de las necesidades
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de la organización, a las características de los soportes e información que administra,
y la disponibilidad de recursos: humanos, nancieros y técnicos
8
.
A partir de todo lo hasta aquí expuesto, consideramos que en la práctica de la conser-
vación se atienden algunos criterios que pueden aplicarse a la diversidad de formatos
y soportes, análogos, convencionales y digitales, en los que tengamos alojada nues-
tra información y testimonios del desarrollo cultural de nuestra sociedad. Primero
hay que identicar la trascendencia de los documentos, si tendrán un valor temporal
o permanente, acorde a las expectativas de la organización, sobre cuáles reejan y
atienden el desarrollo regular de sus actividades, las demandas y posibles intereses
de usuarios o clientes y también como testimonio de la evolución histórica de la en-
tidad. Sobre esa base, deberán implementarse acciones que faciliten la conservación
y accesibilidad para los soportes y la información; esto puede servir como punto de
partida para el diseño de una política integral de conservación de los documentos a la
que deben contribuir todos los niveles de la gestión institucional, cuya participación
y responsabilidad corresponderá al papel que desempeñan los involucrados en las
diferentes áreas de la organización, siempre todos convergiendo hacia la optimización
de los procesos de gestión documental y la protección de los materiales que sustentan
la información que se resguarda.
Así, cuando pensemos como conservadores, seremos conscientes de que las acciones
a implementar deben atender dos condiciones al mismo tiempo: primero, prolon-
gar la permanencia, que tiene que ver con la naturaleza física del documento (lo
estructural); y segundo, dilatar la durabilidad del documento, es decir mantener la
capacidad de transmisión de la información contenida en este. Entonces, surge la
pregunta: ¿cuándo un documento puede considerarse que está en buen estado de con-
servación? Solo nos queda responder: cuando muestra su condición física de forma
íntegra, además de la capacidad para transmitir la información que contiene; solo así
el documento mantiene su funcionalidad. Atendiendo a estas condiciones, podemos
considerar que hemos tenido éxito en nuestras acciones de conservación, desde el
nivel de la preservación.
Para poner un caso: el de un manuscrito, que bien puede mantener la integridad física
en su soporte, el papel, que es donde se registra el contenido; pero que ha perdido o ve
amenazada su capacidad para transmitir información, porque la escritura es ilegible,
por desvanecimiento de la tinta inestable ante niveles de humedad altos, o porque
el documento puede haber sido dañado durante una inundación, donde el agua y su
impacto lo han afectado. Esta situación, en primera instancia crea problemas en la lec-
tura y reproducción, pero el riesgo es mayor cuando se trata de tintas de base ferrosa,
también conocidas como metaloácidas, que tienden a desintegrarse y por tanto com-
prometer al papel que la soporta; aquí, tampoco podemos considerar que el manus-
crito esté bien conservado. En estas dos situaciones, el acceso a la información está
limitado ya sea por la baja o nula legibilidad, o por el riesgo de pérdida de información
por el desbalance de una de las partes, en el ejemplo, la destrucción de la tinta.
8 Al respecto, conviene considerar como punto de partida los lineamientos establecidos por la Biblioteca
Nacional de Australia (2003).
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Conservación en el ámbito documental: estabilidad de soportes e integridad de la información
Sumando mayores elementos a lo ya expuesto, podemos armar que la estructura de
un documento puede mostrarse sumamente frágil, por la presencia de un alto nivel
de acidez en el papel, a tal grado que puede comprometer la información que aún es
legible visualmente, pero que en breve tiempo puede perderse en parte, o en todo, si
este llega a volverse friable y luego se desintegra. Podemos seguir agregando a esto
el nivel de estabilidad de los productos empleados para el registro de información
(tintas, sellos, marcas); aspecto que se acentúa por efecto del deterioro mecánico,
consecuencia de la manipulación moderada a excesiva, los métodos de almacena-
miento y transporte; entre otras situaciones que pueden representar riesgos para su
conservación. Ni que decir de los soportes que necesitan de equipos y/o programas
informáticos para su reproducción, como sucede con los medios magnéticos y elec-
trónicos, donde la condición de durabilidad se ve amenazada por la disponibilidad de
la tecnología adicional que permite el acceso a la información; además del impacto de
algunos de los factores ya mencionados.
