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Víctor Andrés García Belaunde Las vicisitudes de Miguel Grau
Revista del Archivo General de la Nación
2017, N° 32, 125-143
Las vicisitudes de Miguel Grau
Víctor Andrés GarCía Belaunde
Universidad de Valladolid
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
vagarciabelaunde@gmail.com
Resumen
Parte de la historiografía nacional, ha divulgado varias leyendas en torno a la vida política del
general Mariano Ignacio Prado: una de ellas la supuesta buena relación que hubo entre él y
nuestro máximo héroe nacional Miguel Grau Seminario.
Después del Combate del 2 de mayo, la ota española enrumbó hacia Filipinas, situación frente
a la cual, el entonces Jefe Supremo del Perú, consideró –en alianza con Chile- la posibilidad de
enviar una ota para atacar a los españoles. Al mando de la armada aliada se designó al coman-
dante norteamericano retirado John Randolph Tucker, cuya elección fue considerada inapropia-
da por los marinos de mayor experiencia de nuestra armada. La protesta de Lizardo Montero,
Aurelio García y García, Manuel Ferreyros, Miguel Grau entre otros, originó que el gobierno
mandara arrestarlos para ser recluidos en el presidio de la Isla San Lorenzo.
Palabras clave:
Mariano Ignacio Prado, Miguel Grau, Guerra con España, Guerra del Pacíco, John Tucker.
The vicissitudes of Miguel Grau
Abstract
Part of the national historiography, has divulged several legends about the political life of Gen-
eral Mariano Ignacio Prado: one of them the supposed good relationship between him and our
maximum national hero Miguel Grau Seminario. After the Combat of May 2nd., the Spanish eet
headed towards the Philippines, in which situation, the then Supreme Chief of Peru, considered - in
alliance with Chile - the possibility of sending a eet to attack the Spaniards. Under the command
of the Allied Navy was designated the retired American commander John Randolph Tucker, whose
election was considered inappropriate by the navy of greater experience of our navy. The protest of
Lizardo Montero, Aurelio García y García, Manuel Ferreyros, Miguel Grau among others, caused
the government to have them arrested for detention in the prison of San Lorenzo Island.
Keywords:
Mariano Ignacio Prado, Miguel Grau, War with Spain, Pacic War, John Tucker.
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Entre las historias que se han contado para atenuar la tragedia del Perú en la Guerra del
Pacíco, está la supuesta “amistad” entre el presidente Mariano Ignacio Prado y el comandante
del “Huáscar”, Miguel Grau Seminario. La historia tradicional ha contado que juntos trazaron
el plan de operaciones navales para atacar al enemigo y mantener el control del mar al inicio
de aquella guerra. Quimera, claramente creada para disimular la gravedad de la deserción del
general Prado al mando supremo el 18 de diciembre de 1879.
Pero, vayamos a otro escenario, y detengámonos en 1866 con la llegada de nuestros en-
tonces modernos blindados, que en lugar de ir al Callao o proteger nuestros puertos, se quedaron
en Valparaíso para proteger al principal puerto chileno que ya había sufrido (el 13 de marzo de
aquel año) un inclemente bombardeo de la ota española en el Pacíco. Momento en el cual la
ota española se retiró de aguas sudamericanas y orientó sus proas con rumbo al oeste en direc-
ción a las islas Filipinas, archipiélago que aún era parte de sus dominios de ultramar.
Ante esta situación surgió la idea de atacar a los españoles en sus dominios coloniales
y para ello creyó conveniente el gobierno del entonces coronel Mariano Ignacio Prado, poner
a un almirante de nacionalidad neutral para comandar la ota aliada peruano-chilena, surta en
Valparaíso, ya compuesta con sus novísimos blindados el monitor “Huáscar” y la fragata “In-
dependencia”. Chile aun no tenía armada conable. Sin embargo, este ataque no consideraba el
poder de la ota española que con “La Numancia” tenía un dominio superior a los nuevos navíos
de guerra adquiridos por el Perú.
Manuel Vegas nos dice que después del combate del dos de mayo:
Seguían los entusiasmos bélicos de nuestro gobierno y se proyectó enviar una expedición a Fili-
pinas creyéndose conveniente contratar, para mandarla, a un marino extranjero, el contralmirante
retirado John Tucker. Esta noticia desagradó a Montero, a quien se excluía del mando por consi-
derársele demasiado impetuoso. Los demás jefes hicieron causa común con él; protestaron ale-
gando que había jefes capaces como en contralmirante Antonio de La Haza, el capitán de navío
Muñoz, y otros, y renunciaron sus mandos. El Gobierno respondió aceptándoles las renuncias y
envió al Chalaco a traerlos presos y a enjuiciarlos
1
John R. Tucker llegó a Lima el 15 de junio de 1866
2
, contactado en los Estados Uni-
dos por Federico Barreda para hacerse cargo de la escuadra aliada. Fue recibido por los más
importantes funcionarios de nuestro país, ya que su llegada se produjo mientras Lima seguía
celebrando la victoria del 2 de mayo.
