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REVISTA DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Historia
La educación en el virreinato del Perú*
César A. Ángeles Caballero**
La gentileza del director del Archivo Nacional del Perú y las facilidades del jefe de la
Sección Histórica del mismo, nos han permitido completar la exposición y rastreamien-
to de noticias y pruebas documentales en un ensayo que, sobre la educación en el vi-
rreinato del Perú, venimos hurgando en la bibliografía y en los archivos especializados.
El contenido integral del ensayo que sirve de título a esta Sección se dirige, en sentido
discriminativo, a los dos tipos de colegios que existieron en el virreinato del Perú. El
primero de ellos destinado a los españoles e hijos de españoles y el segundo a los ca-
ciques. En esta oportunidad, concretaremos nuestras referencias a planteles en los que
se impartió enseñanza a la nobleza incaica en la persona de sus guías o conductores,
vale decir, de los caciques.
Contenido de la educación del indio durante el virreinato
No parece haber preocupado mayormente a los investigadores de nuestra cultura total,
este valioso e interesante capítulo de la educación peruana, quien sabe, como arma
Roberto Mac Lean y Estenós, porque “…se restringió en la colonia a las discusiones
doctrinarias y a los buenos, aunque incumplidos, propósitos de los gobernantes leja-
nos de la metrópoli”. De aquí la escasa inquietud educacional que se vislumbró en esta
época de nuestra historia, porque bien poco fue lo previsto en las llamadas Leyes de
Indias para el desarrollo cultural de la masa indígena. Sintéticamente, “disponía la le-
gislación metropolitana que, en todo aquello que no se hubiera ordenado precisamente
para las Indias Occidentales, regía el código de Las siete partidas de Alfonso el Sabio.
La educación de los indios quedaba incorporada de esta suerte, en términos generales,
en la órbita de ese código, totalmente inaplicable para los aborígenes”, según apunta
Mac Lean y Estenós.
* Revista del Archivo Nacional del Perú, Lima, tomo XXII, entrega I, pp. 105-112, 1958. Primera parte
del artículo, el cual fue publicado en varias entregas junto a sus apéndices documentales.
** César A. Ángeles Caballero (n. 1923), intelectual e investigador peruano, doctor en letras y periodismo,
profesor y exrector universitario.
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La intención primera, fundamental y simplemente teórica de los reyes de España, fue
la educación de las clases dirigentes, diremos de las “élites indias”, para dominar por
su intermedio a las grandes masas del fenecido Tahuantinsuyo. Es así que Felipe II
escribió al virrey Toledo, el 2 de diciembre de 1573, ordenándole fundase colegios y
seminarios en todos los ámbitos del virreinato, “para que se criasen y fuesen adoctri-
nados los hijos de los caciques”. Felipe III, el 3 de setiembre de 1616, rmó la cédula
real que establece el sostenimiento de un colegio destinado a los hijos de los caciques,
sin atentar contra la economía de los indígenas. Luego imparte instrucciones al virrey
príncipe de Esquilache para que tome nota y se interese en “entender que es cosa muy
importante que los hijos de los caciques que han de venir a gobernar a los súbditos
sean desde pequeños instruidos en buenas costumbres”.
El contenido básico de la educación fue pobre y restringido. No se puede hablar de un
plan metódico, mayormente se circunscribió a la catequesis. El proceso en sí abarcó
tres aspectos:
a) La cristianización y, por lo tanto, el amplio proceso de la catequesis.
b) Los lineamientos de una remota actividad prevocacional, a cargo de los frailes
y sacerdotes de las diversas órdenes religiosas, efectuando “las funciones sociales:
utilizar al indígena en la producción industrial del suelo peruano […] y aprovechar
su energía muscular en la producción de riqueza. Así se logró su preparación en artes
útiles” (José M. Valega).
c) Escasa instrucción y moderado aprendizaje. Bien poco fue lo que se enseñó al
aborigen peruano, solo unos rudimentos que no llegan ni al contenido del actual ciclo
primario. Esquemáticamente se delimitó como sigue:
–Período de estudios. No tenía límites cronológicos. Se iniciaba a los diez años de
edad y concluía, en la mayoría de los casos, sin éxito alguno, cuando “el educando lle-
gaba al estado de matrimonio, o sucedía a sus padres o a sus parientes en el cacicazgo
o cuando los virreyes o gobernadores lo juzgaban conveniente”.