Cerramos este artículo deteniéndonos en un término que estará presente en cualquiera
de las consideraciones de la conservación como objeto de la disciplina y en la prác-
tica, ya sea que tratemos de evitarlo, manejarlo o rehabilitarlo frente a su impacto.
Nos referimos al deterioro. Lo frecuente es asociarlo al término daño, pero esto no
debe signicar que solo debemos actuar según el nivel de manifestación: leve, medio
o avanzado; porque si solo lo relacionamos con esta cualidad, asociada directamente
al estado del objeto o documento, entonces la simple lectura es que el daño es gra-
ve cuando prácticamente el objeto se ha perdido y recién entonces consideraremos
actuar, cuando ya es bastante tarde. Sin embargo, cuando interpretemos el término
deterioro atiendo previamente el objetivo de la conservación, iremos más allá, cuando
al preguntarnos sobre el estado de deterioro, identiquemos cómo impacta este sobre
la funcionalidad del documento. Entonces, deberemos referimos a qué tan afectada
está la estructura física del soporte documental y también revisar cómo esto puede
interferir en la lectura o recuperación de la información contenida en este. El otro
aspecto a tener en cuenta se presentará cuando contemplemos la posibilidad extrema
de recurrir a la restauración, que debe dirigirse a recuperar la funcionalidad del objeto
o, en todo caso, para prolongar su disponibilidad, porque su valor lo amerita; en este
nivel, muchas veces la acción se deberá reducir a la estabilidad y la mínima inter-
vención, pues no podemos omitir el hecho que los productos a emplear en esta labor
también llegan a impactar sobre los materiales originales, además del deterioro que
igualmente los afecta.
Entonces, cuando abordemos el deterioro, deberán contemplarse diversos aspectos, tan-
to desde el orden de la estructura del soporte, considerando en primer lugar la calidad de
los insumos utilizados en su fabricación, lo cual puede darnos un indicio de su durabili-
dad o funcionalidad, y, en el caso de documentos más modernos, posiblemente requie-
ran el auxilio de algún equipo o software para la reproducción, duplicación o migración.
En este nivel de diagnóstico también conviene tener conocimiento de los medios que
se usan para registrar la información sobre el documento (tintas, sellos, etiquetas, apli-
caciones), sin dejar de mencionar algún accesorio que nos facilite su organización o
almacenamiento, pero que igual podrían tener algún impacto sobre la documentación
que intentan proteger (cajas, empaques, clips, grapas, fasters u otros). Así, la evaluación
será integral y transversal, como es propio en la conservación como disciplina y acción.
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Esperamos que varios de los conceptos aquí vertidos ayuden a identicar los diversos
aspectos que contempla la conservación en su práctica, los que se han ido constru-
yendo en el tiempo merced a un desarrollo de la disciplina, que es heredera de otras,
lo que evidencia su carácter multidisciplinario. Uno de estos aspectos es el enfoque
que debe adoptarse para identicar que no hay soluciones únicas, que estas dependen
de las condiciones de los objetos y su relación con las necesidades y objetivos de la
organización que busca en la conservación un instrumento que permita darle una larga
data a los materiales donde almacenan su memoria.
Finalmente, esperamos que motive interés sobre una necesidad que muchas veces
se atiende cuando los materiales ya han sido sometidos a procedimientos o acciones
que han resultado en lo que precisamente se busca evitar, su deterioro y pérdida de la
información en ellos contenida. Es necesario promover la adopción de la rutina de la
conservación en todo momento en el que nos relacionamos con los documentos que
intentamos proteger.
Referencias
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bibliotecas. Santiago de Chile: Centro Nacional de Conservación y Restauración
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Allo, M. (1997): Teoría e historia de la conservación y restauración de documentos.
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ucm.es/index.php/RGID/article/viewFile/RGID9797120253A/11042
Fuente: Conway, 2000: 10.
Fig. 1. El dilema de los medios modernos: densidad de información
versus expectativa de vida
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