1 VarGas, 2014, p. 160.
2 werliCh, 2010, pp. 126-137.
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Fig. 1. Miguel Grau Seminario. Museo Naval del Perú
Su posición de lealtad con la alianza, lo convirtió en presidiario gracias a las órdenes de Prado.
Ante la negativa de los marinos peruanos de obedecer a un extraño, inesperadamente
llegó a Valparaíso el transporte de guerra peruano “Chalaco” el 3 de agosto de 1866 “trayendo a
bordo en comisión especial y con plenos poderes al Secretario de Hacienda don Manuel Pardo
y Lavalle”.
3
Al día siguiente, José Pardo y Aliaga el plenipotenciario peruano en Santiago, envió
una nota al gobierno chileno en la cual explicaba la situación de los marinos peruanos:
3
waGner de reyna,
1963
, p.
298.
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El Excelentísimo Jefe Supremo ha tenido a bien admitir esas renuncias y ha conferido al Ex-
celentísimo señor don Manuel Pardo secretario de Estado en el despacho de Hacienda plenos
poderes para hacer reconocer a los nuevos jefes y adoptar en la organización de la división
naval las medidas que estime oportunas.
4
Con la renuncia de los marinos peruanos, Pardo, los apresa después y los envía al Cal-
lao para que se les abra proceso por insubordinación.
Entre los jefes peruanos apresados se encontraban Lizardo Montero, Aurelio García y
García, Manuel Ferreyros y Miguel Grau. Es decir, los ociales de mayor consideración y los
más importantes de nuestra escuadra; a quienes posteriormente se les imputó el delito de trai-
ción a la patria por el Fiscal Joaquín Torrico, en su “defensa” de los intereses del Estado.
En relación a ello, el diario “El Comercio” en su edición del 6 de setiembre de 1866
informó:
Cada día se hace más reprensible la conducta del Gobierno, respecto a la mayor parte de los
jóvenes, que forman el cuerpo de Marina y que se hallan detenidos a bordo del vapor Chalaco”.
Y añade: “Nosotros nos hemos resuelto a romper el silencio que nos proponíamos guardar, in-
dignados como lo estamos por la conducta del gobierno y por la infame acusación fulminada
por el scal don Joaquín Torrico; este mal caballero en su visita scal se ha atrevido a presentar
a nuestros marinos como traidores a la patria por el solo hecho de haberse negado a servir bajo
la ordenes de un extranjero enteramente desconocido”; y naliza “Cuando los comandantes de
nuestros buques supieron el nombramiento de Tucker, todos ellos acordes escribieron muy res-
petuosamente al Gobierno, haciéndole ver los inconvenientes que tenía semejante nombramien-
to, y suplicándole en caso que insistiera, los haría relevar del mando de los buques, pues ellos no
se prestarían a servir bajo las ordenes de aquel, el Gobierno mandó nuevos comandantes y estos
conforme a ordenanza se hicieron cargo del mando de los buques; el cuerpo de ociales siguió el
digno comportamiento de sus jefes presentando su dimisión.
5
4 waGner de reyna 1963, p. 298- 318.
5 En El Comercio (6 de Septiembre, 1866), Asuntos Personales – Cuestión Marina.
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Fig. 2. John Rundolph Tucker.
Marino de la armada norteamericana que peleó en la Guerra de Secesión de dicho país
¿Y qué sucedió durante el presidio absurdo que sufrieron nuestros principales o-
ciales navales por negarse a recibir órdenes de un extranjero? Nuestra historiografía ha pre-
sentado este hecho como una anécdota, algo que no debió ocurrir, un simple acto negativo.
Incluso, para amenguar lo ocurrido se explica que Grau, García y García, Ferreyros y Montero
pasaban momentos de “esparcimiento y deporte” durante su presidio y que hasta eran vistos
“paseando” en el Callao.
Rosendo Melo fue el primero en tratar el presidio de nuestros marinos: “La detención
fue solo nominal y duró poco, lo mismo que el sumario.” Enumera a los ociales detenidos y
añade:
El Cautiverio no impedía a los detenidos pasar la mayor parte de su tiempo en Lima o en paseos
por la isla, cuando no lo empleaban a bordo en ejercicios de esgrima, de tiro o de natación. Mon-
tero orete en mano no se dejaba tocar. Grau nadando era un pez.
6
Wagner de Reyna, reconocido diplomático e historiador, describe la situación de
los marinos peruanos en Chile quienes se rebelaron ante la imposición del almirantazgo de
John Tucker, y solo reere que estos fueron presos a Lima. Transcribe la posición ocial
chilena de una carta de Marcial Martínez fechada el 17 de agosto de 1867, dirigida a Álvaro
Covarrubias:
6 melo, 1980, pp. 275-276.
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Las medidas adoptadas respecto de los Jefes de la división naval del Perú han sido muy oportunas
y dignas de elogio. La conducta de aquellos jefes había sembrado entre nosotros alarma e inquie-
tudes, y escandalizado a cuantos comprenden que sin una subordinación y disciplina severas no
es posible tener escuadra ecaz.