–Materias de estudio. La base de todo el proceso educativo fue la religión, porque Es-
paña quiso instruir al indio “en la misma religión, para incorporarlo espiritualmente”
a su cultura. El cuadro de materias fue como sigue:
Escuelas elementales:
–Doctrina cristiana, considerada básica en el cuadro de materias.
A cada uno en particular y a todos en general se les enseña y explica la doc-
trina cristiana y se conesan mensualmente”. Por este mismo cauce para que
“oigan cada día misa y sepan ayudar a ella; y rezen el rosario de Nuestra
Señora, que se encomienden a Dios, cuando se acostaren y levantaren, que
antes que se acuesten examinen su conciencia y se conesen cuando parecie-
re conveniente [...].
De las otras ciencias bastaba que supiesen “lo conveniente para la vida que habían de
llevar y el ocio que había de ejercer” y “lo secundario fue la enseñanza de la lectura
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y escritura castellana, el cálculo y la música”. Luego se instruyó en brevísimos rudi-
mentos de:
–Gramática, lectura y escritura, para que “aprendan la lengua castellana, leer, escribir,
y contar otras buenas costumbres y policía, para saber gobernar y regir su gente […]”.
–Cálculo: contar y restar elementalmente
–Música (cantos religiosos)
En este aprendizaje utilizaban papel, tinta, plumas y fueron teóricamente orientados
para que “procedan políticamente como los españoles, que se ocupen en leer libros
de devoción, la pasión de Nuestro Redentor, vidas de santos y otros que parecieran a
los padres […]”.
Colegios:
–Doctrina cristiana, fundamentos y dogmas
–Latín
–Música. Canto llano
El volumen de la enseñanza fue ejercido por tres tipos de instructores, pues no otra
cosa fueron: catequistas, encomenderos, scales y celadores, llamados por el P. Ru-
bén Vargas Ugarte, indios ladinos ya adiestrados en la enseñanza”. Algunos planteles,
como el Colegio del Príncipe tuvieron rector, maestro escolero, cirujano, médico, bar-
bero y criados.
d) Técnica de la enseñanza. El contenido de las materias de estudios supuso una meto-
dología sencilla, elemental, limitada a unos cuantos preceptos, siendo los de mayor vi-
gencia: 1° la instrucción se impartió en el idioma nativo; 2° se procedió, especialmente
en la catequesis, de un modo gradual y ordenado; y 3° la distribución del horario
del aprendizaje tuvo el siguiente desarrollo: escuelas elementales, en las mañanas,
nociones de cálculo, lectura, escritura, y música; tardes, oraciones, catequesis, canto
(en las capillas, en los coros o en las aulas); colegios: en las mañanas, nociones de
matemáticas, doctrina cristiana, música y canto llano; tardes, oraciones, latín, rudi-
mentos de gramática castellana y cantos.
e) Uniformes. Las constituciones de los diversos colegios para caciques disponían el
uso de uniformes especiales. Sabemos así que el Colegio del Príncipe usó:
el vestido que han de tener será calzón y camiseta verde de algodón o lana,
medias y zapatos y sombrero negro, y la insignia del Colegio ha de ser una
banda de tafetán carmesí atravesada que caiga debajo del brazo izquierdo
y ha de estar asido de manera que caiga en los pechos un escudo de plata
pequeño, como la palma de la mano con las armas reales de Castilla y León y
debajo de ellas una tarjeta [distinta de la del virrey príncipe de Esquilache].
f) Régimen administrativo. Los caciques para ser admitidos como colegiales debían
tener diez años cumplidos y “[…] estar en él hasta que sus padres los pongan en
estado de matrimonio o subcedan en el cacicazgo o pareciere a los señores virreyes
o gobernadores que por tiempo fueren”, y “[…] no han de poder salir perpetua ni
temporalmente del Colegio sin licencia del gobierno”. En lo que respecta al sistema
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administrativo disponían, asimismo: “Comerán juntos en su retorio con el Padre que
los tuviere a cargo, el cual les hechará la bendición […]”.
La valiosa documentación del Archivo Nacional
Los manuscritos y demás documentos que atesora nuestro Archivo Nacional son
magníca fuente de información para estudios prolijos y sistemáticos de numerosos
aspectos de la vida en el virreinato del Perú. En lo que corresponde a la educación,
noticiaremos sobre la fundación e historia de muchos colegios virreinales tomando los
datos del archivo de la Real Junta de Temporalidades, Expedientes Administrativos:
a) Colegio del Cercado (para caciques). Se creó durante el gobierno del príncipe de
Esquilache, en el pueblo de Santiago del Cercado de Lima, en la casa de los padres de
la Compañía de Jesús el año de 1620, en virtud de Real Orden y Comisión de S. M.
