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Ricardo PalmaRev Arch Gen Nac. 2020; 35: 11-12
algo hemos manejado papel amarillento, por viejo, aspirando a conocer a los hombres
que en primera línea guraron en los días de la conquista, estábamos casi desespe-
ranzados de adquirir noticias, posteriores a 1530, sobre el famoso piloto Bartolomé
Ruiz, el ínclito camarada de Pizarro. Vano fue el empeño de Prescott como estéril el
esfuerzo de Mendiburu. Pues bien, en páginas que de la Revista tenemos ante los ojos,
reaparece el personaje eclipsado en 1530 y, gracias al documento que ahora sale a luz,
puede complementarse la biografía de un hombre que tanto signicó en el prodromo
de la conquista. Es preciso utilizar toda fuente de información y que la Revista, más
que trabajo de eruditos paleógrafos y bibliólos, sea también trabajo de vulgarización.
Ha cerca de diez años que la H. Municipalidad de Lima invirtió algunos miles de
soles en la descifración y comento del llamado libro Carnero, o sea primer libro del
Cabildo, obra cuya publicación era no solo de altísimo interés histórico sino de con-
veniencia práctica para los tesoros scal y comunal. El valioso manuscrito, con ilus-
trativas notas de los señores Pablo Patrón y Enrique Torres Saldamando, indiscutibles
competencias en historia peruana, fue enviado a Europa para su publicación, la que
hasta ahora no se habría realizado si el actual jefe de la República no hubiera ecaz-
mente intervenido para poner término a la incuria de sus predecesores en el gobierno.
Según nuestros informes, la impresión del interesante volumen quedó concluida en
diciembre y no pasarán muchos días sin que, los que nos deleitamos con la lectura de
las páginas del pasado, podamos hojear un ejemplar.
Fundar una Revista especialmente consagrada a compilar en ella documentos, ya con
habilidad seleccionados y que, con frecuencia, dan luz sobre puntos controvertidos o
ignorados de la historia, es servir noblemente a la causa de la verdad, de la ciencia y de
la civilización. Es razonable presumir que, si la Revista alcanza a aanzar su existen-
cia, en tren también los eruditos y activos compiladores en el campo apenas explorado
de nuestra vida democrática, sin arredrarse por el recelo de que, como a contempo-
ráneos, se les tilde de apasionados y parciales, o de tímidos para exhibir documentos
sobre hombres públicos y aún sobre sucesos políticos. En pueblos nuevos, como son
los que forman las repúblicas americanas, es un error estimar como degeneración de la
raza nuestras frecuentes convulsiones civiles. Hay que atribuirlas, como las pasiones
en la juventud, a exuberancia de fuerza y de vida. El siglo XX traerá para nuestras
nacientes nacionalidades la edad del reposo, la madurez.
No se desalienten los entusiastas e ilustrados jóvenes que han acometido la ardua
empresa de crear esta Revista, porque critiquizantes, que estudian historia en almana-
ques y cajetillas de fósforos, se atraviesen en su camino con la revelación de que tal o
cual documento no es rigurosamente desconocido, que ha debido darse preferencia al
códice tal sobre el códice cual, ni otras inepcias de la laya. La crítica menuda o frívola
es siempre hija de la impotencia, ya que no de la envidia. En cerebro estéril germina
un criticastro, esto es, una competencia inédita. Quien nada de propio ha producido,
mal se resigna con el hecho de que Dios haya dotado a otros hombres con aptitudes
para producir, para crear.
Adelante, jóvenes, los que hacéis sana, útil y patriótica labor.
Lima, enero 31 de 1899