7
Wagner de Reyna no se queda únicamente en la postura chilena, sino que transcribe a
Raúl Porras Barrenechea, y le da a su palabra el carácter de “juicio histórico”:
Grau y treinta ociales peruanos se niegan a aceptar la presencia del tutor extranjero, y junto con
ella el desconocimiento de su pericia y hazañas. Se les trae presos a Lima y se les conna en San
Lorenzo. El destino une entonces al más grande orador y jurista del Perú y el más grande héroe
del mar. Luciano Benjamín Cisneros enciende su oratoria lírica sosteniendo, frente al scal, que
ni Grau ni sus compañeros son rebeldes, desertores ni traidores a la Patria (…) Los marinos pe-
ruanos no están obligados a una experiencia ciega, opresora de su razón, y su personalidad huma-
na. Tenían el derecho de abstenerse de servir bajo las órdenes de Tucker, quien desconoce hasta
nuestro idioma” y añade más adelante: “Esta es la rebeldía de Grau, adicta al orden, respetuosa
de la jerarquía propia y ajena, cogida del brazo de la justicia y de la opinión pública, incapaz por
otra parte de alzarse por un interés o codicia de poder o de lucro
8
Fig. 3. Luciano Benjamín Cisneros. Archivo de la BNP
Diplomático y abogado peruano, quien asumió notablemente la defensa de Grau, frente al encarcelamiento que sufrió
en la Isla San Lorenzo.
7 waGner de reyna, 1974, pp. 440-444.
8 waGner de reyna, 1974, p. 444.
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En el texto de Geraldo Arosemena sin mencionar fuente se arma:
El juicio duró 6 meses. El 24 de enero de 1867 los jefes y ociales de marina detenidos fueron
trasladados de la isla San Lorenzo al puerto del Callao, en el que quedaron presos, teniendo la
ciudad por cárcel
9
.
Por su parte José Agustín de la Puente y Candamo transcribe una carta de Grau apare-
cida en la “Revista Chilena de Historia y Geografía” (XIX – 1916 pp. 260 – 265), en la cual el
almirante le explica a don Benjamín Vicuña Mackenna que no hubo insubordinación por parte
de los marinos. Del mismo modo José Agustín de la Puente Candamo escribe:
Los ociales renunciantes son sometidos a prisión a la isla de San Lorenzo, el 24 de enero de
1867 pasan al Callao para el proceso ante el Consejo de Guerra. Jorge Ortiz Sotelo recoge de
Rosendo Melo un simpático fragmento referido al tiempo de prisión: “Según Rosendo Melo las
condiciones de ese cautiverio no fueron muy exigentes….
10
Jorge Ortiz Sotelo en su reconocido texto señala:
Mucho se ha escrito en torno a este proceso sobre el cual la prensa dio amplia cobertura. En
defensa de los enjuiciados se pronunciaron brillantes y vibrantes discursos, algunos de los cuales
merecen ser incluidos en la antología del foro peruano. Sin embargo no vamos a entrar en estos
aspectos, puesto que, como señalamos al inicio de este libro, aspiramos a ser lo más concretos
que sea posible, evitando todo exceso verbal ante una vida que no lo requiere, puesto que su
mérito está justamente en ella misma y no en lo que se haya dicho sobre ella.
11
Melitón Carbajal Pareja solo nos dice:
El juicio dura varios meses; Grau tiene como defensor a un brillante abogado, el doctor Luciano
Benjamín Cisneros. En febrero de 1867 el Consejo de Guerra declaró inocente a todos los proce-
sados reponiéndoles todos sus derechos y prerrogativas
12
En la investigación hemos revisado un epistolario de Manuel Blanco Encalada, donde
aparecen tres cartas de Miguel Grau, en las que relata lo vivido durante su prisión y las condicio-
nes en que se encontraba. Se trata pues, de un testimonio -como vamos a ver- incontrovertible,
que eliminan una serie de leyendas en torno al asunto Tucker.
9 arosemena, 1979, p. 48.
10 de la puente Candamo, 2003, p. 116.
11 ortíz, 2003, pp. 135-136.
12 meliton CarBaJal, 1980, pp. 87- 88.
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Fig. 4. Imagen de la Isla San Lorenzo y una de sus mazmorras
Isla de San Lorenzo, septiembre 4 de 1866.
(…) El gobierno como debe usted saber ordenó se nos siguiera un juicio; en efecto, seis días
después de nuestra llegada al Callao, vino a bordo el coronel Torrico, nombrado scal a tomarnos
declaraciones; el mismo día que concluyó estas que fue 23 del pasado, se nos mandó a esta isla
a donde permanecimos hasta hoy. Por noticias dedignas hemos sabido últimamente el dictamen
del scal, elevando el juicio a plenario y acusándonos de traidores a la Patria, desertores al frente
del enemigo e insubordinación.