Las constituciones fueron dadas el 29 de marzo de 1621.
b) Colegio Noviciado o Casa de Aprobación (Lima). Se llamó también San Pablo,
fúndase en 1568 por los jesuitas.
c) Colegio de Arequipa. Iniciáronse las tareas de fundación el año de 1573. Se obtuvo
el real permiso para la construcción del local el 22 de febrero de 1580 y se nalizó la
obra en 1582.
d) Colegio de Huancavelica. Se estableció en la residencia de los jesuitas por licencia
de Su Majestad, fechada el 15 de marzo de 1719.
e) Colegio de la Villa de Moquegua. Funcionó a cargo de los jesuitas. La orden para
su instalación fue dada por Felipe V, mediante Real Cédula rmada en Corella el 5 de
octubre de 1711. Establecióse en 1713, teniendo como base los bienes dejados por el
licenciado José Hurtado de Echegoyen, por disposición de su testamento cerrado que
otorgó el l de setiembre de 1708, al donar la hacienda vinífera de Yaravico y diez mil
pesos en dinero.
f) Colegio Grande del Cuzco (de la Transguración). La fábrica material empezó en
abril de 1571, bajo los estímulos del virrey Francisco de Toledo, a inmediaciones de
la iglesia Catedral, siendo el segundo que edicó la Compañía de Jesús, después del
de San Pablo.
g) Colegio de los Jesuitas en Ica. Data de la licencia concedida el 22 de agosto de
1746.
h) Colegio de la Villa de Pisco. Su licencia se expidió mediante Real Cédula del 14 de
mayo de 1627; cinco años antes, el 6 de abril de 1622, por escritura pública otorgada
ante el escribano público Bartolomé de Mora, los esposos capitán Pedro de Vera Mon-
toya y doña Juana Luque y Alarcón, donaron dos mil quinientos pesos “[…] que situa-
ron sobre una hacienda, que poseían en el valle de Caucato, la misma que por el citado
instrumento cedieron para después de sus días […]”. Estuvo a cargo de los jesuitas.
i) Colegio de Trujillo. Fue dirigido por los jesuitas. La licencia de apertura proviene
de 1629. Se construyó el local gracias a las donaciones de Juan de Avendaño y su
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mujer doña Jacoba Escobar y Mendoza, quienes otorgaron el 18 de abril de 1623,
ante el escribano público Juan de Toledo, la estancia de Yagón y sus anexos de Cho-
ta, Motil y Párrapos, así como la hacienda Collambay y los terrenos de Miraores.
Posteriormente, se incrementaron los fondos con las contribuciones de doña Juana de
Carbajal, consistente en la chacra de San Javier y la estancia Picsi y nalmente las del
ilustrísimo señor obispo de Trujillo, Carlos Marcelo Corni, y de su secretario Lorenzo
Velásquez, los que donaron las tierras de Gaznapo y dieciséis mil pesos en dinero,
respectivamente.
j) Colegio de Huamanga. Regentado por los jesuitas, quienes consiguieron del exce-
lentísimo conde Monterrey, el 18 de junio de 1605, en virtud del informe presentado
por el obispo del Cuzco –Huamanga pertenecía por entonces a dicho obispado– fray
Antonio Raya.
k) Colegio de Bellavista. En el siglo XVII:
[…] frecuentaron los Regulares de la Compañía de Jesús el presidio del Ca-
llao con el n de hacer misión e instruir en los dogmas de Nuestra Santa Fe,
a los individuos incultos que allí habitan. Ejercieron este ministerio algunos
años sin tener para ello habitación determinada, hasta que el Excelentísimo
señor Virrey que fue de estos reynos D. García de Mendoza les señaló varias
limosnas y un sitio en que fabricaron una casa de Hospedería como también
una pequeña Iglesia para sus distribuciones y ejercicios espirituales. Perma-
necieron dicho Regulares en la conformidad expresada hasta el año 1613 en
que el hermano Martín García Jáuregui, coadjutor de la Compañía de Jesús
hizo donación de todos sus bienes [cuyo valor se dice ascendió a noventa mil
pesos] a favor del General de su religión, para que este caudal lo invirtiese
en la fundación de un colegio en el puerto del Callao, la que se vericó en
orden de licencia de 28 de enero de 1614. –Con motivo de la ruina general
que experimentó dicho puerto del Callao el año de 1746, determinaron los
jesuitas, establecer de nuevo este Colegio en el pueblo de Bellavista […].
