1919
Arriba y abajo: el persistente poder de los imaginarios estatales y tribales
muchas sociedades indígenas amazónicas. Enk es despótico no solo porque impone
su caprichosa voluntad sobre sus seguidores, sino porque es mezquino y se niega a
compensarlos por su trabajo. La máxima expresión de tiranía es, sin embargo, el poder
que tiene sobre las vidas de sus seguidores y la ligereza con la que ordena su muerte
por delitos que, desde una perspectiva amazónica, son apenas ofensas menores. Una
de las características del liderazgo en las sociedades amazónicas es que, generalmen-
te, está asociado a la posesión de poderes vivicantes que garantizan la fertilidad de
la tierra y la fecundidad de la gente y los animales (Santos Granero, 1986). Usados en
benecio de sus colectividades, estos poderes son, en último análisis, lo que hace que
la autoridad sea legítima. En contraste, Enk aparece como un líder caprichoso que,
en vez de asegurar la vida y reproducción de sus seguidores, les quita sus vidas sin
razones justicadas.
Estos elementos también están presentes en las mitologías de otras sociedades ama-
zónicas que tuvieron contacto, más o menos directo, con el Imperio inca. Los shipibo
pano hablantes arman que, en los tiempos míticos, estaban regidos por Yoashico
Inca, el Inca Mezquino, una divinidad que poseía el fuego y todos los cultivos pero
que se negaba a compartirlos con la gente (Roe, 1982: 68-70; Bertrand-Rousseau,
1984: 215-222). A n de impedir que estos robasen de sus huertos, Yoashico Inca
colocaba animales venenosos en las hojas de sus plantas. Si le pedían tallos de plátano
o estacas de yuca para sembrar, él los cortaba en pedacitos para que no pudieran ger-
minar. Se dice que Yoashico Inca era muy poderoso. Con el sonido de su auta podía
abrir anchas trochas en el bosque. También era muy pendenciero, y se peleaba con
todos, incluido su yerno. Yoashico solía transformar a los niños en animales mediante
sus echas mágicas. Por estas razones, los antiguos shipibo decidieron matarlo con la
ayuda de varios animales. El mito arma, sin embargo, que Yoashico fue sucedido por
Cori Inca, una divinidad generosa que compartió sus conocimientos con los shipibo,
dando así origen a la cultura shipibo tal como se la conoce hoy en día.
Narraciones similares se encuentran entre los cashinahua, cashibo, matsiguenga, y
arakmbut (McCallum, 2000: 387; Wistrand-Robinson, 1998: 24-5; Renard-Casevitz,
1991: 203-6; Gray, 1996: 37, 58, 210). En todos estos mitos, el Inca es retratado ya
sea como un ser demoníaco, ya como una divinidad, héroe cultural o poderoso cha-
mán dotado de poderes malignos. Está asociado a los lugares altos, las cabeceras de
los ríos, el frío y la oscuridad, pero en algunos casos también es representado como
Dueño del Bosque. Su aparición está frecuentemente ligada a importantes eventos
naturales o culturales: el comienzo de los nacimientos normales, la instauración de las
estaciones o el establecimiento del actual Sol. Por otra parte, se le atribuyen proclivi-
dades caníbales, y es acusado ya sea de comer niños pequeños, ya de transformarlos
mediante sus poderes mágicos. Con frecuencia es descrito como extraordinariamen-
te rico, poseedor de grandes cantidades de metales preciosos, utensilios y amplios
huertos. Se dice, simultáneamente, que es mezquino y que se rehúsa a compartir su
riqueza con sus vecinos amazónicos, quienes frecuentemente son representados como
sus parientes anes o políticos.
El Inca y su gente viven en hermosas casas, en aldeas populosas y bien organizadas.
Transforman el paisaje limpiando grandes patios alrededor de sus casas, abriendo
amplias trochas pavimentadas y excavando la tierra en busca de oro y plata. Pero se