13
Desde su encierro, Miguel Grau, amigo de Blanco Encalada le narra meticulosamente los deta-
lles del interrogatorio al que fue sometido y cómo respondió él junto a sus compañeros:
Usted puede juzgar si somos acreedores, o que se nos quiera infamar con una sentencia como
la que le he expuesto. Después hemos sabido que el proceso ha pasado al Auditor de Guerra y
Marina, no sabemos todavía cuál sea su opinión, tan luego como lo sepa le informaré
14
En otra de las cartas publicadas en el epistolario de Blanco Encalada, Grau es muy contundente
respecto al presidio que sufría junto a los demás marinos:
Isla San Lorenzo, Diciembre 18 de 1866
A principios del mes pasado fuimos desembarcados en esta isla alojándonos en una casa
vieja de la Cia. del antiguo dique; en esta nueva prisión estamos casi incomunicados, razón
por la cual me he privado del placer de darle noticias nuestras conociendo como conozco todo
el interés que por nuestra suerte me ha manifestado usted, tanto verbalmente cuanto por sus
estimables cartas y de lo que le estoy profundamente agradecido.
13 oValle, 1934, p. 278.
14 oValle,: 1934, pp. 279 – 280.
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El juicio después de una demora sin n, parece que tendrá su denitiva conclusión, pues el
gobierno [de Prado] habiendo retenido el proceso más de un mes en su poder, ha decretado el 7
del presente la reunión del Consejo de Ociales Generales y tendrá lugar el 21 del que cursa
15
Una tercera carta fechada también en San Lorenzo el 2 de enero de 1867 da cuenta de la dila-
tación del proceso y por ende, la de la carcelería injusta que sufrieron los marinos. Grau le dice
a Blanco:
No dudo que se sorprenderá usted cuando lea esta al saber que todavía no se ha reunido el Con-
sejo de Guerra de Ociales Generales que debía sentenciarnos o absolvernos en el juicio que
se nos ha seguido a pesar de haber estado determinado el local y fecha por un decreto supremo
como se lo anuncié en mi anterior. La causa según he sabido de buen origen ha sido la siguien-
te: Prado tuvo noticias que se preparaban en Lima manifestaciones en favor nuestro y que
además las defensas eran muy fuertes y fundadas, motivos estos hasta cierto punto ridículos
que han inuido en el ánimo del Gobierno para resolver que dicho Consejo tenga lugar a bordo
de la fragata “Apurimac” ociando al efecto en ese sentido al Mariscal La Fuente como pre-
sidente de él. Ahora pues como la expresada fragata está en el dique principiando apenas sus
reparaciones es probable que este proceso no tenga n; por otra parte como todos los generales
que componen el Consejo son viejos y se marean, aun en la bahía, están ya alguno de ellos
renunciando los cargos de vocales; circunstancia deseada por el Gobierno para reemplazarlos
con coroneles que harán lo que él desea y que es casi seguro nos condenen sin si quiera tomarse
el trabajo de leer la causa. Lo que se desprende de todo es que el Gobierno tiene el convenci-
miento de que no hay causa para que nos aplique una sentencia como él deseara, y quiere evitar
la demora el ridículo de un fallo favorable preriendo que el Congreso nos absuelva
16
Fig. 5. Manuel Blanco Encalada. Biblioteca Nacional de Chile
Comandante Jefe de la armada de Chile, sostuvo amistad con Grau
15 oValle, 1934, p. 280.
16 Ibídem, pp. 281-282.
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Cabe señalar, que en el homenaje que hizo la Marina de Guerra del Perú a nuestro hé-
roe máximo por las cercanías del centenario del Combate de Angamos, se publicó la defensa de
Luciano Benjamín Cisneros íntegramente. Alegato en el que se demuestra la inocencia de Grau
de los cargos de traición a la patria e insubordinación que se le imputaron.
17
Concordamos con lo expresado en el texto “Grau” de reciente aparición que nos dice
sobre este asunto: “Es de imaginar la desazón que este juicio causó en Miguel Grau. Era inau-
dito que un hombre cabal pleno de principios y de calores positivos, como él, fuese acusado,
entre otros cargos, de traición a la patria; enorme paradoja contra él que era capaz de entregar
su vida entera por ella”.
18
Como se puede corroborar, durante todo este tiempo, se ha creído la versión de Rosen-
do Melo –de la cual se desconoce el origen de la información que arma que Grau y el resto de
los ociales presos no la pasaron mal en su arresto-, que las condiciones de su presidio fueron
exibles visitando Lima y Callao y que hasta hacían “competencias” entre ellos. Sin embargo,
las cartas que hemos transcrito nos muestran, por el contrario, las duras condiciones del encierro
tanto de Grau, como las del resto de marinos. Nos queda la inquietud respecto a quién encubría
Rosendo Melo al escribir esta versión sesgada y sin pruebas sobre tal acontecimiento. Y, añadi-
mos otra interrogante: ¿por qué se encubría al gobierno de Prado y a los políticos que hicieron
escarnio de los principales jefes de la armada?