l) Colegio de Santa Cruz. Su establecimiento se debió a la generosidad de Mateo
Pastor de Velasco y su esposa, Francisca Vélez Michel, los que “[…] el año de 1659
fundaron el piadoso Colegio San (sic) Cruz para niñas dspañolas que se exponen en
la casa y hospital de Nuestra Señora de Atocha de Niños Huérfanos”, según se des-
prende de los documentos del archivo de la Real Junta de Temporalidades. En dichos
documentos. se precisan también detalles administrativos y pedagógicos. Inicióse con
veinticuatro alumnas, todas las cuales tuvieron:
[…] rectora, maestra, cocinera, compradora, lavandera, capellán, admi-
nistrador, abogado, médico y cirujano asalariados. Se les enseñan las ora-
ciones, doctrina cristiana, leer, escribir, coser, instrumentos músicos y solfa
a las que demuestran tener habilidad para la música y vocación al estado
religioso.
Respecto a la denominación “de Atocha”, Felipe Márquez Abanto acota: “se advierte
que todas las niñas expósitas usaban como apellido el “de Atocha”, seguramente en
recuerdo de su origen”.
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La documentación del Archivo Nacional del Perú
sobre la educación del indio durante el virreinato
Tal como ya está indicado, indudablemente que el Archivo Nacional del Perú reúne
los más notables e imprescindibles documentos para el estudio y análisis de la educa-
ción durante el virreinato. Especialmente guarda fundamental interés lo relacionado
con el indio. De aquí nuestra inquietud por ofrecer algunos documentos inéditos que
serán de básica trascendencia en el planteamiento integral de muestro proceso edu-
cacional, particularmente ahora que se bosquejan reformas y se efectúan inventarios,
porque probablemente muchas de nuestras deciencias pedagógicas se remontan a los
tiempos coloniales.
En sucesivos ensayos iremos presentando los pormenores administrativos y pedagó-
gicos que se pueden ahondar en el Archivo Nacional del Perú. Por ahora iniciaremos
con:
Colegio del Príncipe
Creóse durante el gobierno del virrey príncipe de Esquilache en el pueblo de Santiago
del Cercado, de Lima, en la casa de los padres de la Compañía de Jesús el año 1620,
debido a la orden y comisión real. Se destinó a los hijos de los caciques y de la no-
bleza aborigen. Al organizarlo, de acuerdo a las instrucciones de Felipe II, se tuvo en
consideración: “[…] que es cosa muy importante que los hijos de los caciques que han
de venir a gobernar a sus súbditos sean desde pequeños instruidos en buenas costum-
bres”. Las constituciones, dadas el 29 de marzo de 1621, lo denominaron “Colegio
Seminario”, luego cambió nombre por el de “Colegio del Príncipe”. Las constitucio-
nes y ordenanzas regularon los requisitos para el ingreso:
a) Ser hijo mayor de los caciques: “[…] han de entrar en el colegio los hijos mayores
de los caciques principales y segundas personas de este Arzobispado y comarca y
demás repartimientos que pareciere a los demás virrey y gobernadores que por tiempo
fueren en este reino”.
b) O suceder en el cacicazgo.
c) Pertenecer a familia noble y tener derecho a sucesión.
d) Cumplir los cánones y compromisos de estudiar y mantener la disciplina, los bue-
nos modales y la el observancia de los preceptos de la religión católica.
Las constituciones fueron explícitas y hasta completas, pues tuvieron el buen cuidado
en señalar: número ilimitado de alumnos que debían ingresar, uniformes, edad para el
ingreso, régimen disciplinario, régimen alimenticio y otros pormenores que a la hora
de los estudios profundos constituirían verdaderos capítulos.
Por lo que atañe a los documentos que siguen a esta introducción, hemos tenido cui-
dado en seleccionar aquellos que guardan relación con los aspectos administrativos y
pedagógicos. En lo que concierne al movimiento económico se hallarán referencias
a los siguientes asuntos: sustento de los alumnos, curación de los alumnos, manteni-
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miento de los vestidos. monto de los haberes del personal docente y administrativo,
adquisición de enseres, vestidos, etc.
En lo tocante a la matriz educacional, nos enteramos de las materias de enseñanza (lec-
tura, escritura, doctrina cristiana, “artes en Santo Tomás”); los progresos en el aprendi-
zaje; relación del personal docente y administrativo, las visitas scalesm los informes
del rector. Y las sugerentes declaraciones en torno a las tareas cumplidas por el licencia-
do Juan de Bordanave, rector del Colegio del Príncipe.
Lima, junio de 1958