De acuerdo a las cartas que hemos transcrito, resultan evidentes las graves dicultades
de la ocialidad naval, donde no hubo ni un solo momento de exibilidad. Lo que aún queda por
develar es la escasa seriedad con la que fue tratado el caso por la historiografía. Extraña actitud
teniendo en cuenta además, que se trata del máximo héroe nacional, a quien se le apresó y dio el
trato de reo, por no acatar las particulares órdenes del entonces coronel Prado.
¿amistad en la guerra?
Las relaciones personales entre nuestro máximo héroe naval y el presidente Prado
no fueron buenas como hemos podido constatar. Por eso Prado en 1879 mantuvo en el cargo
a Guillermo More en la “Independencia” y no le quedó otra opción de entregarle el mando del
“Huáscar” a Grau; frente a un Germán Astete, quien pese a tener la pericia naval, había demos-
trado tal virtud justamente dos años antes cuando se sublevó al gobierno de Prado.
Cuando la guerra se declara y en el desarrollo de la campaña naval, Grau llega al Callao
para limpiar los fondos del Huáscar. Momento en el cual, Prado le escribe esta carta que encon-
tramos en el archivo Santa María, la cual lo retrata completamente:
17 Centro naVal del perú, 1978,pp. 57–77.
18 fundaCión miGuel Grau y marina de Guerra del perú, 2012. p. 72.
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Arica, Junio 19 de 1879
Sr. Capitán de Navío
Miguel Grau
Callao
Mi estimado Amigo:
Después de saludar a usted, lo único que tengo que recomendarle es que se venga cuanto antes
con su buque completamente reparado.
Su presencia por acá es importantísima, como usted muy bien comprenderá, sobre todo, en las
actuales circunstancias en que es necesario tener inquieto al enemigo a todas horas.
Me escriben que ciertos politiqueros de mala ley, tratan de hacer atmosfera contra mí, impután-
dome principalmente estos dos cargos: que yo di a usted instrucciones terminantes para no hacer
fuego sobre Antofagasta, por no comprometer los intereses que se dice tengo allí; y que el carbón
que hay en Pisagua y demás puertos del sur es malo
19
, porque era del que yo había hecho venir
de mis minerales de Chile.
Aunque yo estoy acostumbrado a las calumnias de mis enemigos no es posible que se deje co-
rrer impunemente las que hoy me suscitan esas gentes con depravada intención. Nadie puede
contradecir ambas armaciones antojadizas mejor que usted que sabe que el carbón de Pisagua
como el que hay aquí y en Iquique es carbón inglés; y si su calidad es mala la culpa no es mía:
lo que es de mis minerales de Chile, hace más de dos años que no se ha hecho venir un gramo de
carbón al Perú; y que en cuanto a sus instrucciones para la comisión que llevó al sur, ellas, lejos
de prohibirle hacer fuego sobre Antofagasta u otro punto, no pueden ser más amplias, puesto que
se le facultó a usted a proceder sin restricción alguna para que se hostilizara por cuantos medios
estuvieran a su alcance las naves y puertos del enemigo.
Le encarezco la necesidad de que se venga usted cuanto antes con su buque. En las actuales
circunstancias, en que todo hace presumir que el enemigo intente un desembarque por alguno de
los puntos de la costa, comprendida entre este departamento y el de Tarapacá; la presencia del
“Huáscar” sería importantísima para desorientar a aquellos.
Sin tiempo para más, soy de usted afectísimo amigo
Prado
20
Como podemos apreciar, el Presidente le pidió a Grau, en dos oportunidades (al prin-
cipio y al culminar su carta) que el almirante regrese al sur con el “Huáscar” y hace hincapié
en la importancia que tenía la presencia de Grau, lo cual demuestra el estado de precariedad en
que se encontraba el mandatario. Pero la carta también es una confesión de algo que en mi texto
El Expediente Prado (Lima, 2014. USMP) se ha revelado: la riqueza de Prado en Chile y en
el entonces litoral boliviano, el cual detalla sus minas de carbón y sus intereses en Antofagasta.
19 Durante el gobierno de Mariano Ignacio Prado se comercializó carbón de las minas de Carampangue.
20 arChiVo naCional de Chile. Archivo Santa María, Carta de Prado a Grau. Arnes B 5028.
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Ante esto, al Presidente no parecía interesarle mucho la situación de combate del “Huás-
car”, porque quería que Grau regrese a Arica y se ponga a sus órdenes sin considerar que el tiempo
de estancia en el Callao era lo suciente para la limpieza de los fondos y el mantenimiento de las
máquinas de la única nave que estaba poniendo en jaque constante a la armada chilena.
Es por esa razón, que Tomás Caivano nos habla de la necesidad de la limpieza de los
fondos y arma que por falta de ese mantenimiento ocurrió el desastre de Angamos: “Es un he-
cho generalmente notorio, tanto en el Perú como en Chile, que la quilla del Huáscar se encontra-
ba sumamente sucia, cuando este zarpó de Arica el 30 de Setiembre para su última expedición;
expedición que fue ordenada por el Presidente Prado y que el Contraalmirante Grau opinaba que
no debía llevarse a cabo, sino después de haber limpiado la quilla del monitor, del cual no se
podía obtener por esta circunstancia toda la velocidad de que era capaz en condiciones norma-
les y que le hubiere sido tan necesaria en caso de encuentro con la escuadra enemiga, contra la
inmensa superioridad numérica y material de la cual toda lucha era imposible.
Pero el presidente Prado, con la estúpida conanza de la ignorancia sobre lo que él
llamaba “buena suerte del Huáscar”, insistió en la orden dada, a despecho de las prudentes
observaciones del Comandante Grau, el cual se separó de él diciéndole premonitoriamente:
“Obedezco porque así me lo impone mi deber pero sé que llevo el Huáscar al sacricio”.”
21
Lo escrito por Caivano se colige con una carta de Grau dirigida a su amigo Ezequiel
Otoya donde se demuestra las desavenencias con el Presidente Prado:
“Monitor Huáscar
Arica, Setiembre 4 de 1879
(…) No puedes tener una idea de lo contrariado que estoy de no haber podido conseguir de Pra-
do, que te dejara el mando del “Rimac”, que por derecho te correspondía. Me ha ayudado en mi
empresa Montero y el Dr. Álvarez, y todos nos hemos estrellado ante su tenaz negativa, alegando
compromisos anteriores con Raygada V. V.
Tu comprenderás que a pesar de mi nueva elevada clase, nada podré hacer con este hombre que
como tú sabes quiere hacerlo todo, y pretende ya darnos lecciones de marina a nosotros.
22
Y mucho más contundente es la última comunicación de Grau a Ezequiel Otoya fechada el 28
de setiembre de 1879 en el Huáscar al ancla en Arica:
Todavía ignoramos cual será el nuevo plan de campaña que adopte Chile con toda su escuadra
ya reparada. Hasta que no se conosca (sic) algo de esto, no me parece prudente iniciar con este
buque una nueva escursión (sic)
23
21 CaiVano, 1883, p. 234.
22 BaBilonia fernÁndez, 2010, pp. 169-171.
23
Ibídem, pp. 172-173.
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Grau conocía que la armada chilena estaba reparada y lista para emprender una cam-
paña de hostilización. Si Grau sabía esto, resulta obvio que también lo sabía el director de la
guerra, el presidente Mariano Ignacio Prado. Razón por la cual, es inexplicable que el 30 de
setiembre se ordene a Grau zarpar con su buque conociendo del estado en que se encontraba.
Como vemos, la situación del “Huáscar” no era la óptima, entonces, ¿qué motivó a seguir pen-
sando en destruir algún blindado chileno con un torpedo que no estaba preparado?
Encontramos otra carta enviada por Miguel Grau a su amigo el Capitán de Navío
Samuel Palacio, la que fuera publicada en el diario “El Nacional” el 8 de octubre de 1890 con
ocasión de la efemérides del combate de Angamos:
“Monitor “Huáscar” Setiembre 15 de 1879.
Aquí me tienes de contralmirante sin escuadra que mandar, porque aunque la hubiere tu sabes,
por lo menos debes sospecharlo, que Prado ha llegado omnisciente en todo y conoce más de ma-
rina que todos nosotros juntos, aparte de lo acostumbrado que está a no oír a nadie, y hacer su más
voluntad, circunstancia que es muy ridículo tolerar cuando se llega a ocupar un puesto elevado.
Por estas y otras razones yo trabajo por quedarme de simple comandante del Huáscar donde
puedo prestar mis servicios con más provecho.
Miguel Grau.
Al Señor Capitán de Navío Señor Samuel Palacio.
24
Esta carta, obtenida de un libro copiador que perteneció a Mariano Ignacio Prado
Ugarteche, en realidad daba cuenta a su padre sobre esta publicación. Con ésta se demuestra
fehacientemente la pésima relación entre nuestro máximo héroe y Prado, quien como se puede
apreciar parecía más improvisar aspectos de comando y de guerra.
Un caso muy curioso es el de las órdenes que Prado impartió a Grau en su última mi-
sión y que fueron publicadas por primera vez en el Boletín de la Guerra del Pacico en 1880
y que ubiqué en el Archivo Domingo Santa María cuyo fondo se encuentra catalogado en el
Archivo Nacional de Chile.
24 ColeCCión priVada. Libro copiador de cartas de Mariano Ignacio Prado Ugarteche, p. 22.
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2017, N° 32, 125-143
Fig. 6. Carta de Manuel Ignacio Prado Ugarteche a su padre
Reproducción de la carta del libro copiador de Prado Ugarteche.
He aquí las últimas órdenes impartidas a Grau por el Presidente Prado transcritas desde el do-
cumento original:
Instrucciones a que deberá sujetarse el contra – almirante don Miguel Grau en la expidición (sic)
que se encarga sobre el enemigo:
1° El Monitor Huáscar, la corveta (sic) Unión y el transporte Rímac saldrán inmediatamente en
convoi (sic) bajo las órdenes del contra – almirante Don miguel Grau.
Se dirigirán a Pisagua y desembarcarán allí a los jefes ociales y bultos pertenecientes al
ejército boliviano.
3° Concluido el desembarque se dirigirán inmediatamente a Iquique y desembarcarán la fuerza
que lleva el Rímac, en el que se embarcará toda la madera que allí existe con destino a este
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puerto de Arica. Una vez el Rímac con la madera embarcada (sic) se vendrá inmediatamente a
este puerto.
4° Concluido el desembarque de tropa en Iquique, el Huáscar y la Unión ambos bajo las órdenes
del almirante Grau zarparán con rumbo a Tocopilla, a donde llegarán en la noche, y si existiese
allí algún blindado enemigo el almirante Grau mandará aplicarle el torpedo que con tal objeto va
embarcado a bordo del Huáscar bajo la dirección de don (espacio en blanco) Waight encargado
de su manejo y aplicación.
5° Si no hubiese blindado en Tocopilla, pero, si algún otro buque enemigo, el almirante Grau, lo
tomará, inutilizará o echará a pique según las circunstancias.
6° En cualquiera de estos dos últimos casos, el almirante Grau resolverá si conviene dirigirse a
Antofagasta en busca de algún blindado sobre el cual aplicar el torpedo, o en caso de no encon-
trarlo, cometer o no alguna hostilidad según su juicio.
7° En ningún caso comprometerá el almirante Grau ninguno de los buques de su mando y si en-
contrare buques enemigos en el tránsito solo se batirá con fuerzas inferiores, salvo encontrarse en
imposibilidad de retirarse ante fuerzas superiores, en cuya circunstancia cumplirá con su deber.
Arica, Septiembre 30 de 1879
Adición – No siendo posible la aplicación de los torpedos a causa de la claridad de las noches,
queda sin efecto todo lo relativo a ellos.
El almirante Grau cometerá entre Tocopilla y Coquimbo todas las hostilidades que fueren posi-
bles, y las operaciones que a su juicio puedan ejecutarse con algún éxito, observando siempre lo
prevenido en el artículo séptimo.
Prado M. Olivares
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Si regresamos a leer las dos últimas cartas enviadas por Grau a Ezequiel Otoya, vemos
que no existe una aprobación de nuestro máximo héroe naval respecto a cómo se le mandaba la
expedición contra el enemigo. En su epístola del 4 de setiembre le dice: “nada podré hacer con
este hombre que como tú sabes quiere hacerlo todo, y pretende ya darnos lecciones de marina a
nosotros”. Y, en su última misiva del 28 de setiembre, concluye: “Todavía ignoramos cual será el
nuevo plan de campaña que adopte Chile con toda su escuadra ya reparada. Hasta que no se co-
nosca [sic] algo de esto, no me parece prudente iniciar con este buque una nueva escursión [sic]”.
Vemos pues, que el contralmirante Grau enfáticamente hace ver a su amigo, que Prado
sin conocer de tácticas navales hace alardes de una pericia que no posee. Era por todos conocido
el hecho - especialmente por el alto mando peruano – que la escuadra chilena estaba en óptimas
condiciones para la contienda y que por ello se necesitaba precaución en el ataque, en tanto no
se sabía en dónde se encontraban exactamente los buques enemigos.
25 arChiVo naCional de Chile. Archivo Santa María, Instrucciones de Prado a Grau. Arnes B 5031
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Sin embargo, ¿qué sucedió entre el 29 y el 30 de setiembre, para que Prado ordene a
Grau ir tras un blindado y destruirlo con un torpedo?, ¿acaso se sabía de la situación real de los
blindados chilenos y había la oportunidad de sorprenderlos?
Todo indica que no.
Las cartas de Grau a Otoya demuestran que Grau iba al sacricio y solo cumplía su
deber. Por su parte, el director de la guerra, le ordenaba ir al combate sabiendo que los buques
chilenos estaban en óptimas condiciones y el Huáscar en la débil situación de no tener limpios
sus fondos; situación que le impedía tener la velocidad necesaria para escapar, en caso un buque
enemigo, más poderoso lo acosara.
El convoy conformado por el “Huáscar”, la “Unión” y el “Rímac”, tenía como primera
misión desembarcar a un contingente boliviano en Iquique, y el Rímac debía regresar con ma-
dera a Arica. Con tal situación, no resulta necesario entablar las siguientes preguntas:
1) ¿Para qué se necesitaba madera en Arica?
2) ¿Se dejaba sin madera a Iquique para beneciar al puerto de Arica?
3) ¿La madera era para dar calor en las frías noches de Arica?
4) ¿Era necesario arriesgar el transporte Rímac para dar calor a la ocialidad peruana
en Arica, por el frio reinante en esa época?
Posteriormente, Prado ordena a Grau y al convoy que se dirijan a Tocopilla. Por enton-
ces litoral boliviano, ocupado por los chilenos y que allí se dispusiera a aplicarle al “Huáscar” el
torpedo y destruir a uno de los blindados, que se creía estaba acoderado en ese puerto.
¿De dónde se obtuvo la información que un blindado estaba en Tocopilla? Sobre todo
teniendo en cuenta el hecho que el “Huáscar” iba cargando un torpedo, que en aquellos tiempos
consistían básicamente en bombas que tenían que ser dirigidas desde el mar hacia un blanco
jo y no móvil.
Luego en el numeral 6, se le dice a Grau que este “resolverá si conviene dirigirse a
Antofagasta en busca de algún blindado sobre el cual aplicar el torpedo”. Frente a lo cual, Grau
y su convoy zarpan más al sur acatando la orden del director de la guerra, y llegan hasta punta
Tetas (al norte de Antofagasta) para luego enrumbar nuevamente al norte ante la presencia de
humos enemigos. Finalmente, resulta acorralado en punta Angamos, donde se da el combate.
¿Por qué Grau sigue rumbo al sur y no se queda solo en Tocopilla?, la respuesta la
encontramos en la adición a las órdenes: “El almirante Grau cometerá entre Tocopilla y Co-
quimbo todas las hostilidades que fueren posibles”. Se ordenaba a Grau viajar mucho más al sur
de Tocopilla, (que era aún territorio boliviano ocupado) puesto que la orden era seguir más al
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sur en costas propiamente chilenas: Taltal, Caldera, Huasco y Coquimbo. ¿El Huáscar estaba en
condiciones de realizar una navegación tan larga?
Con los pocos elementos que teníamos y en el estado en que nos hallábamos, no se podía exigir
más de la dirección de las operaciones de la guerra: el público peruano lo reconocía así por su
aprobación y elogios. El chileno lo confesaba también hasta la fatal e inesperada pérdida del
“Huáscar”, en la que si alguna duda me cabe, es únicamente la de mi condescendencia con el ma-
logrado contralmirante Grau, quien como es público, solicitó de mi repetidas veces esa comisión,
hasta que al n tuve que ceder, no solo por la absoluta seguridad que me daba el contralmirante,
por la fe que me inspiraban su pericia y su valor, por la ilimitada conanza que en él tenía (…)
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José Agustín de la Puente Candamo maniesta en torno a este tema: “Es motivo de
diversas interpretaciones un punto ligado a la última expedición del “Huáscar” ¿Quién es el
responsable de la orden de salida de la expedición? (...) Tanto Prado como Grau saben que el
buque no está en óptimas condiciones para alcanzar la velocidad que las circunstancias exigen.
En el contexto de la guerra, sin embargo, se entiende que la expedición es necesaria, aunque no
parece ser una idea personal exclusiva de Prado ni de Grau. Queda muy claro esta posición si se
ve en el marco general del conicto, y en el momento que el país atravesaba”.
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Ante la documentación del héroe que hoy conocemos, resulta obvio que las instruc-
ciones siempre fueron impuestas por Prado. Fue él quien dirigió la campaña, mientras que Grau
cumplió con su deber.
Las últimas órdenes de Prado a Grau fueron encontradas dentro de los papeles del
Almirante que se tomaron de su camarote cuando el “Huáscar” sucumbió en Angamos. Estas
órdenes fueron publicadas por primera vez en el Boletín de la Guerra del Pacico en su edición
N° 19 del 29 de octubre de 1879 y es desde esa publicación que se tiene el testimonio. Nunca
se ha visto el original.
Ahora bien, tomados los papeles del “Huáscar” y capturado además, su acervo docu-
mental, se transcribe literalmente todo lo que allí se encuentra. Sin embargo, en estas últimas
órdenes encontramos algo sospechoso respecto al asunto de aplicar un torpedo a uno de los
blindados: está escrito el nombre de quien lo dirigiría. Justamente aquí es donde radica el cues-
tionamiento ya que en la publicación chilena gura “N. Waight”, mientras que el documento
original del Archivo Santa María antes mencionado, hay un espacio en blanco seguido del ape-
llido “Waight”.
Además de otros pequeños detalles que no concuerdan con la redacción del original,
es más que extraño que estas órdenes impartidas a Grau, hayan estado en manos del presidente
chileno Domingo Santa María, y que hoy se encuentran en el archivo de dicho personaje. Ya que
si fueron estos documentos obtenidos por el mismo estado chileno, y transcritos en un órgano
ocial, estos debieron de conservarse en un lugar del Ministerio de Relaciones Exteriores o en
26 ColeCCión priVada. Maniesto de Mariano Ignacio Prado. Nueva York, 7 de Agosto de 1880.
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de la puente Candamo, 2003, p. 376.
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su defecto, en algún repositorio del Ministerio de Marina de Chile. A ello podemos añadir, que
durante el Combate de Angamos, fue demasiado casual el hecho que toda la escuadra chilena
haya estado expedita y concentrada esperando el paso del “Huáscar”.
Referencias
Fuentes Primarias
arChiVo naCional de Chile. Archivo Santa María:
– Carta de Prado a Grau. Arnes B 5028.
– Instrucciones de Prado a Grau. Arnes B 5031
ColeCCión priVada
– Libro copiador de cartas – Mariano Ignacio Prado Ugarteche, pág. 22
– Maniesto de Mariano Ignacio Prado. Nueva York, 7 de Agosto de 1880
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